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Huellas N.6, Junio 2007

CARTAS

Lima, Madrid, Asunción...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

Médico de cuerpos y almas
Soy médico oncólogo, trabajo en el Instituto del Cáncer de Lima. Para los pacientes que tienen esta enfermedad parece que la vida y el aliento terminan cuando escuchan la palabra “cáncer”. Muchas veces he tenido la tentación de pensar que todo esto es un sinsentido. Un día estaba pasando visita y entré en la habitación de uno de mis pacientes que es un médico muy conocido, Director del Instituto Nacional de Salud y ¡qué sorpresa! Leía El Sentido Religioso. Le comenté que pertenecía a CL y conmovido me abrazó y me dijo que era afortunada y que también él lo era desde ese momento, porque a través de mí podía conocer a don Giussani. Le hice muchas preguntas de cómo había conseguido el libro, y me comentó que en uno de sus viajes a Roma se encontró con su amigo, monseñor Abondi, quien le regaló el libro. Le invité a la misa por don Gius del 22 de febrero y también a la de Pascua, y nos acompañó en ambas Eucaristías. En una de las visitas médicas me dijo: «¡Si supieran lo que Ustedes han encontrado! Estoy tranquilo, ahora podré morir en paz». En este tiempo hemos hablado de don Gius, de las Escuelas de comunidad y la caritativa. Por su estado de salud se hospitaliza cada dos semanas, así que hemos empezado la Escuela cada vez que se hospitaliza. Se ha suscrito a Huellas. Siempre me dice que está listo para el siguiente examen (se refiere a nuestra reunión en una habitación del hospital). Quiere participar en los Ejercicios de la Fraternidad. Ante esto ¿de qué injusticia puedo hablar? Como dice Julián: «Esta es la victoria sobre el escepticismo, el hecho excepcional que ilumina el significado a cada particular». Estoy conmovida y agradecida por lo que me toca: mirar la realidad, amarla y abrazarla, porque es la forma tierna en que el Señor me dice “Soy Yo”, la enfermedad, la muerte, no tiene la última palabra.
Silvia, Lima (Perú)

