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Huellas N.4, Abril 1999

BREVES

Cartas

A cargo de María Pérez

ITALIA
La irrupción del Misterio

Querido don Gius: Después del encuentro contigo siento la necesidad de contarte lo que me ha quedado, lo más valioso, en definitiva, la sugerencia de método más novedosa para mi vida. Cuando me decías: «A los 76 años ya no se puede juzgar mal a nadie», lo sugerías con discreción por respeto a nuestra dura cerviz, casi como algo opcional, propio de la vejez. En cambio, intuyo que éste es el culmen de la sabiduría que nos dejas en herencia. Tu legado es un pozo infinito, como infinita es la sabiduría de la Iglesia: no la comprendemos por entero, no la poseemos como algo nuestro, nos supera. Sin embargo, la heredamos y de vez en cuando se nos concede la experiencia de entenderla un poco más, cuando menos nos lo esperamos. Pensamos que siempre nos tienen que salir las cuentas y nos preguntamos: «¿Por qué pasa esto? ¿Cómo puede ser?» con cierta presunción. Sin embargo, contigo uno entiende que la realidad es otra cosa. Incluso cuando era joven nada me dolía tanto como estas correcciones que llegan siempre cuando uno no se lo espera. Se trataba realmente de la irrupción del Misterio. A través de estas cosas se entiende la estrechez de nuestro corazón y la medida de Otro: esta extrañeza repentina que, en seguida (o al rato, ¡depende!), se torna leticia. Hoy entendía por tus palabras que la caritas es la gratitud. Y la gratitud conlleva el querer el bien de los hermanos. Querer el bien, es la experiencia menos nuestra, que menos podemos tener por nosotros mismos aquí en la tierra. Sólo sucede como un don que la leticia conlleva. ¿Qué sería nuestra vida si no te hubiéramos encontrado? ¿Cómo podríamos vivir con la soledad de nuestra justicia?
Carta firmada

ITALIA
Una fe ecuménica

Querido don Giussani: Le escribo para darle las gracias y para pedirle perdón. Y tengo que hacer lo mismo con Otro. Perdón por haber faltado al realismo (en palabras de El Sentido Religioso). Por la presunción de ser realista, durante mucho tiempo he juzgado al movimiento con ojos ajenos. Creía que una propuesta tan integral no se adaptaba a mi identidad. Me parecía que un alma tan profundamente cristiana no podía abrirse a un mundo de ateos, agnosticos, musulmanes, induistas... Creía que la realidad no podía entrar por entero en Cristo: el Dios viviente. No comprendía que una conciencia realmente libre debiera examinar su religiosidad a la luz de su experiencia personal. No entendía que limitar la propia búsqueda no significara salvar la diversidad, sino más bien renunciar a comprenderla, traicionar a fin de cuentas aquello en lo que uno cree y el motivo por el que cree. Hasta que el Misterio salió a mi encuentro. Eso no se dio en la forma del movimiento, ni tampoco en la de otra propuesta cristiana, sino justamente en lo que me resistía a juzgar a la luz de mi conciencia cristiana. La propuesta de considerar la experiencia religiosa como la plenitud de la propia humanidad me arrolló el 13 de mayo en Venecia, con las palabras y la vida del rabino de Nueva York, Michael Shevak. Tuve la percepción exacta de una conciencia adulta, de una existencia que había transformado el “peso” de su propia tradición religiosa en “valor” de la tradición. Este “conocimiento” se ha convertido en amistad. Desde el Meeting de Rímini, empezamos a escribirnos. Tengo que agradecerle también esto, porque si usted no hubiera escrito El Sentido Religioso, el rabino no habría viajado al encuentro de Venecia. Si pienso en los motivos que me han inducido a sentarme delante del ordenador y empezar esta correspondencia me veo obligado a elegir entre la casualidad o el Misterio. Pero la casualidad no puede producir la alegría y el fruto que experiemento. El rabino me está ayudando a redescubrir la naturaleza de mi fe, su valor de reconciliación que se cumple en la persona de Cristo. Puedo decir que pertenezco al movimiento gracias a un judío. Y esto certifica la apertura universal de la propuesta cristiana. Don Giussani, su obra divulga magnificamente un método con el que cada hombre en esta tierra no puede dejar de compararse. Sin ningún equívoco: yo soy cada minuto más católico. Gracias a su movimiento estoy recuperando esa unidad de espíritu que permite no soportar la vida, sino adeherise a ella reconociendo el Misterio. Por fin puedo afirmar que una amistad tan profunda, una existencia plena, un mundo tan rico, celebran a Cristo en lugar de contradecirlo. Lo último: en Venecia el rabino dijo algo que le honrra, pero que sobre todo debe llevar a reflexionar a quien mire al movimiento con los ojos que yo espero no tener más. Michael Schevak afirmó que El Sentido Religioso se podría enseñar en la sinagoga.
Andrea, Venecia

