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Huellas N.7, Julio/Agosto 2003

BREVES

Cartas

a cargo de María Pérez

En Madrid
El lema del primer encuentromadrid abordaba el tema de la libertad. Querida Libertad...: un título simbólico y lleno de significado para los que vivimos en un país donde la libertad es una conquista personal, una lucha contra los acontecimientos, un motivo último de espera y de esperanza. Acepté con gran entusiasmo la invitación a intervenir, porque cada encuentro con el pueblo de CL me procura siempre grandes satisfacciones. Llego a Madrid bien entrada la noche, en uno de los periodos de más calor de los últimos diez años. En vano espero a que aparezca sobre la cinta transportadora del aeropuerto la maleta que había preparado con gran cuidado. Cuando casi todos se han ido nos dicen que nuestras maletas se han quedado en Tel Aviv, y sobre la una de la mañana comenzamos a vagar por Madrid con el fiel Fernando - un joven del Grupo Adulto con una dulzura que desarma, que ha venido a recogernos -, con el objeto de comprar un dentífrico y un cepillo de dientes.
Por la mañana, no sé si por la emoción o por la potencia del aire acondicionado del hotel, me despierto como en aquellas pesadillas en las que querrías gritar pero de la garganta no te sale ningún sonido. Estoy totalmente afónica. Nos llevan al Corte Ingles, siete estupendas plantas para comprar lo que quiera hasta que lleguen las maletas; pero cuando llegamos a la séptima planta ya es hora de irnos al encuentromadrid para intervenir en la mesa redonda «Tierra Santa, ¿para cuándo la paz?», que da comienzo a las 18:00 h. Giuseppe Fraizzoli, el director del Hospital de los hermanos de San Juan de Dios de Nazaret y yo hablaremos en italiano, Rafa le va a traducir a él y Carmen me traducirá a mí. Hay una atmósfera agradable, un aire familiar y sereno. Carmen, con gran paciencia, intenta recopilar algunos datos sobre mi vida para poder hacer mi presentación. No consigo hablar, me encuentro en la oscuridad más completa, debería estar aquí para hablar y de mi boca no sale ni una sola palabra. Es como si se hubiera quedado todo en Israel junto a mis cosas. Busco a mi alrededor y dentro de mí alguna respuesta: «¿Por qué has querido que viniese aquí para luego quitarme la voz y la tranquilidad? ¿Qué me estás pidiendo, D—s mío? Poco después llegan los primeros signos. Patricia me hace tumbarme sobre una colchoneta para hacer unos ejercicios de relajación. Gilda llega con un té con miel. Mónica, que trabaja en Iberia, se ocupa de los trámites para recuperar las maletas. Begoña me habla con calma del designio que D—s tiene sobre todos nosotros; María me trae un vestido verde que parece hecho para mí… una me pinta los labios, otra me da un abrazo. Y cuando llego al escenario, una sorpresa: Manoli , una chica con una voz celestial, entona un antiguo canto sefardita: «Abrahán avinu, padre querido, padre bendito, luz de Israel…». Abrahán, padre nuestro, padre amado, padre bendito, luz de Israel...». Entonces siento que se deshace definitivamente aquel nudo que me había oprimido el alma y es como si una savia ligera comenzara a darme vida. Vuelven a mi mente las antiguas melodías de la Sinagoga de la Escuela Catalana de Roma, en la que rezábamos y celebrábamos nuestras fiestas cuando era niña. Vuelven los versos de Maimónides, las historias de Ibn Gavirol y los cantos de Yoram Gaon, en los que se narran los amores y las fragancias de ciertas flores que provienen de las calles de Toledo, Granada y de toda Andalucía. Emocionadísima, comienzo a hablar de nuestra vida en la frontera con el Líbano, de los esfuerzos para educar en el respeto y la tolerancia, del Teatro de Galilea, en el que actúan juntos árabes y judíos. Del espíritu alegre que caracteriza nuestro pueblo y de los milagros que las artes pueden propiciar en la ardua tarea educativa que se dirige a chicos rodeados por la violencia y la sospecha, y de nuestros esfuerzos por vivir una vida normal y no obstante libre del miedo y las tensiones. Me preguntan qué significa para mí el perdón. A menudo me lo preguntan en los encuentros con CL. Para mí el perdón es algo natural: pronto olvido los daños y las ofensas sufridas y de los demás sólo recuerdo los aspectos positivos. Me basta con una demostración de afecto, con una mirada que pide disculpa o una actitud buena para olvidarlo todo y volver a empezar desde cero. En la cultura judía el perdón es uno de los preceptos de la Biblia. Los primeros diez días del año judío se llaman los días terribles. Cada uno de