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Huellas N.9, Octubre 2002

PRIMER PLANO

La esperanza. Más necesaria que el aire

¿Qué esperan los personajes del mundo de la cultura y de la política, del espectáculo y de la empresa? Algunos de ellos, tras la lectura del mensaje de don Giussani al Meeting, confían a Huellas sus comentarios al Himno a la Virgen de Dante. Francisco Piñón, Franco Loi, Giuseppe Pontiggia, Angelo Branduardi, Giorgio Gaber, Cesare Romiti, Giulio Andreotti, Franco Branciaroli, Thomas Howard, Marina Salamon y Umberto Agnelli.También el cardenal Sodano, Secretario de Estado de Su Santidad, ha hablado de María como «fuente viva de esperanza», en Asti, su ciudad natal

Francisco Piñón
Secretario General de la OEI*
Leo las palabras de don Giussani entre una sesión y otra de la Conferencia Iberoamericana de Ministros de cultura, que se desarrolla en la ciudad de Santo Domingo. En esta tierra latinoamericana, exuberante, plena de pueblos cordiales, en la que por doquier hallamos testimonios de su vínculo con María (aquí Nuestra Señora de la Alta Gracia), la invocan, sin duda, como fuente viva de esperanza. Yo digo que es fuente viva de esperanza contra toda desesperanza, en una historia difícil, en la que los factores de la naturaleza han sido tan duros con los más sencillos; y no me refiero sólo a los ciclones, tan frecuentes y trágicos en el caribe, sino especialmente a los de la naturaleza humana, que han generado sociedades tan injustas y que no hemos sabido todavía transformar.

Aquí me toca profundamente la idea de “revancha” que nos propone don Giussani, y con ello recuperar el sentido y la eficacia de los proyectos comunes, de tantos afanes cotidianos que en Ella se suman al “quicio” de la historia, vertebrando - aunque no se los vea - la construcción de la historia real.

Escuché a un Ministro citar a Dostoievsky cuando dice en “Los hermanos Karamazof”: «Si Dios no existe, todo está permitido». Pienso que María, que «todo lo guardaba en su corazón», es el camino probado de estos pueblos hacia el Hijo, es así “sede de la esperanza”. De este modo, los proyectos y la construcción social que se nos presenta tan difícil encuentran su sentido. Se visualiza, más allá de lo visible, el fruto de tantos esfuerzos.
* (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura)

Franco Loi
escritor y poeta
Interpelado por Pedro sobre el estado de su fe, Dante cita a san Pablo y responde: «La fe es sustancia de cosas esperadas/ y argumento de las que no se atisban». Su réplica es precisa y exhaustiva. ¿Por qué es “esperanza”? Porque no existe ningún momento en la vida de un hombre que no se sustente en la esperanza, en la confianza que el hombre tiene en sí mismo, en los demás, en las circunstancias, en lo desconocido. Se trata de confianza en la vida. Lo opuesto a la muerte.

Resulta difícil hoy acoger esta sentencia de Dante. Con frecuencia, los hombres confunden la fe con el fideísmo, la esperanza con el deseo. Por eso pensamos que la fe es patrimonio de una doctrina y algo a combatir como un dogmatismo ideológico; alimentamos la esperanza sólo con aspiraciones concretas, el anhelo de cosas materiales o con las ambiciones personales. Así, los hombres, desilusionados, se sienten solos y desesperados.

«Eres fuente viva de esperanza», dice la oración de Bernardo. Así, la esperanza posee una vida inagotable, y su fuente es el seno mismo que da a luz la vida. Uno se levanta por la mañana y afronta el día. Nada nos garantiza el día, sólo la fe; y nada nos gobierna durante el día más que la esperanza.

No se trata de esperanza en algo ajeno a nosotros, sino de una energía vivificante que nos permite atravesar la tierra, luz que nos acompaña en la tinieblas.

Por esto, la oración de Bernardo es una preparación para el encuentro con Dios, presagio de su hacerse luz con la Luz.

Giuseppe Pontiggia
escritor
La intervención de don Giussani me ha impresionado mucho. Es un mensaje potente y lúcido, y toca lo que considero el punto central de todo el cristianismo: la esperanza. Desde los orígenes, la esperanza fue el elemento que diferenciaba radicalmente al cristianismo de todas las religiones paganas. Sólo los gnósticos ofrecían algo parecido a la esperanza de una vida eterna, y creo que por esto más adelante el gnosticismo entró en relación con el cristianismo. Sin embargo, a mi parecer, se trata de algo forzado. Como dice el Fóscolo, la spes ultima dea evita los sepulcros. Pero no los sepulcros cristianos.

Así pues, la esperanza es esencial a la salvación. Pero la salvación no es la concesión inmediata del perdón, que puede ser la excusa para eludir la responsabilidad de las culpas. Por el contrario, el cristianismo se funda en el libre arbitrio y reconoce la plena responsabilidad de la culpa y del pecado, por lo que prevé a la vez la expiación y el perdón, y no sólo el perdón. Por ello, ofrece al hombre una esperanza. No es casual que Dante defina el infierno como la pérdida de la esperanza: «Abandonad toda esperanza, oh, vosotros que entráis».

