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Huellas N.1, Enero 2005

CARTAS

Ciudad de México, Fuenlabrada, Mérida...

a cargo de María Rosa De Cárdenas

La condición del diálogo
Un chico a hombros de un hombre, su padre, quien no tiene rostro. Me impactó mucho ver la estatua dedicada a Kafka cuando hace unos meses estuve en Praga. Me pareció la imagen en que se está convirtiendo el hombre europeo que rechaza sus raíces. Volví a pensar en ella escuchando la charla que se dio sobre el tema del islam en nuestra parroquia de Fuenlabrada, propuesta por la asociación san Ricardo Pampuri el pasado 15 de diciembre. Que se salga concientes de un desafío, de que se tiene que cambiar algo: si ese es el criterio con el que juzgar un acto, éste resultó muy logrado. Isabel García Serrano nos introdujo en el islam explicando su arranque histórico, su concepción del hombre y de Dios. No escondió las dificultades que se plantean delante de un texto como el Corán, que se tiene que tomar al pié de la letra, en cuanto “divino”, “increado”. Siendo un proyecto religioso que incluye el ámbito político, no es fácil la convivencia con quienes no comparten la fe islámica. También la concepción del hombre y de Dios es muy diferente de la cristiana: para el islam no es posible que se dé una verdadera relación de libertades personales entre Dios y hombre. Citando al Papa, Isabel afirmó que para Mahoma Dios nunca es el “Dios con nosotros”, el Emmanuel, y que por eso se reduce la riqueza del patrimonio de la autorevelación de Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento. Cuando el “multiculturalismo” –esta mezcla de realidades indefinidas– muestra todos sus fallos (y, como en el caso de Holanda, su ser terreno fértil para los extremismos), es preciso identificar las condiciones del verdadero diálogo: «Nadie puede establecer un verdadero diálogo dejando fuera su propia identidad; sólo hace falta respeto y amor a la verdad. La tradición es una ayuda, no un impedimento. Se nos pide una confrontación cultural, un encuentro verdadero entre personas, en el mundo real, no sólo a nivel de intelectuales», comentó Isabel. Este tema fue retomado por Yumana Trad que, como presidenta de una ong, se ocupa de desarrollo e integración. Nos explicó las condiciones socio-culturales de los que emigran en España, sobre todo de las mujeres, la conciencia que tienen de sí mismos, la situación de pobreza y analfabetismo de la que vienen. En la parte final de su ponencia puso el dedo en la llaga, mostrando la falta de un sujeto cultural que pueda verdaderamente integrar a los inmigrantes de otras tradiciones religiosas. Sus palabras conllevan un desafío muy serio: «¡Está claro que no podemos pretender que los inmigrantes acepten la imagen de mujer y de familia que se va afirmando en nuestro país! El problema no es su capacidad de integrarse, sino que los cristianos no hacemos nada para que la fe no sea aplastada por nuestra sociedad. Nuestro cristianismo desaparece cuando salimos de casa, mientras que para los islámicos la religión tiene que ver con todo. Nosotros tenemos que ofrecerles nuestra cultura cristiana, no encarcelarles en su propio gueto». El grupo de marroquíes que se había quedado escuchando con gran atención, se fue callado y quizás tan asombrado como nosotros.
Marco, Fuenlabrada (España)

