IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.7, Julio/Agosto 2002

BREVES

Cartas

A cargo de María Pérez

ITALIA
En recuerdo de Stefano

Ricardo Aletti, alumno de bachillerato de la escuela Santo Tomás Moro de Milán, escribió esta reflexión a partir de un tema que se había propuesto a toda la clase: «Recordando el fragmento “Adiós montes”, cuenta lo que experimenta tu corazón cada vez que tiene que abandonar algún lugar o persona especialmente queridos».
«Qué triste es el paso de quien, habiendo crecido entre vosotros, se aleja...». También yo lo pensaba cuando mi hermano Stefano se despidió por última vez. La vida para mí ya no tenía ningún sentido. Ya no quería escuchar a nadie. En casa entraba y salía gente para dar el pésame a mi madre que lloraba. Ella necesitaba encontrar todavía una esperanza para vivir. También sufría mi padre, y con él toda mi familia. A la mañana siguiente de lo ocurrido, me acerqué con mis hermanos a la abadía de Claraval. Me confesé con un fraile y le pregunté cómo podía hallar significado para mi vida en aquel momento. No conseguía consolarme: la desgracia me había rasgado el corazón. Lloré mucho; todavía hoy lloro si recuerdo esos momentos de total agonía. Pero mi llanto se interrumpió cuando me volví a mirar a mis amigos que asistieron al funeral por mi hermano. En sus caras volvía a ver el rostro de Stefano, y les estrechaba con fuerza para no dejarle marchar. Después sonreí, porque estaba seguro de que mi vida con ellos había cambiado. Y así es: si hoy les miro, los observo, vuelvo a ver a Stefano. Él está en sus rostros. Mis amigos, mi hermano... Una eternidad en un rostro. Una vida en una mirada, mi certeza se apoya en ellos. Hoy, pensando en mi hermano, recuerdo los momentos que hemos compartido juntos. Yo volvía del colegio y me ponía a su lado a hacer los deberes. En esos momentos de silencio total se creaba una relación sincera entre él y yo. Luego, a lo largo de la tarde, me divertía jugando al fútbol. Ahora, cuando miro alrededor mientras estudio ya no lo veo. Cuando toco su cama la noto trágicamente vacía. «...El aire me parece pesado y muerto», si alguien no me diera ahora un gusto de vida nuevo. Él está allí y yo estoy aquí. ¡No! Yo estoy aquí, él... está aquí junto a mí mientras hago los deberes, está junto a mí mientras duermo. Está aquí junto a mí mientras me río. Yo sonrío con él. Entre Stefano y yo un misterio, una luz, una esperanza... La esperanza, pero también la certeza de seguir pasando la tarde juntos, viéndonos y mirándonos el uno en los ojos del otro. La verdad que nos une es el hecho de que vivimos como en simbiosis: yo le necesito. La vida no se ha vuelto en mi contra, no me he estrellado contra un muro, no se ha desvanecido en una ausencia infinita. Es más: todo esto me ha cambiado. «Dios, creador de todo, pide todo a los que elige para realizar su misteriosa posesión del mundo, que a nosotros nos parece una gran confusión de tan ajena que nos resulta». Ahora intento mirarlo todo de otro modo, como lo miraba él. Y nuestra amistad «que os producía (...) tanta jocosidad es para todos; porque el Señor nunca turba la alegría de sus hijos, si no es para prepararles una más segura y más grande...». Hasta luego, Stefano.
Ricardo

