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Huellas N.8, Septiembre 2001

MEETING

Abrahán el contestatario

Alessandro Rondoni

El que estaba abocado a vender ídolos en la tienda paterna se convierte en padre de los creyentes en el Dios único. Esto es lo que le sucedió a Abrahán, el elegido de Dios, que rompió con el politeísmo de entonces y fue bendecido con una descendencia que perdura todavía hoy.

El pasado 22 de agosto, Elia Kopciowski, rabino jefe de Milán, intervino en una abarrotada conferencia en el Meeting de Rímini sobre la figura y la historia de aquel hombre llamado a dar vida al mayor flujo de descendencia.

Estudioso del judaísmo, cuenta con numerosas publicaciones en su haber; ha realizado estudios en Roma e impartido clases en Milán y Trieste. Fue presidente de la Asamblea de Rabinos de Italia. Tras ser felicitado afectuosamente por sus 80 años apenas cumplidos, Kopciowski expresó su propias convicciones: «Sobre Abrahán la Torah nos dice poco, no nos ofrece indicaciones precisas. A diferencia de los demás personajes de la Biblia, el padre de los creyentes se nos presenta con pocas referencias sobre su vida». A continuación, indagó sobre los “silencios” del texto sacro apoyándose en las interpretaciones que hacen los Midrash de los pasajes de las Sagradas Escrituras, que ofrecen parábolas incluso de Ur y de su familia de origen. La intención del texto sería concentrar la atención en la esencia de la personalidad de Abrahán.

¿Quién fue su padre? Un fabricante y constructor de ídolos. Cuando Abrahán entró a trabajar en la tienda paterna, en vez de vender a los clientes los ídolos trataba de disuadirles. Su padre se enfureció y la reacción de la sociedad del tiempo fue tan violenta que Abrahán fue condenado por el rey y arrojado a un horno ardiendo. Pero salió con vida de él. Kopciowski sugirió por eso como título de la conferencia “Abrahán, el contestatario que construye el futuro”.

«A Abrahán le llamaríamos hoy contestatario, porque no aceptaba ni la idolatría ni la injusticia. Para llegar a la concepción del Dios único debe haber vencido un largo conflicto interior». Comparando los textos con el lenguaje de las parábolas, Kopciowski subrayó la enseñanza que de ellos deriva: «Para forjar una nueva sociedad es necesario eliminar todo lo que puede impedir su nacimiento, demostrando su falsedad. La lucha de Abrahán está simbolizada en aquel horno entendido como fragua de ideas, de ídolos, auténticos obstáculos para la afirmación del Dios único. No se puede pasar del ambiente idolátrico de Ur al país que es lugar de la santidad con un simple traslado de un lugar a otro. Hay un recorrido que hacer. Incluso la elección del Señor sobre Abrahán, indicándole que vaya a la tierra prometida, se cumple cuando Abrahán elige al único Dios».

El padre de todos los creyentes tuvo así una numerosa descendencia. Kopciowski recordó la profecía que dice: «Cuando los pueblos reconozcan, sin nombres diferentes, al único Dios, entonces existirá la fraternidad. El monoteísmo tuvo su cuna en el judaísmo y generó la libertad del hombre con respecto al miedo, con respecto a su pueril y a menudo enferma fantasía obligada a fabricarse ídolos. Con la elección de Abrahán, primer monoteísta, se produce una revolución ideológica, el comienzo de una nueva civilización de libertad, justicia y misericordia, en donde el amor al prójimo se cumple en la enseñanza del amor a Dios».

Kopciowski mostró todo su carácter al poner en cuestión, en torno a unos pasajes y versículos de los textos sagrados, algunas “sutilezas” terminológicas que se revelan, en realidad, como algo más que meros detalles. En este sentido, la traducción de la invitación a Abrahán “serás una bendición” hay que entenderla, según el rabino, como una invitación perentoria: “sé tú una bendición”; y la maldición de Dios que caerá sobre los que maldigan a Abrahán hay que entenderla en esencia como esterilidad. «El que no tenga en cuenta las palabras del Señor en la vida será estéril, no tendrá descendencia». Dios no eligió a Abrahán para premiarlo, sino para enviarlo a otros hombres y engendrar una descendencia. Su tienda fue un lugar abierto y cualquiera podía entrar y pedir consejo. El rabino precisó también que no se le dijo “Vete”, que parece más bien una expulsión, sino “ve por ti”, entendiendo así que la invitación del Señor tiene que ver con el interés del hombre. Además Kopciowski afirmó que «así como los judíos son conscientes de que nunca han sido muchos en número, reconocen también que el “padre de las multitudes” lo es tanto de la estirpe étnico-genética como de la ético-espiritual».