IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.5, Mayo 2009

PRIMER PLANO - Después del terremoto

Lo que el terremoto no ha podido destruir:
«el espectáculo de una resurrección continua»

Ercole D’Annunzio

Carta del responsable de CL de los Abruzos, que Julián Carrón leyó en los Ejercicios de la Fraternidad de Rimini. He aquí cómo resurge una comunidad

El lunes 6 de abril fue el día del desconcierto total. Lo primero que hicimos fue buscarnos entre nosotros, tratar de localizarnos y hacer recuento. Enseguida nos llenamos de asombro y de agradecimiento porque todos habíamos sido preservados: este es el primer gran milagro. Rápidamente se produjo una gran disponibilidad en toda la región para hacerse cargo de las distintas necesidades que nos llegaban. Este intento de abrazar, con toda nuestra inadecuación, a los que sufrían ha sido fundamental, porque a través de una relación sencilla hemos empezado a advertir en los “escombros” de nuestra compañía y del pueblo abrucés hechos que desde luego no eran escombros. La dinámica de compartir nos ha permitido descubrir espectáculos inesperados e inimaginables de belleza humana, que nos han hecho percibir enseguida una excepcionalidad. Estaba sucediendo algo grande, precisamente en un momento en el que no creíamos que pudiese suceder nada. Entre la gente de la que pensábamos ya saber todo (nuestras comunidades y los evacuados aquilanos) ha surgido una conmovedora e imprevisible autoridad moral. Algo a lo que seguir. Nos han impresionado en particular Marco y su mujer Daniela, que el día después del terremoto decidieron establecerse en una autocaravana en L’Aquila. Ayer por la noche nos conmovieron cuando dijeron: “¡Lo que mi corazón desea está presente! ¡El terremoto lo ha hecho presente! Entre los escombros están brotando flores. La flor no es una emoción, es algo presente. Las flores son Gino y Grazia, es mi mujer, las autocaravanas que nos han donado, el Vía Crucis, este ámbito de comunión, o Teresa, que después de haberse ido hace un año y medio, ha vuelto, nos ha abrazado y nos ha dicho: ¡Ha sido necesario un terremoto para que yo volviera! La flor es don Eugenio, Ugo, Manlio, los demás amigos de la birra y los de Rimini”. Un espectáculo continuo de resurrección después de una semana de pasión. Harían falta muchas páginas para narrar los hechos que hemos visto, porque el terremoto ha hecho salir a la luz toda nuestra pobreza, y nos ha hecho recordar cada vez que hemos esperado en cosas materiales, cosas que ahora el terremoto nos ha arrebatado. Y muchas páginas para contar cómo Jesús se está manifestando resucitado entre nosotros. Se llenan los ojos de lágrimas cuando Él nos visita mostrándose con una belleza incomparable en algunos de nosotros a los que juzgábamos “normales” o incluso una “ruina”.
La unidad y la pertenencia a la compañía que se nos ha dado son el otro aspecto del milagro que estamos viendo. ¡Quién habría imaginado ver a algunos de nosotros tomarse al pie de la letra lo que nos decimos! [Aquí, ante circunstancias verdaderamente dramáticas, se ve quién se toma en serio lo que nos decimos]. Ayer Marco, refiriéndose a una conversación entre nosotros, dijo: “Si parto de mí mismo, obtengo uno, si parto de los demás obtengo cinco. No sé por qué, pero funciona. Veo que pertenecer hasta llegar a madurar en la unidad me permite renacer”. La evidencia es que somos igual de inútiles que antes, pero hay Uno que nos mantiene unidos. Estos días nos estamos reuniendo con frecuencia y de distintos modos, no con el deseo de reconstruir las casas o la zona (que pueden volver a derrumbarse en cualquier momento), sino con un deseo nuevo, que es poder gozar de la fascinación de Cristo que reconstruye a Su modo, y no abandonarle.
Ahora la tierra continúa temblando y al dolor se añade el miedo. Tenemos la tentación de querer pasar página diciendo: “Esperemos que terminen pronto estas sacudidas, al menos así podremos recomenzar”, pero Él, al mismo tiempo, está haciendo nuevas todas las cosas. Dice la Escuela de comunidad: “Los enemigos de esta fidelidad a la pertenencia, los enemigos más destacados son la fatiga y el dolor”. Nosotros tocamos estos enemigos con la mano todos los días, y a menudo nos derrotan.
Que el Señor nos perdone. Que todos vosotros, junto a Carrón, podáis perdonarnos, dando vuestra vida para que permanezcamos en Cristo».