BIRMANIA
Nuevas fronteras

Queridos amigos: Soy sacerdote en Birmania, en la archidiócesis de Mandalay. Este año, por segunda vez, hemos organizado un campamento para niños pobres. Todo se le ocurrió al padre Mauro, un amigo misionero capuchino en Bangkok, junto con Alfonso y Gabriella Ceresani de Milán. Estos amigos vinieron a Birmania en el 2000 y vieron a los niños enfermos y pobres de las aldeas. Con ayuda de don Ambrogio, han conseguido organizar el campamento, permitiendo así a estos niños poder salir de sus aldeas y ver el mundo al menos una vez en su vida. Este año Alfonso y Gabriella, Carmen y Chiara, llegaron a Mandalay el 6 de abril, soportando del calor sofocante, el sudor, la sed y el cansancio. Al día siguiente, llegaron procedentes de doce aldeas diferentes 114 niños acompañados por 23 adultos. Salimos hacia Maymyo, un pueblo de montaña, en cinco microbuses; allí nos esperaban tres seminaristas y un sacerdote. Nuestros amigos habían traído medicamentos, lápices, juguetes para los niños, pero sobre todo copias de Huellas, de Piccole Tracce y de los libros de don Giussani. Enseñamos juegos y cantos a los niños y organizamos excursiones; les dimos algunas clases y les enseñamos expresiones italianas y birmanas. Cada mañana, antes de empezar el día, se celebraba la misa y rezábamos juntos. Todas las noches, cuando los niños se iban a la cama, nos reuníamos con los 23 adultos (laicos, seminaristas y un sacerdote) para hacer Escuela de comunidad. Fue lo mejor. Meditamos la carta del Papa con ocasión de los veinte años de la Fraternidad y algunas páginas de Los orígenes de la pretensión cristiana. Así transcurrió la semana. Los chicos estaban felices y recibieron el afecto y la atención de sus nuevos amigos italianos. Nos despedimos cantando entre lágrimas la canción que aprendimos de ellos. Los días siguientes los niños no hacían más que decirme cuanto echaban de menos a los amigos italianos. Nuestra vacación duró una semana más. Nos ocurrió algo inolvidable y excepcional tanto para los niños como para nosotros. Estamos todos contentos por hacer obras de caridad. En nosotros resuena el eco de las palabras del Santo Padre: que el Espíritu Santo os anime «a dirigiros hacia fronteras cada vez más avanzadas en la construcción del Reino».
Padre Marco, Mandalay

ITALIA
Hermanos a la obra

Somos tres hermanos que estamos sacando adelante una pequeña empresa del sector metalúrgico-mecánico con 15 empleados en el norte de Milán. Al asumir el mando a la muerte de nuestro padre, hace cinco años, tuvimos la confirmación de lo que nos temíamos: que ser empresario era algo muy diferente de lo que podría parecer. La empresa no iba tan bien y las pérdidas superaban con creces los ingresos. Era un poco sofocante la mezcla entre nuestra inexperiencia a la hora de gestionar (hasta ese momento cada uno de nosotros sabía hacer bien sólo su “tarea”) y la responsabilidad para con nuestros empleados y sus familias. Cerrar hubiera sido lo más cómodo y sencillo, pero no lo hicimos. De lo contrario, nuestra madre hubiera visto desvanecerse incluso la última sombra de nuestro padre, y sobre todo nos preocupaban las quince personas que de alguna manera teníamos a nuestro cargo, por lo menos cuarenta bocas que alimentar. Finalmente, después de años de “ personas equivocadas en momentos equivocados”, encontramos una verdadera compañía al entrar en contacto con la CdO, que se interesó por nosotros inmediata y completamente. Vayamos por orden: para no morir, primero había que poner en orden las finanzas; para nuestra sorpresa, cuando acudimos al banco acompañados por Paolo y con un proyecto muy concreto, increíblemente nos dieron un crédito, y ¡todavía hoy el director viene a vernos a la empresa! Poco a poco fuimos tomando las riendas de la empresa (hipotecando incluso los inmuebles) acompañados por Roberto, un comercial, que sin ninguna pretensión nos dio una serie de consejos más que valiosos. Señalamos una trayectoria precisa: una vez establecidos los cauces, el camino se simplificó y creció nuestra autoestima, cosa que habíamos rechazado hasta entonces. Desde ese momento Roberto se ha convertido en nuestro comercial y hemos visto la diferencia que media entre la normalidad en la relación cliente/proveedor y desarrollar una profesión teniendo en el corazón a quien tienes en frente y a su destino. Siguen los problemas, pero hacemos el camino juntos, hasta tal punto que nos reunimos los miércoles por la noche con otros amigos de la CdO para hacer lo que llaman “caritativa”, en la cooperativa “El grano de Cislago”. Allí estamos comprendiendo que hacer algo con gratuidad no quiere decir hacerlo con menos pasión.
Carta firmada, Saronno

