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Huellas N.10, Noviembre 2002

PRIMER PLANO

Entrevista a R. Formigoni. EEUU, no hagas la guerra contra la paz

a cargo de Gianluigi Da Rold

La presión del gobierno de EEUU, el atentado de Bali y el terrorismo internacional, las consecuencias políticas de una guerra y el peligro de un efecto dominó en todo Oriente Próximo. De todas estas cuestiones hemos hablado con el presidente de la Región de Lombardía, que ha visitado Irak en varias ocasiones


El gobernador de la Lombardía, Roberto Formigoni, está en el décimo piso del “Pirellone”, en una pequeña oficina. Observando sus movimientos es imposible no relacionar el estado de “emergencia logística” con aquel pequeño avión que se estrelló contra el palacio sede del gobierno de la Región lombarda, el 18 de abril de este año. Y así, por lógica emotiva, es imposible eludir las pesadillas de esos extraños incidentes, atentados atroces y los “vientos de guerra” que soplan cada vez más impetuosos.

Presidente Formigoni, hablemos de esta “crónica de una guerra anunciada”, entre los EEUU de George Bush y el Irak de Sadam Husein. Las presiones americanas son cada vez más insistentes y el poder de la ONU, siendo realistas, parece limitado.
Advierto la presión del gobierno americano y, aunque parezca paradójico, trato de rastrear los aspectos que puedan ser positivos. Tal vez, tanta presión vaya dirigida a obtener un examen detallado de todos los ámbitos que pueden resultar sospechosos, esto es, a que los inspectores de la ONU puedan por fin verificar si en Irak hay o no un arsenal con armas de exterminio masivo. Si la presión estadounidense tiene esta finalidad, existiría una lógica que podría conducir a la paz. Hasta ahora, me parece que no se ha demostrado siquiera que haya una conexión entre Irak y Al Qaeda, entre el supuesto “estado canalla” y el terrorismo de Bin Laden. Yo siento respeto, confianza y amistad hacia el presidente norteamericano y el gobierno de Estados Unidos, así que espero que la presión, las amenazas, los “vientos de guerra” estén encaminados a una puesta en escena que pueda conducir a la paz.

Sin embargo, el último atentado en Indonesia agrava la situación, produce angustia en la opinión pública y, al mismo tiempo, ejerce una influencia sobre el gobierno de Washington.
El atentado de Bali demuestra que está surgiendo un terrorismo internacional y que hay que combatirlo. Por lo que se dice, también Bin Laden estaría vivo y operante, al menos dirigiendo mensajes. Estamos frente a este enemigo y seguimos comprometidos en la operación de Afganistán, que aún no ha concluido. Llegados a este punto me parece imprudente atacar Irak sin tener pruebas fidedignas de la existencia de arsenales de armas y de conexiones con el terrorismo de Al Qaeda.

Hay quienes piensan que la estrategia política americana es demasiado rígida. En Irak y en los países de la zona se encuentra el 60% de las reservas petrolíferas del mundo. Conflictos políticos imprevisibles podrían comprometer el desarrollo de Occidente en los próximos cincuenta años.
Si así fuera, sería una estrategia errónea. Por el respeto que tengo a Estados Unidos y a la administración americana no creo que la adopten. Si alguien prepara esas estrategias deberá valorar también sus consecuencias y se dará cuenta de que una guerra contra Irak podría tener un efecto dominó imprevisible, con la consiguiente inestabilidad en toda el área meridional. Así que hay en juego mucho más que barriles de petróleo...

Hablemos de Irak. Usted ha visitado muchas veces el país y lo conoce. ¿Qué piensa de Sadam Husein?
Sadam es un dictador, como tantos en aquella parte del mundo. No es necesario usar tantas perífrasis para definir al hombre y su obra. Aunque afirmo, como ya he hecho en otra ocasión, que una comparación entre Sadam y Hitler no se sostiene. Una consideración de fondo: ¿es creíble semejante comparación cuando ya en la guerra de 1991, la guerra del Golfo, el ejército iraquí quedó deshecho como nieve al sol? Ya entonces aquel ejército era una realidad inconsistente comparado con la potencia anglo-americana. Hoy día la comparación resulta aún más inverosímil. Irak arrastra un prolongado embargo; no es un país del Tercer Mundo pero es un país paupérrimo, que ha retrocedido cien años en la historia. ¿Qué comparación realista existe entre el régimen de Sadam y el de Hitler?

Hay otra peculiaridad de Irak respecto al mundo que lo circunda, la laicidad del estado iraquí.
Ciertamente. Diría que en aquella parte del mundo, donde se advierten las señales de un inquietante y cada vez más difundido fundamentalismo, Irak es el único país laico. Hay iglesias católicas, centenares de miles de católicos y un patriarca. Existen escuelas católicas e incluso oratorios. En Bagdad he ido tranquilamente a misa y he podido rezar delante de las estatuas de la Virgen de Lourdes. No me parece que esto se pueda hacer en Arabia Saudita. No olvidaré, además, que el vice-primer ministro se llama Tarek Aziz, y que es cristiano.

¿Y puede esta observación tener relevancia mundial?
Enorme, si no decisiva. Estados Unidos no puede olvidar que en el “gran juego” estratégico de aquella zona los iraquíes fueron sus aliados contra el fundamentalismo iraní de los ayatolás a fines de los años setenta. Ahora, corremos el riesgo de que el área del fundamentalismo se amplíe. Creo que hay que prestar atención.

Si le he entendido bien, está diciendo que la guerra no tendría sólo consecuencias dolorosas inmediatas; produciría también resultados negativos en el plano político.
El verdadero riesgo en este caso es que se llegue a la esquematización del enfrentamiento entre civilizaciones. En este caso, Occidente contra Oriente. O, peor aún, Islam contra cristiandad. Un ataque a Irak podría ser una representación de esta catástrofe a evitar.

Su posición respecto a una guerra contra Irak es bien diferente de la que usted ha mantenido en la operación en Afganistán.
Mire, no quiero que se me confunda con un pacifista. Creo que tengo bien presente el principio de realismo, pero me parece entender bien la realidad si afirmo que la guerra es, en cualquier caso, la última ratio a la que recurrir tras haber agotado todas las vías posibles de diálogo para evitar la guerra. Yo creo que en estas circunstancias hay que recorrer todas las demás vías para evitar un mal peor que el de las inspecciones por parte de la ONU.