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Huellas N.4, Abril 2007

PRE-MEETING - La verdad es el destino para el que estamos hechos

¿Qué es la verdad?

Giovanna Parravicini

Exposición a cargo de la Fundación Rusia Cristiana

Era uno de los cuadros preferidos de Dostoevskij: en primer plano, dos personajes, Pilato que plantea la pregunta, su gesto resalta en plena luz, mientras que Cristo permanece a la sombra, su rostro está como indeterminado, misterioso. Nikolaj Ge, autor del cuadro, lo había titulado ¿Qué es la verdad?. En una sociedad formalmente bienpensante, con una Iglesia de Estado que estaba presente en todos los gestos públicos y que constituía una especie de “ministerio de cultos”, las conciencias estaban ofuscadas por la misma confusión que hoy, preguntas no expresadas pero dramáticas herían las conciencias e irrumpían en conflictos sociales y políticos. Pertenece a la pluma de Dostoevskij la expresión «parálisis de la Iglesia», el dramático reclamo a redescubrir el rostro vivo de Cristo ofuscado por un ateísmo práctico alimentado de formas externas de piedad. Esta problemática la vivió con gran intensidad la sociedad rusa, en particular en los treinta años que precedieron a la revolución de 1917. Los fantasmas de la utopía social, del terrorismo, del antisemitismo, de un profetismo y escatologismo ambiguo acompañaron a los impulsos religiosos procedentes de distintos estratos de la sociedad del tiempo hacia la catástrofe, originando en última instancia un fenómeno histórico sin precedentes: el totalitarismo.

Tres secciones
La primera sección de la exposición, titulada “El caso Tolstoj”, pone de manifiesto el desgarro de la conciencia individual a través de la personalidad del «gran viejo», en torno al cual parece coagularse toda la problemática de la época.
Lev Tolstoj (1828-1910) no fue solo un escritor de fama mundial, sino que fue el portavoz de los interrogantes que agitaban a amplios estratos de la sociedad, el defensor de un nuevo proyecto social (comunas campesinas que querían crear un nuevo rostro de la sociedad de su tiempo) y de una nueva espiritualidad ética, una religión laica inspirada en el cristianismo pero decidida no solo a establecer una distancia con respecto a la persona histórica de Cristo, sino a negar su divinidad y humanidad. La posición de Tolstoj tuvo un efecto explosivo en la intelectualidad de su tiempo, molesta con la Iglesia institucional. Cuando en 1901 el Santo Sínodo declaró –con toda razón– que las teorías profesadas por el conde Tolsoj eran heréticas, y por tanto lo excomulgó, la sociedad rusa respondió poniéndose del lado del escritor y contra la estructura eclesiástica.
La segunda sección de la exposición, titulada “El Apocalípsis ruso”, testimonia la difusión de la posición humana ejemplificada en Tolsoj, su extensión por ámbitos nuevos de la mentalidad y de la costumbre social, desembocando en fenómenos como el terrorismo, el antisemitismo y la revuelta social, que generaron matanzas políticas y étnicas sanguinarias.
La tercera sección de la exposición, “Mensajes desde el km 101” constituye casi un epílogo: tiene su origen en los escritos que desde el km 101 (aquellos que habían pasado por el Gulag no podían acercarse a Moscú a menos de esta distancia), uno de los muchos ex detenidos empezó a enviar a familiares y a algunos amigos. Ensayos, cartas, memorias, que habrían circulado en el samizdat (en copias a menudo anónimas y bajo seudónimo), para comunicar a las jóvenes generaciones aquello que sus padres habían visto y sentido a lo largo de la vida, para dar voz al testimonio de los «justos» que vivieron en los años de la revolución, haciendo trabajos forzados, para trasmitir el calor que desborda de los «muros de la Iglesia» sobre el mundo congelado de la ideología.
Sergej Fudel’ (1900-1977), el autor de estos escritos, simboliza de alguna forma el surgimiento de una huella desde las nieblas gélidas y sangrientas de decenios de persecuciones y horrores; su obra no está dictada en primer lugar por la preocupación de denunciar, sino por la urgencia de dar voz a la experiencia de verdad vivida en las tribulaciones de los decenios precedentes, de atestiguar que la verdad es el encuentro con el «Viviente», que desvela al hombre su verdadero rostro y le da una esperanza eterna.