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Huellas N.1, Enero 1999

EEUU

Iraq: Desert Fox

a cargo de Maurilio Ronchetti

Entrevista exclusiva al ex Presidente del Consejo italiano sobre la crisis del Golfo. Comparte el juicio de la Santa Sede que habla de "agresión" que suscita "tristeza". Ningún Estado, ni siquiera el más fuerte, puede transgredir las normas comunes


El primer político italiano que ha presentado un orden del día en el Parlamento sobre la crisis iraquí ha sido Giulio Andreotti. Es el siguiente: El Senado, después de oír las declaraciones del Gobierno; considerando que sólo los órganos internacionales competentes pueden gestionar la intervención armada para prevenir el terrorismo u otros proyectos de criminalidad colectiva; considerando que en el caso iraquí las Naciones Unidas tienen que estar en condiciones de poder realizar efectivas y profundas inspecciones; considerando que los bombardeos deberían quedar como un duro recuerdo del tiempo de guerra, pasa al orden del día". En 1991, durante la guerra del Golfo, Andreotti era Primer Ministro y aprobó la intervención militar ("de acuerdo con la línea de las Naciones Unidas habiendo fallado, por desgracia, todos los demás medios para restablecer la soberanía de Kuwait" dice ahora, recalcando el "por desgracia"). Ahora, no.

Senador Andreotti, ante los bombardeos anglo-americanos sobre Irak la Santa Sede ha pronunciado palabras como "tristeza" y "agresión" que suponen una condena. Algunos han dicho que eran exageraciones humanitarias. Usted, ¿qué piensa?
No. No es exagerado hablar de agresión y el humanitarismo no tiene nada que ver con esta tristeza profunda que comparto plenamente.

Por tanto, ¿considera a Estados Unidos y a Gran Bretaña agresores?
Se ha violado el único principio sobre el que puede sostenerse una convivencia internacional pacífica. Es el siguiente : ningún país tiene el derecho de sustituir a las Naciones Unidas tomando una decisión y menos aún realizando una intervención militar. Esto es válido prescindiendo del resultado que Clinton y Blair se propusieron de eliminar a Saddam Hussein. No es este el momento de discutir si Saddam es bueno o malo, ni pretendo defenderle. Pero la figura de Saddam no tiene nada que ver con este tipo de juicio.

Se dice que la "razón de Estado" nos obliga a apoyar a nuestros aliados.
Precisamente porque eres mi aliado no puedes hacer lo que quieras. Todo lo contrario. Además no existen principios que puedan ser objeto de transacción. Me ha herido especialmente la postura de Tony Blair. El comportamiento inglés es más grave que el americano. Mientras discutíamos en el Senado él ni por asomo se preocupó de nuestras opiniones y ordenó lanzar su Tornado. ¡Ha hecho desaparecer Europa! Si esto no se considera política exterior a decidir entre todos, ¿qué podemos considerar como tal? De esta forma, Blair ha atentado contra la fatigosa construcción de la Unión Europea.

Usted es considerado un hombre completamente realista. Pero, ¿no peca de idealismo, en este caso, al hacer referencia a los principios?
El equilibrio del mundo y la perspectiva de una paz y un orden duraderos no puede basarse en la lógica de quien se considera el más fuerte y como está convencido de ser el brazo de Dios y el más puro del mundo hace lo que le parece. En cualquier caso no me descubro ahora como un hombre de principios: recuerdo por ejemplo el caso de Granada.

Nos situamos a mitad de los años 80...
Era Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Craxi, desde hacía poco tiempo. Los Estados Unidos de Reagan decidieron realizar una intervención militar en esa isla del Caribe porque sentían amenazada la libertad del mundo. Bien: nuestro Gobierno lo condenó, pero el Parlamento lo aprobó. Y todavía vivíamos en un mundo dividido en bloques. Hay que reafirmar los únicos principios sobre los que puede sostenerse la convivencia. El único método es el que valora a las Naciones Unidas y a los organismos donde no impere el principio del más fuerte.

¿No es una utopía? El más fuerte tendrá siempre atenazado al resto del mundo como quiera.
No. La perspectiva que he apuntado, la de dar un peso determinante de las Naciones Unidas está destinada a imponerse cada vez más. Creo que se darán notables cambios. Además, incluso prescindiendo de los principios, es inevitable que también el más fuerte acepte estos cambios. Si no, nadie puede sentirse seguro.

En definitiva: a los americanos les conviene aceptar las reglas de las Naciones Unidas.
Si uno no se atiene a las reglas que valen para todos se acaba como el gigante Goliat, derrotado por una piedra. Hoy diríamos por dardos envenenados. Nadie puede creerse seguro. Además creo que los americanos piensan en bombardear al prójimo tranquilamente porque no saben lo que es sufrir un bombardeo. Quien no respeta las reglas se arriesga a ser expulsado del club.

¿Aunque sea el socio más rico?
No pueden seguir "engañando" a nadie. Basta un kamikaze para herir al más fuerte. Juegan con fuego.

Hay católicos - estoy pensando en el CCD - que han aplaudido el bombardeo.
Han aplicado el concepto de defensa común. De solidaridad occidental. Son razonamientos que a lo mejor tuvieron valor cuando el mundo estaba dividido en dos. Además también a ellos les recuerdo el precedente de Granada. Me parece que entonces la DC era unánime... No basta afirmar lo contrario de Bertinotti para tener razón.


El Papa: resolver la crisis respetando el orden internacional

El dolor, la amargura y el urgente llamamiento de Juan Pablo II por la tragedia de la población iraquí "frente a cuyo drama nadie puede permanecer indiferente".
El ambiente navideño hace aún más vivo el sufrimiento por lo sucedido estos días al pueblo iraquí ante cuyo drama nadie puede permanecer indiferente.
A mi profundo dolor por la situación de este pueblo se une la amargura al constatar con cuanta frecuencia se defraudan las esperanzas puestas en la validez y en la fuerza del derecho internacional y de las organizaciones llamadas a garantizar su aplicación.
Repito de nuevo: ¡la guerra nunca ha sido, ni será, un medio adecuado para solucionar los problemas entre las naciones!
Por tanto, ahora más que nunca el pueblo iraquí debe ser el centro de las preocupaciones de cuantos, tanto en Irak como en otras partes, tienen el deber de resolver la crisis. A todos ellos les dirijo mi más apremiante llamamiento para que prevalezcan la solidaridad humana y el respeto del orden internacional.

(Juan Pablo II, Ángelus Domini, Domingo 20 de diciembre de 1998, L'Osservatore Romano, 21-22.12.98)