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Huellas N.9, Octubre 1999

CANCIONES

Se pertenece y surge el canto

Adriana Mascagni y Claudio Chieffo

Adriana Mascagni y Claudio Chieffo durante una velada en la Asamblea Internacional de Responsables de CL, el pasado 21 de agosto.
Del seno de una experiencia, palabras y música para explicar un inicio y una historia



"No surgió algunos años después, no surgió ni siquiera un minuto después que el movimiento, sino que es lo mismo que el movimiento, es - puede decirse - su carisma. En la primera misa de GS, la primera de todas, allí, nació el canto del movimiento, como cuenta don Giussani: "Nos habíamos reunido en la iglesia milanesa de San Gottardo al Palazzo y diez minutos antes de la Misa me puse a enseñar Vero amore Gesù y O cor soave. Movía las manos como lo hacía mi maestro en el seminario, canté y me siguieron. Cinco minutos antes de la primera misa del movimiento nació el canto del movimiento. El inicio del canto del movimiento es el inicio del movimiento. No hay diferencia: nace el movimiento y se canta. Como un niño con su madre: se pertenece y surge el canto"".

Don Pino: Don Giussani ha querido que esta noche reviviésemos el inicio del canto del movimiento como el inicio del movimiento, a través de las dos primeras personas que vivieron y expresaron la historia que comenzaba a través del canto: Adriana Mascagni y Claudio Chieffo.

Claudio Chieffo: La mayor gracia que puede dársele a un hombre es la conciencia de sus propios límites, porque empieza a buscar a Dios y comienza un viaje que no termina nunca.

Ballata dell'uomo vecchio
La tristeza que hay en mí, / el amor que no hay / tienen mil siglos. / El dolor que te provoco, / la fe que no tengo / tienen mil siglos. / Ya soy viejo, soy viejo, sí; / tú lo sabes pero, aún así, permaneces aquí. / Yo quisiera ver a Dios, / quisiera ver a Dios / pero no es posible. / Él tiene la cara que tú tienes, / el rostro que tú tienes / y para mí esto es terrible. / Ya soy viejo... / Escúchame, quédate aún aquí, / vuelve a repetirme tu palabra. / Repíteme aquella palabra que / un día me dijiste / y que me liberó. / Yo quisiera ver a Dios.../ El miedo que hay en mí, / el amor que no hay / tienen mil siglos. / Todo el mal que conozco, / la fe que no tengo / tienen mil siglos. / Ya soy viejo, soy viejo, sí; / pero si tú quisieras, me salvaría. / Escúchame...

Adriana Mascagni: Compuse Non son sincera después de una experiencia en la Bassa milanesa. Yo no iba de buena gana: era comprometedor estar junto a aquellos niños sin hacer nada, simplemente estando con ellos, confrontando mi vida con una realidad distinta a la mía, que tenía que compartir. Y cuando volví a casa me di cuenta de la profundidad de mi inadecuación, inadecuación que se hace evidente cuando uno se confronta con alguien (porque cuando no nos comparamos con nadie estamos contentos de lo que somos); la inadecuación tanto en el bien como en el mal. Tuve una última presunción: que yo era dueña de hacer el bien o el mal, que estas cosas estaban en mi mano. Pero me di cuenta de que no era así, porque el mal es mucho más fuerte que yo. Sin embargo, afortunadamente, también el bien es mucho más fuerte que yo. Y por esto lo único que puedo hacer es adherirme y seguir.

Non son sincera (Cancionero pág. 217)

Adriana: Estaba en uno de los primeros encuentros de responsables con don Giussani escuchando palabras grandiosas ; pero de improviso me asaltó un pensamiento terrible: "Yo, ¿quién soy?". Se me escapaba mi propia consistencia. "Cuando digo "yo", ¿a qué me refiero?". Cuanto más trataba de definirlo, más veía únicamente oscuridad, se me escapaba cada vez más. Mientras, Giussani hablaba y yo escuchaba sus palabras; oía que hablaba de Jesús, de Dios; presa aún de este pánico, me lancé de nuevo a la escucha, y de repente percibí qué quería decir la palabra "yo": al afirmar al Ser, me descubría de nuevo a mí misma. No sé cómo, pero este "yo" seguía ahí todavía, y estaba aún más que antes. Pero tuve miedo, porque esta posición produce vértigo. Pero en este vértigo está la certeza de que hay Alguien que me hace, que existo porque soy hecha, y entonces la única posibilidad que queda es dejar espacio al deseo de entregarse al Ser para poder ser.

