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El “sueño de Dios”, más fuerte que el mal y la violencia

21/08/2017 - Entrevista a Francesco Patton, custodio de Tierra Santa

Ochocientos años son una importante herencia que cargar sobre las espaldas. Pero al oír al padre Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, parecen un yugo ligero. En el Meeting de Rímini ha descrito la situación en una tierra lacerada por la violencia pero donde habita «el sueño de Dios».

Ocho siglos en Tierra Santa suponen una historia que supera las fuerzas de los hombres.
Sí, una historia que nos devuelve a los orígenes de nuestra orden. Su presencia en Tierra Santa se remonta a una peregrinación del beato Egidio de Asís, una suerte de viaje de iniciación por las tierras de Jesús que precedió al de fray Elías de Cortona, a quien se atribuye históricamente la institución de la provincia. Corría el año 1217. Dos años después llegó san Francisco.

Una presencia constante a lo largo de los siglos.
Y a partir de un cierto punto una presencia en nombre de la propia Iglesia. En 1342, Clemente VI confió formalmente con una bula papal a los hermanos de la orden la tarea de «morar continuamente en la iglesia del santo sepulcro y celebrar allí solemnemente misas cantadas y oficios divinos». A partir de esta forma de presencia se ha desarrollada lo que la Custodia ha llegado a ser.

¿Qué es hoy la Custodia?
De tres o cuatro santuarios hemos llegado a unos setenta, en torno a esos santuarios han nacido parroquias, dentro de las parroquias han surgido escuelas y obras sociales, comprometidas en el diálogo ecuménico e interreligioso, con inmigrantes, desplazados y refugiados procedentes de todo Oriente Medio.

El lema del Meeting sugiere que la herencia recibida de nuestros padres puede y debe seguir viviendo. ¿Qué ha recibido usted?
Siento que he recibido de las generaciones pasadas franciscanas que han vivido en Tierra Santa la consigna de servir a la Iglesia y a su pueblo, a esta gente, con la misma presencia y el mismo servicio. Pero la herencia es un concepto análogo, como diría santo Tomás.

¿Qué quiere decir?
Que la herencia moral está antes que cualquier otra. Y esa herencia está en las indicaciones de método que san Francisco nos dejó: estar aquí, poniéndonos al servicio de todos por amor de Dios y confesando ser cristianos. El resto nos toca a nosotros.

El sucesor de Pedro ha elegido el nombre de Francisco, ¿qué significa eso para usted?
Significa una atención especial hacia los pobres, pero también hacia la evangelización y hacia la creación. San Francisco escribe en su testamento que cuando no tenía a nadie que le explicara qué debía hacer, el Señor le reveló que debía vivir conforme al santo evangelio. Esta forma de vida, esta adhesión al evangelio, es la misericordia del Papa Francisco.

Para hacer nuestra una herencia recibida, debemos volvérnosla a ganar, ¿qué quiere decir esta experiencia para usted?
Vinculo este aspecto a la responsabilidad que tenemos ante la misión que se nos ha confiado. No podemos quedarnos sentados. Lo que hicieron las generaciones pasadas supone una herencia pero si no la hacemos nuestra viviendo plenamente esa misión hoy, en poco tiempo esa herencia quedará dilapidada o se agotará. Al término de su vida, san Francisco dijo a sus hermanos: yo he hecho mi parte, la vuestra os la indicará Cristo. Cada generación franciscana debe asumir su responsabilidad viviendo hoy esas razones por las que llegamos aquí hace ocho siglos. Creo que es una tarea que, con distintas condiciones y salvando las diferencias, atañe a todos los hombres.

¿Dónde se esconde la tentación o el error?
En considerar los méritos del pasado como si fueran una especie de gracia en el presente. No. Ahora le toca a esta generación, a nosotros.

¿Cómo ve Oriente Medio? Asistimos a hechos que superan la cuestión palestina y nos abren nuevos frentes.
Esta tierra es bellísima, extraordinaria, pero también de una gran complejidad. Pero hoy veo en todas partes una peligrosa tendencia a la simplificación. Como hombre de esperanza, puedo decir que esta complejidad también se vivía en tiempos de la revelación del primer testamento, pero aquel primer testamento nos hablaba del sueño de Dios de ver toda esa tierra en paz. «El lobo siempre convivirá con el cordero», «el niño meterá su mano en serpientes venenosas» y «los egipcios servirán al Señor junto a los asirios». Debemos tener en cuenta la realidad, llena de problemas contradicciones y violencia, pero esta misma realidad contiene también el sueño de Dios.

Cuando piensa en Siria, ¿piensa en esta profecía?
Debemos tener el valor de sintonizar la longitud de onda de Dios. Todo Oriente Medio, a lo largo de su historia, ha conocido violencias y devastaciones tremendas. Pero la palabra de Dios nos dice que el sueño de Dios es otro. Si no entramos en sintonía con él, es imposible llevar a cabo algo positivo.

Se ha referido a una tierra enormemente compleja, ¿cómo viven allí los cristianos?
Son una comunidad extremadamente variada. Está la comunidad de los cristianos locales de lengua árabe, que es la más numerosa, luego hay una pequeña comunidad de cristianos de lengua hebrea; al mismo tiempo hay también una gran comunidad de cristianos inmigrantes, trabajadores extranjeros que viven en Israel. Solo en Tel Aviv son más de cincuenta mil. En todo caso, en los diversos ordenamientos civiles, lo más complicado no es el tema del derecho de los cristianos sino la libertad de conciencia.