IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.11, Diciembre 2003

SOCIEDAD
La conmoción del corazón

La sabiduría de la Iglesia y el no a la guerra

Camille Eid

Quién sabe si en una nueva edición de su famoso “www” (What Went Wrong?, ¿qué ha fallado?) el general Wesley Clark, excombatiente de las tropas de la OTAN y actual candidato demócrata a la Casa Blanca, sustituirá el listado de los errores militares y políticos en Iraq por uno solo: no había que haber emprendido esa guerra porque los problemas del planeta no se resuelven con las guerras.
Lo que está sucediendo atestigua el realismo y la actualidad dramática de la postura de la Santa Sede, que durante mucho tiempo y de distintas maneras se ha empeñado en evitar el conflicto y en relanzar el papel (cada vez más opaco) de una autoridad internacionalmente reconocida como la ONU. Un realismo, el de Juan Pablo II, que la dificultad para reconstruir la paz en Iraq no hace más que confirmar, y que invita a no transformar la oposición al terrorismo islámico, legítima y necesaria, en un choque entre civilizaciones. Justo lo que Bin Laden y sus secuaces, educados en la escuela del nihilismo, pretenden perseguir.
Lo llaman “posguerra” pero en las ciudades iraquíes continua gota a gota la matanza: kamikazes contra soldados estadounidenses y aliados, atentados contra los organismos internacionales, matanzas de agentes de la policía iraquí, sabotajes de las infraestructuras para frustrar el renacimiento del país. En un primer momento, la modesta resistencia del ejército de Saddam Hussein y la limitación de los costes –respecto a las previsiones– en términos de vidas humanas indujo a algunos de los que se habían opuesto al uso de la fuerza a creer que habían cometido un error político. Ahora no les queda ni una sombra de duda, pues la “liberación a coste 0” de Iraq, lejos de haber finalizado, se está transformando en un pantano de fango. El difícil control de las fronteras ha empujado a millares de voluntarios de la Yihad que no pueden llegar a Afganistán a optar por la tierra iraquí. Iraq ha pasado de ser un país oprimido por una feroz dictadura a transformarse en una nueva base del terrorismo internacional islámico donde –y éste es el mayor peligro– ya no se puede trazar una línea entre acciones terroristas y la variada “resistencia iraquí”. Dicha resistencia se ve legitimada implícitamente por la ausencia de apoyo de la ONU a la ofensiva aliada y porque no se han encontrado las armas de destrucción masiva, uno de los principales motivos que llevaron al ataque angloamericano. «¿Quién ha sido?» es la primera pregunta que se plantean los investigadores tras cada atentado. ¿Nostálgicos del régimen, militantes de Al Qaeda, chiítas filoiraníes, islámicos kurdos? ¿Quién atacó a la Cruz Roja? ¿Quién redujo a un cúmulo de escombros la sede la ONU en Bagdad? ¿Quién abatió con misiles de alta precisión a helicópteros y aviones americanos? Y más recientemente, ¿quién ha tramado el atentado contra los italianos en Nassiriya y la masacre de los informadores españoles en Swaira?
Haber ofrecido al terrorismo internacional de Al Qaeda el pretexto para defender una causa nacional (muy discutible) no beneficia en absoluto la trabajosa solidaridad internacional para la lucha contra el terrorismo, madurada tras el 11 de septiembre. Más aún, el hecho de que Al Qaeda incremente su actividad contra de la ocupación de Iraq es un motivo de preocupación que se suma a la ya grave ampliación de los objetivos y amenazas de la organización de Osama Bin Laden. En efecto, en los avisos del jeque empezaban a aparecer países que antes eran ajenos al círculo de los amenazados: Japón, Polonia, España y otros más. Los que ya se encontraban en el ojo del ciclón temen nuevos ataques: Arabia Saudí, Reino Unido, Kuwait y Egipto, por citar algunos. El atentado contra el barrio residencial de Riad y contra las sinagogas y los intereses británicos en Estambul pueden deberse a la contestación interna contra la monarquía saudí y para Turquía a un arreglo de cuentas entre islamistas y defensores de un estado laico. Ciertamente no faltan motivaciones relacionadas con la guerra de Iraq. Arabia Saudí, aun no habiendo participado directamente en la intervención militar, es acusada de haber consentido la ocupación de un país musulmán. Turquía había incluso sorprendido a Washington denegando a las tropas americanas el permiso para cruzar sus territorios pero los terroristas la golpearon para hacerle desistir de entrar en el norte de Iraq.