El Hospital “Divina Providencia”
La tormenta tropical zarandea el avión que me conduce a Asunción. Mientras leo sin interés un aburrido diario paraguayo, me detengo en una noticia de primera página que cuenta la historia de un importante abogado de Asunción que por haber cometido delitos de estafa y corrupción ha sido condenado a una curiosa pena. El juez con la intención de reeducar al letrado le ha obligado a colaborar con su trabajo personal y aportando medicinas al hospital de enfermos terminales “Divina Providencia” que nuestros curas de la Fraternidad San Carlos han creado recientemente y que ya goza de prestigio en toda la ciudad. Una vez en nuestra parroquia los padres me conducen al interior de este pequeño hospital destinado a enfermos terminales sin recursos. El centro medico que ofrece tratamiento contra el dolor es gratuito y vive de las donaciones. Mientras caminamos al interior de la Clínica donde se observa una gran limpieza y orden, el padre Aldo me cuenta que ha construido este lugar para cuidar los últimos momentos de personas destinadas a morir miserablemente en una choza o en la calle. Para que puedan dejar esta tierra con la dignidad de hombres. La emoción me paraliza mientras me presentan a los enfermos: aquí un niño de 6 años aquejado de una extraña enfermedad por la que ha perdido todas las capacidades. Cuando ingresó, invadido por el dolor, gritaba todo el día, ahora esta más sereno. En otra habitación esta un hombre desconocido. No sabe quien es, ha olvidado su nombre, nadie le reclama, pero aquí recibe los cuidados y el afecto que quizás no ha tenido nunca. Seguimos y más adelante hay una mujer joven, madre de tres niños pequeños, y comida por el cáncer. Su rostro esta sereno ha pedido como único legado el bautismo para sus hijos. Más adelante una anciana perteneciente a una secta se deshace en agradecimiento a la Iglesia Católica por esta última caridad con ella. Algunos de estos enfermos fallecieron durante mi semana en Paraguay. Todos recibieron los últimos sacramentos y murieron en paz. La última caridad con estos afortunados pobres fue la Misa de cuerpo presente que se han impuesto celebrar nuestro sacerdote inmediatamente después del óbito. La mayoría de las veces esto ocurre en medio de la noche y el sacerdote frecuentemente celebra el Santo Sacrificio de Cristo solo con el difunto, pero con los honores como si de un rey se tratase. Ellos les abrirán las puertas del paraíso.
Julián de la Morena, Ciudad de México

Ser padre
En el mes de octubre el periódico local de mayor circulación de la ciudad organizó un concurso para niños, en el cual los invitaba a realizar una Noticia de Primera Plana. El tema era la paz y la noticia debería responder a la pregunta: «¿Porqué es necesaria la paz en el mundo?». Desde el principio la invitación resultó muy atractiva, una estupenda oportunidad para trabajar junto a mis dos hijos mayores, Miguel, de 10 años, y Gabriel, de 8, y pensar sobre este tema juntos. Previamente, Gabriela, mi esposa, había discutido con ellos la terrible noticia del asalto en la Escuela de Beslán, lo que me ayudó a que pudiesen comprender el significado de esta experiencia. Estos fueron sus resultados. Miguel escribió una noticia llena de alarma y preocupación: «La paz debe conservarse o el mundo será destruído. En el mundo hay guerras en casi todas partes, por ejemplo: en Rusia, Iraq, Sudán, Sierra Leona, Israel, Colombia... Si estas guerras no terminan se convertirán en la Tercera Guerra Mundial, que significaría la destrucción del mundo. ¡Estamos en emergencia! Necesitamos la paz en el mundo, que haya una tregua eterna entre los países y una verdadera amistad y convivencia». Y Gabriel escribió la suya haciendo referencia al artículo de Vittadini publicado en Huellas: «¡Gran descubrimiento! La cura para la guerra es el perdón. Cuando dos países se molestan comienza la guerra, que es una pelea con armas que causa destrucción y muerte. Pero si se perdonan termina la pelea y comienza la paz, que es cuando los países conviven en amistad y tranquilidad». La tarea como padre que se me hizo evidente a partir de esta experiencia es la de poder brindarles una compañía que les permita confirmar las propuestas por medio de la experiencia, para así, no sentirse alienados. Al cabo de unos días, les expliqué que la paz era como la vida, la podemos reducir a una simple idea y complacer a los demás pero sin conocer su sentido, o bien la podemos asumir plenamente y al hacer esto descubrir que Cristo es su verdadero sentido y como tal nos acompaña y moviliza a través de los rostros más cercanos. Miguel y Gabriel escucharon y con sus rostros me demostraron su confianza. Para las próximas veces, es decir para las innumerables verificaciones que surgen y surgirán en el día a día, le encomiendo a la Santísima Virgen María me ilumine, a mí y a mi esposa, para que esto siga siendo posible, para que nuestros hijos puedan reconocer y adherirse al Sentido concreto de la vida, fuente verdadera de la paz.
José Luis, Mérida (Venezuela)

