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Huellas N.1, Enero 2006

PRIMER PLANO Laicidad y laicismo

Eugenio Corti. Una voz de salvación para todos

a cargo de Paola Ronconi

El autor de El caballo rojo habla de una Iglesia que ayuda al hombre en su trabajoso camino cotidiano, a veces trágico, como durante la guerra. El cristianismo como factor de mayor civilización

El cristianismo como factor de estabilidad en la vida pública: cuando esto ha desaparecido en la historia, todos han salido perjudicados. Eugenio Corti, conocidísimo escritor católico (su obra El caballo rojo ha sido traducida a seis idiomas, entre ellos el japonés), ha sido un testigo privilegiado del siglo pasado. Le pedimos que nos cuente cómo se ha hecho patente todo esto en el siglo XX.

Recuerdo sobre todo la acción de Pío XII durante la guerra. Elegido al estallar la guerra, combatió de todas las maneras posibles para tratar de impedir que se prolongara el conflicto. Luego tuvo que hacer frente a las miserias que derivaron de él. Eran miserias espantosas, que penetraban en la humanidad de forma terrible. Al principio se le escuchaba poco; sólo lo hacían los católicos. Pero llegado un momento en que se creó una situación de tragedia tremenda, cuando se sumaron los conflictos de las ideologías –nazismo, comunismo y liberalismo–, que infligían dolores infinitos a media Europa, resultó evidente para todos que la única voz que podía representar la salvación para los hombres era la de Pío XII.

¿De qué forma intervino el Papa?
Hoy no podemos hacernos idea de lo fundamentales que fueron sus mensajes radiofónicos (entonces la radio era el único medio de comunicación): era la única voz sensata, incluso para los no católicos, una voz que confortaba el ánimo de la gente. Yo sentía a la Iglesia como la presencia del bien que luchaba contra las fuerzas del mal. Al final todo el mundo terminó percibiéndola así, de forma que, cuando se trató de reconstruir Europa al finalizar la guerra, se eligieron políticos de inspiración cristiana, que volvieron a poner en pie a Europa. Y fue el Papa el que empujó en esta dirección, contra la ya difundida “marcha” hacia la proclamación de la “muerte de Dios” inspirada por el pensamiento de Hegel, Nietzsche, Feuerbach y Marx. Todas las grandes tragedias del siglo XX derivaron de este pensamiento filosófico.

Cuando el hombre quiere eliminar a Dios lo sustituye por ídolos.
Sí, como los alemanes, que querían volver a crear el mundo; tenían la pretensión de eliminar la miseria, la pobreza, la debilidad (¡eliminando a los débiles!).
Pero también en los años 60 y 70, con otros métodos, la intención era la misma. Y la Iglesia fue vista como retrógrada. ¿Por qué? Porque la Iglesia quiere ayudar al hombre en su trabajoso camino, afrontando cada día el pecado original, que es ineliminable. Mientras que los que quieren rehacer el mundo es como si quisieran eliminar esta realidad, por lo que cualquier construcción que intentan llevar a cabo está destinada a fracasar.

¿Recuerda usted algún episodio en el que se hiciera evidente el valor civil de una mentalidad cristiana?
Aquí, en Brianza, la presencia de algunos sacerdotes fue fundamental. En Monza monseñor Talamoni influyó mucho en la mentalidad de la gente. Al finalizar la guerra, en el “cinturón rojo” de Milán, en los pueblos de la periferia, se produjeron sucesos terribles, más o menos silenciados, contra los “vencidos”. En algunos pueblos las víctimas fueron centenares. Monza, la tercera ciudad en población de Lombardía, registró una víctima por venganza, un fascista, quizá algún otro. ¿Por qué tan pocos? Porque la cabeza de sus habitantes era cabeza de “paolotti” [los católicos, ndr.], como en general en Brianza, en donde la gente se daba cuenta de que el primer mandamiento le impedía matar a otro; aunque las razones presentadas por la ideología como racionales, como determinantes, empujaran a matar a otro, el cristiano convencido no podía hacerlo. Si mataba a otro, habría sido un asesino, y sería juzgado como tal por sus propios hijos. Y este cristianismo se difundía gracias a muchos sacerdotes, como monseñor Talamoni, que había llevado adelante las enseñanzas de san Carlos, de la Iglesia en medio del pueblo. No se produjeron centenares de muertos gracias a una civilización mayor, que es la civilización cristiana, instilada en la gente por estos “apóstoles”. Si esto no es un valor civil...