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Huellas N.7, Julio/Agosto 2003

IGLESIA

Loreto. Cuando nos juntamos, ¿por qué lo hacemos?¡Para ser liberados del mal! Quien nos libera es Cristo

Luigi Giussani

Para arrancar a nuestros amigos y, a ser posible, a todo el mundo, de la nada en la que vive el hombre. Nuestra relación es “vocacional”.
La relación vocacional es incluso algo así: que encontrándonos - y puede suceder con nuestra madre, o en primer lugar, sucede con nuestra madre - , un hombre o una mujer, de nuestra edad o más joven, se sienta como aferrado en lo hondo, rescatado de su aparente insignificancia, debilidad, maldad o confusión, y de repente invitado a las bodas de un príncipe.
La Virgen es como la invitación del príncipe.
Y cuanto más uno acepta reconocer en sí mismo esta invitación, más descubre la profundidad de su carne y de su corazón, y más allá descubre el pensamiento - que plasma carne y corazón -, como alma de todo el pueblo. Ese pueblo en el que el individuo se inserta, dolido, confuso, pero nunca tan olvidado de sí o tan incapaz como para perderse o abandonarse del todo. Y en los momentos peores, cuando el yo parece sucumbir a la impotencia y a la nada, incluso cuando sufrimos violencia, justamente en esos momentos la sangre de la que nace el pueblo da cauce a nuestro deseo, libertad y felicidad.
« Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo»: la pasión por la vida ya no puede dejar en paz a este niño, profeta del Altísimo, esa pasión por la que un hombre nace, mira, tiene sensibilidad, hambre y sed.
El trabajo hace del tiempo obras, empeño y esfuerzo diario, pues es ir delante del Señor «a preparar sus caminos» hacia una tierra nueva donde el pueblo es realmente pueblo.
¿ De qué manera estos anhelos del alma se tornan en una celebración indomable de la vida que es como nacer de nuevo?
En las alegrías y las penas que se alternan - incluso cuando la aridez parece sofocarnos, pero no pueden anularnos, ni siquiera por una grave injusticia laboral -, una figura nos ayuda: la figura de la Virgen que es cauce de la novedad, tanto que todo lo antiguo no logra decir «¡fuera con todo!».
Por la mañana debemos recordar esta invitación que es la Virgen. Mañana, ella debe ser la primera figura al levantarnos, la presencia en nuestro esfuerzo diario, la causa de nuestra seguridad que se incrementa reconstruyendo así un pueblo. ¡Figurémonos a la Virgen animada por la pasión por lo humano que se santifica con la reconstrucción!
« Irás delante del Señor a preparar sus caminos» de tal modo que la vida humana deja de ser nada y vacío que intentamos superar con razones inexplicables.
Que pensar en la Virgen y en el afecto humano que de ella nace y se intensifica con el tiempo, nos haga capaces todos los días de una caridad encantadora.

sac. Luigi Giussani
Milán, 14 de junio de 2003