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Huellas N.4, Abril 2007

CL - España / Peregrinación a Roma

Me preguntaba de dónde venía esa belleza

Carmen Giussani

Se acercaba la deseada cita con el Papa Benedicto XVI el 24 de marzo, y de uno en uno iban sumándose los nombres de quienes se apuntaban a la peregrinación de CL desde España a la sede de Pedro en el corazón de Roma. Muchos aprovecharían para quedarse el fin de semana; familias y amigos se iban organizando para visitar los lugares de los mártires, la belleza desbordante del arte, de las Basílicas y de la historia cristiana; algunos invitaban a todos sus familiares porque nada más bello hubieran podido ofrecerles. Nombres de personas se sumaban para ir a dar gracias a Dios por una curación reciente, por una gracia recibida o para pedir el consuelo fortiter et suaviter que necesitan.

Beber de las fuentes
Todos íbamos llevando a España en el corazón, con la súplica de que la reconciliación que sanó heridas profundas rebrotara del “árbol de la vida” en nosotros y en las jóvenes generaciones para bien de nuestro país.
El cardenal Rouco, que considera paradigmático el diálogo mantenido en Munich en 2004 por Jürgen Habermas y Joseph Ratzinger sobre los fundamentos pre-políticos del Estado democrático, había recordado recientemente las críticas de Benedicto XVI a la omnipotencia de la racionalidad cientifista, rebatiendo la tesis de que el relativismo pueda fundamentar la democracia. Ahora unos 2.000 españoles, miembros de Comunión y Liberación y amigos, íbamos a Roma para beber de las fuentes que dan la vida, sustentan la fe y alimentan la razón, fuentes que fundamentan la dignidad de la persona y el servicio al bien común, la capacidad de reconciliar y la fuerza para reconstruir siempre de nuevo la sociedad.

¿Qué pides? La fe
Monseñor Rouco llegó a Roma el viernes por la tarde para acudir a la Iglesia Nacional Española de Santiago y Monserrat donde celebró el bautismo de Hisako Hiseki, señora de Sotoo, que tras dos años de catequesis en Barcelona había pedido entrar en la Iglesia Católica bajo el padrinazgo de sus amigos Silvia y Diego Giordani.
A la hora convenida la iglesia estaba a rebosar de gente, reunida en torno a Hisako y Etsuro, que en estos últimos dos años se han ganado nuestro cariño y admiración, ya sea por el extraordinario concierto ofrecido por Hisako en EncuentroMadrid 2006, con la virtuosísima Suite Iberia de Albéniz y el que dio en beneficio de CESAL en Barcelona en 2007, ya sea por el testimonio de su marido, un escultor sabio y bueno, que como él mismo explica: «Quería ser fiel al espíritu de Gaudí, penetrar su esencia. Después comprendí que, aun con toda mi buena voluntad, sólo podía llegar hasta un determinado punto. Entonces me di cuenta de que “no debía mirar a Gaudí, sino mirar hacia donde él miraba”». Actualmente una Escuela de comunidad se reúne cada semana en la Sagrada Familia.
Dicen que al llegar al aeropuerto de Tokio, nada más salir te encuentras con una imagen gigante de Etsuro Sotoo tomándose un Nescafé. Es un hombre cristiano. Es un artista muy conocido en su patria.

Amor a la libertad
Con la celebración del bautismo, Hisako se incorpora a la comunidad de la Iglesia que «asegura la contemporaneidad de Cristo con nosotros», como al día siguiente explicaría el Santo Padre hablándonos en la audiencia. Elegantísima, conmovida, se la veía preocupada por entender las palabras de la Liturgia. La rodeaba una multitud de amigos cuyos rostros todavía no conoce, pero que sentía profundamente cercanos, familiares, pertenecientes a la misma comunidad eclesial que la recibía.
Etsuro lloró calladamente. Su rostro manifestaba una profunda alegría: había esperado unos años a que su mujer recorriese su camino personal hacia la fe, y el momento había llegado. Enseguida, me vino a la mente don Giussani en el programa emitido el 22 de febrero por la italiana Rete 4, cuando, con una fuerza que se sale de la pantalla, dice: «Por otra parte, Cristo mismo murió por amor a nuestra libertad». Fue un eco suave de este amor a la libertad lo que se veía en el rostro del escultor.
Silvia y Diego, los padrinos, respondieron en nombre de toda la comunidad que serían compañeros fieles del camino de Hisako hasta su cumplimiento. Las palabras del cardenal recordaron el origen gratuito de la fe y a la vez su profunda adecuación a todo lo que es verdaderamente humano. Los cantos hicieron resonar la grandeza del Misterio y la compañía lo manifestó palpablemente.
Al final, todos teníamos un hondo agradecimiento por haber podido asistir a la iniciativa concreta del mismo Señor que llamó a Pedro, y a la respuesta sencilla de Hisako: «Señor, tú sabes que te quiero».