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Huellas N.8, Septiembre 2007

PRIMER PLANO - Meeting de Rímini

Y el juez se conmovió dos veces

L. Bardazzi y F. Tanzilli

Desde el restaurante napolitano a la cena con los estudiantes. El Meeting de uno de los poderosos de América

En Italia su nombre es desconocido para la mayoría, aunque se trata de uno de los hombres más poderosos de América. Samuel Anthony Alito Jr., nacido en New Jersey en 1950, de origen italiano, católico, licenciado en Princeton y después en Yale, es el hombre que está en el centro de atención de EEUU desde que el 31 de enero de 2006 el Senado confirmara su nombramiento como juez de la Corte Suprema. En el sistema de common law vigente en EEUU, una decisión asumida por la Corte Suprema constituye un precedente que vincula a todos los jueces a la hora de emitir sus propias sentencias. El organismo está compuesto por nueve personas, y su cargo es vitalicio: Alito es el quinto católico, y el quinto miembro de orientación conservadora. Su elección ha cambiado por primera vez desde hace decenios la orientación cultural de la mayoría de la Corte. Los resultados ya se pueden ver, con la condena en abril de 2007 del aborto conocido como “por nacimiento parcial”. Alito ha sido uno de los principales protagonistas de la edición del Meeting 2007. Acompañado por su mujer y sus hijos, ha querido alojarse en el Grand Hotel, cumpliendo su sueño de visitar el hotel que aparece en Amarcord, la película de su amado Fellini. El encuentro estaba previsto para el martes, pero Alito no quiere limitarse a hablar, quiere escuchar, conocer a todos los presentes. Como a Wail Farouq, el profesor egipcio que ha colaborado en la traducción árabe de El sentido religioso: el juez se conmueve al escuchar su historia y la de Jonah Lynch, misionero de la Fraternidad de San Carlos, autor de la exposición sobre el profeta Jeremías. Al día siguiente del encuentro, que registra un lleno total, Alito, cuyos orígenes se anclan en el sur de Italia, come en el restaurante napolitano. Algunos comentarios graciosos con los camareros, que insisten en que pruebe la mítica mozzarella de búfala y una sorpresa final: los encargados del restaurante entonan O’ sole mio en honor del paisano, que por segunda vez se conmueve. Pero el juez no es el único curioso de la familia. Sus dos hijos, Philip, que estudia sistemas políticos comparados, y Laurel, todavía indeciso en la orientación de sus estudios, sacrifican gustosos un día de playa para asistir al encuentro con don Francesco Ventorino sobre el título del Meeting. Sentados en primera fila, se quedan impresionados: «Nunca habíamos visto tanta gente en un encuentro “religioso”», comentan, y se quedan después para saber más sobre don Ciccio y sobre Pirandello. La mujer del juez, ferviente católica, no deja escapar la oportunidad de hacer compras en los stands de la feria. Preguntas. Respuestas. Intercambio de bromas con su guía, hasta llegar a un descubrimiento: «Entonces, ¡también existe CL en EEUU!». Puede leerse la gratitud en sus ojos.