Il mio volto
Me miro, Dios mío, y descubro / que no tengo rostro; / miro hasta el fondo de mí y veo la oscuridad / sin fin. / Sólo cuando me doy cuenta de que Tú estás, / vuelvo a escuchar mi voz como un eco / y renazco como el tiempo del recuerdo. / ¿Por qué tiemblas, corazón mío? No estás sólo, / tú no estás sólo. / No sabes amar y eres amado, / y eres amado; / no sabes hacerte y sin embargo eres hecho, / y sin embargo eres hecho. / Como las estrellas en el cielo, / hazme caminar en el Ser, / hazme crecer y cambiar, como la luz / que crece y cambia en los días y en las noches. / Haz mi alma como nieve que se colorea, / igual que Tus tiernas cimas, al sol de Tu Amor.

Claudio: De las mismas cosas que ha dicho Adriana surgió otra canción.

I cieli (Cancionero pág. 189)
Adriana: Al mattino nació así: yo soy una dormilona y siempre me ha costado levantarme por las mañanas. En aquella época oponía todavía más resistencia, porque la mañana quería decir levantarse para preparar los exámenes y no tenía ganas ni siquiera de esto. Pero Giussani me ayudaba muchísimo: ponía a mi lado personas atentas que venían a buscarme a casa para llevarme a estudiar a la biblioteca Sormani, y una de estas personas era Peppino Zola. Aquella mañana vino a buscarme con la lambretta: de modo inesperado, me di cuenta de que la mañana, temprano, era estupenda; había aquel aire fresco, limpio y, sobre todo, la percepción de lo precioso del inicio, porque en el inicio está la percepción de lo divino, en el inicio está lo divino, el inicio es gesto del Misterio, es gesto de lo divino, y en ese gesto divino se encierra la promesa de una grandeza, de una gloria de la que todo lo que viene después, las horas del día, son como una tierna, frágil arcilla de la gloria, de Su gloria. Y entonces todos mis deseos se resumían en uno: "Que yo Te vea", y ésta es la mañana.



Al mattino
Por la mañana, Señor, por la mañana / mi ánfora está vacía ante la fuente / y en el aire que vibra y transluce / sé que puedes hacerme grande, Señor. / Y las horas del día, por la mañana / son tierna arcilla de tu gloria, / uno es el cauce de mi deseo / que yo te vea, y esto es la mañana.
Claudio: También a mí don Ricci me había puesto una persona al lado, ¡pero yo elegí a otra!

Ballata dell'amore vero (Cancionero pág. 174)

Adriana: En aquella extrañeza que sentía frente a toda la realidad, súbitamente sucedió el milagro de un vínculo fraterno que no habría esperado nunca, que no se daba sólo con aquellos que tenía al lado, sino que tenía las dimensiones del universo entero: este vínculo fraterno era Su casa, Su reino.

Grazie Signore (Cancionero pág. 201)

Claudio: Se ve cómo es un pueblo también por la forma en que canta.

Il popolo canta (Cancionero pág. 224)

Adriana: Pero en esta experiencia tan grandiosa y dramática, que es el redescubrimiento de la novedad al seguir a Jesucristo, también existe la traición, el momento en el que uno abandona; no es ya lo mismo, ya no es como al principio: "Sí, es bonito, es verdadero, pero...", y la memoria se va. Esto me sucedió de forma clamorosa cuando muchos amigos se fueron (había compuesto incluso una canción: "Amigos míos no os marchéis: sólo ahora luchamos"). Y bien, ellos se marcharon, pero esta semilla maléfica persiste en cada uno de nosotros, también en el que permanece. En esta lucha contra la traición, el mal como rechazo, como objeción, ha habido sólo una cosa que me ha sostenido verdaderamente: confiarme a Aquella que dijo sí.

