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Huellas N.5, Mayo 1999

BREVES

Cartas

A cargo de María Pérez

ITALIA
Judas y el buen ladrón

Querido don Gius: Mirando el manifiesto de Pascua y siguiendo la liturgia de la Semana Santa he pensado mucho en ti que has sido cauce del don de la Fraternidad sacerdotal. Sirviéndola se me concede participar en la tarea apasionada de amar el carisma a fin de que en el mundo entero se reconozca dramáticamente que Dios se ha hecho hombre. Igual que el corazón de Cristo se abre en la Cruz y lo entrega todo hasta la última gota de sangre, obediente hasta la muerte, así sea nuestra imitación de Él durante esta semana que es realmente Santa. La Suya es una obediencia amorosa que abraza hasta el final a quienes tiene delante, ya sea alguien irremediablemente cerrado en lo suyo como Judas o alguien juvenilmente desgarrado como Juan o todos los que se fueron a escondidas o ese don infinito de humanidad que el Padre le concedió, que es el buen ladrón. Por todo esto la resurrección florece como el cumplimiento de la obediencia de la Cruz, como el milagro que ya trae el sacrificio.
Don Paolo, Roma

ITALIA
Mujer, ¡no llores!

Querido don Luigi: Hace unas semanas tenía guardia en urgencias en el hospital. Era miércoles. Hacia las tres de la madrugada llegó una ambulancia que traía un paciente que había sufrido un paro cardiaco. Cuando llegó había muerto. Los camilleros me contaron que había sido un accidente. Era un chico de veintidós años, su rostro estaba intacto y tenía los ojos abiertos. No podía creer lo que veía. Mirar ese cuerpo me afligía y no podía apartar la vista de él. Pensaba en sus familiares que al rato, cuando la policía les avisó, se precipitaron allí. Llegaron su padre, su madre y un hermano de 29 años. Comprendieron en seguida y rompieron a llorar. Entendía que es el dolor humano más agudo: un hijo del que te despides por la noche, que sale alegremente de su casa... y no lo volverás a ver nunca, no podrás decirle nada, no volverá. Algunos gritos de desesperación, un dolor desgarrador, unas palabras sin sentido junto a otras tremendamente lógicas. Luego, calló toda esta fuerza y sobrevino un silencio impotente. Las palabras eran todas inoportunas, pero intuía que mi tarea no había terminado. Me senté a su lado; quería vivir con ellos este inmenso vacío. En estos momentos - ya me ha pasado - no puedes dejar de acordarte de tu felicidad, de lo que se te ha dado, que es puro don: mi mujer, mis hijos, los amigos. En un determinado momento, en ese silencio pesado, me sobrecogió una certeza, una evidencia: es cierto que nuestro Señor, que se hizo carne en la historia humana, quería estar presente incluso en ese momento de dolor. El drama de esa familia era el lugar donde quería plantar su tienda, pero para hacerlo sólo tenía una posibilidad: yo. Cristo quiso manifestarse en un signo concreto, con un sacramento vivo que es la Iglesia. Y yo en esa circunstancia era la Iglesia, no por capacidad ni mérito alguno, sino por gracia. Pronuncié muy pocas palabras, me salían pequeños gestos: estrechar sus manos, dejar que se apoyaran en mi hombro para llorar. Casi nada, pero estoy seguro de que el Señor no permitirá que les falte su compañía. A menudo en los días siguientes, en circunstancias y relaciones banales, rememoraba que yo estoy allí para ser Iglesia, es decir, para ofrecerle al posibilidad de volver a hacerse carne y alcanzar con su humanidad a todos losÀhombres. El Significado, el Destino, Él está presente, misteriosa y plenamente, en cada instante en el que un cristiano repite: «He aquí la sierva del Señor: hágase en mí según tu palabra».
Walter

