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Huellas N.5, Mayo 2004

CL En el Este

Difundir la cultura. Libros para crear un lugar ecuménico

Jean-François Thiry

La Biblioteca del Espíritu continúa desde 1993 en Moscú el trabajo que había comenzado el padre Scalfi: imprimir y enviar, incluso a los lugares más lejanos del país, textos indispensables para una mentalidad cristiana

El Centro cultural Biblioteca del Espíritu nació en 1993 en Moscú en circunstancias culturales y religiosas muy distintas de las actuales: los libros de carácter religioso eran entonces una rareza, objetos codiciados en una atmósfera que sería definida enseguida como de “boom religioso”. Los pocos miles de Biblias reimpresas en 1988 con ocasión del milenario del Bautismo de Rusia no podían seguramente satisfacer la sed de las generaciones salidas del vacío espiritual impuesto por la dictadura de Estado. En este contexto, los recién elegidos obispos católicos pidieron a Russia Cristiana que fundara un centro para la impresión y distribución de textos religiosos para ayudar a estas nuevas generaciones, dirigir su búsqueda y sostener la reconstrucción de las estructuras parroquiales católicas dentro de las nuevas diócesis. «Fundar» no es quizá el término exacto: se trataba sobre todo de continuar en Moscú el trabajo que el padre Scalfi hacía ya desde hacía treinta años en Italia, en Russia Cristiana, imprimiendo y enviando a Rusia textos indispensables para sostener una mentalidad cristiana bajo el régimen soviético.
La perspectiva nueva que se abría comportaba un montón de desafíos: desde poner en pie una estructura estable en el ambiente de far west de los años de Yeltsin a la elección de colaboradores que compartiesen ideales y métodos. En estos diez años se han publicado más de ochenta títulos, como El rostro del hombre, El Sentido Religioso, La Anunciación a María, Miguel Mañara, los Coros de la Piedra, la Historia de la Iglesia de Lortz, el Catecismo de la Iglesia Católica o la colección de teología católica Amateca.

Un verdadero placer difundir ciertos libros
La elección de libros a distribuir ha representado un paso decisivo para aclarar nuestra propuesta cultural. A medida que la situación social, económica y cultural en Rusia se iba estabilizando progresivamente, el Centro empezó a contar con ediciones aparecidas en otras editoriales para insertarlas en nuestro catálogo de libros. Fue estupendo constatar que se publicaban autores como Péguy, Dobraczinski, Moulin, Eliade, Dawson... y un verdadero placer difundirlos. Con esta finalidad organizamos un programa de venta de libros por correo que presentase lo mejor de las ediciones católicas y ortodoxas, destinado en primer lugar a llegar a las regiones periféricas de Rusia, donde no llega el sistema de distribución.
Al principio, una parte importante de la actividad del Centro fue de tipo caritativo: se regalaban libros para formar bibliotecas estatales o parroquiales, para sostener la labor pastoral de sacerdotes que trabajaban en prisiones u orfanatos. Después nos dimos cuenta de que era importante también introducir estos libros en los circuitos del mercado editorial y hacerlos circular a través de canales diocesanos y parroquiales: vender tenía un valor misionero, no solo porque los ingresos eran necesarios para sostener la estructura, sino porque de esta forma podía llegarse a un público mucho mayor y trabajar de forma más profesional y sistemática dentro de la sociedad civil.
Poco después tuvimos que descentralizar nuestra oficina moscovita: encontramos socios en otras ciudades de Rusia y de la antigua Unión Soviética. De esta forma han nacido nuevos centros ligados a nosotros en Novosibirsk, en San Petersburgo y en Minsk, a los cuales hemos regalado un capital base de libros para empezar y ofrecido una colaboración estable para ayudarles a levantar su pequeña obra: crear puestos de trabajo y participar en la formación de una mentalidad cristiana en la sociedad.

Interés por la tradición católica
Rusia es un país de tradición ortodoxa en el que la Iglesia católica, presente desde hace siglos, no ha alcanzado nunca una relevancia numérica. Además estuvo formada siempre por extranjeros presentes por motivos diversos en sus territorios (desde los polacos y lituanos englobados con sus tierras en el imperio de los zares a los alemanes enviados por Catalina la Grande a poblar el fértil valle del Volga, o los franceses, ingleses e italianos llamados en calidad de arquitectos, hombres de cultura, etc...), y por una exigua minoría de intelectuales y nobles rusos. Y sin embargo en Rusia ha existido siempre un fuerte interés por la riqueza de la tradición católica, y en muchos ortodoxos, en particular, se abre camino cada vez más la conciencia de que es necesario reconocer una unidad ya existente a la que convertirse juntos, profundizando cada uno en la propia tradición a través de la compañía del otro. Por este motivo, hemos asumido la tarea de dar a conocer la tradición católica y de aprender con simpatía de la tradición ortodoxa.
En estos diez años de actividad, son numerosas las iniciativas que ha realizado el Centro, en primera persona o en colaboración con otras entidades. Se podría citar la exposición fotográfica “De la tierra a las gentes” que, a través de la Biblioteca del Espíritu, ha llegado desde Rímini a más de treinta ciudades de Rusia y de Bielorrusia; o el ya tradicional “Bazar del libro”, que tiene lugar una vez al año en una de las dos iglesias católicas de Moscú (en un día se despachan alrededor de tres mil ejemplares), en el que hemos implicado a varias editoriales cristianas, que con este motivo presentan sus propios libros y los venden con descuento; o un proyecto teológico importante en el que estamos trabajando junto con entes oficiales como la Enciclopedia ortodoxa rusa y la Comisión teológica del Patriarcado de Moscú para la publicación de una colección de obras de la teología cristiana del siglo XX.

Un nuevo espacio en el centro de Moscú
Pero el proyecto más comprometido en el que estamos trabajando, y ciertamente el desafío número uno para nuestra obra, es la ya próxima apertura, en pleno centro de Moscú, de un nuevo espacio cultural compuesto por una librería y una sala para encuentros, exposiciones, cineforum, etc..., con un pequeño espacio de bar en el que sentarse a charlar. Nos veremos obligados a lanzarnos “sin red” y a medirnos con las leyes del mercado, con la inflación de propuestas más o menos «culturales» ya existentes en Moscú. Nuestra apuesta es que lo conseguiremos en la medida de la verdad y de la sinceridad de nuestro deseo misionero, que se identifica con la aventura de nuestra compañía. Y diez años de experiencia nos lo testimonian.