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Huellas N.11, Diciembre 1999

ISRAEL

En su casa

A cargo de Consuelo Rubio Cárdenas

Mientras la comunidad cristiana protesta por la decisión de construir una mezquita frente a la Basílica de la Anunciación en Nazaret, visitamos Tierra Santa. A las puertas del 2000, la ocasión de conocer la continuidad del Acontecimiento cristiano. El encuentro con Samar, su historia y su obra

Samar Sahhar es una mujer palestina, perteneciente a los Memores Domini, que dirige un centro de acogida a niños necesitados o huérfanos en Betania. Nos recibe en el patio donde un centenar de chiquillos finaliza sus juegos y nos conduce a su despacho. Entre visitas de unos y otros que, curiosos, se acercan a ver quién ha venido a casa revoloteando alrededor de Samar y sentándose en su regazo le llaman mamá, ella nos cuenta cómo comenzó la obra despidiendo al curioso con un «Hijo, dame un beso y déjame ahora, que estoy atendiendo a estos amigos». A continuación su testimonio.

El hogar de Jeel-Al Amal
La Institución Social para la protección y bienestar de niños necesitados - cuenta Samar - fue fundada por mis padres en 1972. Somos ortodoxos, y las raíces de la familia Sahhar en Tierra Santa se remontan 2000 años atrás. El nombre aparece escrito en la capilla de Santiago en la basílica del Santo Sepulcro como una de las primeras familias que siguieron a Cristo. Cuando en 1972 se instalaron en Betania, alquilaron un pequeño establo para comenzar su proyecto de dar cobijo a diez niños huérfanos y abandonados. Para su sorpresa, los servicios sociales del ayuntamiento comenzaron a mandarles más y más niños. Realmente la situación desesperada de muchos niños en la zona era alarmante, en parte debido a la pobreza y por la misma cultura musulmana de rechaz y a estos desamparados (téngase en cuenta además que las leyes islámicas no reconocen oficialmente la adopción). Mis padres decidieron dedicarse a esta causa porque, como siempre han dicho, «Cristo cargó con su cruz, y nosotros cargaremos también con ella». Personalmente, desde un principio sentí la llamada a seguirles por el mismo camino.

Necesidades y fondos
Pronto pidieron un préstamo a una monja suiza y compraron un terreno que, providencialmente, estaba registrado con el nombre de «La tierra de Jesús». Aquello fue un signo para el matrimonio Sahhar, que inauguró el actual edificio en 1984. Hoy, la casa alberga a 95 internos, y otros 80 niños vienen al colegio a diario. Tenemos otra casa en Betania donde hemos comenzado el «Proyecto Lázaro», un hogar de acogida a niñas huérfanas. En la actualidad tengo diez hijas allí. Ofrecemos también ayuda a mujeres que han sido repudiadas por sus familias o que necesitan un lugar donde se les cobije atendiendo a sus múltiples necesidades. Se trata de una casa con dos áreas, una para las chicas y otra para residencia de los voluntarios que nos ayudan. Nuestro sueño es comprar un terreno contiguo al del orfanato para ubicar el Lazarus Home. La necesidad está ahí, pero los fondos aún no.

La misma compasión
Mirando por las ventanas del Hogar Jeel-Al Amal, se puede ver el tejado de la iglesia de Lázaro donde los peregrinos conmemoran uno de los más extraordinarios milagros de Jesús: el rescate de su buen amigo de las garras de la muerte. Pero si te aventuras un poco saliéndote del camino trillado, puedes descubrir que el espíritu de Aquel hombre y de sus discípulos es aún fuente de esperanza para los desamparados y para muchos indigentes que se enfrentan a una muerte segura. En la primavera de 1998, una mujer beduina que suele vender queso por los alrededores nos contó que había descubierto tres niños viviendo en un gallinero. Tenían la piel completamente infestada de sarna, y no habían asistido nunca al colegio.

Bálsamo y escudo
Tras un año de estancia con nosotros, hoy la mayor saca muy buenas notas, tanto que ya piensa en ser médico. Cuando la asistenta social visitó el hogar, no los pudo reconocer y preguntaba asombrada: «¿Les has cambiado la piel?». Los tres han encontrado por primera vez una familia que les quiere, se ocupa de su educación y les ofrece una esperanza de futuro.
Es conmovedora la historia de dos hermanitas obligadas a trabajar en los campos con sudor y miseria, donde la aridez y extrema dureza de ese espinoso terreno no tuvo compasión de su infancia. Su dignidad se iba hundiendo cada vez más en aquella tierra, donde sólo el cielo escuchaba sus gemidos, y sólo el Señor era su escudo y el que curaba sus heridas.

Herramientas
Nosotros ofrecemos nuestras personas como herramientas en manos de Otro para aliviar un mundo lleno de sufrimiento, y tratamos de llevar la presencia de Cristo a la vida de esos niños que nunca han conocido la paz ni la felicidad.
Un niño cuya familia se lo llevó hace cinco años, volvió por sus propios medios. Se había escapado de su tío porque quería asistir de nuevo al colegio. La policía intervino por una denuncia, y dándose cuenta de que el tío no tenía intención de ofrecerle una alternativa educativa, dijo: «Si no se sintiera querido aquí, no habría vuelto».
Muchos antiguos alumnos han salido para hacerse médicos, arquitectos y abogados; han fundado sus propias familias, y vuelven periódicamente por las fiestas familiares. Esta es su casa, aquí es donde han crecido.
Dado que la cultura musulmana no admite el apostolado en lugares de gobierno musulmán, nuestra misión se convierte en algo muy delicado. Los niños, por ejemplo, se consideran musulmanes desde el nacimiento, siendo impensable su bautismo aunque hayan sido abandonados. En el caso de que se produzca la conversión se llega a situaciones muy difíciles, ya que el converso es automáticamente rechazado por la familia, el entorno de amistades e incluso puede ser expulsado de los centros de enseñanza o trabajo. La misión es puramente el testimonio de nuestra propia vida.