nosotros tiene que hacer su examen de conciencia. Pedir perdón por el mal que voluntaria o involuntariamente haya cometido y a su vez perdonar a sus deudores. Luego llega el día del Kippur, el día de la Expiación: ayunamos, pensamos, reflexionamos, rememoramos el año que hemos vivido, nos purificamos, nos revestimos de blanco y comienza una página nueva en el libro de la vida. Pero cuando le preguntaron al rabino jefe de Roma, Toaff, si por lo tanto él perdonaba a los nazis sus acciones, contestó: «Yo puedo perdonarles, pero esos seis millones de inocentes... ellos ya no pueden perdonar… Ya no viven. Ahora la cuenta de quienes han cometido tantos horrores debe saldarse ante D—s». Creo que en este momento el pueblo judío está dispuesto a perdonar todos los sufrimientos padecidos en el curso de los siglos con tal de vivir tranquilamente y seguro en su tierra. Estamos dispuestos a ofrecer la otra mejilla a cualquier enemigo si nos asegura que ha entendido cuánto dolor y tragedias ha causado, si demuestra que quiere sinceramente una paz verdadera. Desde hace tiempo Israel está dispuesto a devolver los territorios conquistados en la varias guerras en las que ha sido arrastrado a la fuerza tras la declaración del Estado de Israel. Al verse atacado se defendió desesperadamente con el instinto de supervivencia, recordando el holocausto perpetrado pocos años antes o tras ser amenazado por todos los países árabes que lo rodean o ser atacado en el día más solemne del año, el Día del Kippur. Por la noche, entorno a una mesa, me siento al lado de un sacerdote que vive en el Líbano, Samir Khalil. Entablamos una conversación acalorada sobre Oriente Medio y de nuevo repito mis reflexiones sobre el perdón y la profunda voluntad que tiene Israel de alcanzar un acuerdo. Algunos de los comensales atacan las posiciones de Israel. Recuerdo a todos que en el 2000 Barak ofreció a Arafat el 97% de los territorios y Jerusalén Este. La respuesta fue la segunda intifada y un gobierno de derecha con Sharon a la cabeza. Khalil recuerda que la violencia viene de ambas partes. Trato de responder que si no nos atacaran repetidamente non responderíamos con ningún acto violento y que en la situación dura que Hamas y los demás movimientos extremistas han provocado, no podemos permitirnos estipular una paz sin garantías. Tenemos hijos que criar. Ya no podemos aguantar ver más cuerpos destrozados, enterrar a chavales, asistir a entierros ni consolar a personas que han perdido una pierna o un brazo y que no tienen futuro. Me siento dolida. He recobrado algo de voz y la he utilizado toda en defender a mi pueblo que fue elegido por Dios para acabar siendo siempre deplorado por el resto del mundo; en ponerme de parte de mis soldados que van a proteger a sus madres a los 18 años en lugar de ir a la universidad; en explicar que el pueblo palestino es explotado y martirizado por sus propios jefes que lo dejan sin piedad alguna sufrir en la pobreza, el odio y el hambre, trasformándoles así en bombas cargadas de odio hacia nosotros. Legitimando el terror no se ayuda a esa pobre gente. El terrorismo debe ser erradicado cuanto antes para dejar lugar a la educación, la construcción y la creación de una nueva vida de esperanza y de positividad. Cuando esta gente tenga un trabajo, una casa y escuelas, dejará de odiarnos y juntos podremos hacer que Oriente Medio florezca. Algunos al final se acercan y me dicen que desconocían muchas cosas y muchas verdades; que mi testimonio ha dado un rostro nuevo a la imagen que tenían de Israel. Lamentan que me haya sentido atacada, ya que no era su intención. Querían entender y aclararse, porque yo soy una amiga. No había crítica ni antagonismo a priori en contra de Israel. Sí había necesidad de saber más. Saber, conocer más verdades, puede llevar a la verdadera libertad. Me preguntan qué significa para mí el encuentro con CL y me alegro de responder a una pregunta que a menudo me planteo yo también y que me llena de ternura y esperanza: CL es un pueblo que te hospeda como a una hermana en lugares lejanos y desconocidos, que busca entenderte y ayudarte, que te acompaña de visita a Toledo empezando por la Judería - el antiguo barrio judío con sus Sinagogas, que te invita a celebrar la Pascua y come contigo tus panes ácimos, que baila tus danzas, que sabe a qué te refieres cuando explicas que has sido llamada, has escuchado “esa voz”. ¡Gracias de nuevo, mi Señor, por esa luz, por ese rayo que procede de Ti y que ha iluminado a don Luigi Giussani, para que con tu bendición generara estas maravillas!