A mis 65 años...
He decidido escribiros para la sección de cartas: tenia que hacerlo, tenia que dar mi testimonio. Año 1971, escribía –llamémosle pensamientos poéticos– en un libro titulado Instantes de mi fe; en la página 11 afirmaba: «Tengo joyas y frutos de deseo, huertos con diamantes en los chopos, hambre y sed de amigos de lujo, tengo persecución de lo bueno pero no dejo que me agarre...». Y hoy, a mis 65 años he encontrado todo esto: vuestra revista, vuestro Curso Básico del Cristianismo, y sobre todo a vosotros, mis amigos. Amigos de estos que he encontrado en la Escuela de comunidad. Hoy soy feliz. No llego al final de mes en lo económico y soy feliz; en un trabajo, que nunca llevé con gusto, soy feliz. Hoy siento que Cristo trabaja al lado, y si llueve, nos mojamos juntos. Uno de mis “vicios” de siempre ha sido la lectura, pues bien, hoy hasta en la lectura me distraigo pensando en mis reuniones del miércoles, en mis amigos de los miércoles. Por eso, hoy y ahora os agradezco que me hayáis enseñado una manera bella de ser de Cristo.
Ciriaco, Madrid (España)

En Quito
Querido don Gius: Después de una intensa preparación y mucha ilusión, el jueves 8 de noviembre se celebró en Quito el primer acto público de CL: la presentación del libro Por qué la Iglesia. ¡Más de 150 personas acudieron al encuentro! Entre los ponentes, Carlos Freile, un insigne historiador y profesor universitario, habló con entusiasmo de ti y de tu obra. Le llamó la atención el hecho de que tú hablas de fe de manera existencial, sin tener que recurrir como otros a categorías ajenas al catolicismo (kantismo, hegelismo, marxismo). Al escucharle, se percibía claramente que en él encontraba un eco tu misma pasión. Michele Faldi a partir de su experiencia contó como las palabras que acabábamos de escuchar pueden convertirse en una historia concreta: «Si me preguntan: “¿Por qué la Iglesia?”, respondo: “Para mí, para que yo pueda vivir y vivir en plenitud”». Muchos nos han agradecido la invitación advirtiendo aspectos distintos de la propuesta pero siempre de carácter existencial. Una alumna de Cristina le comentó: «¡Por esto yo no quiero perder la amistad contigo!», y señaló el libro que acababa de comprar. La directora de la escuela italiana en Quito estaba muy sorprendida de que hubiese un grupo tan vivo de católicos. Un señor que asistió a la presentación nos contó que había vivido unos años en Italia y que te conoció. De regreso a su país, trato de empezar una Escuela de comunidad pero no lo logró. Cuando vio en la universidad el cartel que anunciaba el acto, se quedó boquiabierto: «¿¡CL aquí!? Tengo que ir». Verdaderamente la fuerza de Dios es más grande que toda nuestra capacidad de organizar y todo nuestro empeño.
Cristina, Chiara, Stefania, Valeria, Quito (Ecuador)