Ave Maria, stella del mattino (Cancionero pág. 172)

Claudio: ¿Acaso puede una canción nacida en un sótano dar la vuelta al mundo, ser traducida a diversas lenguas, ser cantada delante de Su Santidad con ocasión del encuentro con los movimientos? ¿Puede esto una canción, sin el sostenimiento de los medios de comunicación? Puede únicamente si hay un pueblo y si este pueblo no olvida sus orígenes y a sus poetas.

Ave Maria, splendore del mattino

Adriana: Sucede con frecuencia que te das cuenta de que ha pasado un día sin haber hecho nada. Te das cuenta de que también la vida puede pasar así: llegar casi a la noche y, en el fondo, no haber hecho gran cosa. Queda todavía una posibilidad: salir, salir de casa de nuevo en Su busca. Es lo que me pasó una tarde. Había estado en casa todo el día sin hacer nada: un peso tremendo, una vergüenza... y tomé una decisión: "Voy a misa", y se estaba poniendo el sol.

Manca poco, fra poco è già sera

Claudio: Y la historia continúa.

Liberazione n.2
No me basta esta noche / un libro, una canción, / o el amor de una mujer. / Ni puede la confusión / borrar el aburrimiento / de una vida fracasada. / Pero Tú, sólo Tú puedes / llenar el vacío de mi mente, / abrir el corazón / de quien no siente; / y después jugar / con mis pensamientos, / hacerme sentir como recién nacido. / No entregaré mi vida / única y, sin embargo, vacía, / a la política idiota / o a un ideal falso / inventado por mí / del que soy dueño y esclavo. / Pero Tú... / Este extraño amor / ha nacido como un hijo / que nadie esperaba. / ¿Y por qué precisamente ahora / queremos ser los dueños / de un amor donado? / Pero Tú...

Adriana: Hacía mucho tiempo que no componía ninguna canción, estaba un poco enfadada con la música, hasta que tuve la oportunidad de hablar con don Giussani, y sucedió el milagro: Amiga del Misterio. Todo lo que he expresado con esta forma sencilla de la canción es lo que he recibido de él; a través de mi vida, ciertamente, pero a través de él, de su encuentro con Jesucristo, que se ha convertido también en el mío. El autor es él. Amiga del Misterio es la canción de mi presente, de mi hoy, pero el presente es tanto más presente cuanto más es transparencia del origen. La primera canción religiosa que compuse (antes hacía otras canciones: cancioncillas simpáticas, pero eran otra cosa) se titulaba Comunión; era un diálogo entre el alma y Dios: "No tengo nada para darte, no puedo hacer nada", y la respuesta era: "Ofrece". "Pero, ¿qué quieres hacer con mis inmundicias?". "El Reino de los Cielos". Ésta es la última canción, pero también en ésta está la conciencia de tener que entregarle todo, porque la amistad profunda que hoy me liga al Misterio pide todo. Sin embargo algo puedo pedir también yo: que todo lo que está destinado a terminar, todo aquello que es apariencia, perdure: la consistencia eterna de toda vida y todo tiempo, es decir, el acento eterno que es Él y el canto, porque como dice el Himno: "Lo creado calla y canta en el silencio el Misterio".

Amica del mistero

Claudio: Hace ya muchos años que componemos canciones. Pero, ¿para quién se hacen? Lo primero de todo, para el lugar de la pertenencia, el movimiento, y por tanto para todos; están hechas para los hermanos del movimiento porque están hechas para la Iglesia, porque están hechas para el mundo. No son para uso interno, no hay que avergonzarse. Son un anuncio, como éste, como este hombre que, arrollado por la visión de Dios, no deja ya de anunciarlo.

E verrà

Povera voce


(Para los textos de las canciones ver: Il libro dei canti, Jaca Book, y Canti, Cooperativa Editoriale Nuovo Mondo)