ISRAEL
Primeros ejercicios

Querido don Gius: Queríamos hacerte saber que este año, por primera vez, han tenido lugar aquí, en Jerusalén, los Ejercicios de la Fraternidad. Del 7 al 9 de junio reunimos ocho personas: los Memores de la casa de Nazareth, Samar de Betania, Sobby e Irene, Tonino y Raffaella de Jerusalén y el padre Gianfranco, franciscano de paso por Tierra Santa. Conscientes de que incluso aquí, inmersos en la tragedia que viven estos dos pueblos, nada puede suponer una objeción a la «certeza de un destino misterioso y bueno», celebramos la Santa Misa en el Calvario y te confiamos a Cristo junto con el movimiento y la Iglesia de esta tierra de la que vino la salvación para todos los hombres. Pidamos por la paz y para que se manifieste por doquier la gloria de Dios.
La comunidad de Jerusalén

ESPAÑA
A la escuela

Querido don Giussani: Llevo tres años dando clase en Castellón. Vivo con cuatro chicas del movimiento, y junto con otra amiga, que vive con su padre, formamos la comunidad de CL en esta ciudad. En estos años lo que más me ha ayudado ha sido la Escuela de comunidad. Viniendo de una ciudad como Madrid, con una comunidad numerosa, puedes pensar que la Escuela no va a ser lo mismo con una comunidad tan pequeña. Sin embargo, cada semana he experimentado el cambio que se producía en mí, porque lo mismo que usted, constato cómo el amor de Dios va cumpliendo mi vida. «A través de la Escuela de comunidad aprendemos a comprender hasta qué punto Él está aquí y ahora, quién es Él aquí y ahora para nosotros». Hace poco fui a dos entrevistas de trabajo para dar clase en un colegio y, a medida que iba respondiendo, me daba cuenta de que todo lo que soy, la seguridad que tengo en la vida, lo que me interesa, todo tiene que ver con el encuentro que tuve hace diez años y que, cuando Dios me da la gracia, pido que se renueve. Pido quererle cada día más y preguntarme: ¿qué pasará hoy?, al igual que hacían los apóstoles hace 2000 años.
Begoña, Castellón

Durante un viaje
Haces un viaje para que suceda algo imprevisto, porque se dice que el hombre está en constante búsqueda debido a su insatisfacción. Me pregunto cuánto he buscado yo, y la respuesta es: muy poco. En un momento de mi vida perdí la capacidad de fascinación, de maravillarme con las cosas; había perdido la pasión por la vida. Dejé de buscar algo que llenara ese hueco. Tampoco lo creía necesario; es más, se me hacía algo extraño. Sin embargo, hace poco escuché una frase: «Sólo quien busca halla, al que llama se le abre y al que pide se le da». Y así sucedió. ¿Cómo lo sé? Lo intuyo, simple y llanamente: lo intuyo. Después del intento de acallar mi búsqueda, el deseo de ser feliz regresó para sorprenderme y ¡de qué manera lo hizo! Me inundó de silencio, verdadero silencio, lleno de una presencia. Cuando el poder o el ambiente presiona hace dudar de lo que se ha visto, pero en esos momentos la verdad experimentada se va convirtiendo en convicción. Durante el transcurso del viaje fui comprendiendo el recorrido de mi vida, un camino que empieza a tener una meta segura.
Axel, México DF