Con afecto,
Angelica Livne Caló

Increíble en estos tiempos
Entrar cada día a clase no es una acción mecánica, un simple transcurrir de horas en las aulas, es algo más que acumular conocimientos. Es el deseo de encontrar la verdad dentro de la vida universitaria y en toda tu existencia. ¿Qué tienen que ver los estudios con tu vida? ¿Para ti qué significa estudiar? ¿Por qué te provoca seguir estudiando?, nos preguntamos en la Universidad Católica Sedes Sapientiae (UCSS). Todo esto lo hemos reflejado en un volante y en una invitación para nuestros compañeros. Araceli dice que para ella empezar a educarse quiere decir buscar su libertad, buscar la verdad de las cosas en la vida cotidiana. «Rezar el Ángelus - añade Kelly - me permite empezar la jornada con el pie derecho. La libertad es algo grande que Otro me da y que yo tengo que tomar en mis manos». Eliana comenta que el empuje para estudiar le viene de mirar la realidad pobre de Huachipa y el trabajo que hacen algunos amigos en una guardería, pues ya no sólo piensa estudiar para tener un puesto sino para construir relaciones y obras. Al ensimismarse con ellos se le hizo patente que estudiar es más que tomar apuntes: es aprender a ver la realidad en todos sus factores. Y Karina lo deja claro: «Si el profesor está delante de mí es por algo, espera algo de mí, porque si no, todo se vuelve una monotonía. El estudio te hace libre porque te acerca a la verdad, lo cual me hace libre. Ruby se pone de pie y sigue: «No busco solamente estudiar para tener un buen puesto. En la universidad me he dado cuenta de que siempre parto de un deseo, el deseo lo mueve todo: mi deseo encuentra el rostro de la compañía que nunca te deja sola». Y Néstor: «El hecho de estudiar ayuda a ver un cambio en las cosas sencillas. Y esto me permite tener una relación más humana con mi familia, que vive lejos. El movimiento me educa desde aquí, me ayuda a afrontar todos los días los problemas que se presenten en compañía. He encontrado personas con las mismas exigencias y deseos que yo tuve cuando ingresé en la Universidad. Ahora no parto de cero, sino del deseo de que todos los días sean una experiencia viva y fantástica para los otros y también para mi». Gasdali agrega: «Debemos sentirnos privilegiados de ser amigos así, que arriesgan todo por una Presencia; gente que asume responsabilidades y que vive con el deseo de encontrar en cada cosa la verdad». Y Carl: «Nunca había visto gente preocupada en saber qué es el estudio. Es algo fascinante, cada día es algo nuevo para mí; sólo creo que necesito estar atento a lo que se me pide, a lo que vivo, porque todo es un signo que viene de Dios. Afirmo una vez más que nadie se ha preocupado por mí de esta manera. Amigos que te digan: ¿Qué tal las clases?, o sencillamente: “No seas uno más del montón, anda a clases”. Es increíble en estos tiempos encontrar personas que viven con gusto los estudios, que me ayudan a estudiar. Nuestra amistad es la posibilidad continua de una apertura. Soy testigo del cambio de cada uno de mis amigos y esta es la evidencia de que Cristo no está fuera de ningún aspecto de la vida: por el contrario, es una Presencia».