Encuentro de suma importancia el subrayar la felicidad de un instante como momento capaz de rescatar, de dar sentido a una vida entera. Es lo que lleva a Jesús a decir: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Pero también en clave laica podemos encontrar este mismo tema justo en la muerte más aparentemente desesperada de toda la literatura, la de Ivan Ilich en la novela homónima de Tolstoi. Primero, él percibe la muerte como un destino de exclusión: él muere mientras los demás siguen viviendo. Pero ya cerca del fin se apiada de los demás. Ve a su hijito pequeño, espera en él y se apiada de él. Después también de su mujer. Empieza a entrever un destino en los demás. Se realiza así una forma instantánea de fe auténtica.

Así pues, tanto en clave religiosa como en clave laica, la esperanza es la esencia de la fe.

Angelo Branduardi
cantautor
Escribo a vuelapluma lo que me sugieren las palabras de don Giussani, sin razonar demasiado. Espero no desconcertaros, pero me hacen pensar en el Papa Luciani del “Dios es madre”, en esa ternura y positividad que son las únicas que pueden dar esperanza. El mismo Papa Luciani que una vez - según he leído en algún sitio - había regañado a un pintor por haber pintado en el ábside de una iglesia nueva el enésimo Cristo empapado de sangre y tristeza. «La próxima vez cambia de dibujo e intenta dibujar la alegría». También don Giussani propone una “fuente vivaz” que va más allá de cierto catolicismo triste y punitivo: la fuente da esperanza, la posibilidad de ser felices. Jesús no es sólo dolor. Es como si don Giussani dijera: quitémonos el cilicio, el cristianismo es otra cosa. Y hoy que tenemos otra guerra en el horizonte, la esperanza es lo único que nos sirve.

Giorgio Gaber
cantautor
Debo confesar que el ímpetu de don Giussani, su atracción, con ochenta años, por una esperanza tan sencilla y cristalina - la Virgen “fuente viva” de esperanza - me deja desconcertado e incluso me extraña. Hace sesenta y dos años que lucho por entender esa fe, que a mí, como a todos en este país de raíz católica, se me ha transmitido.

La esperanza para mí está en la fuerza de la vida, en la vida misma que te impulsa a hacer, construir, ir adelante cada mañana. Se desarrolla sola, sin que nadie te haya dicho nada, la tienes dentro de forma misteriosa. En esto somos Misterio, misterio incluso para nosotros mismos.

Pero tal vez para mí ya se ha caído el velo de Maya y ese impulso, esta esperanza, hoy me cuesta tenerlos. Lo siento por don Giussani a quien felicito afectuosamente, pero hoy mis palabras sólo llegan hasta aquí.

Cesare Romiti
Presidente de RCS Editores
Lo que expresa el Himno a la Virgen del Paraíso de Dante Alighieri es una verdad universal. Tomar conciencia de ella quiere decir reflexionar sobre valores absolutos, sobre pocas cosas que cuentan de verdad. Citándole, refiriéndose en particular a la fuente viva de la esperanza, don Luigi Giussani recuerda el significado siempre actual de aquellos versos, que es un mensaje de vida (así como el Cantar de los Cantares lo es de amor). Lo dice él a menudo: pensamientos que dan alegría y que hacen emerger la verdad de toda la vida. No importa si la alegría, como un encanto, dura sólo un instante. Porque en realidad es la primera respuesta a cualquier desorientación posible. Y si hoy existe algo que amenaza con dominar la mente y encoger los corazones es precisamente el desencanto, que por definición no anima a nada sino que alimenta proyectos cada vez más negativos. Si está privado de esperanza, el mundo no puede ya ser un manantial abierto y se nos muestra desilusionado de sus mismos horizontes.

Giulio Andreotti
senador vitalicio
Ciertamente, no sorprende encontrar en los escritos de don Giussani apuntes referentes a la espiritualidad, preciosos incluso desde el punto de vista literario. Me parece que su mensaje en el Meeting tiene un importante significado adicional.

La participación en el Meeting de políticos y gobernantes siempre ha sido importante, a lo que se añade el fuerte eco que encuentra en los medios de comunicación.

Sin embargo, hay que evitar que esta componente “temporal” asuma proporciones dominantes o, peor aún, excluyentes. El año pasado, por ejemplo, se ignoraron en el exterior dos importantes conferencias (prof. Monti y prof. Baldassarre), centrándose toda la atención en los ministros.

Por lo que respecta a la edición de 2002, la importancia política del brillante y denso discurso del presidente del Consejo es incuestionable, pero me pregunto si era éste el foro adecuado, quitándole así el papel en el calendario tradicional de las intervenciones del Gobierno a la jornada inaugural de la Feria de Bari. Don Luigi, con su llamamiento, ha evitado un melancólico juicio negativo.

Franco Branciaroli
actor de teatro
«Sin esperanza no existe posibilidad de vida; la vida del hombre es esperanza» (L. Giussani).

