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Huellas N.8, Septiembre 2003

IGLESIA

El Evangelio de Cristo: libertad y paz para todos

Durante su estancia estival en Castegandolfo, el Pontífice ha recordado la cuestión europea en sus mensajes con ocasión del rezo del Ángelus

Servir al evangelio de la esperanza: esta es la misión de la Iglesia también en Europa. La Iglesia desempeña esta misión, acompañando el anuncio de la esperanza con iniciativas concretas de caridad. Es lo que ha sucedido a lo largo de los siglos: la tarea de la evangelización ha sido sostenida por una eficaz acción de promoción humana. Poniéndose al servicio de la caridad, la Iglesia ha alimentado y alimenta la cultura de la solidaridad, cooperando a revitalizar los valores universales de la convivencia humana (cf. Ecclesia in Europa, 84).
Hace falta también hoy «devolver la esperanza a los pobres», porque acogiéndolos y sirviéndolos, se acoge y se sirve a Cristo mismo (cf. Mt 25, 40). Los desafíos que en este ámbito interpelan a los creyentes en Europa son muchos. Pobres son hoy tantas categorías de personas, entre ellas los desempleados, los enfermos, los ancianos solos o abandonados, los que no tienen una vivienda, los jóvenes marginados, los inmigrantes y los prófugos.
Servicio de amor es, además, volver a proponer con fidelidad la verdad del matrimonio y de la familia, y educar a los jóvenes, los novios y las familias mismas para que vivan y difundan el “evangelio de la vida”, luchando contra la “cultura de la muerte”. Sólo con la aportación de todos se puede construir en Europa y en el mundo una “ciudad digna del hombre” y un orden internacional más justo y solidario.
(Ángelus, 10 de agosto)

Sigo con la oración el laborioso camino del Tratado constitucional de la Unión europea, que están estudiando ahora los Gobiernos de los distintos países. Confío en que a cuantos dedican sus energías a él les mueva siempre la convicción de que «un buen ordenamiento de la sociedad debe basarse en auténticos valores éticos y civiles, compartidos lo más posible por los ciudadanos» (Ecclesia in Europa, 114).
Por su parte, la Iglesia católica está convencida de que el Evangelio de Cristo, que ha constituido un elemento unificador de los pueblos europeos durante muchos siglos, sigue siendo aún hoy una fuente inagotable de espiritualidad y fraternidad. Tomar conciencia de ello es beneficioso para todos, y reconocer explícitamente en el Tratado las raíces cristianas de Europa es para el continente la principal garantía de futuro.
Invoquemos a María santísima, para que haga que, en la construcción de la Europa de hoy y de mañana, nunca falte la inspiración espiritual que es indispensable para actuar de modo auténtico al servicio del hombre. Esta inspiración encuentra en el Evangelio una garantía segura en beneficio de la libertad, de la justicia y de la paz de todos, creyentes y no creyentes.
(Ángelus, 24 de agosto)