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Huellas N.2, Febrero 2004

CARTAS

Buenos Aires, Oaxaca, Madrid...

a cargo de Mª Rosa de Cárdenas

Fin de semana de estudio en Toledo
El fin de semana del 16,17 y 18 de enero hicimos una salida a Chueca (Toledo). Propósito de estos días: comprobar que la promesa de Cristo se cumple a través de la vida diaria. Comenzábamos siempre leyendo una frase que nos sirviera para estudiar mejor. Después, una oración. Las dos noches que pasamos allí fueron increíbles, especialmente la de los testimonios de Jaime, Miguel Ángel y Sergio. Tanto Jaime como Sergio nos contaron su experiencia después de haber vendido la revista Huellas en la facultad de Filosofía de la Universidad Complutense. Miguel Ángel habló del modo nuevo que tiene de afrontar el trabajo desde que encontró el movimiento. El domingo, en la misa, se retomó la cuestión principal: que sólo en Cristo la vida se cumple. Siguiendo las propuestas que se nos hacen amamos más la vida, también el estudio.
Carlos y Mª Pilar, Madrid

Gracias por la Iglesia
Os pido un favor: tened en cuenta en vuestras oraciones a un ex compañero mío del Máster, Miguel, con el que también trabajé en la agencia el año pasado. Se ha suicidado porque le había dejado la novia. Le han enterrado hoy y los padres, con los que hablé ayer en el tanatorio, estaban destrozados; también sus hermanos y la ex novia, que ahora dice sentirse culpable. Esto es algo que me ha descolocado, porque se me escapa cómo alguien puede cegarse y matarse a sí mismo... Pero también veo que sin fe en Cristo, todo puede terminar en la desesperación ante cualquier circunstancia que no responda a nuestros deseos (como le ha pasado a Miguel), o en la indiferencia y apatía -que es como vive ahora todo el mundo- ante la realidad, y no digamos, ante el dolor. Ayer, estuve con los compañeros del trabajo y del Máster, y ni unos ni otros se lo creían: Miguel era un chico modelo, cuyos padres estaban orgullosos de él, divertido y extrovertido... pero, al final, débil frente al peso de la vida y la circunstancia... Sólo queda rezar por él, y doy gracias por el lugar en el que estoy, la Iglesia, acompañada de vosotros, personas concretas, que me ayudáis a vivir la realidad con la certeza de que todo es para un bien..., también el dolor; es más, es a través del dolor donde más a flor de piel experimento el sentido religioso, que me pone ante la evidencia de que soy de Cristo. Miguel no ha visto esto, y su “solución” ha sido equivocada, no sólo porque ha terminado con su vida, sino porque con su suicidio ha negado a Dios, que le regaló la vida hace 24 años.
Paqui, Coslada (Madrid)

