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Huellas N.4, Abril 2007

IGLESIA

Huellas de Ecumenismo

a cargo de Ricardo Piol

LA NUEVA EUROPA
Experiencias de encuentro


El primer número de 2007 de la revista internacional La nueva Europa está enteramente dedicado al congreso “Cristianismo, judaísmo e islam: experiencias de encuentro” que tuvo lugar en la sede de la Fundación Rusia Cristiana, en Seriate (Bérgamo) el pasado mes de octubre. La publicación reúne las intervenciones íntegras de los distintos invitados, entre los cuales había católicos, ortodoxos, judíos y musulmanes, que tomaron parte en el congreso para afrontar la relación entre las tres religiones. «Este problema –se lee en la presentación de este número de la revista– se encuentra entre los más acuciantes, si no el más acuciante, que debe afrontar la humanidad contemporánea; pero su importancia no está ligada a la pura contingencia histórica, a las gravísimas implicaciones que podría tener el temido enfrentamiento de civilizaciones: la cuestión de las religiones tiene que ver con la humanidad, incluidos los no creyentes, porque afecta de forma radical a la cuestión de la verdad, de su presencia y de su posible influencia práctica en la historia de los hombres».


CATEQUESIS
El “realismo” de Ignacio


Prosiguiendo con el recorrido del nuevo ciclo de catequesis sobre los Padres apostólicos, el Papa dedicó la audiencia del miércoles 14 de marzo a la figura de san Ignacio de Antioquía. Dirigiéndose a los fieles congregados en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI describió la figura y la historia del tercer obispo de Antioquía, martirizado en el año 107, definiéndolo como «“el doctor de la unidad”: unidad de Dios y unidad de Cristo (a pesar de las diversas herejías que ya comenzaban a circular y separaban en Cristo la naturaleza humana y la divina), unidad de la Iglesia, unidad de los fieles “en la fe y en la caridad, a las que nada se puede anteponer”». «El “realismo” de san Ignacio –dijo el Papa– invita a los fieles de ayer y de hoy, nos invita a todos a una síntesis progresiva entre configuración con Cristo (unión con él, vida en él) y entrega a su Iglesia (unidad con el obispo, servicio generoso a la comunidad y al mundo)». «Pidiendo al Señor esta “gracia de unidad”, y con la convicción de presidir en la caridad a toda la Iglesia (cf. Carta a los Romanos, prólogo), os expreso a vosotros el mismo deseo con el que concluye la carta de san Ignacio a los cristianos de Trales: “Amaos unos a otros con corazón indiviso. Mi espíritu se ofrece en sacrificio por vosotros, no sólo ahora, sino también cuando logre alcanzar a Dios... Quiera el Señor que en él os encontréis sin mancha”. Y oremos para que el Señor nos ayude a lograr esta unidad y a encontrarnos al final sin mancha, porque es el amor el que purifica las almas».


JERUSALÉN
Comisión bilateral


Del 11 al 13 del pasado mes de marzo tuvo lugar en Jerusalén la reunión de la comisión bilateral para el diálogo entre judíos y católicos. Compuesta por la delegación de la comisión de la Santa Sede para las relaciones religiosas con el judaísmo y por el Gran Rabinado de la delegación de Israel para las relaciones con la Iglesia católica, la comisión puso como título a su reunión “La libertad de religión y de conciencia y sus límites”. En la declaración conclusiva se lee que «la capacidad humana de elegir es una manifestación de la imagen divina en la que todos los pueblos son creados, y es fundamental para el concepto bíblico de responsabilidad humana y justicia divina». Poniendo en evidencia que «la idea del relativismo moral es antitética a esta visión del mundo religioso y representa una seria amenaza para la humanidad», el documento afirma la necesidad del Estado de garantizar la libertad religiosa y al mismo tiempo de intervenir allí donde la religión fomenta la violencia y el terrorismo. Reconociendo que «es legítimo para una sociedad con una identidad religiosa predominante preservar su carácter, mientras esto no limite la libertad de las comunidades minoritarias y de los individuos de profesar sus credos religiosos alternativos», la declaración invita a católicos y judíos a «salvaguardar la integridad y la dignidad de los Lugares Santos, de los lugares de adoración y de los cementerios de todas las comunidades religiosas», y reconoce «un especial deber por parte de los dirigentes y de las comunidades religiosas de prevenir el uso impropio de la religión y de educar en el respeto por la diversidad, que es fundamental para asegurar una sociedad sana, estable y pacífica».