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Huellas N.7, Julio/Agosto 2001

LORETO

La marcha de los 40.000

Giorgio Paolucci

El pasado 9 de junio un gran número de personas peregrinó a pie desde Macerata a la Santa Casa de María; el camino estuvo jalonado por testimonios, cantos y el rezo del Rosario. Entrevista a don Giancarlo Vecerrica, impulsor y guía incansable de esta peregrinación desde hace 23 años


Saludo de don Giussani a los participantes en la peregrinación

¡Una mujer a la que Dios llamó ‘madre’! La humanidad de esta voz resuena a lo largo de la historia del mundo. El mundo entero está hecho de hombres pequeños, incapaces de vivir por sí mismos en la verdad si no tienen esta madre. Sólo esta fe puede hacer que nos sintamos acompañados a cada paso. Porque si caminar juntos no nos ayudase a tener certeza sobre nuestro destino, no sería una compañía verdaderamente humana.
La muchedumbre de esta peregrinación hace de nosotros una única realidad. La devoción a la Madre de Dios testimonia la realidad admirable que ha acontecido en el mundo. Vuestra peregrinación hace viva y evidente la fuerza de la fe: la religión no es «un olvido leve de la fatigosa vida», o «un pensativo ansiar quietud» - como decía un poeta ahora desconocido - sino una paz que encuentra en el sacrificio su seno materno y su motivo de ferviente actividad humana.
Pidamos a María que a nuestra vida se le conceda esa verdad que en otros parece imposible hallar. Y que esta memoria que impregna toda nuestra vida nos otorgue certeza en el amor de Su Hijo Divino, para que nuestras obras construyan la gloria de Cristo en este mundo.
Deseo que la devoción a María se encarne en cada uno de nosotros, como testimonia el Papa, y que el misterio trinitario penetre nuestra humanidad personal y colectiva.
don Luigi Giussani, 9 de junio de 2001

«La noche no es menos maravillosa que el día, no es menos divina. De noche resplandecen luminosas las estrellas y se dan revelaciones que el día ignora. La noche está más próxima a las cosas más esenciales y a los elementos de la naturaleza que el día». Las palabras de Berdjaev parecen escritas aposta para las cuarenta mil personas en camino desde Macerata hasta la Santa Casa de Loreto. Las cosas más esenciales y los elementos de la naturaleza: la naturaleza tiene el rostro de la luna que en algunos tramos es la única fuente de luz que ilumina el recorrido, de las estrellas que agujerean el velo de nubes del cielo, de las luciérnagas que mandan sus destellos desde la espléndida campiña de Las Marcas.
El sudor que desciende copioso sobre las sienes, los músculos de las piernas que se endurecen progresivamente, el sueño que llama a las puertas del cerebro, el cansancio de no pararse durante 28 kilómetros, otorgan todavía más carnalidad a las peticiones que cada uno ha llevado consigo. Esas peticiones las repite cada cual en su corazón, las confía al rosario que desgrana entre las manos y a las notas de los cantos que resuenan en el aire, las siente evocar en los testimonios que se suceden durante la noche, amplificados por los altavoces que acompañan a esta kilométrica serpiente humana en camino. Leda, joven albanesa encerrada en un tugurio después de haber sido forzada y maltratada por sus explotadores porque se negaba a prostituirse, fue recogida en un hospital por don Benzi y ha encontrado amigos verdaderos en una casa-familia de la asociación Juan XXIII, desde donde ayuda a otras mujeres a salir de ese círculo de muerte. María, alcohólica y madre de dos hijos, ha finalizado el itinerario de recuperación propuesto por la asociación Pars en el centro de Corridonia (Macerata) y ahora, a los cincuenta años, vuelve a comenzar desde el principio: «El alcohol es una respuesta artificial a las exigencias que llevo dentro. En la comunidad que me ha acogido he encontrado lo que sirve para todos: quiero deciros que la compañía de Dios a los hombres es la única fuente para no caer en el hoyo como yo, o para salir de él si has caído».
Al igual que a Leda y María, también a nosotros nos sucede lo mismo, aunque en circunstancias menos dramáticas: los límites no son ya un impedimento, sino que se convierten en el terreno de una petición más verdadera. La fragilidad humana ha encontrado el soplo de la gracia y nos engrandece.
Uno llega a ser más grande, escribe Camus, pero no a fuerza de escrúpulos: «la grandeza llega, si Dios quiere, como un día espléndido». Como la aurora, que hacia las cuatro de la mañana regala los primeros rayos de luz desde las colinas que preceden a Loreto y que al poco dejan entrever la silueta de la basílica; aunque parece muy cercana, sin embargo está aún lejana, pues los últimos kilómetros son un subir y bajar continuo que destroza las piernas hasta de los más atrevidos. Sería mejor no malgastar el aliento, y aún así todos son invitados a cantar con esas palabras sencillas que se han convertido en el himno de la peregrinación: «¿Sabes que existe en este mundo una gran casa?, es la morada de Nuestro Señor», y después, alzando los brazos hacia el cielo, como para reconocer de dónde llega esa energía que no esperabas, exclamar: «Llena de fuerza, de gracia y de gloria».
Después de nueve horas de camino nos encontramos ante la gran basílica en donde se custodia la Santa Casa de Nazaret, memoria de ese inaudito anuncio que trastocó a una chica de dieciséis años y que sigue trastocando al mundo: Dios se ha hecho uno de nosotros. Allí se encontraban para acoger a los peregrinos el cardenal Puljic, arzobispo de Sarajevo, que la tarde antes había presidido la celebración de la Eucaristía en el estadio de Macerata y el obispo de Nazaret, Marcuzzo. Junto a ellos, los de Loreto - Comastri -, de Macerata - Conti - y el de San Benedetto del Tronto - Gestori -. Los mensajes enviados por el Papa, la Conferencia Episcopal Italiana, los cardenales Stafford y Sepe, y sor Lucía, la única superviviente de las apariciones de Fátima, reflejan la mirada benévola con la que la Iglesia contempla este gesto. La Iglesia tiene aquí las facciones de un pueblo que se ha dejado guiar hacia su destino, tiene cuarenta mil rostros que se han mirado durante una noche, tiene el semblante sudoroso de Gianfranco, que a los sesenta años ha empezado a comprender que «a través de la mirada de los amigos que han caminado conmigo pasa la respuesta más verdadera a las exigencias que llevo dentro; ser una pequeña parte de este pueblo es como experimentar la compañía física de Jesús».

