IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.1, Enero 2005

IGLESIA Entrevista

El papel vital de la educación

a cargo de Amedeo Orlandini

México es un país católico. ¿Es esta afirmación un lugar común o todavía tiene sustento en la realidad? La emigración a EEUU, la libertad y la educación, la tarea misionera. Entrevista con el cardenal de Ciudad de México

Hablamos con el cardenal Norberto Rivera Carrera acerca de la situación actual de la Iglesia en México y de sus retos.

¿Cuáles son las luces y las sombras de la Iglesia en nuestro país?
Creo que la afirmación de que México es un país católico tiene sustento porque el cristianismo, y en concreto el catolicismo, no solamente está en los individuos, está en la misma cultura de nuestro pueblo, en su matriz cultural; por eso podemos afirmar que el pueblo es cristiano, católico fundamentalmente. Sin embargo, ese catolicismo que tiene cosas espléndidas como los valores en la vida familiar y de la solidaridad, también tiene sus sombras, porque muchas veces no se manifiesta en la vida pública, en la vida diaria.

¿A qué se debe, en su opinión, el hecho de que no se manifieste en la vida social y cultural?
Creo que todos somos herederos de una situación que ha visto, desde hace casi dos siglos, inculcarse el liberalismo en nuestro país. Un liberalismo que quiere reducir la religión a lo íntimo, a lo privado, a algo que solamente es cuestión de la práctica cultual en los templos y no de una religión que abarque toda la vida.

Usted habla del liberalismo; entonces, además de una raíz católica hay también un liberalismo, hay positivismos en algunos sectores y, a veces, hubo también una corriente marxista. ¿Es posible que convivan diferentes raíces, culturas o ideologías, o es inevitable que haya conflicto?
Nuestra religiosidad tiene básicamente tres fuentes. La religiosidad que viene del mundo indígena; descendemos de pueblos indígenas con una gran religiosidad, con una fuerte inclinación a la espiritualidad y a la trascendencia. Llega después el anuncio del cristianismo y creo que allí es donde se conforma, donde se da un verdadero mestizaje.
Sin embargo, no hay que olvidar que a México también llega, y llega fuerte, la Revolución Francesa con todos sus ideales y con todos sus lastres también.
Y estos tres mundos conviven en nuestro México: el mundo indígena, el mundo católico, fruto de la evangelización que nos trajeron los misioneros hace ya casi cinco siglos, y el mundo ilustrado y liberal.
A veces, esas grandes corrientes chocan entre sí, causan tensiones inclusive sociales muy fuertes; hasta han producido guerras que han destrozado a la nación mexicana, como la guerra cristera, la persecución religiosa. Actualmente, vivimos también una fuerte influencia del secularismo que se va globalizando.
Todas estas corrientes, de alguna manera, tienen presencia en nuestra vida religiosa y explican la contradicción o el choque que a veces hay en nosotros mismos como individuos y como sociedad.

Frente a esta situación ¿a qué estamos llamados?
Nos falta, como sociedad y como nación, hacer una síntesis, reconciliarnos con nosotros mismos, reconciliarnos con nuestra herencia indígena, nuestra herencia de la colonia y con nuestra herencia liberal.
Tomar lo mejor de todo esto y hacer una síntesis para poder vivir en paz; y eso que podemos hacer a nivel social, también lo debemos hacer en nuestra vida individual. Porque debemos tener la suficiente apertura como para valorar cada uno de estos elementos.

Muchos mexicanos están obligados por varias razones a ir a trabajar a EEUU; es el gran problema de la emigración. Aquí en la Arquidiócesis usted inició un seminario hispano para preparar seminaristas de origen hispano, que vienen de las diócesis de EEUU.
A nivel del Episcopado, a nivel de Iglesias particulares en México, no se ha hecho el suficiente esfuerzo para dar acompañamiento a estas comunidades de emigrados.
Hay que tener en cuenta que son más de 24 millones los mexicanos que han salido hacia EEUU y que, entonces, allí hay verdaderas comunidades de mexicanos, que también conviven con otros hispanos que proceden de distintas naciones de América Latina y también de España; de alguna manera forman grupos a veces muy cerrados, a veces ya abiertos a la comunidad anglosajona.
Pero, también, hemos visto un esfuerzo extraordinario y una iniciativa, que a nosotros nos consuela mucho, por parte de las Iglesias de EEUU.
Los Obispos de EEUU han estado muy sensibles, muy abiertos para acoger a estas comunidades, de tal manera que muchas personas de nuestros pueblos, que inclusive eran poco practicantes aquí en México, en EEUU se han convertido en grandes practicantes. Porque fue la Iglesia la que les ayudó a regularizar su situación migratoria, la Iglesia la que les ofreció los espacios para que pudieran permanecer unidos.

