IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.9, Octubre 1999

EEUU

Obispo en movimiento

John Vlazny*

Recibimos y publicamos con gusto el testimonio del responsable de la diócesis de Portland, en Oregón, que participó en el encuentro de Roma sobre los movimientos.
El encuentro con CL y la perspectiva de la misión.
"La santidad está fundada sobre el Bautismo"




S.E.monseñor John Vlazny junto al P. Jerry Mahon.
Entre el 5 y el 19 de junio tuve el privilegio de participar junto con un centenar de cardenales y obispos procedentes de todos los lugares del mundo en un encuentro organizado por el Consejo Pontificio para los Laicos. El tema de nuestra reflexión era "Movimientos eclesiales y nuevas comunidades en la actividad pastoral de los obispos".
Fue un verdadero honor haber sido invitado a esta reunión, que ciertamente reavivó mi fe y mi entusiasmo. Tengo la sospecha de que mi invitación procede de algunos amigos de CL a quienes conocí en mi anterior diócesis de Winona, Minnesota. Contactamos a través de monseñor Gerard Mahon, párroco de la iglesia de St. John en la periferia de Rochester. Durante el último año de mi servicio episcopal había sondeado la posibilidad de invitar a algunos miembros de los Memores Domini a establecer una casa en nuestra vastísima comunidad. El padre Jerry había conocido el movimiento a través del encuentro con un médico que estaba llevando a cabo una investigación en la Clínica Mayo de Rochester. Algunos de ellos han venido recientemente a visitarme a Oregón. Son verdaderamente una gracia.
Como muchos de vosotros sabéis, a finales de mayo de 1998 muchos miembros de estos movimientos eclesiales, alrededor de 500.000 personas, participaron en un extraordinario encuentro con Su Santidad Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro la vigilia de Pentecostés. El Papa les recordó que, bajo la guía del Espíritu Santo, la Iglesia ha redescubierto este aspecto carismático como algo constitutivo. Esta conciencia es al mismo tiempo una gran oportunidad y un gran desafío para aquellos de nosotros que están implicados en la guía de las iglesias locales en todo el mundo.
Algunos años antes, en su importante encíclica sobre la misión, Redemptor hominis, Juan Pablo II escribía: "Dentro de la Iglesia existen diversos tipos de servicios, funciones, ministerios y modos de promover la vida cristiana. Recuerdo, como un factor de novedad que está desarrollándose en muchas iglesias en los últimos tiempos, el rápido crecimiento de los movimientos eclesiales, llenos de dinamismo misionero. Cuando estos movimientos buscan con humildad llegar a ser parte de la vida de las iglesias locales y son acogidos por los obispos y por los sacerdotes dentro de las estructuras diocesanas y parroquiales, representan un don real de Dios para la nueva evangelización y para la actividad misionera estrictamente entendida. Les insto a que estén abiertos, y que sean utilizados para suministrar energías frescas, en particular para la misión entre los jóvenes, a la vida cristiana y a la evangelización".

La primavera de la Iglesia
Actualmente soy responsable de la Archidiócesis de Portland, en Oregón, y ahora conozco mucho mejor la presencia de los movimientos en nuestra iglesia local. El viernes 2 de julio de 1999 ordené diáconos a dos miembros de la fraternidad People of Praise, un movimiento nacido entre los grupos de oración ligados a la Renovación Carismática. He aprendido mucho con respecto a las posibilidades de evangelización, a través de miembros de movimientos como CL, los Neocatecumenales y los Focolares. Mi antigua amistad con los Memores en Rochester ha supuesto una gracia particular para mi vida desde entonces.
Durante el reciente encuentro en Roma, el cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha recordado a los obispos algunas experiencias difíciles vividas por la Iglesia en los años 70, después del primer esfuerzo por llevar a cabo las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Más que hacia una nueva primavera, la Iglesia parecía dirigirse hacia un largo y frío invierno. Entonces sucedió de improviso algo que nadie había previsto. El Espíritu Santo volvió a despertar la fe, en particular entre los jóvenes, "que la abrazaron sin condiciones, sin miedos, incertidumbres o escapatorias". El entusiasmo que los jóvenes llevaron a muchos movimientos indujo a algunos responsables de la Iglesia a temer que aquello pudiera ser un obstáculo para sus reflexiones y para sus proyectos, orientados a una Iglesia completamente diferente. De nuevo es verdad que toda acción del Espíritu sobrepasa los proyectos humanos.
Hay que decir que cada movimiento ha traído consigo sus propios problemas de crecimiento. Los movimientos, entonces y también hoy, pueden tender a una cierta reclusión y autonomía, que les hace incapaces de ser participantes activos en la vida de diócesis y parroquias. Su celo y su entusiasmo, desgraciadamente, les ha empujado a veces a tomar distancia con respecto a la "vieja Iglesia institucional", destinada, a su juicio, a caminar siempre arrastrándose. Como todos nosotros, también ellos tenían que volver a aprender la importancia de la permanente estructura de base de la vida de la Iglesia, que asegura la continuidad en la organización eclesiástica a través de la historia. Parroquias y diócesis, ellas también, tenían que recordar que el Espíritu Santo está siempre lleno de sorpresas que revitalizan y renuevan la Iglesia, pero siempre a través de fatigas y fricciones.

