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Huellas N.10, Noviembre 2001

VIDA DE CL

Padua. Las familias de Edimar y Ana

Eugenio Andreatta

Hace unos meses se inauguró en la ciudad véneta una nueva casa de acogida con el fin de realizar proyectos educativos y de integración laboral para más de 200 muchachos. «En el origen de todo está la caridad»


Algunos piensan que es una sigla. Incluso, quizá, se esfuercen en descifrarla: «Ente de Instrucción...». Pero Edimar no es una sigla. Es un chico, un amigo que nos mira desde el Cielo. Y quién sabe con qué traviesa curiosidad habrá mirado la inauguración, hace unos meses, de ese complejo rural de principios del XIX, hoy debidamente restaurado, que lleva su nombre. Se llama Ca’ Edimar. Una casa «para los chicos más olvidados por las políticas sociales - comenta Riccardo Dallavalle, director de la casa - porque reflejan el fracaso de la capacidad educativa de los adultos en nuestra sociedad». No son casos, por decirlo así, clasificados como portadores de minusvalías, adolescentes con problemas de droga o alcohol o implicados en la criminalidad a pequeña escala. Son chicos sin una familia que les respalde o con un núcleo familiar marcado con problemas lacerantes o necesidades graves.

Pues bien, hoy tienen un hogar en Padua. Es más, tienen dos: la casa colonial, donde viven dos familias que los acogen, y el cobertizo, que era el establo, y el henil, hoy “Centro Nuevas Oportunidades” para aprender un trabajo y formarse humana y profesionalmente. A estos chicos se les quedan pequeños la escuela, el trabajo y la formación tradicionales. Ca’ Edimar es una obra inaugurada el pasado mes de junio con gran asistencia de autoridades. En primera fila estuvo el obispo mons. Antonio Mattiazzo que comentó: «Las grandes obras nacen de un gran corazón». Hubo también representantes de la región, de las instituciones locales, de la empresa socio-sanitaria, de la Fundación Caja de Ahorros de Padua y de Rovigo. La última es una entidad que ha contribuido generosamente en la restauración de la casa. También lo han hecho la Regione Veneto y la Fraternidad de CL, que ha reconocido el valor ejemplar de esta obra. Son innumerables las instituciones, administraciones y colaboradores privados que han aportado su contribución.

«Ca’ Edimar - dice Mario Dupuis, que empezó con Riccardo esta experiencia y que actualmente preside la Fundación Opera Edimar - es el comienzo de un pueblo en nuestra ciudad, un pueblo donde poder acoger a los muchachos y ayudarlos a introducirse en la realidad». El lema de la obra es “acogerle porque existe”. «El origen de todo es la caridad», dice Mario. «La aventura de educar empieza todas las mañanas aquí. De no ser así, ¿qué esperanza cabría? La mayoría de las veces, cuando los chicos llegan, no creen que haya nadie que pueda interesarse de verdad por ellos, se conciben como “casos difíciles” entregados a los servicios sociales». A los 14 años ya no se contempla entre las hipótesis posibles que alguien te pueda querer. «Te desafían con su pretensión de autonomía, con su “yo ya no puedo cambiar”».

Tal vez también Edimar fuera así. «Pero nosotros sabemos que su corazón manifiesta necesidad de amor y misericordia, y que por ello vino Jesús. Don Giussani nos ha enseñado que Jesús vino para esto... Entonces sueles decir “sí” cuando ellos todavía dicen “no”, y no sabes durante cuánto tiempo seguirán diciendo “no”». A veces lo único que podemos hacer es acogerlos, sin esperar respuesta, hasta el punto de tener que decir: «hoy no puedo ayudarte». Y eso, entendámoslo bien, es exactamente lo contrario de «contigo no hay nada que hacer», es una puerta con una trampilla siempre abierta, una espera llena de paciencia y de respeto.

Ca’ Edimar impresiona, porque se ve que no es un instituto o una casa-familia. «¿Cómo?», te preguntan «¿Qué esta gente tiene a esos chicos en su casa día y noche?». «¿Es, acaso, una comuna?» trata de explicarse otro. No, son familias normales que han experimentado antes lo que quiere decir ser acogidas. «Lo que tienes delante es un misterio - continua Mario -, no lo puedes reducir a ninguna medida. Mi mujer y yo, junto a otros amigos, lo hemos aprendido de nuestra hija, Ana, que murió con quince años - hace ya seis - a causa de una grave parálisis cerebral. Lo hemos aprendido de cómo Giussani la trataba y la miraba cuando la abrazaba o nos hablaba de ella. La obra Edimar nace de ahí».
Hoy más de 200 muchachos se han cruzado por el camino con Mario, Ricardo y sus amigos. Han encontrado una familia y ayuda para reinsertarse en la escuela y se han implicado en proyectos de integración laboral. La obra está en plena expansión. Detrás de los primeros dos edificios se construirán otros dos para nuevas familias e iniciativas similares. Edimar ha llamado a la puerta. ¿Querrá abrirle alguien?