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Huellas N.8, Septiembre 2000

BRASIL

Una cuestión de libertad

Giuliana Pasquarelli Pérez

En julio, la Compañía de las Obras organizó en Sao Paulo un Foro Internacional sobre la educación, con la participación del Ministro brasileño. Asistieron más de 500 personas


Lo sucedido el 1 de julio en el ámbito del evento organizado por la Compañía de las Obras ha trascendido el simple debate.
En la mesa redonda inicial intervinieron el Ministro de Educación, Paulo Renato de Souza, el obispo auxiliar de Río de Janeiro, Mons. Filippo Santoro, responsable del sector de educación de la archidiócesis de Río, y el diputado del Parlamento Europeo Mario Mauro. Se dieron asimismo varios testimonios de nuestra presencia en el campo educativo. Tomaron además la palabra el presidente de la CdO de Brasil, el profesor Benedito Scaranci Fernades y el presidente de la CdO italiana, Giorgio Vittadini, quien clausuró el congreso. Antes de la presentación del encuentro, Mons. Claudio Hummes saludó y agradeció a la Compañía de las Obras la organización de un foro de semejante importancia.
El acto de ese sábado, celebrado en el hotel Hilton de Sao Paulo, no muy lejos del centro histórico de la ciudad, bridó a dos culturas que desde hace mucho tiempo están enfrentadas en la historia de Brasil la oportunidad de confrontarse: por una parte, la de las personas adultas “que viven su relación a la luz del destino”, como dice Luigi Giussani en Educar es un riesgo - libro presentado durante el foro - y, por la otra, la de la llamada “mentalidad común”.
La primera propuesta clara sobre la educación nació en Brasil el 26 de abril de 1500, cuando Frei Henrique celebró nuestra primera Misa. En aquella ocasión fuimos llamados “Ilha de Vera Cruz” y, más tarde, después de una doble corrección, “Terra de Santa Cruz”. La mentalidad común, por lo menos en lo que a educación se refiere, parece que se abrió paso oficialmente cuando el marqués de Pombal expulsó a los jesuitas de Brasil, prohibiendo a su vez el ingreso de nuevos misioneros. Algún tiempo después, proclamada la independencia, el lema de nuestra bandera se convirtió en “Orden y Progreso”, como signo del racionalismo que trataría de dominar el curso de los acontecimientos del país.
Los jesuitas fueron los primeros en fundar escuelas y en estudiar las lenguas locales; en el siglo XVIII, entre los distintos defensores de la Universidad de Brasil, se encontraba el polémico padre Antonio Vieira. Y las buenas escuelas de los años sesenta, de las cuales el Ministro de Educación decía “sentir nostalgia”, se desarrollaron gracias al trabajo de salesianos, benedictinos, laicos y misioneros, además de los ya mencionados jesuitas. En su intervención, Ana Lydia Sawaya recordaba que las Santas Casas de la Misericordia son el origen de los hospitales actuales.



Público: al servicio de la persona

Mario Mauro citó varios ejemplos de acciones civiles plenamente públicas, es decir, al servicio de la comunidad en la que se desarrollan. El Parlamentario Europeo subrayó la diferencia entre “público” y “estatal”: el término “público” indica la “función” de una obra y no la “fuente de financiación” de la misma. Por eso, según el principio de subsidiariedad, el Estado debe apoyar las iniciativas que nacen de las personas y reconocer la soberanía de la persona. Por tanto, todas las obras creadas por la sociedad que responden a una necesidad concreta de la comunidad pueden convertirse en públicas. También la universidad, como demostraba la profesora Sawaya, si abandonase su academicismo, podría resultar extremadamente fértil.
Un ejemplo de trabajo que ha “escapado” de las redes del intelectualismo y que se interesa por las necesidades de la población es el CREN (Centro de Recuperación y Educación Alimentario) de Sao Paulo, cuya influencia ha cambiado parte de los cursos de estudio de la Facultad de Medicina de esta ciudad. En la misma línea, el profesor Carlos Cantero describió el trabajo con los profesores/tutores en la provincia argentina de Santa Fe; su función es la de crear espacios donde los alumnos puedan “encontrar el sentido del estudio y de la vida”. Nada de esto figura en los contenidos de la actual LDB (ndr, Ley Nacional sobre los Programas Educativos) que, según Mons. Filippo Santoro, valora al individuo sólo por sus capacidades productivas y por el ejercicio de sus funciones cívicas proponiendo una educación al servicio del Estado y no de la persona. Sin embargo, afirmó, “la ley omite totalmente el valor de la persona, que es su relación con el Misterio, con el Infinito, la relación que está en el origen de la creatividad y de la solidaridad”. Por eso, el ideal educativo no puede ser “el mito de la eficacia productiva y social”. No “orden y progreso”, sino libertad para educar y educación de la libertad.