Responder al Misterio
Mi hermana me escribía hace unos días: «Ya ha pasado un año. Te deseo que el segundo sea aún más bello que el primero». Es realmente la experiencia de la belleza la que estoy viviendo aquí, dentro de las fatigas de cada día. Mis amigos sacerdotes de la Fraternidad me envían –¡ahora ya en tiempo real!– el texto de los encuentros, lo cual supone un alimento indispensable y una provocación continua. Suelo escuchar dos veces las grabaciones, pero esta vez lo hice cuatro veces. «Yo no vivo mi vida soportando la neutralidad de cada instante, sino abrazando cada instante por un ímpetu de totalidad que es profecía de felicidad». Nosotros respondemos al Misterio a través de la circunstancia: la cuestión no es hacer las cosas por Cristo, sino “a Cristo”. Cristo está presente. El hecho que más me provoca ahora es la enfermedad de una profesora. El otro día, cuando me comentaba por teléfono el resultado de la última visita médica y entre lágrimas me decía que incluso la última esperanza se le iba, sentí una gran rebelión. Mientras iba a verla tratando de transformar la rebelión en súplica, comprendía perfectamente que el problema era cómo estaba respondiendo yo. Cuando llegué, al hablarle estaba permitiendo al Señor que la alcanzara y la ayudara. Al mirar a mis alumnos, los del Colegio San Ricardo, pobres y cariñosísimos, y los del Colegio San Juan, sin la preocupación de que me escuchen, de que entiendan... sino respondiendo al Misterio que vive en sus rostros experimento un bien y una belleza patente. ¡Hay una necesidad tan grande de Cristo y de una experiencia humana que abarque todo lo humano! Los sacerdotes y seminaristas con los que me relaciono me piden ayuda en esto. Con uno de ellos, que pertenece a una congregación que yo desconocía, nos vemos el padre Carlos y yo una vez por semana. Quiere vivir una amistad con nosotros y me ha propuesto, de acuerdo con sus superiores, que dicte unos Ejercicios de una semana para todos los miembros de su congregación. La semana pasada fui otra vez a Armenia y el sábado iré a Villavivencio. Me encuentro con muchos jóvenes y chicos que van conociendo nuestras comunidades. Es un reto para nosotros tomar en serio a cada uno como el Misterio mismo que se nos hace presente. En Armenia, una ciudad de 300.000 habitantes se respira un clima de violencia: cada noche los sicarios matan a tres o cuatro personas por 3000 pesos (¡por 1 euro!). A los alumnos y a todos los que vamos conociendo les anunciamos el valor infinito de la persona humana y el camino que está trazado para caminar hacia nuestro destino. Estamos preparando las vacaciones de los bachilleres y de los universitarios, en diciembre, y las de la comunidad de adultos, en enero. Comprendo que la unidad con ellos, con los Memores Domini y ahora con la Fraternidad de San José, es el factor que educa y hace crecer nuestra fe hasta adquirir la consistencia de las obras.
Padre Marco, Bogotá (Bolivia)

Sucede en nuestra escuelas
En el colegio del que soy director, nacido por iniciativa de algunas familias de CL de Lugano, da clase desde hace dos años una profesora budista. Fue la única que se presentó a la entrevista de trabajo para su asignatura. Tras haberle presentado el ideario del Colegio, la contraté para un año de prueba, para garantizar la libertad de ambos, la suya y la del colegio. Después de las primeras clases, algunos chicos de primaria vinieron a verme y me comentaron: «Ángela no reza. Nos hace rezar por la mañana y antes del almuerzo, pero no reza con nosotros». «¿Cómo que no reza?». «No es que no rece, dice que reza de otra manera, que es budista». Siguieron muchas conversaciones y el deseo de ir conociéndose recíprocamente. Hacia el final del curso, Ángela fue a verme para recordarme que se acababa su contrato. Yo no tenía dudas. Tenía que decidir ella. Me dijo, conmovida: «Me quedo. En la escuela estatal nadie sabe quién soy y en qué creo. Aquí, desde el primer día, ha sido fácil presentarme con mi identidad». Este año nos pasó un episodio análogo. Contraté a una señora belga, de madre alemana, para las clases de alemán. La señora se sinceró en seguida diciéndome que no era creyente y que esto podía ser un impedimento para una escuela católica. Como no tenía alternativa, la contraté. Se implicó en seguida cordialmente con el trabajo didáctico y se integró muy bien con los demás profesores. Una tarde, vino a hablar conmigo muy ansiosa. Con cierto temor pensando en que quizás se entrometía donde no debía, me comentó que en la clase de 4ªA, observando que los chicos rezaban sin prestar atención, de mala gana o riéndose, les acababa de decir: «Yo soy atea y no rezo. Tampoco vosotros estáis obligados a hacerlo, pero si lo hacéis debéis hacerlo bien porque de esto depende vuestra dignidad». Le di las gracias por ayudarme a ser yo mismo y fui con ella a clase para compartirlo con los chicos.
Roberto, Lugano (Suiza)