Una experiencia dentro de la experiencia
Testimonio de lo que hemos vivido en Navidad con los presos del penal de Los Olmos, la cárcel más conflictiva del país.
Desde nuestra amistad con el Padre Mario Peralta Luna, capellán de la Unidad Penitenciaria Nº 1 L. Olmos, ubicada en la periferia de la ciudad de La Plata, fuimos convocados a compartir un gesto profundamente cristiano para la celebración de la Navidad. Llevamos los paneles de la exposición «De la Tierra a Las Gentes...», solícitamente ubicados por el Padre Oscar Martínez, en la Capilla del penal. Hubo una participación activa de “los internos” pertenecientes a los llamados “pabellones católicos de Olmos”. Experiencia nueva en la Argentina, que va cobrando vida dinámica y contagiosas adhesiones. El día de la presentación oficial de la muestra, me acompañaron Andrés y Pablo y concurrimos con un sinfín de dudas y prevenciones sobre lo que íbamos a encontrar. El primer impacto fue la multitud de internos (setecientos) que participarían en la misa, concelebrada por el Obsipo Mons. Aguer y otros capellanes del sistema carcelario. Los cantos, rezos y espectacular silencio dieron un marco casi imposible de describir. El Padrenuestro dicho con tono vigoroso y suplicante nos arrancó lágrimas inevitables. La piedad, misericordia, ruego y esperanza tomaban una dimensión que jamás habíamos soñado vislumbrar. Una realidad evidente de la manifestación del Misterio, a través de su Presencia, palpable en esos hombres (edad promedio 25 años) que habían perdido su libertad temporal.
Un clima de absoluta confraternidad había en el lugar. A “los de afuera” y a “los de adentro” nos unía ese Algo común que nos convocaba sin cortapisas ni límites. Nos contaron sus experiencias personales de conversión y de crecimiento en la fe. Nos relataron los frutos que día a día veían madurar en el duro ambiente de los pabellones. Aceptaban, de una manera diferente, la incomodidad del hacinamiento de una cárcel preparada para 1600 personas y donde debían convivir 3300. Habían reducido los inevitables conflictos a una cifra casi insignificante y a “cero” las muertes por reyertas, habituales en otros pabellones. Comparten todos los bienes temporales. El rezo diario del rosario es una premisa que reafirma las raíces marianas del pueblo argentino. Finalmente, por un problema de logística, decidieron hacer una sola visita guiada, con la presencia de 400 internos, de forma simultánea. Ya conocedor de algo de sus vidas, de lo único que les podía hablar era del encuentro con ese Acontecimiento, coincidente con la historia; de la pertenencia, y de hacer constante memoria para fortalecer una fe con razones. No habíamos experimentado, hasta ese momento, una sintonía mayor entre quien decía y quienes oían. Las paredes, los guardias y las rejas se empequeñecían ante la realidad palpitante de esos cientos de ojos fijos que no perdían detalle. En un momento dado nos vimos rodeados por una humanidad distinta y cautivadora. Y... el último panel, donde se lee una cita de Newman, fue la oración adecuada a la vigencia de nuestra fe. El “ayer”, “hoy” y “mañana” es una propuesta demostrable que da esperanza a nuestras vidas.
Cesare, Argentina

Nuevo encuentro
Aunque no conocíamos a nadie, el 17 de enero, seis argentinos partimos hacia Río de Janeiro, con muchas expectativas por lo que íbamos a vivir y con el deseo de que este viaje fuera para algo más. En octubre pasado habíamos recibido la propuesta de hacer nuestras primeras vacaciones de Jóvenes Trabajadores juntos con los chicos de Brasil. Las reacciones fueron diversas, desde un entusiasmo inmediato hasta descartar la idea de ir. Finalmente, organizamos una fiesta de fin de año para recaudar dinero en la que participamos todos, también los que no fueron a las vacaciones. Después de viajar durante 48 horas maduró la relación entre nosotros y se dio una linda amistad con muchas de las personas que conocimos. Nos encontramos con amigos que tienen nuestros mismos deseos y exigencias y que nos tomaron en serio, estuvieron atentos e interesados por nosotros: nos fueron a buscar a la terminal, nos llevaron a todos los lugares que teníamos que ir, nos abrieron las puertas de sus casas como si nos conociéramos de toda la vida. Cada uno nos dio un poco de su tiempo con total gratuidad. En las vacaciones cada gesto que se propuso tenía una razón, nada estaba librado al azar. El hecho de que, por ejemplo, Ana nos contara lo que querían trasmitir con los cantos y Denis nos explicara el porqué de cada juego hizo que todos nosotros estuviésemos más atentos a cada propuesta. En momentos así, uno se da cuenta de que estas cosas sólo pueden suceder en esta historia que es el movimiento. Lo que vivimos fue un nuevo encuentro, una renovación de nuestro “Sí”. Y pedimos que todo lo que aconteció crezca y que esta amistad se sostenga en el tiempo, a pesar de las distancias.
Vanesa, Buenos Aires (Argentina)