Cinco criterios
Los movimientos verdaderamente eclesiales nacen en torno a un líder carismático, y forman comunidades seriamente implicadas en vivir libre y plenamente el Evangelio, que reconocen a la Iglesia como fundamento de su vida. El cardenal Ratzinger ha propuesto cinco criterios con los cuales discernir su verdadera naturaleza eclesial: 1) seguimiento con nitidez del papa y de los obispos como legítimos guías del pueblo de Dios; 2) deseo de vivir la vida apostólica según los dictámenes evangélicos de la pobreza, castidad y obediencia como el corazón de la propia vida; 3) la prioridad misionera dada al anuncio del Evangelio, en particular a los pobres; 4) la conciencia de que la palabra no agota la misión, para la que son necesarios también gestos de amor; 5) el presuponer un profundo y personal encuentro con Cristo, inspirado por el carisma del fundador.
Actualmente se está difundiendo en la Iglesia la idea de clasificar a los movimientos; sin embargo es importante recordar que los movimientos no son algo puramente accesorio en la vida de la Iglesia. Junto con las parroquias y las diócesis locales, ellos son elementos co-esenciales de la Iglesia fundada por Jesucristo, cuya misión es la proclamación del Evangelio. No ofrecen una estructura alternativa para la obra de Dios; antes bien subrayan el valor de la universalidad de la Iglesia para las diócesis católicas, que a menudo tienden a limitar su propio horizonte y preferirían ignorar a los movimientos.
El cardenal de Praga, Miroslav Vlk, ofreció un testimonio personal particularmente impactante con respecto a la importancia de los movimientos en la Iglesia; subrayó cómo durante el periodo de gobierno comunista en la República Checa se hicieron todos los esfuerzos posibles para destruir las estructuras de la Iglesia con la intención de aniquilar la fe del pueblo. A pesar de que a las diócesis y a las parroquias se les impidió cualquier contacto con realidades católicas extranjeras, los comunistas no lograron mantener al Espíritu Santo fuera de sus fronteras. En el periodo de esta represión, que terminó tan sólo hace diez años, el Espíritu Santo, a través de los movimientos, sostuvo y reforzó la fe de muchos. El cardenal confesó que su misma fe y su sacerdocio no habrían podido sobrevivir sin su contacto personal, en aquella época subversivo, con los miembros de los movimientos, en particular con los Focolares.

En la periferia de Rochester
Otros obispos hablaron de los movimientos como "la sal de la Iglesia" y "la esperanza para el futuro". Un africano, el arzobispo Robert Sarah de Guinea, dijo que era necesario combatir cualquier miedo hacia los movimientos, a los que describió como el "dulce soplo" o el "murmullo" del Espíritu. El arzobispo de Newark, Theodore McCarrick, animó a los obispos a "acompañar" a los movimientos y a ayudarles a superar toda visión demasiado simplista del mundo y de la lucha contra el mal.
La llamada a la santidad está fundada para cada uno sobre el Bautismo; éste fue el gran redescubrimiento del Concilio Vaticano II. Los movimientos nos ayudan a hacer de la santidad la prioridad de cualquier renovación cristiana. Todos los bautizados, no sólo aquellos ordenados y consagrados, son llamados por Dios a un único servicio en la Iglesia y en el mundo.
Los movimientos están ayudándonos ya a desarrollar una mayor atención hacia las vocaciones en todas nuestras comunidades. La comunidad de los Memores Domini y los responsables de CL en Rochester ya han reunido a un grupo de jóvenes en la parroquia periférica del padre Mahon; hay un encuentro periódico de Escuela de comunidad en el que participan una treintena de adultos; el padre Mahon ha empezado un grupo de ocho sacerdotes que viven la experiencia del Studium Christi. El carisma de CL tiene ya un alto nivel de participación y de seguidores en su parroquia.
Estoy verdaderamente agradecido por haber podido conocer en Roma a muchos responsables de movimientos y por haber podido aprender mucho sobre ellos. Custodio celosamente mi amistad con los Memores y con todos los miembros de CL en Rochester, cuyo número no deja de aumentar. Pido al Señor que me asista para que pueda asegurar un buen cuidado pastoral hacia todos los movimientos en mi Iglesia local en Oregón occidental.