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Huellas N.5, Mayo 2001

LONDRES

Newman, Giussani y el almirante Nelson

a cargo de Alberto Savorana

Presentación de El Sentido Religioso en la capital inglesa, una apología de la razón abierta a la realidad en la patria del empirismo. Un testimonio de pertenencia que ha acrecentado la certeza la comunidad


«En un mundo de fugitivos [todos huyen frente a la inevitabilidad de establecer un sentido para la vida, sea este el que sea, cuando es la finalidad por la que en última instancia hacemos todo], la persona que toma la dirección opuesta parece que huye». Londres, última hora de la tarde del martes 27 de marzo. Llueve. Mientras todo el mundo fluye por las calles y toma el camino de su casa, lejos del centro abarrotado de gente y de coches, algunos toman la dirección opuesta: unas doscientas personas se dirigen hacia Trafalgar Square. Aquí, en la City, se encuentra el corazón económico y político de Londres. Entre bancos y embajadas, la estatua del almirante Nelson, símbolo del dominio inglés sobre el mundo, resalta sobre una alta columna, y es testigo silencioso de lo que ocurre más allá de las amplias vidrieras de la Canada House. Aquí la McGill-Queen’s University Press de Montreal y Comunión y Liberación han organizado la presentación de The Religious Sense de don Giussani.
Reunieron a tal efecto a John Zucchi, traductor del libro y profesor en la universidad de Montreal, a Michael Waldstein, presidente del Instituto teológico de Gaming y al padre Ian Ker, profesor en la facultad teológica de la universidad de Oxford y el más autorizado estudioso del cardenal J.H. Newman, un grupo muy variopinto. Entre otros asistentes, pudo verse a Hon Clare Short, ministro del gobierno Blair; el padre Ian Boyd; Paul Donovan, periodista de The Universe; Stratford Caldecott y el pastor Martin Smyth, líder de los protestantes norirlandeses con escaño en el Parlamento de Londres, y compañeros de trabajo de los amigos de la comunidad de Londres...
«Vivir intensamente la realidad». Esta expresión de don Giussani fue el hilo conductor de la intervención de Waldstein, quien expuso el contenido del volumen insertándolo en el contexto del Curso Básico de Cristianismo que, partiendo del sentido religioso lleva hasta la Iglesia, pasando por la figura de Cristo. Y respondiendo a una pregunta del público acerca de la utilidad de la lectura del libro de Giussani en una sociedad que parece haber cerrado las puertas a la búsqueda de la verdad, Waldstein aclaró que precisamente el uso de la razón como apertura sin límites ante la realidad es el antídoto más seguro ante un poder que trata por todos los medios de apartar al hombre de la búsqueda del significado, proporcionándole respuestas parciales que tienen la apariencia de la verdad, pero que a la larga no satisfacen.
Luego tomó la palabra Ian Ker, ponente agudo y vivaz, que trajo consigo desde Oxford todo el patrimonio de sus estudios en torno a la figura de ese gran converso del anglicanismo al catolicismo que fue el cardenal John Henry Newman - son suyas las meditaciones que el Papa ha escogido para el Via Crucis de este año -. El padre Ker es el más insigne conocedor de Newman. Desde el principio no pudo evitar comparar a su cardenal con don Giussani, descubriendo analogías y novedades. A continuación proponemos los apuntes de su intervención.

