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Huellas N.3, Marzo 2007

SOCIEDAD - Benedicto XVI / Dentro de la realidad

Educación

Eugenio Borgna

La relación educativa es, por su naturaleza, delicada, pues implica la libertad del otro, al que siempre se impulsa, aunque sea dulcemente, a tomar decisiones. Ni los padres, ni los sacerdotes o los catequistas, ni los demás educadores pueden sustituir la libertad del niño, del muchacho o del joven al que se dirigen. De modo especial, la propuesta cristiana interpela a fondo la libertad, llamándola a la fe y a la conversión. En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada cual encerrado dentro de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común.
(A la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma, 6 de junio de 2006)

Frente a una preocupante “emergencia educativa”, estáis llamados a transmitir la fe a las nuevas generaciones, favoreciendo el encuentro con Cristo de tantos muchachos y jóvenes. No os canséis de recordarles –puede ser difícil, pero al mismo tiempo es muy necesario y bello– que sólo el Evangelio puede satisfacer plenamente las expectativas del corazón humano y puede crear un verdadero humanismo.
(Al término de la Audiencia general, 7 de febrero de 2007)


Eugenio Borgna
(Jefe de servicio emérito de Psiquiatría del Hospital Mayor de Novara)
La educación, el gran reto de la educación, como ha subrayado recientemente el Papa, comienza ya en la infancia, y no puede nacer ni desarrollarse más que en el corazón de la familia fundada sobre el matrimonio, en la que el padre y la madre, desde sus psicologías distintas y complementarias, se confrontan con las exigencias formativas de los hijos en el carácter circular y recíproco del amor y de la donación de sí mismos. Este amor y esta donación son testimoniados por las palabras y también por la concordancia y la homogeneidad de comportamientos. La educación, en la familia y después en la escuela, se realiza únicamente en el contexto de un diálogo que reconozca la interioridad y la dignidad, la libertad y la responsabilidad del otro. No es posible educar, hacer que broten los recursos humanos y espirituales que están presentes en toda persona, más que abriéndose a la pasión por la verdad («In interiore homini abitat veritas», como dice san Agustín) y a la búsqueda del deseo inextinguible de infinito, intuyendo las huellas del misterio, que es algo inconmensurable y que sin embargo palpita en la conciencia humana y cristiana de las personas.