IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.01, Enero 2020

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

El ciento por uno
Mi madre rompió con la familia de mi padre cuando yo era pequeño. En una ocasión, mis abuelos tenían que venir a la ciudad donde vivíamos (ellos eran del interior) y una hermana de mi padre pretendió que le cedieran su habitación de matrimonio para pasar esos días. Fue el hecho que detonó la ruptura. Evidentemente, la cosa venía de antes. Desde ese momento, dejé de ver a mis tíos, primos y abuelos durante varios años. Mi madre nunca se reconcilió con ellos y para mi padre ha sido un gran dolor.
Mis padres siguen juntos, pero de ese tema casi no se habla por lo doloroso que es. A mediados de diciembre, fui a visitar a la comunidad de CL del Chaco, en el norte de Argentina. Uno de nuestros amigos vive un poco aislado en General Pinedo, un pueblo en medio de esa provincia. Decidimos ir a verle y aquello terminó siendo una aventura. El auto se rompió y quedamos varados lejos de la capital de la provincia. Entonces nuestro amigo se acercó hasta donde estábamos. Como no logramos arreglar el auto, recurrimos al auxilio de otro amigo, Mario, que vive en una ciudad cercana. Él acudió a “rescatarnos" y nos llevó hasta su ciudad donde otro amigo nos había preparado un asado estupendo. Como terminamos muy tarde, decidimos quedarnos a dormir en casa de Mario, para volver al día siguiente en autobús.
A pesar de tanto inconveniente, los encuentros que tuvimos fueron estupendos. Estábamos contentos porque habíamos experimentado que «donde dos o tres se reúnen en su nombre, Él está presente».
Pero lo mejor quedó para el final. Llegó la hora de ir a dormir y pusieron dos colchones en la cocina. Mario y su señora comenzaron a preparar las sábanas y almohadas, así que me dispuse a ayudarlos para acostarme ahí, pero Mario dijo: «Aquí dormimos nosotros, ustedes van a dormir a nuestra habitación». Me quedé helado. Me vino a la cabeza el episodio de mi infancia con mi familia y me embargó una gran conmoción. En un caso el mismo hecho fue motivo de ruptura, de separación, ahora era un gesto de comunión y verdadera amistad. Le insistí a Mario que no era necesario, que podíamos dormir en cualquier lugar. ¡Con el cansancio que teníamos! Pero no hubo forma, Mario y Betty querían ofrecernos lo mejor que tenían, no menos que eso. Estos amigos me mostraron en la carne lo que significa que el encuentro con Cristo es totalizador y se vuelve la forma de las relaciones. Se me hizo evidente que esta compañía establece un vínculo más fuerte que el de la sangre y que el Señor cumple su promesa: «El que me siga tendrá el ciento por uno aquí en la tierra».
Sergio, Buenos Aires

Una presencia que sale a mi encuentro
De forma intermitente he ido visitando médicos estos últimos años, por una artritis inicial de la que se derivó después una actividad deficiente en los riñones. Los síntomas no eran graves y parecía que podía ir tirando. Yo que me paso el día oyendo que debo observarme en acción, no me tomaba realmente en serio mi propia salud. Sólo la repetición insistente de los síntomas y la aparición de dolores de cabeza más cotidianos, me hacía volver al médico, preguntar y buscar. Últimamente, pasé del despiste al susto.
Una noche, cenando en casa de unos amigos, estaba también otro matrimonio; nos conocíamos vagamente por haber coincidido en el colegio de mis hijos. Él resultó ser el Jefe de Hematología de un hospital de referencia en Barcelona. Le conté en un momento lo que me pasaba y se ofreció a ayudarme. Al cabo de una semana lo estaba haciendo, yo aún conmovido por lo providencial de este encuentro. Jorge -sí se llama- ha sido un ángel conmigo. Él mismo me presentó a un nefrólogo de su confianza, y entre los dos y una multitud de ensayos, en tiempo récord, han podido diagnosticar una enfermedad inmunológica bastante rara que me estaba tapando con un sedimento los riñones. ¿Quién eres tú que me prefieres de esta forma, que nuevamente vienes a mi rescate de una forma tan patente? El tratamiento posterior me ha vuelto más vulnerable, más necesitado de ver como Él vence sobre mi insomnio y mi malestar. Entonces me llegó la invitación de Yago para peregrinar juntos a Lourdes. Rápidamente, nos apuntamos con mi mujer y varios amigos. En Lourdes, tuvimos una asamblea inicial, donde nos reunimos unas 60 personas respondiendo a la pregunta de Jesús a Juan y Andrés: «¿Qué buscáis?». Ahí apuntaba de nuevo, en las circunstancias dolorosas de otras personas, el deseo de abandonarse al Señor. Después de dos días de pasar tiempo en la gruta, vivir la Liturgia de las Horas, el testimonio conmovedor de tres chicos de la Comunidad del Cenáculo, disfrutando de nuestra compañía, me sorprendía diciéndole al Señor con enorme paz mientras hacíamos juntos una hora de adoración: «Aquí me tienes para hacer tu voluntad: me abandono completamente a tu designio, a la vez que te alabo y bendigo por la vida bella que me regalas todos los días». Leo en la Escuela de comunidad: «El acontecimiento cristiano tiene la forma de un encuentro: es algo que penetra en nuestro ojos, que toca nuestro corazón, que se puede aferrar con nuestros brazos. (...) Este encuentro es lo que continuamente polariza nuestra vida, es lo que da significado y síntesis a nuestra existencia. Fuera de él no hay ninguna otra fuente de novedad en la vida».
Germán, Barcelona