Portugal
La paz del ofrecimiento

Querido don Gius: Estoy dando catequesis a una compañera de trabajo para prepararla para el Bautismo. Lo comenté con mi jefa y se quedó muy impactada, auque no pise la Iglesia desde hace quince años. Ver esto me duele mucho porque la veo atascarse cada vez más y renunciar a la búsqueda de algún significado para su vida, “pasiva hasta el sufrimiento”. Intento hacerlo todo para ayudarla. En un momento dado, sintiendo mi total impotencia la confié al Señor: «Haz tú lo que yo no puedo. Tómala tú, cuida de su destino. Yo te ofrezco mi trabajo». Pasaban los meses y me parecía que se estaba alejando cada vez más, pero no cedí ante esta “apariencia”. Tenía la certeza de que el Señor cumpliría la estima por ella que me había concedido. Un día me llamó a su despacho y me dijo que su secretaria iba a casarse pero que no se casaba por la Iglesia, porque - y se lo decía con lágrimas - no se había confirmado. Mi jefa me comentó entonces que éste era asunto mío. Le contesté que ella era cristiana y podía hacerlo perfectamente. Se sintió estimada y se le iluminó la cara, pero al rato, pensando en cómo estaba viviendo su fe, se entristeció. Me prometió que en cualquier caso me ayudaría. Y así, ahora estoy preparando a dos personas, una compañera y “la secre” de mi jefa, para el Bautismo. Personas que trabajan ocho, diez horas, si no encuentran a Cristo en el trabajo ¿dónde lo encontrarán? Y además, que mi jefa se convierta en mi compañera de misión ¡es demasiado! Se me hace evidente con todos estos acontecimientos que «Cristo es todo en todos». Él crea el deseo del hombre y Él lo responde mediante una amistad poderosa e inagotable. Me alegra ser consciente de que todo mi yo está llamado a ser expresión de esta amistad. Como decías a los primeros que fueron a Brasil: «Sólo el ofrecimiento del sacrificio construye el Reino de Dios entre nosotros». Es el extremo opuesto al voluntarismo; es un abandono confiado y lleno de certeza que quiero que llegue a ser la forma de mi yo.
Sofía, Lisboa

Rusia
A propósito de ecumenismo

Querido don Gius: Hace unos días leí esta página escrita por el obispo del Patriarcado Ortodoxo de Moscú que vive en Londres. Me pareció una voz fuera del coro, en medio de muchos intentos de conciliar las opiniones más que mirar a la verdad que cada experiencia puede encerrar.
«Solemos pensar en la virginidad sugún categorías carnales. La virginidad no se alcanza simplemente gobernando o disciplinando el cuerpo, ni siquiera simplemente disciplinando la imaginación. Sólo se puede alcanzar de una manera precisa - y esto es un aspecto del amor - cuando miramos al otro con fe y amor y descubrimos en él un hombre amado por Dios, creado para la vida eterna, redimido por la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, un hombre que Dios nos confía para que le indiquemos la vía de la vida eterna. Cuando miramos así a un hombre convertimos en virginidad los pensamientos que nacen de la carne. Dicha forma de relación no se produce sólo en el monacato sino también en el matrimonio, porque en el matrimonio marido y mujer deben reconocerse reciprocamente como un don de Dios, un don que Dios concede para que se sostengan mutuamente, se custodien, se santifiquen y se ayuden a descubrir el camino hacia la vida eterna. La vida eterna no puede ser contradictoria con la vida terrena. Es una vida en la que cada realidad terrenal mediante la Gracia, los sacramentos y la comunión con Dios, adquiere la dimensión de lo eterno. En este sentido el matrimonio y el monacato (...) coinciden en esa dimensión virginal que consiste en ver toda la realidad del hombre en su santidad y belleza inmortal, y en servir a dicha realidad».
(Metropolita Antonij de Suroz, El hombre delante de Dios, Moscú, 1995)
Jean-François, Moscú