Descubrir la belleza de Cristo
Querido Julián: Te escribo para darte una alegría. Cuando mi hijo empezó a salir con la que hoy es su mujer, yo pensaba que lo de CL era algo así como una secta. Tampoco me dio demasiadas explicaciones y en mi ciudad no está excesivamente asentado, o al menos a mí no me lo pareció. Además aquí la gente no muestra excesivamente sus pertenencias a los grupos religiosos. Total, que llegó la boda y se marcharon a vivir a Madrid. Me invadió una gran tristeza y soledad. Sabía que se casaba con una gran mujer pero era mi único hijo y siempre habíamos estado muy unidos. Para esa época ya había conocido en verano al padre José Luis Almarza, que me convenció bastante en cuanto a que el movimiento no era una secta, y empecé a comprar algún libro de don Gius. Poco después, me regalaron una suscripción a Huellas y empecé a leer algún artículo. Yo siempre he creído en la existencia de Dios. A ver cómo lo explico. Nunca Dios me ha negado la fe, a pesar de todos mis pecados. En marzo de 2006 estuve muy grave y a raiz de ello, mis hijos insistieron en que viniera a vivir a Madrid, pues estaba muy sola y alejada. Al final, accedí. El primer acercamiento a Dios tuvo lugar en Valencia. Cuando fuimos allí con ocasión de la visita del Papa, me confesé y comulgué tras muchos, muchos años. Pero una flor “no fa estiu”, como dicen en catalán (una flor no hace verano). Yo estaba en situación de búsqueda. Había estado en esa lejanía que tan bien describe don Gius, en el convencimiento de que, como yo era “una buena persona”, Dios me iba a perdonar. Empecé a acudir a la Escuela de comunidad, aunque me escaqueaba cuantas veces podía. No entendía nada. Estaba convencida de que tenía fe, pero había llegado a una situación espiritual y mental en que ya no creía en nada, sobre todo no creía en mí misma. Pero Dios está en todas partes y asiste al afligido. ¡Desde luego que sí! Llegó el 1 de mayo. Con unos amigos de mis hijos me apunté para ir al monasterio de Yuste. Me habían dicho que allí había un Prior, el padre Francisco, que es un santo. Y aquel hombre, santo, empezó a cambiar mi vida: «Cuando habéis llegado yo estaba hablando abrazado al Señor», fueron sus primeras palabras. Lo dijo sonriendo, apaciblemente, como quien habla de un amigo. Hizo muchas alabanzas al movimiento pero dos me causaron especial impresión: «Sois Cristo Resucitado» y «El Papa se apoya en vosotros de manera especial». Yo, en aquel momento tan alejada, con el corazón tan seco y temeroso, me dije a mí misma: «quiero ser del movimiento, de este movimiento. Rezaré a Dios para que me alargue su generosa mano y para que guíe mis pasos hacia el camino correcto». Y agradecí tener estos dos maravillosos hijos, tener envidia de la piedad con la que recibían a Cristo durante la Comunión. Ese día marcó un punto de inflexión en mi vida espiritual y personal. Llegué a casa y me puse a escribir mis sentimientos e impresiones. Empecé a prepararme para los Ejercicios de la Fraternidad leyendo los del CLU, publicados con Huellas de febrero, y el día 4 partimos hacia Ávila. No esperaba yo que tus palabras me hiciesen llorar ya la primera noche cuando hablaste del pobre de corazón, del que está lleno del deseo insuprimible de la verdad que tiene el corazón de todo hombre. Lo que más me admira de don Giussani es que cuando nosotros vamos, él ya ha ido, ha vuelto, ha ido y ha vuelto otra vez. Es como si te pescase en un renuncio… constantemente. Me he visto tan absolutamente retratada que lo que me pregunto, al final, es cómo, después de tantos años de una teóricamente buena educación religiosa, he tenido que descubrir la belleza de Cristo a mis 57 años . ¿Cómo he podido pensar que Cristo era una norma y que el Espíritu Santo era una paloma? Cada vez que recuerdo eso, se me pone la piel de gallina. Quiero que sepas que si te estoy escribiendo esta carta es para que compartas conmigo mi alegría. Sé que se me han quedado un montón de cosas en el tintero, pero la más importante, que es mi conversión, esa te la he contado. Te agradezco lo mucho que me da la Fraternidad que tan bien diriges.
Carta firmada

¡Gracias, padre Aldo!
Ante la propuesta de Ley sobre Salud Sexual que se está debatiendo en el Parlamento de Paraguay, organizamos un acto en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción. Invitamos a hablar sobre el Derecho a la Vida, al abogado Esteban Kriskovich, Profesor de Ética profesional, deontología y lógica jurídica en la Universidad Católica y Director de la oficina de ética judicial de la Corte Suprema de Justicia; la Dra. Julia Rivarola, médico Pediatra y miembro de la Comisión Nacional para el desarrollo de la Bioética y miembro del Consorcio de médicos Católicos; y el Padre Aldo Trento, de Comunión y Liberación. Inesperadamente, acudieron unas 300 personas, principalmente alumnos y algunos profesores de la Facultad de Derecho, dándose lugar a un debate muy interesante y provechoso. Tras el encuentro, una chica universitaria nos escribió una carta que reproducimos a continuación.

El jueves en el seminario “Derecho a la Vida”, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional, quedé estupefacta ante la alegría de mi corazón. En la Escuela de comunidad hablamos de “encuentro”, hablamos de “Acontecimiento”, pero esta vez para mí fue diferente, porque no solo leí el texto, sino que el encuentro lo tuve yo. No sé cómo, solo sé lo que se produjo. Y al final entiendo porque es una Gracia. Es gracia que Usted, padre Aldo, haya estado en la Facultad de Derecho y que, además de suscitar en mí muchas preguntas, haya cautivado y abierto mi corazón y el de los estudiantes que le rodearon al final del seminario. Ante lo que veía, me pregunté: ¿qué es esto? En esta Facultad, caracterizada siempre por ser electoralista, que rara vez es buena noticia en los medios de comunicación, aquí se produce mi encuentro con Cristo. Hace casi un año lo intuí y ahora me persuade. Finalmente tuve la certeza de que Él es lo que me corresponde y ya no puedo imaginar mi vida sin esta compañía. Para los compañeros, los demás estudiantes que estuvieron en el seminario, a quienes ha dejado inquietos y deseosos, tal vez sea el inicio de una historia. Hoy, mi mirada ante la vida es diferente, porque ya no me afirmo a mí misma frente a todo, sino que me dejo abrazar por Otro, a quien pertenezco: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un Acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello una orientación definitiva».
María José, Asunción (Paraguay)

