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Huellas N.6, Junio 2002

OBRAS

Cómo surge la CdO

A cargo de Lucía Rodríguez

Un grupo de jóvenes recién licenciados organiza un encuentro en Madrid con los impulsores de esta “Compañía” en nuestro país, para conocer los motivos que la mueven. Una respuesta a las necesidades concretas


El acto, celebrado en la nueva desde del Instituto de Idiomas Hernán Cortes de Madrid, fue introducido por María García, doctoranda en sociología, que afirmó: «Me interesa la Compañía de las Obras porque es lo que yo quiero para mi vida adulta». A continuación alegó que «me parece de otro mundo, por ejemplo, que formen parte de esta compañía realidades como la asociación “Familias para la Acogida”, la revista para niños “La Oca” o el grupo de acción caritativa “Bocatas”, que acompañan a los padres, a las familias y a los marginados. Es un ejemplo verdadero y concreto de hombres que se sostienen ayudándose a ser protagonistas de la vida y de su tarea; es el comienzo de una verdadera civilización».

Para profundizar en este punto de arranque se plantearon algunas preguntas esenciales a José Miguel Oriol, presidente de la Compañía de las Obras en España, y a Carmina Salgado, vocal de la Junta Directiva, que impulsaron la constitución de esta red de relaciones en Madrid.

¿Cómo nació la CdO en España?
C. Salgado: Para mí, personalmente, nació por un atractivo potentísimo cuando conocí a un sacerdote italiano, don Luigi Giussani, fundador del movimiento eclesial de Comunión y Liberación, y luego a muchos amigos suyos. Eran hombres que afrontaban la vida sin censurar nada, con un gusto y una decisión que yo quería para mí, para mi familia y para la sociedad española. Su grandeza no se debía a su genialidad, sino a que reconocían que el significado de su vida y la felicidad que buscaban se hallaba en una compañía humana. Era un desafío personal a ponerme en camino junto a ellos para que el secreto de su existencia un día fuese mío.

En el origen de la CdO hay un juicio de tipo cultural. Nuestra generación ha conocido otros tiempos en España, en que la sociedad era un ente que no ejercía como tal, y se pensaba que ser cristiano era algo que sólo incumbía a la conciencia individual, al ámbito privado; pero en estos amigos veíamos claramente que la fe en Cristo tenía que ver con todo y con todos. Además, observaba que mis amigos después de la universidad empezaban a trabajar, a crear iniciativas en sus barrios, a construir empresas y que surgían propuestas culturales. Pero había una disgregación evidente. Había que dar un paso nuevo que fuera un servicio para todos, crear una red para que todas estas iniciativas tuvieran un rostro propio en la vida civil.

¿En qué sentido se puede decir que trabajáis por una civilización nueva?
J.M. Oriol: La diferencia sustancial no está en una estrategia política diferente, sino en la concreción a la hora de abordar las necesidades humanas. Ayudamos a otros a poner en juego lo que tienen, su responsabilidad, su profesionalidad, su capacidad de respuesta, su reacción e implicación, provocando constantemente la libertad para responder. Lo interesante es que no nos movemos por esquemas sino por algo que nos atrae profundamente, que nos hace crecer cada vez más. Esto introduce una perspectiva totalmente distinta.

¿Por qué la necesidad de crear la CdO surge de la identificación con el carisma de CL?
J. M. O.: El hombre más verdaderamente hombre que he conocido es el sacerdote Luigi Giussani. Es la persona que más iniciativas ha tomado en la vida y que más libre de ellas ha sido. Gramsci, el gran teórico del comunismo italiano, decía que no hacía falta atacar al cristianismo porque se muere solo, porque está fuera de los intereses reales del hombre. Cuando Giussani empezó a enseñar con pasión que el cristianismo era precisamente una respuesta a las necesidades humanas se oponía a dicha afirmación. La batalla cultural del cristianismo del siglo XX es precisamente contra esa concepción abstracta. Nosotros hemos visto a personas que, sin solución de continuidad, sin dar un salto mortal entre su identidad cristiana y la vida social, económica y política, sabiendo distinguir la dimensión espiritual de la temporal, siempre han reaccionado contra cualquier intención de sacar al cristianismo de la realidad, y así han tomado un sinfín de iniciativas.

Llama mucho la atención que esta experiencia cristiana conviva con toda clase de ideologías.
C. S.: Se trata de un poderoso atractivo humano y de un modo de abordar los problemas de la sociedad, que se corresponde con el corazón del hombre. Porque la experiencia cristiana no se identifica con una “religiosidad genérica”; afecta a toda la realidad en su concreción histórica, desde la presencia política al quehacer social. El cristiano tiene la convicción de que éste es el camino del hombre, no un camino entre otros, que esto es para todos. No debe extrañarnos que a una experiencia social cuyo corazón es la esperanza cristiana se acerque gente de toda clase de pensamiento por curiosidad humana.

María García: El año pasado un grupo de universitarios, con ocasión de un viaje que efectuamos a Italia para conocer la CdO, vimos que es válida para todo el mundo. Ferlini, su vicepresidente, que es comunista, nos dijo: «Lo que nos une es la apuesta por el hombre». El director de una empresa afirmaba: «Yo me cambié de patronal y me asocié a la CdO porque aquí el trato es de persona a persona y no como antes, que tenía ante mí a un funcionario. Conocí a estos amigos con los que, después del trabajo, hacemos un juicio sobre la realidad italiana. Se trata de una compañía más amplia, que no se limita a prestar un servicio». Y otro decía: «Nunca he acompañado a mis trabajadoras como lo hace la directora de la CdO local: después del trabajo se van juntas a hablar de su situación familiar». Todo esto me parece una nueva unidad de vida, no vivir el trabajo y a parte otra cosa, sino una compañía para la vida entera.