Un rostro claro e inconfundible
Querido Julián, en septiembre empecé un curso aquí para poder dar clases en Inglaterra. Muy pronto se reveló muy duro porque, además de lo que cuesta volver al trabajo después de un período de maternidad y en un país que realmente es muy distinto de como me esperaba, hay muchos otros problemas. Mi tentación ha sido: «Vale, me tapo la nariz y aguanto hasta enero». Pero no me convencía, sobre todo visto el sacrificio que implica. Estaba en misa y el párroco en la homilía dice: «A veces, no logramos decir nada más que “Acuérdate de mí, Señor", como dijo el bien ladrón. Es suficiente, Dios puede cambiarnos». Me pregunté si era cierto y cuándo había sido la última vez que Cristo se había acordado de mí. Empecé a prestar atención a las circunstancias que vivo ahora para buscar los signos de Su presencia, lo cual me ha permitido percatarme de pequeños hechos antes inimaginables. La semana pasada en la escuela, una compañera de curso china me dijo: «Me alegra de que estés aquí, porque eres una persona que me trata de manera humana y contigo puedo hablar». Y yo, que tantas veces veo solo lo que me cuesta vivir, me he visto obligada a preguntarme: «¿Qué quiere decir que la trato de manera humana? ¿De dónde viene esto?». La chica que acaba de llegar a nuestra casa para una estancia de estudio nos compró algunos regalos, para mostrar que se siente acogida y querida. ¡Y yo que solo veo que mi marido y yo llegamos cansados a casa por la noche y agotados!
Es bonito darse cuenta otra vez que lo único que se nos pide es una sencillez de corazón que me hace ver la correspondencia entre lo que busco y deseo en todas las cosas y Cristo, cuyo rostro es tan claro e inconfundible que logra iluminar esas circunstancias que antes parecían opacas.
Cecilia, Berkhamsted (Inglaterra)

Navidad en Santa Cruz
Dios espera a que le dejemos actuar. Cuando llega su momento, nos da lo que le hemos pedido aderezándolo siempre con alguna sorpresa. Mi hija me había preguntado hace un mes, hace una semana y el día anterior, cuándo se celebraba en la parroquia el almuerzo de Navidad organizado por el Banco de Solidaridad para las familias a las que atendemos. Unas cien personas nos reunimos el 28 de diciembre alrededor de unas mesas decoradas con una belleza sencilla. La comida nos dio pie para darnos cuenta de que estamos ahí, de que les necesitamos, de que compartimos un mismo destino, de que nuestra felicidad no se acaba en unos villancicos. Tres horas atisbando la plenitud. Todos los años he deseado que mi hija compartiera conmigo este momento. La invitaba reiteradamente, pero este año me olvidé. Cuando me di cuenta, vi que había venido y que también se había traído unos amigos suyos. Dios es bueno conmigo. Es como si me dijera: «Tú pídeme y confía. No te interpongas, déjame hacer y tendrás más de lo que pides».
Cristina, Tenerife