Desafiar a quien queremos
El lunes la llamé a una amiga para ir a verla porque está pasando un momento difícil. Así que rezaba mientras iba. Charlando, me dijo que se cansó de rezar, de ir a misa, y de que no pase nada. Le dije que bueno, pero que a mí me interesaba una amistad con ella, que no estuviera sola, que buscara otro lugar en donde se la tome en serio, donde la ayuden a responder a sus preguntas. No me dijo casi nada y estaba como enojada. Recién hoy en la cárcel [adonde acuden para un trabajo de la Facultad] me dijo que se quedó pensando y que quiere hablar conmigo. Es cierto que «hay que desafiar a los otros a que verifiquen si hay algo que es verdadero en su vida». Y hoy en la cárcel uno de los presos nos preguntó, sobre un papel en el cual le escribimos algo del otro lado había un juicio del año pasado del CLU; una fotocopia mal sacada, sobre la obra de Calígula de Albert Camus. Nos preguntó quiénes eran y si podía escribir al mail que allí figuraba, porque le había gustado lo que decía el panfleto ¡Qué grande! ¡Esto es para todos!
Lucía, Santa Fe (Argentina)

Un comienzo prometedor
Recientemente se llevó a cabo en Panamá la presentación del libro El camino a la verdad es una experiencia, sobre el que versará la Escuela de comunidad en los próximos meses. Para ello contamos con Alejandro, de la comunidad de Venezuela. Introdujo el acto un hermoso canto que dio paso a las intervenciones que permitieron introducirse en el contenido del texto. Alejandro aludió a su recorrido personal y a su grupo de amigos, señalando que Cristo se manifiesta en nuestras vidas a través de la desproporción que nos constituye y que nos lleva a su encuentro. Después pasamos a ver un video sobre la vida de monseñor Giussani y la audiencia de la Fraternidad con el Papa Benedicto XVI el pasado 24 de marzo. El acto finalizó con una amena recepción en la que pudimos compartir muestra amistad y las ganas de empezar a estudiar este libro y de invitar a nuestros compañeros de trabajo a participar en la Escuela de Comunidad.
Dilay, Panamá

Apoyo a las familias
En el mes de abril he viajado a Perú en calidad de responsable de proyectos para Sudamérica. Uno de los motivos del viaje era compartir con el equipo de CESAL en Perú el inicio del Programa de Apoyo al desarrollo integral de la infancia y la familia en el Cono Este de Lima, financiado por la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, cuya puesta en marcha permitirá crear en los asentamientos humanos de Huachipa, Nievería, Jicamarca y Cajamarquilla una red de servicios sociales de atención a la familia en su conjunto. Para fortalecer a las familias y ofrecerles un espacio educativo se creará una Oficina de Atención a la Familia, mejorando las capacidades educativas de padres y madres y brindando orientación y seguimiento familiar. También visité a la Provincia de Andahuaylas donde en los últimos años CESAL ha trabajado para fomentar el desarrollo agropecuario y la prevención y atención nutricional del binomio materno-infantil en la Región Apurimac, que ha empezado a dar sus frutos y extenderse a otras zonas.
David, Madrid (España)

La amistad con Claudio
Mi socio en la empresa de ingeniería Control Ambiental de Colombia Ltda, Jesús David, participó en el encuentro de la CdO en Santiago de Chile, en noviembre de 2006, donde conoció a Claudio, gerente de la empresa CDH ingeniería que construye sistemas de tratamiento de aguas residuales y potables. Claudio le invitó a conocer su empresa en La Serena Chile y le invito a hospedarse en su casa y conocer a su familia. Compartieron una semana de trabajo y David vio la posibilidad de implementar en Colombia algunos de los servicios de CDH Ingeniería. Asimismo, vislumbró la eventual aplicación en Chile de los métodos biológicos de tratamiento que nosotros hemos desarrollado en Colombia. En la actualidad hemos elaborando conjuntamente tres propuestas y estamos en preparación de otro tanto. En Cumaral, Claudio conoció a los amigos de la comunidad y en la relación con algunos de ellos, como el padre Iñigo, Melco, Sandra, su hija, y Cecilia, su esposa, se dio la ocasión de profundizar en una relación familiar, hasta llegar a poner en común las necesidades reales que nos afanan y darnos cuenta de que tenemos la misma necesidad de dar sentido a la vida.
Diego, Bogotá (Colombia)