Este problema nos remite también a la exhortación “Ecclesia in America”. México, en América, se encuentra un poco en la encrucijada, entre el norte, anglosajón y francófono, EEUU, Canadá y América del Sur, de origen indígena y latino ¿Cuál sería el papel de la Iglesia mexicana para caminar hacia una América y no tantas Américas?
Ligando la pregunta anterior con esta, podría dar una explicación y un agradecimiento muy concreto a “Ecclesia in America”.
La iniciativa del Seminario Hispano aquí en la Arquidiócesis, nació porque “Ecclesia in America” nos pide que realicemos hechos concretos de comunión hacia las demás Iglesias.
A mi me pareció bien no limitarme a prestar sacerdotes para que acompañen a las comunidades hispanas en EEUU, sino ofrecer la posibilidad de un Seminario para formar para el sacerdocio a jóvenes cuyas vocaciones nacen en las comunidades hispanas de EEUU y que la Iglesia de México ayude de esta manera a los pastores que van a acompañar con mayor comprensión a esas comunida des.
En cuanto a la pregunta específica sobre el papel de la Iglesia mexicana, es aquí donde veo la gran vocación y el gran reto que tenemos como país católico: ser misioneros. Ser misioneros hacia el norte y hacia el resto del continente.
No es porque nosotros tengamos una fe mejor, o tengamos mayores ventajas; pero creo que debemos mostrar nuestro agradecimiento a Europa, que nos trajo el Evangelio. Y el mejor agradecimiento es que nosotros fuéramos despertando en todas nuestras Iglesias particulares el espíritu misionero.
De hecho, en EEUU, la Iglesia Católica hasta hace poco tiempo era una Iglesia minoritaria; ahora es la Iglesia mayoritaria en EEUU, gracias a nuestra gente que lleva valores, tradiciones y costumbres, que reflejan una cultura católica.
Creo que eso no es solamente cuestión migratoria, tenemos que hacer un esfuerzo por formar a esa gente para que realmente sean testigos de Cristo en esa comunidad, que ya no solamente se presenta como protestante, sino que se muestra indiferente ante los valores cristianos.
Y para el resto de América Latina, creo que México tiene una condición inmejorable para provocar, junto con las demás naciones (sobre todo desde el CELAM), ese espíritu misionero, a fin de que no sólo México, sino América completa se convierta en un continente misionero.

Anacleto González (ndr. lider católico en tiempos de la persecución religiosa que será beatificado próximamente) cita en un libro suyo, La cuestión religiosa en Jalisco, la declaración de un liberal de inicios del siglo XX, que decía que «a los curas los podemos dejar predicar libremente en sus templos, pero les debemos quitar la posibilidad de educar y de enseñar». Esta realidad se ha venido dando en México. La Iglesia ha sido marginada de la educación. ¿Cómo está, ahora, la situación?
Hay que recordar que esa es precisamente una de las consignas del liberalismo: la de apropiarse el campo educativo y desde allí influir en el futuro de la nación. En México siempre ha permanecido la lucha por la libertad religiosa, y no solamente por la libertad de culto.
Esto quiere decir que la libertad religiosa también debe ir al campo educativo. Hay otros campos a los que debe llegar la libertad religiosa; por ejemplo, la presencia en los medios, es decir, no solamente en la educación formal, sino también informal, como se puede dar en lo medios.
Por eso, la Iglesia ha luchado siempre para que se den esos cambios, no solamente en la ley, sino en la mentalidad; para que haya una verdadera libertad, para que los padres escojan para sus hijos la educación que más les acomode, la más conforme a sus principios. Creo que ya se ha dado un cambio significativo hace diez años, en la ley, pero en la mentalidad muchas veces no se ha dado ese cambio.
Creemos que no fue un cambio suficiente, porque sentimos que esa libertad religiosa y de educación solamente la tienen las familias de posibilidades económicas que pueden escoger un colegio privado en donde se instruya o se eduque a sus hijos conforme a sus principios; sin embargo, la mayoría del pueblo mexicano no tiene esa capacidad económica como para pagar esa educación. Por eso, creo que las leyes, como están actualmente, siguen siendo discriminatorias, siguen privilegiando solamente a los que tienen las posibilidades económicas y dejando a los pobres con una posibilidad muy limitada de la libertad de escoger la educación que quieren para sus hijos porque, al final, un colegio privado, aunque hay libertad de establecerlo, hay que pagarlo aparte de los impuestos que ya se están pagando.

Eminencia, usted acaba de presentar el libro de Luigi Giussani, Por qué la Iglesia. ¿Qué señalaría como importante para la Iglesia de hoy, para un católico de hoy, para la fe hoy?
Yo tuve el privilegio de enseñar Eclesiología tanto en el Seminario de Durango como en la Universidad Pontificia de México durante veinte años.
Para mí es un libro muy significativo, porque nos lleva a lo esencial de la misión de la Iglesia: hacer presente a Cristo, hacer que la gente se encuentre no con una estructura, no con una Institución, no con una doctrina, sino con la persona de Cristo.
Creo que es la gran aportación de Giussani al insistir en que la Iglesia es la presencia de Cristo que continúa en la historia, el lugar privilegiado para encontrarse con la persona de Cristo. Es más, es Cristo que sigue convocando, que sigue reuniendo a la comunidad, y la comunidad tiene el gran compromiso de reflejar ese rostro de Cristo.