IMPRIME [-] CERRAR [x]

COLOMBIA

La experiencia del ciento por uno es para siempre

Saro Rizza
10/07/2012 - Carta desde Bogotá

Testimonio de Saro Rizza (profesor de matemáticas, jubilado en Catania) en la asamblea de la comunidad de Colombia el 7 de julio de 2012, antes de volver a Italia, después de dos años como docente de estancia en Bogotá, dando clase en el colegio italiano.

En la segunda lección de los ejercicios Carrón ha hablado de la persona, cuya consistencia reside en su autoconciencia. Es decir, la conciencia de lo que está en su origen, de lo que le hace persona. «Yo soy Tú que me haces». Esta autoconciencia, esta conciencia es lo que me llevo como experiencia aquí en Colombia. Algún amigo me ha preguntado: ¿qué te llevas de Colombia? He aquí lo que me llevo: que soy hecho por Otro no es algo abstracto, un simple pensamiento, sino la vida cotidiana, los encuentros que haces, los amigos que tienes. Estando con vosotros he visto madurar en mí esta conciencia.
Como sabéis, no he hecho nada excepcional, he trabajado como los otros, más bien quizás con más fatiga por el idioma, y por lo tanto quizás un poco peor que los otros; he vivido momentos excepcionales por la amistad que me habéis ofrecido, he gozado de la pertenencia a un pueblo, he mirado con alegría a vuestras familias, a vuestros niños, he vivido con jóvenes que me han hecho sentir joven. Se ha realizado la promesa del Evangelio: los que dejéis por Mí a hijos, nietos y amigos, recibiréis cien veces más. Por todo esto he percibido claramente que yo no me hago a mí mismo, sino que es Otro el que me hace ser cada vez más lo que debo ser.
El Papa contestando a una pregunta hablando de su familia, la describía como una realidad bellísima y prefiguraba la experiencia del Paraíso en aquella convivencia. No creo exagerar si hago la misma comparación. Esto no quiere decir que no haya dificultades o problemas, pero prevalece un sentido de plenitud humana y de libertad, que me hace decir que es obra de la presencia del Señor: la comunidad realmente es su sacramento, como dijo en la homilía del Corpus Christi el P. Marco. Por todo esto tengo que agradecer al Señor y tengo que dar gracias a todos ustedes, uno por uno, por lo que sois, por mí. Tener la oportunidad de seguir haciendo esta experiencia, profundizar en relaciones apenas iniciadas, contribuir a una obra que da testimonio del carisma de don Giussani, y tener que irme, me duele enormemente. Podría ser el momento de la nostalgia. Pero en esto me ha tranquilizado el P. Marco, que me ha dicho: lo que hemos vivido es para siempre. Y de esto estoy convencido, las cosas verdaderas y bellas no acaban nunca. Por tanto, no es el momento de la nostalgia, sino de la gracia y de la gratitud, por lo cual vosotros siempre estaréis en mi corazón.
Querría explicar un poco esta expresión, depurándola de cualquier deje sentimental porque eso dura poco. Siempre estaréis en mi corazón: quiero decir que en este momento estáis en el origen de mí, como dije antes, si ahora estoy como estoy y tengo ciertos deseos, os lo debo a vosotros. Del corazón brota la persona, su modo de concebirse, sus deseos más profundos. Así pienso que también es para muchos de vosotros: sé que siempre estaré en vuestro corazón, y que vuestro corazón es el corazón de Colombia y de América Latina, tierra a la cual, como sabéis, debo mucho. Sois como una semilla que desarrollándose incendiará el mundo entero, como les dije a los chicos de Diego que con él comparten la experiencia del Banco de Alimentos. Esto es lo que más deseo para mi vida: lo que he aprendido de vosotros, por vuestra amistad, es que he sido amado, soy amado por el Señor. ¿Qué puedo desear sino responder cada vez más plenamente a Él y pertenecerle? Es esta conciencia que me hace vivir, no son las cosas que hago que me hacen vivir. Por ende, dónde estar y qué hacer se vuelve relativo.
En este momento se me pide estar más cerca de mi familia y cumplir mi tarea de abuelo de siete nietos, que son muchos y todavía llegarán más. Estoy contento de hacerlo con toda la plenitud humana que he podido experimentar con vosotros. Así puedo compartir con ellos todo lo que me habéis dado. Por esto os agradezco, y aunque nos separen miles y miles de kilómetros, estaremos cada vez más cerca porque hemos dado juntos un paso hacia Cristo: es el único modo para estar unidos siempre.