La Misericordia de Dios me persigue
Querido Don Giussani:
Hace siete años me encontraba pasando uno de los momentos más difíciles de mi vida. Mi matrimonio terminó en divorcio y me refugié en la bebida para intentar olvidar; deseaba morirme. Estaba sola, porque en mi entorno familiar no entendían mi fracaso matrimonial y, menos aún, mi dependencia del alcohol. Yo por mí misma era incapaz de seguir adelante. Vivía con mi madre pero mi relación con ella no era nada fácil, a causa de mi adicción. Una tarde, sola en mi habitación, ya no podía más, me arrodillé suplicando a Dios que me ayudara, afligida, desesperada, con necesidad de que me respondiera. Más tarde, mi párroco, Tomás, me presentó a Nacho, por entonces seminarista. En ese momento me sentí con libertad para confesarle mi situación: lloré desconsoladamente y, poco a poco, me fui sintiendo liberada. Me encontraba ante una persona diferente, me miraba y me escuchaba atentamente. Nadie me había tratado igual. Con el tiempo comprendí que su mirada era la mirada de Cristo y su ternura, la Misericordia de Dios. Nos despedimos y, al llegar a mi casa, yo ya no era la misma. Más tranquila, me fui a dormir, dándole gracias a Dios por haberme respondido. Al día siguiente, quería volver a verle, porque con él yo me sentía más yo misma. Un tiempo después conocí el movimiento, donde me he sentido querida y aceptada tal como soy. Cuando estaba acompañada por los amigos del movimiento, ya no tenía deseos de beber, pero en los momentos que me encontraba sola frente a las dificultades del día a día que me agobiaban, y por mi fragilidad, seguía bebiendo. A través de Nacho, ingresé en un Centro de desintoxicación de la Comunidad de Madrid durante 2 meses mientras él se iba a estudiar a Roma. Al salir del Centro, volví a recaer hasta tal punto de que me hospitalizaron. Ingresé en Remar, que pertenece a la Iglesia Evangélica. Después de dos años en los que no me dejaron tener relación con mis amigos, me querían obligar a quedarme con ellos, casándome con uno de sus pastores, pero me negué. Durante el tiempo que permanecí allí lo único que me ayudó a salir adelante fue la memoria de aquel encuentro con Nacho, que no pude olvidar. El pastor no entendía por qué me negaba a lo que me estaba ofreciendo: «la seguridad para toda mi vida». Yo le contesté que lo que me daba seguridad era la amistad con los amigos que había conocido en CL. Conseguí comunicarme con mi madre y me escapé de aquella situación, volviendo a mi casa. Retomé la relación con mis amigos perdida durante mi estancia en Remar. Encontré un trabajo, pero, al no saber afrontar las situaciones difíciles, junto con la inestable relación con mi madre y por no pedir ayuda, volví a beber. Sentía que fallaba a mis amigos y que no me iban aceptar. Mi madre pidió a Nacho y a su amigo Gabi que me buscasen un sitio para rehabilitarme. Ingresé en Proyecto Hombre durante 6 meses y mis amigos nunca me dejaron: Nacho, Pili, Cristina, Gabi, Maica, Álvaro, Mª Ángeles... Después de este tiempo, ya me encontraba bien y me creí capacitada para salir a la vida. Mi madre me acogió de nuevo. Y volvió a suceder lo mismo, volví a beber y ya esta vez mi madre y mi familia me negaron toda relación. Desesperada por esta situación, Pili y Cristina me acogieron en su casa. En aquel momento experimenté cómo Dios no me abandonaba y recordé la frase: «El que inició la obra buena la llevará a término». Más allá de mis recaídas, Él seguía conmigo. A la espera de tener nueva plaza en Proyecto Hombre, me quedé con Cristina y Pili; con ellas he reconocido el abrazo de Cristo por encima de mis miserias y he percibido la correspondencia con lo que mi corazón más desea en la vida. En Navidades, me acogieron Marta, Emilio y sus 6 hijos. Al mismo tiempo conocí a Jesús, Pirolo, Nacho, Nachito... los de Bocatas. Con ellos he estado yendo a las Barranquillas a ofrecer bocadillos y café caliente a otros que también tienen una dependencia grave como yo. La diferencia es que yo he conocido una historia con rostros de amigos que me ayudan a sentirme segura en la vida sin necesitar la bebida. Desde que murió mi padre, éstas han sido mis mejores Navidades. Le escribo para agradecerle esta historia en la que yo vivo junto a tantos amigos y que tiene su origen en su adhesión constante a Cristo. Muchas gracias, don Giussani. Con todo mi afecto.
Mónica, Madrid

