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Huellas N.7, Julio/Agosto 2004

SOCIEDAD CdO en Madrid

Un criterio ideal, una amistad operativa

Raffaello Vignali

El pasado 11 de junio, la Compañía de las Obras organizó en las afueras de Madrid una cena con Raffaello Vignali, Presidente de la asociación, para dar a conocer a un nutrido grupo de asistentes los motivos ideales que sostienen esta realidad tan relevante en la sociedad italiana y que se está difundiendo paulatinamente en España y América Latina. Publicamos su intervención

La Compañía de las Obras surgió hace casi veinte años cuando don Giussani nos dijo a algunos de nosotros que «nuestros amigos de Alcamo, en Sicilia, hacen un vino estupendo, pero si nadie les ayuda a venderlo, ¿qué amistad tenemos entre nosotros?». En esta palabra “amistad” hay mucho de lo que es la Compañía de las Obras. De hecho nuestro eslogan es: “Un criterio ideal, una amistad operativa”. Esta noche os quiero decir lo que significa fundamentalmente «una amistad operativa», porque la primera parte del eslogan «un criterio ideal», está contenido dentro de la palabra amistad.

Amistad
¿Qué es lo que puede hacer que las personas se junten? Un interés común. Toda amistad, toda compañía nace de un interés común. Entonces el problema reside en entender cuál es el interés que nos une. Porque el problema estriba en saber si el interés es parcial o, por el contrario, es un interés que lo abarca todo. Si el problema en la vida es un interés por recibir algo a cambio, entonces da lugar a una amistad que dura poco. El problema entonces es si el interés es total, es decir, si la palabra interés se considera en su etimología, del latín “inter-esse”: aquello que tiene que ver con lo que yo soy, con lo que yo quiero. Interés es un sinónimo de la palabra “deseo” y también, desde otro punto de vista, es sinónimo de la palabra “necesidad.” Es este interés por lo verdadero, lo bello y lo justo, lo que mueve el corazón de la persona y es aquello que verdaderamente puede reunir a las personas.

El mismo interés
En el equipo directivo de la CdO italiana hay un amigo mío que se llama Claudio Morpugno. Claudio es el vicepresidente de las comunidades judías italianas. ¿Qué es lo que nos une? El hecho de que tenemos exactamente el mismo interés, que es ese interés por lo verdadero, lo bello y lo justo, que es lo que nuestro corazón anhela. Lo cual no nos hace estar juntos de manera política, sino de manera verdadera, de una forma sustancial, tanto es así que, en septiembre, constituiremos la Compañía de las Obras en Jerusalén, donde participarán emprendedores palestinos, cristianos y judíos. ¿Por qué esto, de hecho, nos lleva a juntarnos? ¿Para qué nos pone juntos? Nos une para hacer un trabajo, el trabajo de buscar en la realidad, en las relaciones que uno vive, en el trabajo que uno hace, el significado verdadero.

Un trabajo dentro del trabajo
Como dice Giancarlo Cesana, hay un trabajo dentro del trabajo. En el trabajo que todos hacemos, hay un trabajo que hacer, que es el trabajo verdadero. Es el trabajo de buscar el significado de aquello que hacemos. El significado de la realidad. Este es el verdadero trabajo y por este trabajo, además, nadie nos paga, pero es el trabajo más importante de todos, porque si no existe significado, ni siquiera existe el trabajo. (...) Este trabajo se llama educación.
Una última cosa sobre esta cuestión del trabajo. Nosotros normalmente, cuando trabajamos, pensamos que lo hacemos para ser amados, sin embargo, las cosas se hacen por que alguien nos ama. De otra forma no las haríamos.

El adjetivo “operativa”
Tras la palabra amistad, el adjetivo “operativa”, que significa que la amistad tiene que ver con todo, que tiene que ver con todos los aspectos de la vida y de la actividad que uno hace, hasta llegar a darse una ayuda concreta. Por ejemplo, hasta llegar a optimizar los beneficios o minimizar los costes de una empresa, o hasta llegar a un punto en que los empresarios –algunos de vosotros lo sois– nos podamos ver, podamos confrontarnos, podamos hablar de lo que nos interesa. Un lugar donde uno que ya ha empezado una empresa puede ayudar a un joven que quiere empezar con una idea de empresa. Pero lo más importante dentro de todo esto, dentro de la ayuda más concreta, como ayudar a los amigos de Alcamo a vender su vino, es ayudarnos a tener presente el motivo y el horizonte por el que se hace la empresa.
El motivo verdadero por el que se hace una empresa no es el beneficio. El beneficio es importante, algo necesario porque si no la empresa cerraría, pero no es el primer objetivo.

