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Huellas N.8, Septiembre 2001

BREVES

Cartas

a cargo de María Pérez

A partir de la caridad
Bocatas es un grupo que se reúne en la Parroquia de San Jorge de Madrid. Acompañan y asisten a algunas personas que viven en la calle. Publicamos su personal contribución al difícil juicio sobre la violencia terrorista que ha azotado a EEUU.
Es evidente que este hecho terrorista ha superado todas las posibles expectativas del mal y de violencia. Recordemos el profético artículo que don Giussani escribió para La Repúbblica el domingo 24 de diciembre de 2000 (www.huellas-cl.com/articoli/gennaio/pace.htm) sobre el nuevo orden que aseguraba la paz mundial basado en el consenso: «Todos apelan a la paz, creyentes y no creyentes, izquierda y derecha, pero cuanto más la ensalzan, más parece que para ambos sólo quede la violencia como el único factor útil con vistas a lo que persiguen. Y de este modo, el hombre que está movido por la voluntad de paz no consigue evitar una desconfianza que malogra cualquier posibilidad de seguridad».
Lo cierto es que, de entre las conjeturas y posibles respuestas que se barajan ante el atentado, todas se dirigen a procurar una mayor coordinación entre los Estados, más fondos para policía y seguridad. Sin embargo, nadie parece darse cuenta de la cuestión de fondo: ¿qué es lo que genera la violencia? ¿Dónde se genera esta violencia? Por que no hay que olvidar que esto lo han realizado un grupo de personas con rostro, con una historia a sus espaldas, personas concretas.
Bocatas, en su infinita pequeñez y salvando las distancias, puede, a nuestro entender, adelantar otra respuesta a “una acción coordinada de los Estados”. Porque Bocatas asegura cierta paz entre los hombres más pobres (pobreza, recordémoslo, que en los países desarrollados es pobreza moral), es decir, entre hombres que se abandonan a sí mismos y que por tanto son abandonados. Sería absurdo pensar que la relación de amistad que nosotros hemos trabado con algunos de ellos la pudiese realizar un policía que los controla. No es que no sean necesarios, pero desde luego lo que asegura cierta paz entre los hombres es la creación de un tejido social que, a través de personas concretas, cuiden de ellos no dejándolos abandonados a su suerte.
Más sociedad hace bien al Estado. Porque los hombres llegamos donde no llega el Estado. Por mucha policía que haya nunca será capaz de amortiguar o parar los golpes y dentelladas que pueda lanzar el hombre sólo y desamparado contra una sociedad. Sólo una amistad, la belleza de ciertas relaciones, es capaz de entrar en el caparazón del hombre moderno, convirtiéndolo en sujeto generador de bien. Es lo que nos recuerda D. Giussani: «Este es el abrazo profundo del Misterio, contra el cual no puede el hombre - aún el más lejano, el más perverso, el más oscurecido o más tenebroso - oponer nada, no puede objetar nada; puede desertar de él, pero sólo desertando de sí mismo y de su propio bien. La misericordia del Misterio queda como la última palabra, aún por encima de todos los posibles desastres de la Historia».
Esto, a nuestro entender, debería potenciarse dentro de este nuevo orden mundial del s. XXI. Hay que relanzar aquellas iniciativas generadoras de un tejido social fuerte y cohesionado capaz de crear un pueblo, un país donde los fundamentalismos y demás ideologías no sean capaces de manipular al hombre concreto o a todo un pueblo dirigiéndoles hacia cotas de violencia hasta ahora nunca imaginadas.
Bocatas

Pertenecer a un pueblo
El “yo” nace en la vocación y se desarrolla en una continua novedad, en un cambio continuo, en el asombro por la relación con esta Presencia paterna a la que pertenecemos. Viviendo la filiación a nuestro carisma, a tu persona, aprendemos a mirar todo como lo hace Dios hecho hombre: Cristo. Como sucedió con Abrahán, la promesa que Dios inició contigo se convierte en un pueblo que empieza a ser numeroso como las estrellas del cielo. Agradecidos de pertenecer a este pueblo y a través del camino del Veni Sancte Spiritus. Veni per Mariam, rogamos a la Virgen que nos conceda la gracia de la fidelidad a la vocación que su Hijo nos ha dado. Como tú, también nosotros queremos, en la sencillez, ofrecerlo todo. Un abrazo agradecido, “adhesivo” e infinito.
Gió y tus hijos de Paraguay

Sin perder el tiempo
Querido Gius: quería darte las gracias porque después de estar durante seis meses rebelándome ante el amor grande y cotidiano que me cercaba, estando acompañado (estoy apunto de casarme), he descubierto en uno de tus libros que tú, en tu vida, también te has tomado en serio esta rebeldía, te has tomado en serio todo lo que pasaba en tu vida y, por lo tanto, también todo lo que pasaba en mi vida. No pensaba que pudiese haber alguien así. Pero lo que más me mueve, lo que más me hace preguntarme y me vuelve curioso es el hecho de que tú, “aun” habiéndote tomado en serio todo, incluso las cosas malas, estás contento y sigue interesándote todo. Por eso, arde dentro de mí el deseo de hacer mía la totalidad que vives, más allá de la cual nada es interesante por sí mismo. Estoy seguro de que si empleo toda mi existencia en preguntar, buscar y disfrutar de la vida que me comunicas, con tu ayuda y la de nuestra compañía nunca podré volver a decir que he perdido el tiempo.
Marco, Abbiategrasso

Querida Profe...
Os envío la carta que me escribió una antigua alumna mía. Nuestra relación nació en clase y siguió luego con el apoyo de Familias para la Acogida, tras abandonar los estudios. Ahora se hospeda en una comunidad terapéutica para la recuperación de drogadictos. «Vagabundeando por mi mente encuentro a menudo tus ojos oscuros y siento sobre mi piel tu abrazo que me envuelve lleno de amor. Pienso que nuestro encuentro será inolvidable, porque eres una persona que estuvo a mi lado cuando todos me esquivaban y me diste fuerza para luchar y salir adelante. ¿Sabes?, a veces te miraba mientras preparabas la comida y tenía envidia porque no lograba entender dónde encontrabas tanta energía para superar todas las dificultades. Quería ser como tú, pero no lograba más que escapar de mí misma y de la realidad. En los momentos más negros tú seguías presente animándome a creer en algo, a buscar un significado. Siento que lentamente estoy cambiando, que me estoy haciendo una mujer. Es duro, pero sé que si quiero empezar a vivir, debo abandonar todas esas cosas fútiles a las que estaba apegada. Por tus cartas veo que tú sigues siendo la de siempre, la que he conocido».
Elena, Cesena