Angela, Karina, Nestor, Rubi, Elliana, estudiantes de la UCCS de Lima

Un mal muy común
Querido Don Giussani: Escribo esta carta dos horas después de haber llegado de los Ejercicios de la Fraternidad. El encuentro se realizó en unas instalaciones anexas al Seminario Mayor de la Diócesis de Zipaquirá. Allí nos dimos cita unas 150 personas y muchas llegaron de diferentes zonas del país. Don Pino habló de las afrentas que sufre hoy nuestro deseo de libertad. Por un lado, la mentalidad dominante que, dividiendo la realidad entre buenos y malos, elimina nuestro deseo. Por otro lado, actúa el orgullo como consecuencia del pecado original. Este desvío caprichoso y enloquecido procura la afirmación de sí y no de la realidad. De esta debilidad se aprovecha el poder para atrofiar nuestro deseo, aumentar la confusión, disminuir nuestra conciencia y finalmente hacernos caer en otra violencia peor, que es la reactividad. Por todo ello, nuestra tarea era dar la lucha con una educación a la altura de lo humano. En lo personal, este punto del orgullo me impresiona, pues al compartir con mucha gente la vida que vivo me doy cuenta que este es un mal muy común que nos impide apreciar la vida como don, de forma que impide también una pasión por lo real. Con la mayoría de los chicos universitarios de 20, 25 años puedo constatar que el hombre no es tonto ni terco, pero sí profundamente orgulloso. Me doy cuenta de que este orgullo se alimenta de la negación del don como dinámica natural de la vida. Cada persona suele ver la vida del otro como fruto de un esfuerzo personal, de una capacidad individual. Todos tratan de demostrarse los unos a los otros que son capaces; y como la capacidad individual no es suficiente, entonces viene el odio como última alternativa. La vida se considera como una constante defensa de “ideas” particulares que produce violencia. Una educación a la altura de esta lucha será aquella que nos permita, entre otras muchas cosas, apreciar la vida como don, una gratuidad constante.
Mauricio, Bogotá

De manera definitiva
Algunas reflexiones de Gabriel Laurino, de 42 años, arquitecto, director social de la Obra Padre Mario Pantaleo de González Catán, Buenos Aires. Cinco personas de CL, dos italianas y tres argentinas, trabajan en el proyecto AVSI comenzado en octubre de 2002 en la OPM, y en el mes de febrero 2003 se inició una Escuela de comunidad con doce personas entre las cuales está Gabriel.
Trabajo en la Obra del Padre Mario Pantaleo de González Catán. Hace cerca de un año conocimos CL. Poco tiempo después, entramos en relación con AVSI, y actualmente las dos instituciones están trabajando juntas en un proyecto de desarrollo. Este trabajo trajo un agregado que no esperaba: el encuentro con don Giussani a través de los libros y la palabra de algunos miembros de CL. Realmente he leído poco de él, pero su obra es profusa y su lectura requiere concentración y disponibilidad; sin embargo, considero que inicié un camino de desafío y felicidad. Cada página impacta mi entendimiento y mi espíritu de manera definitiva. Mi audacia para escribir sobre lo que leí de don Giussani solo puede ser disculpada comprendiendo que la impulsa el agradecimiento. Desde que tengo memoria, cada vez que trataba de razonar sobre expresiones de lo religioso, las personas creyentes que me querían trataban de explicarme que un asunto es la fe y otro asunto muy distinto es la razón. Comprendo que hay muchas personas para las cuales las cuestiones religiosas son hechos consumados, aceptados e indiscutidos y respeto profundamente esa forma de sentir la fe. Sin embargo, mi espíritu no podía y no puede comprender por qué si Dios dio al hombre el extraño don de razonar, éste podía usarlo para todo, menos para tratar de explicarse las cuestiones más profundas y últimas de su existencia. Dejé de confiar en la Iglesia, después dejé de creer en ella como la casa de Dios, y finalmente dudé de la existencia de Dios. La vida del hombre queda reducida a reacciones químicas, a una banalidad que el espíritu no admite. Sin Dios, sin lo divino, sin lo ignoto, el hombre sólo es una expresión evolucionada del reino