Una experiencia adulta
Transcribimos la reseña sobre la iniciativa de unos amigos de presentarse a las elecciones municipales del próximo l3 de Junio
Un grupo de amigos de los de toda la vida desde hace algunos años se habían hecho cargo del Patronato, una institución antiguamente muy arraigada en Cocentaina [un pueblo de Alicante, ndr]; pertenecía a una de las parroquias y era el corazón de la vida cultural del pueblo, pero desde hacía tiempo estaba en total declive. Con gran entusiasmo se pusieron manos a la obra y en poco tiempo suscitaron mucho interés en el pueblo. Actualmente reúnen un coro, un grupo de teatro, actividades deportivas - con participación en las ligas comarcales -, una escuela de fútbol infantil, proyección de películas infantiles, una banda de tambores y trompetas y además organizan actos con relevancia local como la cabalgata de los Reyes Magos. Pero cada iniciativa siempre venía acompañada de mil dificultades y obstáculos que les pone el Ayuntamiento. Estas relaciones, tan constantemente combativas y áridas, les llevaron a plantearse la posibilidad de actuar en el terreno político como alternativa a un Consistorio que asfixia cualquier iniciativa, por buena que sea, simplemente por su procedencia. Ante la propuesta de afiliarse a un partido, ellos han contestado: «Nosotros concurriremos como independientes; nuestra obediencia es para la Iglesia», y a la objeción de que los católicos no deben entrar en política, responden: «No dejamos de ser padres cuando estamos trabajando, no dejamos de ser católicos cuando estamos en el trabajo o con la familia, somos lo que somos en cualquier ámbito. La iniciativa de entrar en política es la única opción que tenemos para incidir en la sociedad; nos movemos para que la Iglesia en Cocentaina no sea meramente consentida, sino un lugar para todos». Creo que han hecho suyo, tal vez sin saberlo, lo que Santa Catalina de Siena escribió al Papa: «Si sois aquello que debéis ser prenderéis fuego en todo el mundo; no os contentéis con las cosas pequeñas: Él, Dios, las quiere grandes».
Betlem, Valencia

Al trabajo
Hoy tengo la firme convicción de que todo es para algo positivo. En mi vida he estado siempre buscando. Mi corazón deseaba vivir como vivo ahora, con gozo e interés por la realidad. En mi experiencia tan llena de sufrimiento, Cristo se hizo presente para transformarlo todo. La muerte de mis dos hijos no fue en vano. El Misterio me tomó y me hizo mirarle, en medio de la confusión y el dolor que ha marcado mi vida para siempre. Ofrecí para encontrar el sentido de esa ausencia que me duele tanto. Esto me permite agradecer a Dios el ser la madre de mis niños amados. Teniendo la certeza de que ellos son relación con el Misterio, hoy vivo cada día sin olvidar nada; sé que todo tiene un valor: Cristo. Decir sí a Cristo me pone ante lo cotidiano con una belleza y una sencillez antes impensable. Hay una unidad entre la casa, el trabajo, la familia, los amigos queridísimos, rostros concretos que el Misterio puso ante mí en el momento preciso hablándome a través de ellos (aunque no fue fácil entenderlo). Mi trabajo es hoy para mí el lugar donde mi maternidad tiene continuidad.
Lupita, Oaxaca

¡Qué gracia!
El otro día estuve leyendo unos apuntes de Giussani en los que decía que una de las formas de educar en la fe a los hijos es el ejemplo, entendido sobre todo como un juicio que dan los padres acerca de las diversas cuestiones que plantea la vida. Realmente es una manera sencilla y razonable de educar en la fe. Pensé si nosotros estaríamos educando así a los niños, si la fe se estaba integrando dentro de su vida ordinaria. Un día encuentro a María (la mayor) jugando con su padre al escondite; estaba a punto de darle un susto y, nerviosísima con la emoción del juego, de repente la oigo que susurra: «Jesús, ayúdame a darle un susto muy grande a papá». Me quedé atónita y me di cuenta de lo apropiado y razonable que es para un niño que Dios sea todo, incluso en el juego.
Merche, Madrid

Pasos
Hace tres años, cuando se trasladó el sacerdote con el que habíamos empezado a vivir una amistad, un grupo de amigos de Vallecas tomamos la decisión de seguir lo que habíamos encontrado y a la vez abrirnos a la realidad de la parroquia. Con el tiempo surgieron unas relaciones inesperadas con los sacerdotes, cuyo hito se ha marcado esta Semana Santa. El sábado de Pascua nos reunimos con ellos; nos agradecieron de corazón nuestra participación en la Semana Santa: llevando los pasos en las procesiones, leyendo en los distintos oficios, asistiendo a la Hora Santa. En un momento dado, agarrando del brazo a uno de nosotros, un sacerdote dijo: «Éstos son carne de mi carne». Lo que es verdadero siempre se difunde por sí sólo.
Marco y Mariano, Madrid