Por agradecimiento
Cuando empecé a trabajar hace diez años, ganaba un sueldo honesto, no muy alto, pero también tenía menos gastos. Con los años, mi posición ha mejorado, pero también las responsabilidades: matrimonio, familia, hijos, casa. En los últimos tiempos “el embate del tiempo" se hace notar y comprendo que, sin la compañía que el movimiento es para mi vida, todo sería distinto. Me siento llamado a responder con responsabilidad. Por una honestidad moral e intelectual, por ser serio con quien ama de verdad mi destino, he decidido doblar mi aportación al fondo común de la Fraternidad. No sé hasta cuándo podré aportar esta cuota, pero sé que, mientras pueda, sería un ingrato si no lo hiciera.
Carta firmada

Tres años tras el primer encuentro
Querido Julián, conocí el movimiento hace tres años. Pasaba por una crisis de mi relación con Dios y me “obligaba" a asistir una vez al mes a la liturgia ortodoxa, a confesar y comulgar. Nunca había buscado una comunidad cristiana. Tenía algún amigo creyente y me parecía suficiente. Una vez, una amiga me invitó a una fiesta del movimiento para la Navidad. No me esperaba gran cosa de este encuentro, fui por simple curiosidad y nunca me hubiera podido imaginar cómo cambiaría mi vida. Allí conocí a algunas personas y me entraron ganas de volver. Empecé a ir a la Escuela de Comunidad. Las primeras veces no entendía muchas cosas, pero seguía yendo. Luego empecé a plantearle mis preguntas a un amigo del movimiento. Ha sido un diálogo abierto y sincero acerca de la presencia de Cristo en mi vida, y de mi deseo de fiarme de él, aunque esto me costaba mucho. Sus respuestas me llenaron de asombro, porque compartió conmigo la experiencia de su relación con Dios y el sentido que para él tiene su encuentro con CL. Al cabo de un tiempo, me di cuenta de que ya no necesitaba hacer un esfuerzo para ir a la iglesia, iba a la liturgia porque lo quería realmente. Me acordé de que le había pedido a Dios que me enviara personas para las que la fe no fuera ajena a su existencia. Pero una respuesta así nunca me la hubiera esperado. Es como si Dios me hubiera abierto una puerta, invitándome a entrar, y yo hubiera accedido. Ha sido un encuentro con Dios y conmigo misma. He conocido personas que me ayudan a reconocer a Cristo en las más distintas situaciones. Aprendo a fiarme de él, pido la pobreza de espíritu. En estos tres años han pasado muchas cosas bonitas y otras dolorosas: la enfermedad de mi madre, la muerte de una amiga, he perdido un trabajo y he encontrado otro.
No ha sido fácil, pero sé con certeza que Él siempre ha estado a mi lado. Mis amigos del movimiento me han sostenido, he aprendido de ellos a ver el mundo a mi alrededor, a no encerrarme en mí misma, a estar atenta a quien tengo a mi lado; a no dar la espalda a las relaciones que me cuestan, a respetar la libertad del otro. En efecto, cuando se recibe, es una felicidad inmensa dar, aprender a vivir la realidad y a no rehuirla. Para mí el movimiento es realmente el lugar que me conduce a Dios, que me hace ver su presencia en la realidad; el lugar en el que deseo permanecer y proseguir mi camino hasta el final. Por eso pido ser acogida en la Fraternidad de Comunión y Liberación.
Elena, Moscú (Rusia)