Se puede construir
El primer objetivo de una empresa es el intento de construir que afirma una positividad de la realidad, porque si la realidad no fuera positiva, nadie asumiría un riesgo. Por tanto, este intento de construir que crea bien para todos, que crea bien para quien trabaja, para las familias de los que trabajan allí, este es el verdadero objetivo de la empresa. Y quien ha empezado una empresa la ha empezado por esto. Pero en vista de que somos hombres y de que tenemos el pecado original, esta tensión puede decaer.
Los periódicos españoles se han hecho eco hace unos meses del caso Parmalat. Tanzi, el empresario de la Parmalat, cuando empezó su empresa no lo hizo con el objetivo de engañar. Pero, con el tiempo, esta tensión ha ido decayendo. Cuando esta tensión ya no vive dentro de la empresa, la empresa va mal y produce desastres que pueden llegar a afectar, como en este caso, a miles y miles de personas. Por el contrario, hay muchos empresarios que dentro de una compañía como la nuestra tratan de mantener vivo el ideal por el que se hace la empresa. Como por ejemplo un amigo nuestro de Rímini, que tiene setenta años y una hacienda que factura doscientos cincuenta millones de euros anuales. Cuando presentó el plan de negocio a la banca para obtener financiación, en el comienzo escribió lo siguiente: «Esta empresa existe sólo por la felicidad de los que trabajan en ella».

Una tarea educativa
La primera tarea que tengo yo como empresario es una tarea educativa. Os puedo asegurar que este empresario, que no es de CL, que tiene quinientos empleados, los conoce a todos, uno por uno y sabe de cada uno sus deseos y necesidades. Y no es por casualidad que esta empresa vaya bien. La positividad de la realidad por la cual se puede educar y la gratuidad son las dimensiones esenciales válidas para cualquier empresa, aunque en los libros y en la universidad, estas cosas no se explican. Lo más importante de una empresa, y lo debían escribir en todos los manuales universitarios, es la gratuidad.
Todo esto pasa a través de una ayuda, de una compañía para cada uno. Y es, ante todo, la valoración del intento que cada uno hace. Es la valoración de este riesgo que afirma la positividad de la realidad. Esta amistad operativa, entonces, ¿qué fin tiene? El fin no está en la compañía en sí misma, sino en el bien común. Que todos puedan encontrar este bien y que este bien llegue incluso a convertirse en posibilidad concreta de vivir mejor, de hacer mejor empresa. Esta es la mayor contribución que podemos dar a esta sociedad, es decir, a España y a toda Europa.

Amar la vida
Este fin que es una tarea, una responsabilidad, es hoy en día, si cabe, aún mayor y nosotros lo sabemos bien. Lo sabemos bien porque es exactamente la respuesta concreta a aquella frase terrible que escribieron los terroristas islámicos reivindicando el atentado de Madrid, cuando escribían «Nosotros amamos más la muerte de lo que vosotros amáis la vida». Sin embargo, nosotros amamos la vida porque la vida tiene un significado. No se puede amar la muerte; sólo la ideología puede llevar a decir amamos la muerte y la ideología es exactamente lo contrario de la amistad operativa de la que he intentado hablar esta noche. Porque la ideología es aquello que hace enfrentarse a los hombres y hace que sus relaciones sean violentas. Es lo que no permite, por ejemplo, que dos empresas en lugar de ser competencia se pongan juntas para trabajar y de esta forma crecer las dos.

Un barco sólido
Este es el trabajo que nos espera, y nosotros estamos juntos para ayudarnos en un trabajo que llega hasta la última concreción, hasta la última necesidad. Porque incluso la necesidad aparentemente más insignificante es siempre signo del gran deseo que todos nosotros tenemos.
Quiero terminar con una frase de St. Exupèry, que explica bien lo que nosotros somos y que leí un día cuando acompañaba a mi hijo que empezaba la secundaria: «Si quieres construir un barco, no cojas la madera, juntes a los hombres y distribuyas la tarea de cada uno. Si quieres construir un barco, primero enseña a los hombres la nostalgia por el mar amplio e infinito. Así el barco será más grande, más hermoso, más resistente». Esta última parte es mía, lo añado yo: «Y sobre todo será un barco con el que se podrá afrontar el gran mar de la vida».