animal, no viene de ningún lado, no va a ningún lado. El retorno a la fe fue difícil. Don Giussani dice que la razón es la capacidad del hombre de entender la realidad, toda la realidad. Dice que la realidad implica lo que podemos explicar, pero también lo que no podemos explicar; lo que puedo medir, pesar, ver, comprobar, lo empírico, lo que pienso, y también lo que siento. Entonces si yo siento, como estado natural del hombre, la presencia de lo ignoto, creer en la existencia de sus manifestaciones no es sólo una cuestión de fe, sino que también es cuestión de la razón. Respeto que para muchas personas no hacen falta razones, basta creer, pero para mí es el único camino posible. Necesito razones para creer y don Giussani me da esas razones. Estoy seguro que a muchas personas les pasa como a mí y se sienten, como yo me sentía, casi excluidos de la fe. Veo el camino con una fascinación que antes no veía. Encontré una forma de acercarme a Dios que corresponde con mi espíritu, encontré correspondencia. Otro texto de D. Giussani aborda la cuestión de las preguntas últimas del hombre y dice que la respuesta existe. Explica que sería injusto poner en el corazón del hombre estas preguntas sin que exista la respuesta. Modestamente, no sé si es verdad, pero sé que mi búsqueda ahora es más clara. No es fácil ni cómodo, pero me siento acompañado. En el libro El yo, el poder y las obras, en el contexto de un razonamiento impecable, don Giussani dice que el hombre tiene un destino “divino” y que la conciencia de ese destino es el sentido religioso. Considerar la vida desde esta perspectiva resultaría un cambio radical tanto individual como colectivo. En el mismo texto, más adelante, D. Giussani relaciona el trabajo, como fuerza creadora, con el sentido religioso, y dice que es una de las formas más importantes que el hombre tiene para completar su destino, para acercarse a su condición divina. Entonces el trabajo deja de ser un mero instrumento de subsistencia, una obligación o un deber, pasa a ser una necesidad urgente. El hombre debe trabajar (en un sentido muy amplio del término) para completar su humanidad. Si cada acto tiene sentido, por mínimo que sea, colabora con la construcción positiva de la sociedad. Si pudiera transmitirse eso en toda su dimensión e implicaciones ¡qué cambio se produciría en mi país!
Gabriel, Buenos Aires

Silvia
Querido don Giussani: Recientemente, la hija de mi amigo Roberto - que reside en El Salvador junto con su esposa y sus dos hijos - vino a pasar sus vacaciones con mi esposo Edwin y conmigo a nuestro apartamento en Los Ángeles. La conexión que hubo entre nosotras desde el principio habiendo una diferencia de edades tan amplia fue especial. Era algo así de inexplicable como lo que me sucedió cuando conocí el movimiento. Por 45 días, una chica de 15 años que no había estado nunca fuera de su país y mucho menos lejos de sus padres tanto tiempo, fue testigo de la vida de dos extraños. Compartió nuestras vidas tanto en el hogar, como en nuestros trabajos y en nuestras relaciones con familiares y amigos. Las reuniones con la Fraternidad, el Ángelus (el cual aprendió a rezar con nosotros en inglés) y la Escuela de comunidad todos los jueves. Es evidente que nuestra amistad no se concretó por meras afinidades ni por una simple química. Silvia forma parte de esa “presencia” de la que usted les habla a los responsables de CL. Su visita a EEUU fue una experiencia linda. No sólo por el hecho de haber venido a conocer una cultura diferente, por los paseos turísticos y por la aventura de estar lejos de su hogar, sino porque ella percibió una presencia inevitable y concreta en nuestras vidas. Tal vez Silvia no se habría llevado más que un equipaje repleto de cosas nuevas y un álbum con fotos. He podido reconocer que en la sencillez del corazón de una adolescente se manifiesta de nuevo el milagro del Misterio. Silvia se fue con el deseo de afrontar los retos como si siempre tuviera adelante el rostro de Jesús; un afán por renovar sus amistades y emprender nuevas compañías con el énfasis en una Presencia como tal vez comenzó usted con sus primeros alumnos.
