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Huellas N.8, Septiembre 2007

CL - La Thuile

El Misterio nos precede, siempre

Luigi Amicone

Setecientas personas de setenta Países distintos se reúnen en La Thuile para la Asamblea Internacional de Responsables de CL. Crónica de un encuentro que nos puso todos delante de «un Acontecimiento que sucede ahora»,desafiando el corazón de cada uno a reconocer la mirada de Cristo

Los responsables de CL provenientes de 72 países se reunieron en La Thuile para la tradicional asamblea de verano. Por primera vez, entre los 700 huéspedes del Hotel Planibel se encontraban también amigos procedentes de Indonesia, Singapur y Jordania. Desde que suena el despertador a las 8.30 hasta el silencio a las 12.30 de la noche, el tiempo de estos cuatro días está jalonado por la Eucaristía diaria, las asambleas, los momentos de trabajo por grupos lingüísticos, los testimonios de amigos insignes –este año ha sido particularmente significativo el del Patriarca de Venecia, monseñor Angelo Scola–, las conversaciones durante las comidas y los espacios de convivencia amenizados por animados coros espontáneos. Es muy interesante –por ejemplo durante la marcha de montaña– ver la mezcla de lenguas y culturas tan distintas en las conversaciones a raíz de las palabras de Carrón. ¿Qué es lo que une a una periodista de la televisión canadiense que discute de multiculturalismo y de producciones cinematográficas con un berlinés profesional de una imprenta? ¿Qué tienen en común un antiguo miembro del Partido Comunista Italiano con una jovencísima hija del comunismo chino que quiere saber qué nexo hay entre el sentido religioso de todos los hombres y la Iglesia?
El mismo Julián Carrón está firmemente convencido de que no hay que dar nada por supuesto en esta compañía, aunque tenga todos los reconocimientos jurídicos posibles por parte de la Santa Madre Iglesia y lleve más de medio siglo de andadura en el mundo. ¿Con qué propuesta? ¿Con qué significado histórico? «No es obvio; ¡no lo es!», levanta la voz Carrón. «Hay algo que nos precede siempre: tenemos que reconocer el Misterio que nos hace. Debemos dar la primacía a lo que está “antes”, siempre», reta Carrón en su intervención en la apertura de la Asamblea Internacional de Responsables. «Se trata de un “acontecimiento” que está sucediendo ahora», reitera en su intervención final.
La naturaleza de este evento que congrega a personas de todos los continentes –gente que quizá no se conocía antes y que quizá no vuelva a verse en esta vida–, se trasluce en lo que sucede ante de nuestros ojos. El cardenal Simonis –que ahora que el Papa acaba de aceptar su solicitud de dejar el cargo en la diócesis de Utrech, puede permitirse un rato de esparcimiento–, conversando con un sacerdote italiano amigo suyo, le pregunta: «¿Desde cuándo nos conocemos y me invitas a esta reunión de responsables? Son ya dieciocho años, ¿verdad? ¡Parece mentira! Bueno, ¡nuestra amistad también lo parece!». Lo dice Carrón, «se nos ha concedido la gracia de ver con nuestros propios ojos lo que ha sucedido». El versículo del salmista, «os sacaré de vuestra tierra, os reuniré de entre las naciones y haré de vosotros un pueblo nuevo», nosotros lo vemos simplemente con cruzarnos en el ascensor con Alex, un joven universitario de origen oriental, de la super-friky Seattle; o con Said, un egipcio de Alejandría de cuarenta años; o al volver a ver a nuestro amigo John, el australiano famoso por su camiseta de la perfecta ciudad de Perth donde la gente hace surf antes de ir a trabajar, cena en la playa bajo un cielo cuajado de estrellas, y... «Uf, vaya rollo, ¡otro día en el paraíso!».
La nota dominante que recorre las intervenciones de Carrón es «reconocer que el Misterio nos precede, está antes que cualquier otra cosa. No se trata de un sentimiento, es un juicio; es dirigir la mirada hacia Aquel que nos está haciendo ahora. Esto es un dato, no una convención. No es que tengamos que ponernos de acuerdo; es un hecho: nadie puede prolongar su vida ni un sólo minuto». Durante todos los encuentros quien guía el movimiento parece tener la incansable preocupación de abrir nuestras medidas (incluso las cristianamente correctas) a otra medida más grande, para que podamos llegar a una personalización madura; para que la comunidad, la compañía, el movimiento, no sustituya al protagonismo de la persona. Tanto si se trata de la conciencia que uno tiene ante la realidad, como si se trata de las decisiones cotidianas que tomamos respondiendo a lo que la vida nos pide, es necesario que todo parta del “yo”. A Tommy, un italiano que se trasladó con su familia a Washington, trabaja en Harvard y sufre el chantaje de un cierto modo de entender la comunidad, le dice: «¡Vive tu circunstancia por lo que tú eres!».
Se advierte en Carrón el rechazo a una compañía entendida como asociación y el gusto por la libertad que responde en primera persona a la llamada del Misterio. Y muchos experimentamos momentos de rebeldía ante este reclamo terminante. Rebeldía como la que se prueba ante una especie de evidencia teórica. Lo cual puede que sea un extraño oxímoron, pero más bien expresa la percepción de ser inadecuado incluso ante la correspondencia más perfecta que ciertas palabras suscitan en la inteligencia. O quizá, como comentaba un joven neoyorquino en la asamblea, es que no somos libres «de las imágenes que se agolpan en nuestra mente». Imágenes, por ejemplo, de lo que es el movimiento. Teníamos veinte años y ya éramos la vanguardia, y ahora viene uno a hablarnos de descubrir a Otro que nos hace. Entonces te podrías preguntar: «¿Es que Jesucristo vino sólo para traernos esta lucha sin cuartel por la religiosidad?». La apasionada elocuencia del alegato carroniano parece dar a entender que, aunque el cristiano no llegue envidiar la inocencia de los gatos y las mariposas, la conciencia de lo humano no subsiste por el mero hecho de estar en la Fraternidad de Comunión y Liberación.
«La persona está definida por su relación directa con el Misterio», dice Julián. Insiste en ello, con ligeras variaciones sobre el tema, durante los cuatro días de trabajo. Por ello, Giorgio Vittadini testifica haber dejado de interrogar a Carrón, para empezar a pedir mirar hacia donde él mira. ¿Y hacia dónde mira Carrón? «La persona de Jesús es el método del Misterio. Una presencia. Una presencia que se llama Iglesia. ¿Cuál es la función de la Iglesia en la historia? Es la misma función de Cristo. La Iglesia nos defiende de ese aislamiento en el que la religiosidad acabaría por ser instrumentalizada. Nos llama al continuo reconocimiento de ese “antes” sin el cual caeríamos sin remedio en el ansia por hacer». Por tanto «nuestro problema no es el de organizar al pueblo. Sino seguir al que sigue. Y puesto que el “yo” no funciona siguiendo instrucciones y además el que te ahorra el drama de tu relación con el Misterio no te toma en serio, vivir la religiosidad es el único camino que genera verdadera amistad. De otro modo, serían relaciones de tipo político. Cuando la amistad consiste en caminar juntos hacia el Destino».