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Huellas N.1, Enero 2003

PRIMER PLANO

Kazajstán. La buena nueva

La participación en unas vacaciones da comienzo a una historia inimaginable pero real para Botagoz. La relación con su madre, musulmana. «Hay un camino concreto, carnal, el único para ser feliz»

Botagoz es una chica kazaja de 21 años, musulmana, que ha pedido ser bautizada como consecuencia de la amistad con una profesora y del encuentro, hace cinco años, con un sacerdote

Hola, querido don Giussani. Me llamo Bota, tengo 21 años y vivo en Karaganda, Kazajstán. Hace algunos meses terminé la universidad y empecé a trabajar como periodista en un periódico de Karaganda. Nací en el barrio más peligroso y criminal de nuestra ciudad. Los jóvenes que viven a mi alrededor piensan que es más respetable el que es más fuerte. También yo pensaba así. Entre nuestros jóvenes la dignidad del hombre no tenía valor. En mi escuela había un club literario al que me invitó una profesora, Liubov Sergheevna. El club de los Peregrinos - así se llamaba -, era un lugar en el que organizábamos encuentros con personas del mundo de la cultura. Justamente en este lugar empezó una relación más familiar con mi profesora Liubov. Me impresionó su humanidad en la relación con nosotros, los alumnos, una humanidad que no había visto nunca. Por este motivo el club se convirtió en el lugar más bello de la escuela, y la profesora en la persona más querida. Una vez, hace cinco años, invitamos al club a don Edoardo. Con el paso del tiempo he comprendido que Jesús entró en mi vida un día cualquiera hace cinco años, cuando yo no lo esperaba. El diálogo con don Edoardo parecía una batalla, porque estaba llena de prejuicios hacia la Iglesia católica. Pensaba que la religión era un instrumento para manipular la mente de los jóvenes. Pero Edoardo mantuvo una postura muy abierta y dio a todas mis preguntas respuestas inesperadas. Al final del encuentro, invitó a todos los chicos a unas vacaciones durante el verano. Un total de catorce jóvenes, junto con Liubov, participamos por primera vez en las vacaciones con los estudiantes. Conocimos a don Adelio, don Eugenio, don Massimo y a otros amigos. Durante esas vacaciones me impresionó una cosa. Mi gran amigo Asiet, con el que había estudiado tres años, sentados en el mismo banco, habló de su vida y de la búsqueda de la verdad. Estaba segura de que conocía muy bien a Asiet, pero lo que escuché me hizo comprender que no lo conocía verdaderamente. Para mí fue una gran sorpresa: fue descubrir la profundidad de la persona que estaba junto a mí. Y esta profundidad de Asiet empezó a mostrarse dentro de ese grupo de amigos. Por lo cual empecé a frecuentar su compañía. Digo “su” porque todavía no la consideraba “mía”. Durante cuatro años no comprendí nada de lo que los amigos decían en la Escuela de comunidad. No fui fiel y busqué otras cosas. Ahora no puedo contar lo que hacía en la universidad sin vergüenza ni dolor. El único vínculo entre la compañía y yo era Liubov. El año pasado decidí no ir a las vacaciones, porque no había visto ninguna novedad ni ningún valor para mi vida. Pero Liubov me llamó por teléfono y habló conmigo durante media hora de forma muy dura, haciendo referencia a lo que habíamos encontrado a través de la compañía. Fui a las vacaciones, y sólo entonces conocí verdaderamente el Movimiento y tu carisma, querido Giussani. Mirando mi experiencia comprendo qué quiere decir que para que la libertad se abra y se desarrolle hace falta tiempo y espacio. Han sido necesarios cinco años para que mi libertad aceptara la Presencia que vive en la amistad con Liubov, Maxim, Asiet, Anna, Ramzia, Dima, Claudio y con los amigos más grandes. Hay un camino concreto, carnal, el único camino para ser feliz. Ahora estoy contenta porque sé dónde reside mi felicidad. Después de la visita del Papa, de las vacaciones de trabajadores, después del Meeting y La Thuile, pero sobre todo, tomando más en serio mi vida cotidiana aquí en Karaganda, el 4 de septiembre pedí el Bautismo a don Adelio. Para mí significa mi “sí” personal al Misterio, que existe y que cambia el mundo ahora, que cambia la vida de mis amigos. Mi “sí” es la respuesta de una persona débil y frágil a Alguien que dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Cuando Adelio me preguntó si quería recibir el bautismo de forma secreta, le dije que no. Pero primero quise hablar con mi madre, porque deseaba contárselo todo. Mi familia es de tradición musulmana, pero mis padres no han acudido jamás a la mezquita. Por la noche, después de la cena, nos quedamos solas en la cocina mi madre y yo. Ella empezó a lavar los platos. Después de un momento de silencio le hablé del paso que iba a dar con estas palabras: «Esta compañía de amigos me ha dado la esperanza. Mamá, yo no sé qué quiere decir ser musulmana, pero he encontrado una amistad verdadera y no quiero dejarla nunca. Ahora tengo la certeza de que esta compañía es algo mío, es para toda mi vida. No sé qué sería de mí si no hubiese conocido a estos amigos. Quiero ir más al fondo y por esto quiero pedir a don Adelio el don del Bautismo». Esto es lo que le dije a mi madre. Yo esperaba una tempestad, un escándalo terrible, pero, como siempre, Él lo organiza todo. Con gran sencillez, mi madre me dijo: «Bota, tú eres responsable de tu vida. Yo soy musulmana y nunca cambiaré mi religión. Pero tú haz lo que creas mejor para ti, porque lo que es bueno para ti lo es también para mí». La alegría con la que vivo ahora en mi familia me da el valor y la posibilidad de un nuevo inicio en las relaciones con mis padres, que se están haciendo cada vez más familiares. Quiero darte las gracias por todo, porque tu gran historia se ha hecho también mía. Un abrazo muy fuerte,
Karaganda, 6 de octubre de 2002, Botagoz Giumanova