FRANCIA
El eterno presente

Sucede de repente un día, sin dar la nota, sin forzar nada, y se hace realidad un sueño de la infancia. Estamos aquí en casa con muchos amigos y huéspedes que han llegado desde Rímini. Ha venido Marina Valmaggi e improvisamos para ella una noche de cantos. Invitamos al padre Maurice Cocagnac. Tomamos juntos pizzas y quesos franceses y luego cantamos. Marina cuenta su encuentro con GS, los primeros pasos de la comunidad, su historia jalonada por los cantos. Cuando entonamos Zacheé el padre Cocagnac no aguanta más y empieza a tocarla con humor, alegría y fantasía y nos cuenta cómo la compuso. También él vivió, a su manera, la experiencia de la Bassa (ndt, la experiencia caritativa de GS). Le habían pedido que fuera a Villépuif - en la periferia al sur de París - para dar catequesis a chicos muy vivaces que no sabían escuchar más de cinco minutos seguidos. Para darles a conocer la Biblia, Maurice escribió estas canciones y las cantaba con ellos. Yo tenía catorce años cuando conocí al padre Cocagnac, en un convento dominico de París, durante una conferencia sobre los viajes de san Pablo. Ya conocía sus canciones y me entusiasmé con sus libros sobre la Biblia ilustrados para niños. Con admiración descubrí toda la riqueza de su trabajo para la revista L’art sacré y su colaboración con el padre Couturier. Lo que me impactó fue su interés por la creación artística, su juventud de espíritu y una cultura unida a una profunda espiritualidad. Todo ello le confería la estatura de un compromiso religioso atrayente, abierto y plenamente insertado en el mundo actual. A tantos años de distancia me parece que fue ayer cuando le conocí. Hoy de nuevo estamos juntos cantando y tomándonos un tiramisù. El tiempo no nos ha separado, el tiempo cumple. Hace unas semanas fui por primera vez a hablar con él y le hablé del retiro de los Memores Domini que don Giussani había introducido y clausurado con sus cantos. En 1969 conocí a un escultor, Dino Quartana, uno de los primeros chicos de GS, que entró luego en los dominicos en Francia siguiendo al padre Maurice. Desde el inicio citaba constantemente lo que había oído de un tal don Giussani: «Todo se hará cada vez más joven en nuestro camino». Entonces yo escuchaba maravillada, sin entender qué podía ser esta juventud, este eterno presente. Ahora puedo comprender mejor que es verdad, para el padre Cocagnac, para mí y para todos nosotros.
Marie Michèle

Una promesa
Rescaté algunas fotos del fondo de un cajón y las coloqué en un mural en mi cuarto. Observándolas caí en la cuenta de algunos detalles importantes: en primer lugar, me llamó la atención la sincera alegría que reflejaban los rostros; en segundo lugar, el que la gente que aparecía en ellas fuera la misma que me había acompañado a lo largo de estos seis años. Siempre los mismos rostros, la misma alegría. Cuando miro el pasado, tengo una certeza en el presente, ¿cómo no esperarlo todo del futuro? Es la promesa de una alegría eterna.
Isabel, Madrid

María, Tú eres la madre de Cristo
Conocí la Consagración en el libro de Fidel Gonzalez Uganda, la difícil esperanza. Me conmovió profundamente leer cómo, ante una situación terrible y extrema de guerra civil y persecución, la propuesta de paz para Uganda de aquel pequeño grupo de sacerdotes de CL era esa Consagración a María «madre de la comunión que tu Hijo nos da como un don siempre nuevo y poderoso que es un gusto de vida mueva», empeñando en ella sus vidas. Desde entonces esta oración está siempre conmigo. Cuando Lorenzo, mi marido, y yo vamos a Uganda (trabajamos allí en verano desde 1992), antes de partir rezamos ofreciendo con plena conciencia «todos los sufrimientos que tu Hijo permita enviarnos y nuestra propia vida». También en mi trabajo habitual, cuando al hacer una audiometría con el enfermo sentado ante mí la rezo por él, siento un cierto vértigo al ofrecer la propia vida por el destino de esa persona casi desconocida. Y últimamente la Consagración ha adquirido una nueva dimensión: soy abuela, y mis hijos me traen de vez en cuando un nieto al que cuidar; rezar «para que Cristo done “a este niño” el mismo gusto de vida nueva que Él nos ha dado a nosotros» hace que deje de ver a este nieto como un juguete para verlo como un compañero de camino. Porque no hay nada más grande que yo pueda desear a otro que el que Dios tenga la bondad de despertar en él lo que hoy me hace vivir a mí y participar de la compañía que hoy me acompaña.
María Rosa, Madrid