Publicamos a continuación el mensaje enviado por sor Lucía a los peregrinos
«A los jóvenes peregrinos de Loreto, sor Lucía y todas sus hermanas carmelitas del Monasterio de Santa Teresa de Coimbra saludan y prometen unión en la oración en esta peregrinación mariana. Que la Santísima Virgen dé a todos bendiciones y les conduzca siempre por el camino del bien».
1978: el comienzo

En 1978 un grupo de trescientas personas peregrinaba al santuario de la Virgen para darle gracias por el curso escolar que acababa de terminar y confiarle su existencia. Estudiantes de bachillerato, algunos universitarios y don Giancarlo Vecerrica, entonces joven profesor de religión en Macerata, fundador y promotor de un gesto que no deja de crecer y que hoy nos sigue impresionando

A CARGO DE G.P.

De 300 a 40.000, sobre todo jóvenes. ¿Es el resultado de una operación inteligente de marketing religioso o hay algo más?
El marketing no va conmigo, pero creo que conozco bastante bien a los jóvenes. Ellos se dan cuenta de forma más aguda de las preguntas sobre la existencia, y también de la cortedad de las respuestas que circulan por ahí. La realidad juvenil no puede sostenerse con un “probar de todo” para pasarlo bien, ni con consejos más o menos moralistas: debes ser honrado, debes sacar buenas notas, debes estar a la altura de los demás, debes respetar el medio ambiente... Ellos no piden consejos, sino conocer el sentido del dolor y de la alegría. Tienen necesidad de adherirse a una propuesta fascinante para la vida y de ver a alguien que la haya hecho suya. Se dan cuenta enseguida cuando los llamados valores son sólo palabras vacías en los labios de sus padres o de un educador, y en qué medida, en cambio, representan la pasión de vida de los adultos. Este año ha venido un gran grupo de gente que no frecuenta ambientes católicos, pero que quiere ver, comprender, respirar este clima.
CL promueve esta iniciativa que cada año cuenta con personas de toda procedencia: diversos movimientos, Acción Católica, scout, parroquias... ¿Es un signo de esperanza para la Iglesia?
En la raíz se encuentra la percepción de que el hombre no se mantiene por sí solo ante el Misterio, la percepción de que si se confía a una compañía de personas puede caminar hacia el destino para el que ha sido creado. La belleza de la peregrinación es que dentro de este pueblo que camina cada uno se siente como en casa, cada uno encuentra su sitio sin renunciar a lo que le resulta más querido. Con este gesto se confirma de manera conmovedora la verdad del ecumenismo propio del carisma de don Giussani: la fe es una experiencia verdaderamente humana que puede proponerse a todos, porque responde a la espera del corazón.

HIMNO A LA VIRGEN DE LORETO
(Adriana Mascagni)

Mar de gracia, María generosa
Vía entre las vías de los destinos humanos
Tú que con nosotros caminas peregrina
Tiende Tu mano tan buena y preciosa

Esposa divina, Reina poderosa
Tú que de Luz eres Madre y Soberana
En esta noche de oscuro camino
Mantén Tu paso cerca del mío

Hija del Hijo, criatura suprema
En Ti se desvela el Misterio que te ama
Tú del Inmenso Infinito señora
A estos tus hijos finitos perdona

Oh Primavera en que brota el secreto
De este mundo y de todo lo creado
Tú que la Vida a la vida has donado
Da nuevo pálpito al corazón herido

Bella, más bella que la mañana pura
Hacia Tu casa guíanos, oh Señora,
Entre aquellos muros podré hallar reposo
Y una sonrisa robar de Tus ojos

La más verdadera de todas las mujeres
Muéstrame el Rostro Resucitado
Fe y Esperanza de quien vive y muere:
Jesús presente, Tu don de Amor