Un encuentro para la libertad
Yo puedo decir que he tenido una situación favorable para que suceda en mí el encuentro con esta compañía y con Cristo. Tengo la suerte de ser vecino de Esther, que me invitó un día a un campamento en Madre del Agua. Allí no entendí mucho de lo que Joaquín decía y además no tenía mucho que ver con esa gente, es más, no me cayeron muy bien. Lo único que me hizo cambiar fue el mar de dudas en el que me sumergió Joaquín. En los momentos de palabra llegué a oír algo de que el hombre siempre está insatisfecho y que nada llega a llenarlo del todo, y esto hizo que surgieran en mí una serie de preguntas: ¿Qué es lo que hago yo aquí con una gente que ni siquiera me interesa?, ¿cuál es mi origen y hacia dónde tengo que ir? o ¿por qué nadie, ni siquiera yo, puede responderme a este deseo que tengo? Así transcurrieron muchas Escuelas y alguno que otro campamento, incluso fui a Picos de Europa. Detrás de todo esto quedaba un punto de nostalgia, como si fuese un triste recuerdo. De esta forma me di cuenta que estaba perdiendo el tiempo y la conciencia me decía que no podía seguir así. Me daba envidia ver como vivían esto personas como Joni o Jonás. Poco a poco comencé a comprender lo que se decía en Escuela, y pasó a tener un papel más importante en mi vida, pasó a ser el lugar que me sacaba de la monotonía de la semana. Al poco tiempo sucedió otra circunstancia: comencé a ir al instituto con Esther, y durante el camino Mª Jesús, Alba y yo rezábamos con Esther el Angelus. Esto, en vez de convertirse en algo monótono, como las clases, era lo que me sacaba de esa rutina, me cambiaba la forma de entrar al instituto, no en la forma de caminar o de saludar, sino en la forma de afrontar el día y las clases. La compañía comenzó a ser más importante, aunque no congeniase con ellos al principio. Cada vez que estaba con ellos, me recordaban el encuentro. Luego llegaron las vacaciones de El Hierro y el tema de la libertad, con lo de aquel triángulo. Las vacaciones me ayudaron a entender qué significa la compañía. Todas las noches, en la habitación, Dani, José, Juan Carlos y yo hacíamos una síntesis del día, de lo que habíamos entendido y de lo que no. Sólo faltaba una voz en off que dijese: “amigos, ¿para qué si no para esto?”. Esto me hizo ver la importancia de estas personas, que me ayudaron a ver el valor de esta amistad para entender lo que es la vida. Al volver, me conectaba todos los días al messenger para hablar con Dani. Este simple hecho hacía que volviese diferente a mi casa. Mi pensamiento sobre estos amigos cambió de tal manera que ya no miraba si tenía ganas o no cuando me invitaban a algún sitio, sino que miraba lo que significaba esta gente para mí. En Escuela de comunidad me parecía que Giussani había escrito para mí aquel recorrido que hacía el texto. Es lo que me fue pasando poco a poco: por qué estamos juntos, cómo es la realidad la que me provoca, cómo soy sacado de la nada y el hecho de tener que jugarme mi libertad, cómo voy a mi experiencia y soy responsable en el seguimiento y la respuesta.
Iván, Tenerife

Guillermina, el barro y el trabajo
La Compañía de las Obras me invitó en Oaxaca (ciudad colonial de México situada en un valle en la costa del Pacífico) a un desayuno con 30 empresarios para comentar el libro de don Giussani El yo, el poder y la obras. Allí tuve la ocasión de platicar con Guillermina, una alfarera zapoteca que trabaja desde niña amasando y cociendo el barro, como tantos indígenas católicos de esta región, y es madre de 10 hijos, que trabajan como ella en la artesanía. Mientras tomábamos café, las preguntas no se hicieron esperar: ¿Qué es el barro? No lo dudó un segundo y, como el que habla de lo que es más familiar, dijo: «el barro es tierra, agua, fuego y aire, pero sin mí, es nada. Cuando tengo la masa del barro rezo, y no uso moldes. Cada figura es siempre nueva». ¿Cómo puede una mujer cuidar a 10 hijos y trabajar? Con la fluidez del que tiene bien asumida y aceptada su situación dijo: «Para la mujer no es un problema trabajar y ser madre. Yo he llevado a mis espaldas a mis hijos hasta los 5 años de edad mientras amasaba el barro o cuidaba la tierra. ¡A poco no es bonito cuidar a los hijos!». ¿No se cansa de trabajar?, preguntó otro de los presentes. Esta vez pensó un poco más la respuesta: «El trabajo es energía para la vida. El trabajo es una bendición para las personas». Las circunstancias en el trabajo a veces no son cómodas, ¿cómo superar esto? Respondió: «La realidad es sagrada. Hay que dejar que las cosas nos afecten: pisar la tierra, pasar hambre, mojarse con la lluvia, llorar con el dolor, hablar con los amigos. Mi madre me enseñó a no secarme el agua de las manos». Como los indios tienen fama de poco responsables, otro le preguntó: ¿Cómo aprendió la responsabilidad? «Yo aprendí la responsabilidad a los 10 años, cuando mi madre me mandó a llevar el café a mi padre un día que, por pereza, no me levanté a la tarea que me habían encomendado, la de calentar el café a mi padre cuando se marchaba a trabajar a las 5 de la mañana». Después del coloquio, dijo: «quiero pertenecer a la Compañía de las Obras, porque nuestro corazón se encuentra a gusto cuando platicamos de las cosas verdaderas».
Julián, Oaxaca

