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Huellas N.3, Marzo 2001

INFORMÁTICA

Tecnología y sabiduría

Mario Gargantini

Después de cincuenta años de investigación informática, el padre Busa ha llegado al Index Tomisticus. Un libro, que es un himno a la razonabilidad de la fe, recoge sus hallazgos. El conocimiento señala siempre alguien que conoce a un “tú”»


Hoy es normal pensar en el ordenador como un procesador de textos; uno de los softwarwe más difundidos se llama precisamente Word, es decir, ‘palabra’, y ya ha entrado incluso en las escuelas elementales. Ciertamente, no era este el estado de las cosas hace cincuenta años, cuando un joven jesuita de Vicenza desembarcó en Nueva York para entrar en el templo de la informática, el centro de investigación de IBM, donde un ordenador ocupaba una habitación entera y no había nada que se pareciese a un disquete, un ratón o Internet. El jesuita se llamaba Roberto Busa y en la maleta, junto a los primeros manuales de programación, había incluido los textos de “su” santo Tomás, sobre los que ejercitaría su habilidad (y su paciencia) informática, hasta crear el Index Tomisticus, un importante análisis lingüístico de la obra del santo de Aquino, grabada en dieciséis kilómetros de cinta, que fue publicada entre el 1974 y el 1980 en 56 volúmenes y que ahora está disponible en CD-ROM. Esta obra marca el nacimiento de la informática lingüística, una disciplina de la que el padre Busa es pionero, como se reconoce universalmente. Pero no es sólo esto. Esta obra es también el material que se ha convertido en el alimento cotidiano para la reflexión y la meditación del autor, que no se ha limitado a radiografiar vocablos y frases, a triturarlos hasta convertirlos en bits y bytes, para después manipularlos electrónicamente: los veintidós millones de palabras en veintiuna lenguas, basadas en diez alfabetos y memorizadas inicialmente en doce millones de fichas perforadas (un total de 500 toneladas), han sido reunidas por él con el estupor ingenuo del explorador de nuevos mundos y con el respeto de quien considera la palabra, cada palabra, como la manifestación típica de lo humano. El rigor del análisis y la necesidad de emplear todos los recursos tecnológicos disponibles no le han impedido dejarse interpelar como hombre desde el río de términos que fluían por los circuitos del ordenador que, entretanto, superaban todas las oleadas innovadoras para alcanzar el reino multimedia y web.

Pensamientos numerados
Tecnología y sabiduría se han abrazado para dar vida a un conjunto de convicciones y juicios puntuales que el padre Busa ha podido finalmente confeccionar en 1261 «momentos de pensamiento», recogidos en el volumen Dal computer agli angeli [del ordenador a los ángeles] (Ed. Itaca-Bve, 2000). El estilo literario de los «pensamientos numerados», además de recoger ejemplos ilustres (desde Pascal a Wittgenstein), es particularmente acertado, porque consigue reproducir el tono y la inmediatez de la conversación con un autor que posee un modo muy característico de dirigir el discurso. Conversar con el padre Busa es una experiencia singular, que ayuda a comprender mejor sus ideas acerca del lenguaje y la comunicación. Cada una de sus frases es un acto creativo, es la destilación de reflexiones y conceptos que ha dejado sedimentar durante mucho tiempo, pero no son inertes; son ideas perennemente relacionadas con la realidad y entretejidas con la trama de una existencia dedicada por entero a la investigación, pero sensible al valor y a la belleza de las relaciones humanas.
Hablar con el padre Busa de ordenadores, de inteligencia artificial, de Internet, quiere decir hablar del hombre y de las “certezas vitales” sobre las que cada uno funda la vida y las relaciones más decisivas; a estas certezas están ligadas las “adquisiciones culturales”. Roberto está convencido de que en la raíz de cada expresión humana hay una serie de certezas primigenias, que están antes de toda palabra y de todo gesto. Tampoco la conciencia puede germinar y florecer si no es bajo el influjo de esa fuerza interior que constituye el espíritu humano y que él llama «ontología generativa»; ésta es la que genera cada actividad humana, incluida la escritura del software y la programación de un robot.
La misma concepción tiene de las repercusiones educativas. A la pregunta de cómo enseña a los niños a razonar y explicarse bien, el padre Busa responde invitando a incrementar (o desenterrar) el análisis gramatical y el análisis lógico: no tanto como un ejercicio mecánico, atestado de los tecnicismos de la lingüística contemporánea, sino como educación en la reflexión acerca de cómo “hablo yo”, acerca de lo que hay detrás de la palabra, de lo que sucede antes de que las palabras lleguen a expresarse. Concibe la lengua, por tanto, no como la formalización de reglas externas, sino como la expresión que se origina en la profundidad del yo, es decir, de esa realidad única «sólida, insoluble, llena de capacidades y deseos, consciente de su propia condición absoluta y derechos y de ser única: sólo yo soy yo».

Remontarse a las fuentes
Como consecuencia, da también una nueva definición de la interpretación, la que los estudiosos llaman ‘hermenéutica’ y que ahora está tan de moda. Cualquier text o escrito es la expresión de una inteligencia preexistente, que se transfiere a un soporte externo al autor, ya sea un pergamino, un folio de papel cuché o un CD-ROM.
La interpretación es el proceso por el cual las palabras “resuenan” en la mente del lector para poder aferrar el “más” y lo “original” con que resonaban en la mente de quien las escribió. La expresión externa estaba antes como expresión “interna”; para poder exteriorizarse, antes ha tenido que expresarse interiormente. «El pensamiento es el que realiza esa construcción, elabora los conceptos, que son pluridimensionales, ramificados e interconexos, hasta simplificarlos para poder traducirlos en una expresión lineal y comunicable. Interpretar es andar el camino opuesto, remontándose a las fuentes interiores de la palabra. Pero esto supone que la palabra tenga, en ambas mentes, significados comunes y, por tanto, reconocibles. La interpretación es la búsqueda de una sintonía, de un acorde casi musical, que tiene como resultado el conocimiento».

Visión antropológica
Su visión, tanto de la lingüística como de la informática, se apoya sobre una fortalecida visión antropológica, que le permite superar los nudos en los que se enredan las ciencias informáticas y ver los límites de las ciencias cognitivas, con las que muchos profesores intentan colmar la falta de compromiso personal en la educación.
Pero el valor del pensamiento y de la obra del padre Busa, tal y como emerge de los pixel que puntean los 1261 pensamientos de su libro, va más allá de la informática y de la lingüística. Son sorprendentes, por ejemplo, sus consideraciones sobre el conocimiento, «que siempre es la expresión de un yo que conoce a un tú»; hasta afirmar que «conocimiento y conciencia son intercambiables», porque no hay verdadero conocimiento sin un “yo” que tome conciencia, y la conciencia de sí implica uno o más “otros” para no verse reducida a un mero ejercicio verbal. Del mismo modo, sus observaciones sobre la creatividad son una clave preciosa para evaluar toda la empresa tecnológica; por ejemplo, cuando habla de la relación entre el hombre y la máquina como un sistema de interconexiones y reconoce al sujeto humano la capacidad creativa que participa del Creador.
Volver al Origen de todo es una de las constantes de su pensamiento: a menudo la expresa sin complejos; otras veces, bajo sutiles razonamientos; otras asume tonos confidenciales que le permiten hablar de Dios “Omnimedial”. En fin, una presencia constante y fecunda, que le permite superar con hechos, más que con complicadas teorías, el presunto contraste entre fe y razón.