Ian Ker
A comienzos de los años 80 yo era capellán universitario. Vinieron a mi despacho algunos estudiantes italianos y fueron ellos los primeros en hablarme de un movimiento llamado Comunión y Liberación. Me sentí fascinado porque nunca había oído hablar de algo semejante en la Iglesia católica. Teníamos algo parecido en un contexto evangélico protestante, pero no en el ámbito católico. Aquellos chicos me dijeron que Newman había ejercido una influencia notable en Giussani, el fundador de su movimiento. Así, en 1997, compré El Sentido Religioso.
Apenas hube leído las primeras páginas, comprendí inmediatamente que había una influencia newmaniana, una comprensión de la razón análoga. Me recuerda al primer libro de Newman que leí cuando era estudiante y que me planteaba el significado de la vida: Apología pro vita sua. ¡Entonces no me imaginaba que pasaría treinta años de mi vida estudiando los libros de John Henry Newman!
Giussani, como Newman, ve la razón humana como algo mucho más grande de lo que había imaginado la Ilustración. Este es el pasaje que más me ha impresionado, porque es muy newmaniano, pero al mismo tiempo es nuevo, escrito con un nuevo lenguaje y en un contexto moderno: «La razón no está anquilosada, no está encogida, como se la ha imaginado tanta filosofía moderna que la ha reducido a un único movimiento, la “lógica”, o sólo a un tipo de fenómeno, a una cierta capacidad de “demostración empírica”». En otras palabras, la razón no es como la imaginaba la Ilustración, es decir, inductiva o deductiva. «La razón es mucho más amplia, tiene vida, una vida que se desenvuelve ante la complejidad y la multiplicidad de la realidad, ante la riqueza de lo real», palabra muy newmaniana: el pensamiento humano real, no el pensamiento que los empiristas ingleses imaginaban; una concepción mucho más concreta de lo que los empiristas ingleses eran capaces de aferrar. La razón es ágil, va a cualquier sitio, recorre muchos caminos. Me ha impresionado mucho un famoso pasaje en los discursos universitarios de Newman en el que habla de la mente humana comparándola con un escalador que afronta la subida a una montaña.
Cuando leí el libro lo encontré tremendamente cautivador. Como discípulo de Newman he encontrado la misma aproximación a la razón humana y al sentido religioso, pero los pensamientos están expresados en un lenguaje y en un contexto modernos con abundancia de citas, en particular de la literatura moderna, que hacen vivo el significado del pensamiento humano. El pensamiento humano que puede alcanzar todo su potencial únicamente en el sentido religioso. Y aquí encontramos el tipo de cosas que me resultan familiares por la lectura de Newman pero, como decía, de una forma nueva, contemporánea. La razón y todo el pensamiento humano, no sólo el deductivo o el inductivo, sino todo el pensamiento humano me daría el derecho de estar seguro, por ejemplo, del amor de mi mujer, si estuviera casado. Esto es algo que no se puede demostrar con la deducción o con la inducción. Y existen muchas certezas en la vida que no permitirían vivir un solo día sin estar seguros de todas esas cosas que no pueden ser demostradas ni lógica, ni empírica, ni científicamente.
Y no solo esto. Leyendo a Giussani he comprendido que el pensamiento humano no actúa en una especie de nada como individuo que mira el mundo desde un punto de vista totalmente aislado. Antes bien, todos nosotros estamos enraizados en una tradición. Los filósofos de la ciencia no dejan duda acerca de esto: los científicos no trabajan dentro de una nada, trabajan dentro de una tradición científica y se basan en aquello que se ha hecho antes, trabajan en un contexto ya conocido. Giussani es muy claro respecto a la importancia de la tradición; y también respecto a la voluntad, porque el pensamiento humano no es una especie de cámara de fotos que observa la realidad, sino que es toda nuestra personalidad la que resulta implicada. En su Apología, Newman escribía: «No es la lógica lo que me da impulso, sino que es toda la persona la que impulsa». Nuestra voluntad está implicada porque debemos tener el deseo de comprender. Sin ese deseo somos como Bertrand Russel, para el que preguntarse si la vida tiene un significado es una exigencia sin significado; esto supone detener ese deseo en su origen. Sin embargo es un deseo que está en todos nosotros como seres humanos.
También he percibido en el libro que don Giussani subraya el sentido de pertenencia a una comunidad. Dejadme que os lea otra cita de Giussani que me ha impresionado de manera muy fuerte y viva: «Cuando un hombre crece en la vida con su tradición entre las manos, pero la abandona antes de haberla utilizado con lealtad y a fondo, antes de haberla probado verdaderamente, esa actitud respecto a un instrumento tan original de la naturaleza denuncia una postura desleal con los demás aspectos de la vida, pero sobre todo consigo mismo y con su propio destino».
Naturalmente, Giussani llega al final a la plenitud de la razón, como hace también Newman. La plenitud de la razón en El Sentido Religioso es el deseo ilimitado del hombre de comprender la vida, de comprender el mundo, un deseo que sigue apremiando hasta alcanzar aquello que llamamos Infinito o misterio de Dios. Giussani es muy claro, como Newman: el Misterio no significa algo vago, confuso, sentimental, que llamamos “misterio” porque no tenemos ni idea de lo que es, sino que apunta sobre todo a la realidad suprema a la que llamamos “Misterio”, porque el pensamiento humano puede comprenderla sólo hasta cierto punto, puede comprender solamente algunos aspectos suyos de forma limitada.
Pero el hombre ha aprendido de ese Misterio que la conclusión del camino de la razón se encuentra en la fe religiosa, que no es el rechazo de la razón, sino la plenitud de la razón humana dinámica y potencial. Y después, al final del libro, Giussani dice nuevamente algo absolutamente newmaniano, cuando, hablando de Newman, afirma que el Evangelio “responde a una pregunta”, como diríamos nosotros los ingleses. Giussani lo dice de forma ligeramente distinta, pero con el mismo espíritu: la hipótesis de la revelación cristiana es extremadamente oportuna, responde al deseo humano, se adapta al corazón y a la naturaleza del ser humano.
Los ingleses pueden leer este libro con gran beneficio, y yo, que ya lo he leído como apasionado estudiante de Newman, estoy esperando con ansia comprar los otros dos volúmenes.

Querido don Giussani:
«Nuestro carisma es algo grande en la historia», nos has dicho recientemente. Nosotros lo hemos tocado con la mano. Invitar a compañeros y conocidos, como cada uno de nosotros ha hecho, y encontrar una tan inesperada correspondencia, tanto en personas que han acudido como en las relaciones que continúan, nos ha hecho comprender que comunicar a todos lo que somos nos hace crecer, incrementa nuestra certeza y por tanto nuestra madurez. Nos lleva a arriesgar. Durante años habíamos pensado en un acto como el de la Canada House y no creíamos que fuésemos capaces de hacerlo. Ahora que ha sucedido, estamos asombrados porque verdaderamente merece la pena arriesgar.
Para todos nosotros ha sido una ulterior ocasión para comprender el atractivo que tiene la experiencia del movimiento y la envergadura cultural de lo que nos enseñas con tu vida. Después de este episodio estamos todavía más ciertos de ser llamados a dar testimonio en esta “tierra de frontera”, como tú la llamas. También aquí, en donde todo parece ir en contra, existen hombres que esperan la Grandeza que a través de tu paternidad humildemente llevamos.
La comunidad de Londres