In memoriam de D. ]uvenal Ñique
El pasado 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, a sus 103 años murió nuestro querido amigo y maestro Juvenal Ñique. En una de sus cartas nos escribía: «Don Giussani, amigos de CL, quiero manifestarles que siempre pienso y oro por la unidad de nuestra Iglesia, de nuestra comunidad y por todo CL, que conocí en la juventud. Alguna vez les dije que me sentía uno de ustedes y así lo siento. Soy uno de ustedes formando parte de esta siempre nueva historia que como cristianos estamos llamados a construir por suprema responsabilidad. Insisto por eso en la unidad, más allá de todo, allí donde nos toque estar o donde elijamos vivir nuestra experiencia. Unidad y fraternidad siempre; creo que puedo decirlo y pedirlo con la plena satisfacción de que toda mi vida he luchado por la unidad, la fraternidad y la solidaridad, la justicia y la verdadera reivindicación de mi pueblo. Unidad y fraternidad en Cristo, con la certeza de nuestra adhesión a Él, conscientes siempre de nuestra relación con el Destino, reconociendo la Verdad a la que pertenecemos». Don Juvenal Ñique, nacido en Moche, provincia de Trujillo (Perú), fue militante del partido Aprista, periodista, educador, poeta e incansable luchador social. Luchó junto a Che Guevara y era el último sobreviviente de la revolución de Trujillo en el llamado “Año de la Barbarie", cuando ejecutaron varios miles de personas, entre ellos muchos jóvenes. Pasó años en la cárcel, donde tocó la injusticia y el dolor, mirando y haciendo suya la vida de cada uno. Allí le enseñaron a leer la Biblia, a rezar, a conocer e intuir que la vida se da y dona a Otro, que excede la medida de nuestra razón, correspondiéndole plenamente. Don Juvenal dijo en una ocasión: «Mi vida, puedo afirmarlo, ha sido y será una vida de lucha contra toda forma de injusticia. Muy joven, adolescente aún, me inicié en una lucha que no tiene fin. La opresión, la injusticia contra los más pobres, las diferencias que calan hondo en mi pueblo siempre son más. Muy joven estuve en las prisiones políticas amando y padeciendo un ideal de justicia y de libertad. Y en esta lucha he conocido amigos, compañeros hoy ya ausentes, que ofrendaron sus vidas con coraje, con pureza, intachables e insobornables». En él año 1996 conoce al movimiento Comunión y Liberación a través de su hijo, e inicia una profunda amistad con Andrés
Aziani, con quien compartía ardientemente el deseo de justicia, libertad y la conmovida gratitud por don Giussani, de quien aprendió que el único verdadero revolucionario es Jesucristo. Después del encuentro con la vida, historia y los amigos de don Giussani escribió: «Es un entusiasmo definido por la correspondencia entre lo que han significado mis más grandes aspiraciones y deseos y aquello que el movimiento significa para el hombre; en especial para los jóvenes, que hoy como siempre tienen la necesidad de una luz que les ayude a encontrar el camino que afirme sus nobles ideales. Un camino en el que el hombre no sólo escuche y grite el ideal sino donde, paso a paso, viva el ideal de una manera seria y verdadera. El hombre necesita con urgencia elevarse a la altura del ideal, sentir y vivir el ideal, que es muy diferente a utilizarlo. Digo esto porque hoy es lo que menos importa para muchos: para muchos políticos, profesores, como para muchos hombres, el ideal es algo que sólo se recita en los recintos parlamentarios y en las aulas; mientras que en el quehacer diario se olvida, se traiciona y se burla. ¿Qué significa hoy mi encuentro con CL? Pues sigue y seguirá marcado por ese entusiasmo primero. Un entusiasmo cada vez más intenso. Mi encuentro con CL no sólo tocó mi vida espiritual, sino que ha tocado mi vida entera. Es preciso entonces afirmar que haber conocido a mis amigos de CL me llena de entusiasmo, un entusiasmo cada vez más intenso; porque hoy como ayer vuelvo a encontrarme con compañeros que están dispuestos a entregarlo todo con coraje por amor al hombre. Este es el significado de mi encuentro con CL, el encuentro con amigos que tienen el coraje de afirmar a Cristo como acontecimiento que liberay salva al hombre. Un encuentro con amigos, gente que se entrega en las aulas formando al hombre para su verdadera liberación. Encuentro con hombres y mujeres que se elevan por encima de diferencias y de distancias; y con ellos yo voy a continuar luchando para que el mundo comprenda que si hay un camino de auténtica revolución y reivindicación, ese camino es Cristo; y voy a continuar hasta el último latido y aún más allá de todo, sé que con estos amigos siempre estaremos juntos». Don Juvenal fue haciendo suyas las palabras de Emanuel Mounier: «Dejadle abierta no solo la puerta del recuerdo, sino de la presencia y la esperanza».