Amor a la libertad

Al profundizar en la historia de la educación en nuestro país, se observa claramente quién trató de lograr formas para afrontar el problema de la educación poniendo en el centro a la persona y quién, a la organización. Ciertamente, la tasa de analfabetismo del país ha decrecido, pero ¿qué saben las personas hoy? Si han aprendido sólo a escribir su nombre, a hacer cuentas sencillas o incluso complicadas, si se han convertido sólo en buenos ciudadanos, podemos estar de acuerdo con Camus, cuando pone en boca de Calígula: “Los hombres mueren y no son felices”.
Como dijo Vittadini, en esto consiste la ambigüedad de la nueva LDB, en que no hace referencia clara a la persona y a la educación, con la excusa de dar más libertad al profesor. Pero, en la práctica, esta ley no admite que la enseñanza religiosa sea confesional, y menos aún que se use un método de enseñanza diferente del constructivista ni que los contenidos se aparten de la normativa nacional. Giorgio Vittadini recordó también, retomando la intervención de Mario Mauro sobre el principio de subsidiariedad, que, de hecho, es una mentira afirmar el pluralismo educativo cuando sólo la escuela estatal es gratuita, o decir que la familia tiene libertad para “mantener” a su hijo en la escuela, cuando la escuela no corresponde con su ideal de verdad.
Este amor al ideal, a la verdad y, sobre todo, a la libertad de todos los hombres resultó ser el motivo de fondo del encuentro. A través de los testimonios de las experiencias personales, se habló de la dignidad de la persona, de la totalidad del ser humano, de la educación en función del hombre. El principio podría sintetizarse en el testimonio de Virginia, directora de una escuela de educación infantil en Brasilia, a propósito de un caso especialmente difícil: “Educar es no olvidar el deseo de la criatura de ser acogida, de establecer una amistad conmigo, no olvidar que esa persona tiene un destino bueno”. De esta manera, en las ponencias sobre las guarderías, las escuelas y la universidad, hemos entrevisto, con gran alivio, la posibilidad ya en acto de concebir y realizar nuestro trabajo educativo no para “producir” ciudadanos - engranajes de un sistema ideológico -, sino para ayudar a los hombres a ser felices y, por tanto, libres.
Para que esto sea realmente posible, la Compañía de las Obras ha expresado algunos principios fundamentales de trabajo: defensa de la familia, libertad religiosa, libertad de enseñanza, solidaridad y subsidiariedad. Unas 550 personas han seguido el debate y escuchado los testimonios de quienes trabajan en una compañía viva siguiendo ya estos principios.
De hecho, la certeza y el coraje para construir sólo son posibles en la memoria del acontecimiento de Cristo. Gracias a esta memoria, los navegantes de la Orden de Cristo dejaron Portugal y las diferentes obras educativas se difundieron por Brasil, y gracias también a ella nosotros no podemos mirar a nuestro alrededor y ver que todo sigue como antes; por el contrario, todo se convierte en una novedad cada vez mayor. Es cuestión de libertad y de tiempo. Comparado con los problemas de la educación en Brasil, 550 personas no parecen mucho pero, en realidad, también los descubridores creyeron que Brasil era una isla...



Educación integral
Notas de la intervención de Monseñor Claudio Hummes, arzobispo de Sao Paulo, en la apertura del foro

Nos alegramos mucho de acoger este Foro Internacional y queremos agradecer a la Compañía de las Obras que lo haya organizado. Sabemos que la educación es algo importante para la vida humana y para la convivencia social; la educación siempre ha revestido una gran importancia para la Iglesia. Ésta se ha interesado siempre profundamente por esta cuestión, porque se considera y se reconoce educadora, con la misión de educar.
La Iglesia concibe, obviamente, la enseñanza como una educación integral, que debe alcanzar al hombre entero y a todos los hombres. Estos son aspectos que la Iglesia hace suyos y sobre los que insiste en toda ocasión.
La educación debe abarcar al hombre entero y, por tanto, no puede limitarse sólo a algunos aspectos de la naturaleza humana, igual que debe extenderse a todos los hombres, ser absolutamente democrática, no privilegiar ningún sector de la sociedad, estar al alcance de todos.
Para salvaguardar al hombre en su integridad, la Iglesia se ocupa, naturalmente, de la educación religiosa, del aspecto religioso del hombre, que forma parte de la naturaleza humana, pero esto no siempre se tiene en cuenta suficientemente. Otra cuestión difícil para la Iglesia es la de las escuelas católicas, que realmente ofrecen buenos servicios y que, de alguna manera, han acabado quedando penalizadas por la ley del impuesto sobre la renta de las asociaciones sin ánimo de lucro que hace pagar sus servicios. Una cuestión que necesita ser revisada. La Iglesia querría participar en esta discusión para poder avanzar verdaderamente en la cuestión de la educación integral.