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Huellas N.09, Octubre 2020

PRIMER PLANO

El realismo del misterio

Alessandra Stoppa

Experto en bioética, Theo Boer habló desde Holanda sobre eutanasia y la “cultura de la muerte”. ¿Pero qué es lo que más le impactó del Meeting? Aquí lo cuenta

Para Theo Boer era su primera vez en el Meeting. Igual que la mayoría, lo ha vivido a distancia, conectado desde Holanda. Profesor de Bioética, durante diez años ha sido miembro de la Comisión ministerial de eutanasia en el primer país que la legalizó. Ha llevado hasta Rímini sus reflexiones, límpidas, sin adornos, a base de números, gráficos y hechos. Empezó considerando la eutanasia como una solución de último recurso y ha visto cómo acababa convirtiéndose en la manera de morir por defecto. De ser una excepción extrema para pacientes con unas condiciones muy estrictas ha pasado a ser la manera habitual de morir. Con el tiempo empezó a pensar que la eutanasia «no tiene que ver con el dolor físico sino con otra cosa. Con la desesperación, la falta de sentido. Con un clima de muerte, donde la oferta genera la demanda».
Boer da clase en la Universidad Teológica Protestante de Groningen, ha presidido el Comité de Bioética y Biotecnológica de la Confederación de Iglesias Europeas y actualmente es miembro del Consejo de Salud holandés, donde es una de las voces más conservadoras. El Meeting le impactó porque expresa una fe «no separada de la cultura en la que estamos inmersos», una fe «con razones fundadas, que permiten no perder el contacto con el mundo». Lo ha visto sin estar en Rímini, y además en una edición totalmente particular como la de este año, pero lo ha visto de la manera más significativa: en una persona, la neonatóloga Elvira Parravicini, que participó con él y con el profesor Antonio Pesenti en el encuentro titulado “La vida: un misterio” (el video está disponible en clonline.org), donde los tres profundizaron en un enfoque común, aunque desde ámbitos diferentes: la experiencia, esto es, confrontarse con una necesidad y verificar la propia respuesta ante esa necesidad.
El deseo del Meeting mueve siempre desde una experiencia “con los pies en la tierra”, por el testimonio de personas que afrontan la vida, los problemas, que abren perspectivas, que intentan construir un mundo diferente. Y es interesante cuando uno reconoce, aun sin conocerse, a compañeros de camino. Lo que más impresionó a Boer, especialmente en el relato de la neonatóloga que, dedicándose a la atención a recién nacidos terminales en Nueva York, ha creado un método comfort care, fue «el amor y la compasión», afirma. «Pero sobre todo el realismo. Una persona que no tiene posturas dogmáticas –“se puede”, “no se puede”–, sino ante todo una sabiduría práctica». Y añade: «No solo se ve en la manera de hacer medicina, sino también como conciencia y reflexión». Para él, esto resulta decisivo en un momento en que los cristianos «deben afrontar un reto cultural», donde no se pueden plantear «argumentos “religiosos” que nadie escucha, sino solo razones válidas para el ser humano como tal». Habla sin énfasis pero con la fuerza de quien lo vive en su propia piel, dedicándose profesionalmente a cuestiones tan delicadas como el “final de la vida”.
Se alegra mucho de haber terminado, después de diez años, su mandato en el Comité de Análisis Regional, que valora la legitimidad de las solicitudes de eutanasia respecto a la ley establecida en 2002. Si el primer año había 1.883 casos (la mayoría, enfermos de cáncer), en 2019 llegaron a 6.369. Pero, sobre todo, con otros diagnósticos. «Empezaron a aparecer diversas patologías, como enfermedades psíquicas, discapacidades, autismo... hasta personas con acúfenos insoportables en los oídos». El drama más agudo siguen siendo los casos de solicitudes para niños. Aunque uno de los argumentos en favor de la eutanasia ha sido siempre la prevención de suicidios, en Holanda estos «han aumentado un 35% en diez años. Y los casos de eutanasia un 150%». También ha crecido la presión sobre los médicos y, al mismo tiempo, el porcentaje de los profesionales que se niegan a asistirlos (del 11 al 19%). Según los estudios de Boer, en algunos distritos de los Países Bajos, el 12% de las muertes se debe a la eutanasia. Ahora se discute una nueva propuesta de ley, que la abre a cualquiera que supere los 75 años, independientemente de la enfermedad que padezca.