El rostro de la misión
Publicamos la carta que un bachiller escribió a don Giorgio Pontiggia desde Irlanda donde se encontraba por una temporada de estudio
Querido don Giorgio: Quería en primer lugar agradecerte la oportunidad que nos has brindado a mí y a mis amigos. El rostro de don Gius me “inquietó” siempre y sigue “inquietándome” ahora. Un rostro así, una compañía así no te deja tranquilo, te impele a preguntarte: «Pero yo, ¿a quién entrego mi corazón?». Paulatinamente empiezo a entender que mi corazón, el tuyo, el de mis padres y el de mis amigos no pueden pertenecer más que a Cristo. De lo contrario seríamos criaturas finitas. La otra noche escuché una antigua cinta de Giussani en la que decía: «La misión es dar a Cristo al mundo». Nunca me había resultado tan claro. La misión nace de mendigar cada vez más que este Acontecimiento que sigue presente manifieste su excepcionalidad; mendigar su Presencia y entregarla. Esto me permite entender que la misión es gratuita, su naturaleza es la gratuidad. Asombrosamente lo han intuido también mis padres, mis hermanos y mis amigos. Lo que más me impresiona es que como yo le mendigo, Él se confía a mí, que soy un pobrecillo. Entonces invitar a otros a participar en la experiencia cristiana no significa - como pensaba obtusamente antes - proponer un simple grupo de jóvenes, sino ofrecer una relación concreta que ama el destino de la persona que tengo delante.
Matteo, Dublín

Investigación
Un amigo español se fue a la Columbus con una beca de investigación y al poco tiempo su mujer se reunió con él. Han conocido a una chica italiana del movimiento que también investiga en la misma Universidad. Publicamos una carta que han escrito a sus amigos de Valencia
Estamos bien. Me apunté a una liguilla interna de fútbol 7. Somos los “ESL reflectors”, cómo no. Ayer perdimos 3-2, pero fue divertido, aunque los años no pasan en balde frente a los veinteañeros. Después de lo que cuentas de los ejercicios, se me renuevan las ganas de ir. La dificultad es que son diez horas de coche el viernes y otras tantas el domingo y dudo mucho que pillemos algo en italiano o en inglés. En el trabajo tengo un sabor agridulce porque, aunque estoy aprendiendo mucho, la investigación concreta que me toca desarrollar no está saliendo como quisiùra. La realidad es testaruda y mi supervisor también. No sé cómo convencerle de que el camino por el que tiramos no es el idóneo. En fin, tengo que acordarme de que es Otro el que me ha traído aquí. Lo que está siendo positivo es que al estar dedicado a una sola cosa, sin interferencias, me pregunto mucho por el valor de todo. La investigación, el trabajo, es decir, qué me quedará cuando tenga 70 años. ¿El curriculum? Además, si los hijos no terminan por llegar... Solo una relación con Cristo puede dar valor a todo. Es sólo una intuición. Ya iremos aprendiendo cómo. Desde luego ha sido un gran regalo que Marinella esté aquí. No solo porque es del movimiento, sino porque es una compañía.
Alex, Ohio

Cartas desde Kazajstán
Publicamos el intercambio de cartas entre dos amigas kazakas

El riesgo lo corres por agradecimiento. Estoy de acuerdo. Me acordé del momento en el que tuve mi primer encuentro con Cristo hace cuatro años. Creedme, fue un gran riesgo para mí. Me había criado en la tradición musulmana; el nombre mismo de Jesús me resultaba algo ajeno y el cristianismo muy extraño. Yo creía saber qué era y que no era para mí. Nunca habría sido algo mío. Sin embargo, me encontré con unas personas que dieron un vuelco a mi vida. No entendía casi nada, pero sentía que esto era lo que yo buscaba, lo que mi corazón deseaba. Se trataba de arriesgar. A fin de cuentas no sabía quiénes eran ellos ni por qué se habían venido hasta aquí. Pero, en sus acciones había esa razonabilidad que yo andaba buscando. Escrutaba sigilosamente mi corazón. Me arriesgué, entré en esa zona prohibida que no era “mía”. Ahora sé que no hubiera sido razonable rechazar de antemano lo que me ofrecían. No lo hubiera sido rechazar el regalo que Dios me hacía escuchando lo que mi corazón pedía. Tampoco lo hubiera sido rechazar mi deseo y mi intuición sólo porque esa era una “zona prohibida”. Los hombres con sus prejuicios, su poder y la violencia no pueden prohibir que el corazón busque satisfacción para el propio deseo. Quiero decirte que yo soy una persona feliz; a pesar de mis dificultades, soy feliz.
carta firmada