Tras años de búsqueda
«¿A quién puedo preguntar sobre este libro?» Es Ana la que habla y la veo traer El sentido religioso, de don Giussani. La lectura de Huellas la había conmovido tanto (en el sentido literal de la palabra) que quería conocer mejor a este “don Giuss” y el movimiento que nació de él. «¿Qué más le ha llamado la atención?», le pregunto. Me doy cuenta de que no ha leído la revista, sino que la ha estudiado. Y de pronto me dice: «Pero lo que más me ha gustado es algo que buscaba desde hace muchos años: la fe como algo razonable. Que la fe es la respuesta razonable a las preguntas de nuestro corazón, de nuestra razón humana. Siempre había intuido que era así, pero nunca había encontrado a alguien que me lo explicara con esta claridad». Demos un paso atrás. Estamos en el encuentro de Escuela de comunidad de Fuenlabrada y don Antonio propone vender Huellas el domingo próximo, después de las misas. Lo propone como una ocasión de misión, de testimoniar lo que vivimos ante una urgencia de nuestra gente: «Lo que falta es que la fe no se vive como concepción nueva de la existencia, como un juicio nuevo que ilumina la vida». Siguiente escena: los que llevan mas tiempo en el movimiento, que no dan señales de vida y los “recién llegados”, que están entusiasmados por la propuesta. Al final, éstos consiguen arrastrar a los demás. Con un pequeño inconveniente: las 50 revistas se acaban en la primera misa, así que nos “toca” repetir al domingo siguiente. La respuesta de la gente nos sorprende a todos: «De verdad –comenta Ángel– llevamos algo más grande que nosotros y nuestros límites: lo que el corazón de cada hombre busca, aunque sea implícitamente». Mientras tanto, la charla con Ana se hace cada vez más interesante –desde el método de don Giussani a la confesión–, pero tenemos que despedirnos: «Me gustaría acompañaros en la próxima Escuela de comunidad. En todo caso, si me surgen preguntas, ¿puedo volver a hablar con vosotros?
Marco, Fuenlabrada (Madrid)

Un Oficio lleno de vida
Hace bastante tiempo que el Oficio Divino viene siendo uno de los momentos fundamentales de mi vida, pero últimamente su importancia ha ido creciendo tanto en mí que me siento impulsado a poner por escrito lo que cada día me dice. Estos últimos Oficios me han hecho descubrir muchas cosas maravillosas de Dios y me sirven para afrontarlo todo. Parece que los chicos del Colegio que yo fundé hace muchos años –y ya no llevo– no siguen ninguna de las reglas funcionales. Quieren que me esfume de su presencia. Soy testigo incómodo del espíritu de este Colegio desde su fundación. Recuerdo que dice don Giussani: «Cuando la comunidad te abraza y arropa (en la tierra), Cristo te abraza y te perdona (en el cielo)». Las dificultades que hoy me agobian, quiere Dios solucionarlas en la paz y para alcanzar la paz. A este Colegio, ubicado en un pueblo muy pequeño, sólo vienen alumnos enviados por unos padres que quieren la seguridad que les inspira saber que en él sus hijos estarán preservados de los vicios. Pero la causa del mal que corroe al Colegio no está en los chicos, que en este curso, después de todo, son mejores que otros años, sino en los que deberían dirigirlo de acuerdo con las normas que se conciertan en el verano como mejor solución para el Centro y luego no se cumplen. Impulsado por lo que me decía el Oficio divino, volví a hablar con el Director del Internado de Alumnos. Creo que debemos seguir exigiendo las normas de siempre, pero con la prudencia con que Tú sabes hacerlo, Señor.
D. José, Muga de Sayago (Zamora)