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Huellas N.8, Septiembre 2001

JUAN PABLO II

Cita en las montañas

Lorenzo Meloni

«No se había visto una multitud tan viva acoger a Juan Pablo II en un día de diario y nunca se había visto a un Papa tan contento de recibir una visita» (Telediario regional del Valle de Aosta, edición de la noche del 16 de julio).

Para el CLU de la Cattolica de Lugano y de Piacenza, el 16 de junio podía ser un día como cualquier otro, de unas vacaciones como tantas, transcurridas en el sitio de siempre - La Thuile- y en el hotel de siempre. En cambio, el 16 de junio fue una jornada memorable, porque estaba marcada por el encuentro con el Papa.

El día anterior ya comprendían que algo extraordinario se estaba preparando, porque don Pino había anunciado: «Mañana, ¡cita con la Historia! ¡Jornada histórica!». Al día siguiente, a las cuatro menos cuarto de la tarde, partimos unas 500 personas en un centenar de coches hacia Les Combes, el lugar donde el Papa estaba pasando unas vacaciones, y allí llegamos hacia las cinco.

La Policía y el servicio de seguridad nos colocaron detrás de las vallas al lado del camino. Empezamos a ensayar cantos y a preparar una pancarta que decía «Comunión y Liberación saluda a Juan Pablo II». Pensábamos colocarla en un sitio bien visible.

Mientras esperábamos - alrededor de una hora y media - algunos buscaron un sitio mejor, otros cantaban canciones alpinas y otros sencillamente charlaban. A todos, sin embargo, nos embargaba una extraña y alegre impaciencia que hizo que apenas oyésemos un «¡Ya llega! ¡Ya llega!», volviéramos la cabeza y dirigiéramos nuestra mirada en la dirección del el ruido de unos motores. Por detrás de una curva aparecieron dos motocicletas y un todoterreno, detrás del cual avanzaba lentamente el coche del Papa.

Entonamos el Sto-lat, un canto polaco de felicitación y él sonreía, con el rostro moreno, y movía la mano contento por la sorpresa que le habíamos preparado.

Algunos de nosotros conseguimos tocar su mano, otros, sólo verle de lejos; pero todos podemos decirnos testigos de la humanidad excepcional que este Papa encarna.

El encuentro, que duró pocos segundos, nos puso delante de la misma pregunta que los apóstoles se hicieron delante de Cristo: «Pero, tú, ¿quién eres?».