Claudia, Los Ángeles

Saqueos
En una asamblea durante los Ejercicios, Carlos contó que tuvo que pasar tres noches con su hijo cuidando su casa de los saqueos, porque por la calle transformada en río y totalmente a oscuras circulaban canoas con hombres armados con hachas para entrar en las casas desocupadas. Allí tuvo tiempo de pensar, y nació en él la pregunta: ¿es justa la vida? Descubrió que ofrecer el dolor apacigua; apacigua y redime, porque ese dolor participa de la cruz de Cristo. No se trata de entender, sino de ofrecer. Y la compañía que te ayuda es el rostro de la Misericordia de Cristo. Lo que desearías para cada uno de los inundados: que todos cuenten con la compañía que él tiene.
Charo, Santa Fe

Lo que vence
Querido don Giussani: Quería contarle mi experiencia en el campamento de Peguerinos, que organizan un grupo de amigos del movimiento para chicos de edades entre los 10 y 13 años. Este año hemos llevado a 10 chavales con los que hemos ido haciendo un camino durante el curso. Sacerdotes, madres de familia y jóvenes preparan el campamento viendo en qué momento están los chavales, cuáles son sus inquietudes, sus dificultades y todo lo que se les pone delante a esas edades. Se invita a personas que vengan a darles un testimonio sobre cómo se encontraron o como viven su fe en lo cotidiano, se preparan veladas de cantos, juegos espectaculares, secuencias de películas respondiendo de una forma verdadera a las preguntas últimas de la vida. Todos los días se les propone una frase que les acompañe durante la jornada que suele coincidir con la vida de algún Santo, y todo ello acompañado de adultos que son las que guían el campamento. Es una experiencia rica en humanidad y en propuestas. Para mí se ha vuelto a poner de manifiesto lo que usted siempre nos dice sobre lo que es verdaderamente la educación. He podido ver que a los chavales hoy se les facilita todo tipo de instrumentos para su aprendizaje, sobre todo en sus colegios, en sus ambientes familiares, no faltan contenidos, material, personas para su educación. Pero lo que verdaderamente falta son personas que les introduzcan en el significado de la vida, con una misericordia que les abraza no por su carácter o por el resultado que son capaces de dar, sino por una gratuidad hacia lo que cada uno es, acompañándoles en las tormentas como en las alegrías, recordándoles que siempre hay un nuevo inicio en todo lo que les pasa, porque han sido hechos para ser grandes en la vida. En Peguerinos el educador no es la persona que más preparada está, (que también es importante) sino que es la persona capaz de abrazarles por su destino, acompañándoles en sus tropiezos, dificultades, alegrías y penas. Y de este modo uno descubre la aventura de educar, educar introduciendo un dato a la hora de guiarles que es el de la misericordia, mirando a los chicos por otra cosa más grande que no eres tú ni tu genialidad, sino que es algo que da otro y que nos construye a los dos, tanto al que educa como al educado. Uno de los chavales al finalizar el campamento me comentaba que él quería ser grande en la vida en esta compañía de amigos, que era parte del contenido del lema de este año. Y me pedía poder hacer la comunión cuando regresáramos, ya que no había encontrado una razón para hacerla antes. También me pedía que le enseñase a rezar las oraciones que en el campamento se rezaban y yo no he hecho nada extraordinario ni le he dado ningún tipo de manual de la fe, sino que le he acompañado mendigando una misericordia continua para que otro me enseñara a mirarle por algo más grande y no quedarme en lo trasto que es. Le agradezco como nos educa a mirar la realidad, porque no hay circunstancia por muy adversa que sea que no reclame a hacer experiencia de que la misericordia de Dios vence, y me enseña abrazar como a hijos a chavales con los que paso una semana.
Jano, Alcorcón