Un rostro inolvidable
Queridos amigos: Estamos dolidos y agradecidos. Nuestra amiga Biby partió el 10 de Junio a encontrarse con Aquel que es nuestro Origen y Destino. En una de sus cartas nos decía: «”No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn, 15, 13). Ustedes, que son mis amigos, me han dado más que la vida. Me han dado sus oraciones, sus angustias y esperanzas, sus lágrimas y sonrisas, su fe y su Compañía. Porque “dar la vida” no solo es “morir”. Significa que todo aquello por lo que nos levantamos cada mañana, el comer y el beber, el velar y el dormir, todas las flexiones de la vida hasta la última, la muerte, se pueden querer y tratar de vivir en función de la obra de Dios (como nos dice siempre don Gius). Recordando en este día el mandamiento del amor y coincidiendo con el comienzo del mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, sólo tengo palabras de agradecimiento para quienes me abrieron sus corazones generosos, tuvieron ganas de acompañarme y continúan haciéndolo en esta difícil empresa de lo humano. Vivo feliz y gozosa en la certeza del Misterio que me ayuda a descubrir en cada uno de ustedes a Cristo Resucitado. Junio 2000». El Señor encontró en ella el intérprete fiel de su voluntad, del sacrificio ofrecido y transformado en Gracia, del llenar a otros de Su fragancia con esa alegría que le nacía del corazón y se esparcía a los amigos. Estar con Biby era volver a comprobar que las dificultades cotidianas se superaban, que eran simples “batallas inútiles”; ante ella, dábamos valor real a nuestras circunstancias. Su entrega en el dolor, en la amistad, en la familia y en los hijos, era certeza de Cristo caminando junto a nosotros. Amiga incondicional, su vida fue para todos testimonio vivo de la compañía de Cristo en los momentos más difíciles. Biby nos convocaba reuniéndonos aún desde su cama, desde su silla de ruedas o desde sus “parabólicas”, cuando ella se llamaba a sí misma “Biby Satelital” (por el aparato que tenía para inmovilizar sus cervicales). Tal vez para quien no la conoció, estas frases parecerán poco felices, pero ella nos hacía reír con este y muchos otros comentarios, y también nos ayudaba a reflexionar profundamente con sólo contemplarla. Lo que nos legó es incomparable, y la tarea que nos encomendó, mucho mayor aún. La enterramos el martes por la tarde; nadie faltó. Su partida nos llena de estupor y de alegría por la certeza del encuentro con Cristo. Sus últimos días fueron la expresión más clara de salmodiar: «¿Cuándo llegaré a ver tu Rostro?». Ahora Biby contempla el rostro de Aquel de quien siempre hizo memoria rezando el Ángelus.
La comunidad de Salta, Argentina

Un corazón generoso
Querido don Giussani: Soy Stéphanie y mi esposo Edwas es mexicano. Nos casamos en Francia y después de ocho meses en Ciudad de México, decidimos trasladarnos a Oaxaca. Llegamos en enero de 1995 con dos direcciones de amigos. Buscábamos trabajo y decidimos ir cada día a la misa a Santo Domingo. Le pedimos a nuestro Señor de todo corazón que nos presentara gente con quien compartir el mismo ideal de vida, y en seguida conocimos a Daniel Semprini, hoy padrino de Eugénie, nuestra hija mayor. Hace dos años fuimos al retiro; yo estaba un poco confundida después de tener a nuestro segundo hijo, Armand: quería tener más hijos, pero me daba mucho miedo quedarme embarazada otra vez. Y pedí al Espíritu Santo que me diera un corazón generoso para recibirlos... Un mes después, ¡quedé embarazada de gemelas! Era algo que me sobrepasaba por completo, pero si Dios me crea en cada instante, eso no depende de mí. Me abandoné en sus brazos, y Victoire y Josephine nacieron mediante un parto de ensueño. ¡Sólo Dios sabe lo que nos corresponde! El año pasado abrimos un jardín de infancia al que llamamos Alecrim. Esta obra me va educando cada día a ser madre y a vivir una amistad llena de complicidad creativa. Hoy tenemos lleno el cupo con cincuenta alumnos, y el deseo de abrir la primaria en septiembre de 2003, si Dios quiere. Tanta alegría y profesionalidad es posible solamente mirando a Cristo. En los Ejercicios de la Fraternidad que acabamos de celebrar en Cholula, entendí más que no somos nada, pero que Dios nos crea en cada instante como un don de sí mismo, conmovido. Cuando te vi se me llenaron los ojos de lágrimas, porque mirándote se ve el rostro de Cristo. Tu rostro expresa el amor que nos tienes, sin esperar nada a cambio. Un amor que nos hace vivir algo que ya introduce la Eternidad.
Stéphanie, Oaxaca