Querida A.: Vuelvo a leer tus dos cartas una y otra vez. Le doy gracias a Dios por ti y por tu amistad. No te puedes imaginar lo que significa para mí recibirlas. ¡Gracias!, me ayudan muchísimo. Mi vida va cambiando. Quizás don Edo te haya comentado que dejé a mi querida Karagandá y desde hace un año vivo en Alma Ata, junto con Julia (¿te acuerdas de ella? Estuvo conmigo en Italia) y con Olga. Las tres pertenecemos al movimiento y nuestra convivencia es muy buena. Todos los viernes tenemos la escuela de comunidad y leemos el libro de don Giussani. Los martes en casa de don Livio, don Eugenio y don Massimo tenemos la “escuela” para toda la comunidad. Todavía somos pocos pero nuestro pueblo va creciendo. Durante dos meses me quedé sin trabajo. El día que me despidieron, por la noche fui a la escuela en casa de don Eugenio. En un primer momento no quería ir porque creía que no podría concentrarme y leer el texto, El rostro del hombre. En mi cabeza martilleaban dos preguntas: ¿qué tengo que hacer ahora?, ¿por qué tengo tan mala suerte? Algo me obligó a ir. Fui y leímos el párrafo: «La dignidad cultural de la compañía de Cristo». Es increíble, pero Giussani contestó a mis preguntas a través de su libro. Mis amigos me explicaron el sentido de cada palabra: «Pertenece por derecho propio a la compañía de Cristo en nuestra vida este aspecto de recapitular en su persona todo el significado de toda la historia: tiene una dignidad cultural unica, por consiguiente, su Presencia en la vida de cada uno». Sin saber nada de lo que me acababa de ocurrir, me ayudaron a comprender el sentido de lo que me había pasado. Ahora, cuando tengo que afrontar un problema, me acuerdo de las palabras de don Livio: «Un modo nuevo de mirar a la realidad: desaparecen las palabras “mala suerte” y “suerte” y aparecen las palabras “designio de Dios”». Este modo de ver la vida da un aliento nuevo. ¿Sabes que desde primavera empecé a ir a la Iglesia? Al principio iba por simple curiosidad, pero luego fue haciéndose algo serio. He aprendido a rezar. He entendido que la oración establece unas relaciones nuevas con Dios. Me apunté al Coro. Pero lo más importante es que me apunté al curso de preparación al Bautismo. Quiero bautizarme en la Pascua. Estoy inquieta porque para mí el Bautismo será como un segundo nacimiento. El deseo de decirle sí a Cristo brotó en mí de repente y es muy profundo. Quiero celebrar el Gran Jubileo como una verdadera cristiana. Escribí una carta a mis padres y les conté todo. Tenía miedo de que no entendieran ni aceptaran mi decisión. Pero el día de mi cumpleaños me llamaron y mi padre me dijo: «Cada cual es libre de elegir su camino en la vida. Me alegro de que tú lo hayas encontrado. Si eres feliz en tu camino, entonces yo también lo soy porque te quiero». Imagina lo que supuso para mí. No dejo de dar gracias a Dios por este regalo. Hace un mes tuvimos los ejercicios con el título: «El milagro del cambio». Vino don Ambrogio desde Italia para ayudarnos a entender mejor las palabras de Giussani. A veces me cansaba y tenía la impresión de que no iba a cambiar nada en mí, pero me decía: «No seas tonta, escucha». Los ejercicios me ayudaron a entender que el cambio es posible y que hay que tener paciencia y pedírselo siempre a Dios, porque de Él depende. Cuando Aynur volvió de Italia estuvimos hablando toda la noche. Me contó de ti. Los días en Italia fueron decisivos para ella. Me alegro mucho por Gió y Andrea; dales recuerdos de mi parte. Hasta pronto. Espero tu carta. Te quiero mucho.
carta firmada