La perspectiva que planteaba el Meeting era si existe una alternativa real entre encarnizamiento y abandono, dos posturas opuestas pero que expresan una misma mirada: la vida está en nuestras manos. «Es un análisis muy pertinente», dice Boer, «porque los médicos, o siguen tratando hasta que no queda en el paciente ni una brizna de vida, o bien dejan de atender». Parravicini, que acompaña a los padres que cuidan de sus hijos como una vida hecha de instantes, que pueden ser minutos, horas, días, contaba: «Cuando veo a mis pacientes no solo veo a un pequeño de quinientos gramos o de tres kilos, lo que sea; veo dos brazos que me lo acercan, dos brazos amorosos que le han traído al mundo, que lo cuidan y lo conducen hacia su destino. Y si la vida es dada, yo la sigo». Una postura «aventurera y dramática: sabes dónde empiezas pero no dónde acabarás. Yo pongo mis conocimientos médicos, pero él, el bebé, se convierte en mi guía».

«Estoy totalmente de acuerdo», afirma Boer charlando con Huellas. «Nosotros dependemos de otro: de los demás y de Dios. Pero en un mundo secularizado, la simple afirmación de que la vida es dada provoca esta reacción: “Será para ti, no para mí”. Es un desafío antropológico, partiendo del hecho de que la pretensión de autonomía del ser humano, de su control absoluto, restringe la naturaleza propia de la persona». Inmediatamente hace una comparación entre los países del norte de Europa y los del sur. En estos últimos se habla «en plural», es decir, la vida humana «se concibe como algo que compartimos, los seres humanos forman parte de un conjunto, el enfoque es comunitario. Vuestro nosotros me fascina, mucho más que nuestro yo».
¿Es una cultura lo que lleva a ciertas leyes, o son las leyes las que nutren una cierta mentalidad? El «círculo vicioso» es inevitable. «Lo que me parece peligroso es la idea de que la muerte sea la solución a todos los problemas de la vida». Se presenta así, con una postura «cínica, desesperada, trágicamente naif. Creer en la vida después de la muerte es algo muy distinto de una concepción de la muerte que no tiene nada de real, de empírico. No se trata de ser románticos. La muerte es el fin de la vida. Y tenemos una».

En su opinión, la “respuesta” a la mentalidad actual consiste en «estar muy bien informados, confrontarnos, dialogar, tener razones válidas, pero sobre todo acoger la vida, reconocer su valor, lo extraordinario de estar vivos». El debate sigue siendo muy importante porque «es muy grave institucionalizar la muerte, tener una sociedad donde matar sea un procedimiento médico, cuando la sociedad debe proteger la vida». Pero la vida puede ser dura, durísima, y por eso «hay que hacer todo lo posible por aliviar el sufrimiento del otro. Hay que trabajar y seguir trabajando. Por encima de todo, hay que escuchar. Estar cerca, ser una presencia».
«He disfrutado del Meeting», concluye, «porque los cristianos deben afrontar estos desafíos y el lema elegido para este año, esta frase de Heschel, es fundamental, además de muy potente. El asombro es el inicio de la fe. Es el inicio de todo». Y se convierte en método, igual que ante el pequeño Samuel, cuya historia cerró este encuentro en Rímini. Un bebé que nació con trisomía 18, una cardiopatía y un problema inesperado en el esófago que no le dejaba alimentarse. Mientras los médicos discutían sobre si operarlo o no, cómo proceder, una enfermera dijo: «De momento estamos vivos, así que vivamos el presente y vamos a darnos un baño». Agarró la bañera y sus padres y hermanos se pusieron a jugar con él... Cuenta Parravicini: «Fue una experiencia preciosa. Luego, cuando Samuel estaba en brazos de su madre, limpio y perfumado, de repente cambió de color y le dije: “Ha llegado su momento. Tenlo contigo, háblale”. A los pocos minutos su corazón se paró. Mientras todos nos desesperábamos por entender qué hacer, él se abandonó en esos brazos amorosos».