¿Puede un hombre del siglo XX acoger estas palabras sin bajar los ojos a la tierra a causa de la angustia? Él sabe que desde aquellos días y desde aquellos “campos” los hombres han sido tratados como cosas; este fue el fruto del aniquilamiento de nuestros hermanos judíos. Y ya no se puede tener esperanza. ¿Quién puede esperar, puesto que somos nosotros msimos el espléndido porvenir esperado ayer? Es necesario un acto que nos arranque de esta condición de piedras. El amor es el acto que transforma su objeto de cosa en persona. Hay poco amor, por eso hay poca esperanza: hay pocas personas.

Thomas Howard
estudioso y gran conocedor de la obra de Tolkien
«Hija de tu hijo». Éste es un profundo misterio que resulta del todo impenetrable a nuestra época. «¡Imposible!», exclamarían los cínicos. «¡No tiene sentido!», gritarían los filósofos. «¡Bobadas!», responderían los artistas. Pero éste es el Misterio del Amor que ha entrado en nuestro tiempo y en nuestro espacio desde el misterio central de la Santísima Trinidad, donde los “intercambios” de amor arden eternamente con un calor que calienta el universo entero. Es el calor que nos calienta a nosotros, mortales, especialmente en cada vientre de mujer desde que Eva concibió a Caín. Ciertamente, no hubo vientre más cálido que aquel donde habitó ese Hijo que había creado él mismo a la Theotokos (la Madre de Dios). Ella es «faz meridiana de caridad» y «fuente viva de esperanza». Esto es lo que se escapa a la atención de nuestra época. Una vez perdida la Caridad y la Esperanza, nos hallamos a merced de la Ironía. Es la ironía la que llena y modela todos los discursos de nuestra época y la que aferra todas las artes (pintura, música, danza, teatro, escultura, poesía y literatura) en su abrazo mortal. No hay escapatoria de la ironía, es un remolino sin fondo. No hay vía de salida; sí, hay sólo una: la “fuente de esperanza”, que nos atrae hacia esa “faz meridiana de caridad”, indicando así un camino de salida della vorágine mortal de la modernidad. Para el católico, para cada uno, el desafío es llegar a ser una vox clamantis in deserto, una voz que clama en el desierto, que invoca la salvación, no sólo de la esclavitud de la ironía; que invoca un camino hacia la Alegría.

Marina Salamon
empresaria
Durante muchos años me ha costado horrores “fiarme”, ensimismarme con la figura de María. Utilizaba la razón para convencerme de que era un modelo femenino antiguo, lejano de la vida que vivía yo. Sólo después de haber sido madre yo misma, he comenzado a no tenerle miedo a ella, y he reconocido el valor profundo de su humildad y ternura. Ahora, las palabras de don Giussani: «...la figura de la Virgen es justamente la imagen de la esperanza...» me han impresionado mucho, porque me han hecho pensar en la época en que yo atribuía la idea de la alegría al “hacer”, mientras María vivió hasta el fondo el “fiarse/ dejarse hacer/ ser instrumento de...” (todas ellas cosas que, hace años, me hubieran parecido peligrosas y que ahora también yo creo que son verdaderas “fuentes de esperanza”).

Umberto Agnelli
presidente de FIAT
Al escribir sobre don Giussani, yo también puedo repetir sus palabras en el Meeting de Rímini 2002 «incluso si no nos conocemos directamente». Sin embargo, quisiera escribir con sencillez que le admiro por lo que ha sabido construir. Con igual sinceridad, añado que, cuando hace años empezó a conocerse el fenómeno “Comunión y Liberación”, lo seguí con interés y con algún temor. Temía que fuera un movimiento poco propenso a la confrontación y que no creyera en valores para mí fundamentales como la tolerancia, el diálogo y el progreso. No tengo duda hoy en reconocer la importancia que don Giussani ha tenido en Italia para la vida de la Iglesia y de la sociedad civil, de manera particular para los católicos.
En aquellos años lejanos de la contestación y de la post-contestación, habían entrado en crisis las históricas asociaciones vinculadas al mundo eclesial.

Sobre todo fue una época en la que, incluso entre personas generosas y cultas, ya no se distinguían los confines entre Dios y Marx. Una época, tras el ’68, muy viva y terrible, ciertamente confusa.
Después, especialmente con la Compañía de las Obras, se ha comprobado cómo el compromiso social puede llegar a ser más intenso que nunca, incluso cuando se da a Dios lo que es de Dios.
Participé en el encuentro de Rímini en años recientes. Vi en primera persona el entusiasmo, la seriedad y la apertura al diálogo de miles de ciudadanos que de algún modo guardan relación con la escuela de don Giussani. Siento simpatía y estima por ellos. Los antiguos temores han desaparecido.
Quizás entreveo todavía un riesgo: el peligro de cerrarse ante quien “no es de los nuestros”, especialmente cuando se trata de iniciativas concretas.
Cuando un día tenga la oportunidad de conocer a don Giussani, lo comentaremos. Y probablemente me convencerá de que también este es un temor sin fundamento.