En Montevideo
El sábado 9 de junio la Fraternidad de CL de Uruguay organizó, junto con la Fundación VIVEN, un encuentro multitudinario en la Parroquia San Pedro Apóstol, centrado en el testimonio de Javier Methol, superviviente del accidente de avión de Los Andes. Tuvimos la oportunidad de conversar con mucha gente y dar a conocer nuestra experiencia. Se trata del primero de una serie de actos que tendrán lugar a lo largo del año. El próximo contará con la presencia de Alver Metalli y otros asistentes a la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, un acontecimiento central de nuestra Iglesia en América.

El perdón
Esta mañana Grace Hazyo, refugiada de Burundi, vino a verme y me preguntó qué significa amar a los enemigos y perdonar como decimos en el Padrenuestro. Sus padres y sus hermanos fueron masacrados, ella huyó a pie hasta Ruanda y desde ahí se fue a Uganda. Lo que me pregunta tiene una importancia vital para ella, porque la comunidad burundesa vive en Uganda con todo el odio y el deseo de venganza que dominan en su País. Para explicarse me contó una anécdota que le pasó en Burundi. El director de una escuela dividió los alumnos entre hutu y tutsi. Luego, encerró a los tutsi en una gran cabaña y llamó a los rebeldes, que la incendiaron. Algunos estudiantes lograron huir. Un domingo, el sacerdote leyó el Evangelio en el que Jesús habla de perdonar a los enemigos e incluso amarlos. Cuando, al final de la misa, salió afuera a saludar a la gente, se le acercó un chico y le preguntó: «¿Has dicho que hay que perdonar y que hay que amar a los que nos hacen daño?». Sí, contesto el cura, y entonces el chico se descubrió los brazos y le enseñó sus heridas: «¿Qué dices ante esto?». «Yo he explicado el Evangelio, pero yo también estoy lleno de odio como tú, porque el mal que te han hecho a ti lo han hecho también a los míos», luego dirigiéndose a los presentes: «¿Hay alguien entre vosotros que puede responder a este chico? Yo no puedo». Tras un momento si silencio, le dije a Grace: «Cuando mataron a tus padres, los asesinos instilaron en tus venas el veneno del odio y de la venganza. Este veneno consume lentamente el corazón y las entrañas y hace infeliz a la gente. Tú también pensando en ello estás afectada de úlcera grave, estás triste a más no poder, no te fías de nadie. Es inútil intentar perdonar con nuestras fuerzas, es imposible. Lo que necesitas es una medicina potente que te cure del veneno. Solo el poder divino de Jesús puede hacerlo, solo un encuentro paciente y profundo con Él y el amor por Él puede poner en tu corazón una semilla de paz e incluso de gozo que te lleve a desear para tus padres y hermanos que han muerto y también para sus perseguidores y asesinos la misma medicina. Para ello tienes mi amistad y la de la comunidad cristiana para ayudarte». Su rostro se iluminó y exclamó: «¡Por fin entiendo!». Su reacción me hizo pensar en que, cuando el profesor Giovanni Galli me invitó a predicar sobre el perdón en un retiro para la Cuaresma, el año después de la matanza de Nyanza, mientras hablaba notaba una gran tensión en los rostros. Me paré en seco y les dije: «No os pido que perdonéis, pues resulta imposible; os pido que sigáis la propuesta de una amistad profunda con Cristo porque la necesitamos. Si lo hacéis, experimentaréis un alivio y un sentido para vuestra vida que no podréis dejar de desear para cualquiera, incluidos los que matan a vuestros familiares. Pedidle a él la curación del odio que nos llevaría a morir antes de morirnos. Confiad en él vuestro agobio, que él os aliviará».
Padre Tiboni, Kampala (Uganda)