El pasado 9 de marzo de 2005, Su Eminencia el cardenal de Madrid, monseñor Antonio María Rouco Varela, celebró una eucaristía de sufragio y acción de gracias por don Giussani en la catedral de Nuestra Señora de la Almudena donde se congregaron numerosos obispos -que se encontraban en Madrid con ocasión de una reunión de la Conferencia Episcopal Española- sacerdotes, amigos y miembros de Comunión y Liberación. Al final de la celebración, Julián Carrón agradeció en nombre de todo CL a monseñor Rouco su paternidad y su cercanía espiritual. Publicamos unos pasajes de la homilía
En la biografía de don Giussani me ha llamado la atención que, siendo un joven seminarista, funda un grupo de trabajo que se llamaba Studium Christi. No es que yo sea contemporáneo de don Giussani, pero en nuestro tiempo, en los años 40 y 50, en los seminarios españoles había muchos círculos en el seno de las comunidades de teólogos, pero el studium de Cristo no era el corazón de nuestras preocupaciones, que eran más accidentales –círculo de misiones, la cuestión social...– pero no ésta. Todo un símbolo de lo que iba a ser su vida y un signo de lo que iba a aportar la figura de don Giussani a la Iglesia hasta hoy mismo: el descubrir la frescura del encuentro primero con el Señor. Vivirlo, testimoniarlo y ofrecerlo a los demás, en primer lugar, a los jóvenes, con lo cual ciertamente su sensibilidad o la acción del Espíritu sobre su sensibilidad, humana, espiritual y sacerdotal, se expresaba de una forma absolutamente extraordinaria y actual.
Si ha habido tiempos en que la juventud sufrió impactos de las grandes convulsiones culturales a lo largo de la historia, quizá el más tremendo y decisivo sea el nuestro. Esa crisis del hombre contemporáneo encuentra en los jóvenes un campo más abonado que nunca. Un campo donde los efectos destructores de su personalidad y de su capacidad de esperanza han sido más funestos. Acercar la experiencia de Cristo como la vivimos al hilo de la lectura del Evangelio de san Juan, diciéndoles: «Ése es el Mesías. Está pasando al lado de tu vida», para que les pueda llamar por su nombre y les pueda decir que se queden con Él y puedan vivir la vida a partir de esa llamada. Es algo, por un lado, de unas raíces históricas primigenias y de una frescura actual absolutamente nueva en sus formas, y absolutamente precisa y urgente para la juventud de este tiempo.
Esa sería su gran aportación a la vida de la Iglesia, y naturalmente la tenía que comunicar a los jóvenes y a todos los que emprendieron con él esa aventura de vivir la libertad de Cristo y la comunión del amor de Cristo. Giussani supo ofrecerla como alternativa a quienes decían que la libertad se ganaba negando el corazón, negando lo más íntimo del ser del hombre, y convirtiendo la solidaridad en un gigantesco campo de concentración. La alternativa a eso era la de la libertad de Cristo y la del amor de Cristo. Y así nació Comunión y Liberación.
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