La fecundidad del sacrificio
Desde hace unos meses, hemos visto cómo nuestro noviazgo daba un giro, ya que hemos “adoptado” a una sobrina de Ana, mi novia, de ocho años. Todo surgió en las Navidades de 1997, cuando a la madre de Ana le diagnosticaron un cáncer en estado terminal. En esos mismos días le notificó la policía que a una de las hermanas de Ana le habían quitado la custodia de su hija por problemas psicológicos, y preguntaron a la abuela si quería hacerse cargo de la tutela. Considerando su situación, le pidió a Ana que tutelase a la niña - a quien no conocíamos por vivir en Cádiz -. La situación era dramática. Vivimos la enfermedad y muerte de la madre de Ana junto con esta petición de tutela. La entereza y dignidad con la que llevó su enfermedad fue un claro testimonio de que la vida es para darla, para “gastarla” por Otro. Nos encontrábamos en una situación muy extraña ya que somos novios, Ana no tiene trabajo estable y yo estoy acabando la carrera. No sabíamos si seríamos capaces de responder seria y responsablemente a esta necesidad. Todo fue más sencillo gracias la posibilidad de hablarlo con un sacerdote y a la oración y compañía de los amigos. Pese a que yo no lo veía claro, aceptamos y, paradójicamente, experimentamos una gran paz. Estos meses con Juana Mary - así se llama la niña - están suponiendo afrontarlo todo con una mayor tensión ya que ella, como niña que es, se pregunta y sorprende por las cosas que ve y nosotros somos los que la ayudamos a abrirse a la realidad. Como decía Chieffo en un concierto: «Hacerse hombres no quiere decir hacerse tristes, cínicos, sino hacerse cada día más capaces de maravillarse ante las cosas». Todo implica un sacrificio, una renuncia a nuestros esquemas. Sin embargo, tenemos la experiencia de que por mucho que intentemos soñar lo que nos podría suceder para que la vida fuese atractiva siempre es más grande y fascinante la voluntad del Señor, para el que todo es posible. Y no bastaría el resto de nuestra vida para darle gracias por todo lo que nos ha dado.
Vicente y Ana, Canarias

Viaje a Cuba
Hace un mes he estado en Cuba con mi grupo de Fraternidad. Antes de iniciar el viaje pedimos que fuera para nosotros algo más que un viaje de turismo y se nos ha concedido con creces. La relación entre nosotros ha crecido en la conciencia de la amistad como compañía hacia el Destino. El conocer a la comunidad de Cuba y, en concreto, celebrar la Misa el Miércoles de Ceniza en un pequeño pueblo, me ha hecho percibir la universalidad de la Iglesia y la certeza de que lo que estamos viviendo es verdadero. La relaciones que hemos podido tener con el pueblo cubano fueron francamente lo más impresionante del viaje. Muchos comentaban que nunca habían visto a un grupo de turistas como el nuestro, con una alegría tan grande y un modo de tratarse tan cristiano.
Teresa, Madrid

CATANIA
El motivo de la amistad
El mensaje de don Giussani para los 40 años de CL en Sicilia

«Gratiam agimus Tibi propter magnam gloriam tuam». El acontecimiento de nuestra amistad que empezó hace cuarenta años nos lleva en la fe hacia un destino eterno. El significado del cosmos y de la historia es Cristo, ese destino que de algún modo nosotros hemos podido ver y tocar. Jesús, hijo de María, de Nazaret, el Verbo de Dios, se hizo carne. Por esto en la oración litúrgica Le recordamos: «Non horruisti Virginis uterum», no has sentido repugnancia de formarte en las entrañas de una mujer. Nuestra amistad tiene como único motivo este Dios que se ha encarnado para afirmar al Misterio, que crea todos los hombres para Sí amando el destino de felicidad de toda persona. Y por esto, nos pide vivir en nuestra memoria, a través de todo acto consciente, como nuestro compañero de camino. Pero, «¿cuando el Hijo del hombre vuelva, encontrará fe en la tierra?». El hecho de nuestra amistad, que es una unidad imprevisible y permanente, hace presente el Misterio ante los ojos de todos, en la Iglesia, nuestra madre, y en la sociedad, campo de batalla donde el hombre sufre la derrota del padre de la mentira. «Non nobis Domine, sed nomini Tuo da gloriam». Esta gloria se manifiesta en la pertenencia a Él de todos nosotros, pero la persona de monseñor Francesco Ventorino es el inicio visible y ejemplar del acontecimiento mediante el cual el carisma, esto es, la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, ha alcanzado y movido vuestra vida. A él se dirige en este momento nuestra humana gratitud.
don Luigi Giussani
Milán, 12 de marzo de 1999