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Huellas N.08, Septiembre 2019

PRIMER PLANO

Así podemos cambiar el mundo

Pavel Fischer

El Meeting ha dedicado una exposición a Václav Havel, el disidente que llegó a ser presidente 30 de la República Checa. Temas: la política, Europa, la esperanza... y la relación con el poder. Uno de sus colaboradores explicó en Rimini por qué «ninguna acción importante puede ser realizada por sujetos en miniatura»

¿Qué es un régimen totalitario? Es donde no se concede ningún tipo de derecho, ni civil ni individual. La libertad no se respeta, de hecho se niega. Podemos ir aún más lejos. Conlleva un intento pernicioso de amenazar la vida espiritual del individuo concreto. Los regímenes totalitarios tratan de desintegrar el alma, o en cierto modo disolverla. La gente vive oprimida y eso hace que se vean obligados a mentir, a disimular, a atenerse a las reglas impuestas. Cuando tenía seis años y fui a clase por primera vez, recuerdo que mis padres me invitaron a no hablar en público de lo que se decía en casa. Nos obligaban a vivir en un mundo paralelo, en público mostrábamos determinadas cosas, pero luego en casa vivíamos de un modo distinto. Esa escisión era muy dolorosa porque teníamos que escondernos. No solo observamos este tipo de situaciones en la historia. Es un fenómeno que también se da en la sociedad actual. Cada vez que los partidos políticos, el Estado, el poder o incluso una empresa niegan a los individuos la posibilidad de ser ellos mismos, crean las condiciones de la opresión, es decir, una escisión entre esfera pública y privada. Por tanto, la gente no logra tomar iniciativa alguna, no pueden ser actores, es decir, no pueden sostener de ninguna manera cosas que para ellos son importantes.
De este modo, el sistema reduce su potencial, es decir, redimensiona el potencial que tenemos para ser protagonistas de nuestra propia vida. Pero esta reducción lleva a darse cuenta, aunque sea demasiado tarde, de que ninguna acción importante puede ser realizada por sujetos en miniatura, por personas privadas de libertad, de creatividad, y también de la posibilidad de cometer errores. Lo vemos en la educación, en las familias, en nuestras comunidades, pero también lo vemos a nivel nacional.
Entonces, ¿de dónde viene la inspiración que tuvo Václav Havel para actuar en consecuencia? Y en la sociedad actual, ¿qué podemos hacer para reforzar la resiliencia de cada uno de nosotros, manteniendo ese potencial tan necesario para la creatividad y para la posibilidad de ser protagonistas? (...)
¿Qué podemos hacer para organizar la llamada “cosa pública"? Como Jan Patocka (filósofo y disidente checo, ndr), podemos decir: ¿y quién más podría hacerlo? Nos encontramos en una situación donde realmente se puede osar a actuar en consecuencia, dar espacio a iniciativas, generar implicaciones, trabajar para inspirar el pluralismo y ofrecer a cada uno esa experiencia ligada al hecho de que, de hecho, tenemos poder. Cada uno de nosotros tiene derecho a actuar y una palabra de verdad puede cambiar el mundo entero. De esta manera podremos reconstruir el tejido social.
Ayer visité la exposición (“El poder de los sin poder. Interrogatorio a distancia con Václav Havel") y realmente quedé impresionado. No por el texto, ni por las fotos, porque en realidad sé mucho de la personalidad del fotógrafo, sino por la multitud de personas que la estaban visitando, acompañadas por los guías.
Y me di cuenta de hasta qué punto los guías se movían profundamente inspirados por otros. Esta transmisión de la idea de que nosotros podemos cambiar el mundo es la experiencia que me llevo a casa de Rimini.
El propio Havel estaría impresionado porque era una persona realmente curiosa. Querría ver lo que está pasando entre bastidores, es decir, querría ver si esas personas están interesadas de verdad. Y lo estaban. Él era capaz de escuchar a gente que debatía sobre cuestiones importantes durante horas y al final podía tomar la palabra y hacer una síntesis de dos o tres minutos. Esta capacidad de escucha, esta curiosidad, se debía también al hecho de que era un hombre culto, con un fuerte sentido de la ironía y una enorme modestia. Creo que Havel podría ser fuente de inspiración para nosotros cuando nos sentimos sin poder.(...)

He hablado con los guías más jóvenes y me han contado qué elementos de la enseñanza de Havel les han inspirado, por ejemplo la economía. El crecimiento económico, como decía Havel, por sí solo no puede salvar nuestra sociedad. Un joven me hablaba de responsabilidad, otro de esperanza, y otro de Europa. Verdaderamente me ha impresionado que esta inspiración, que yo sentía tan fuerte dentro de mí, también se les hubiera transmitido a ellos.
Por lo que se refiere a la responsabilidad, responder significa reaccionar. La respuesta es una cierta forma de réplica a una invitación, a una situación, a una condición dentro de la que nos encontramos y en la que debemos permanecer, debemos rezar e intentar entender qué capacidad tenemos para reaccionar a dicha situación. Para Havel, la responsabilidad es una reacción, una réplica. Es una respuesta a alguien o algo que viene hacia nosotros. Para él, la responsabilidad no era simplemente una reacción a exigencias públicas o a exigencias, por ejemplo, de sus amigos, sino también a las exigencias que vienen de lo alto, por tanto hay también un componente, una motivación metafísica de la responsabilidad.
Y él dialoga con ese ser metafísico. Tiene una relación muy intensa y viva. La responsabilidad, para nosotros, se basa también en este diálogo con el ser.
Otra cuestión: la esperanza. Para Havel, la esperanza no es solo una visión optimista del mundo, se trata de algo que va más allá, independientemente del eventual resultado que podamos alcanzar o de la situación en que nos encontremos. Por tanto, no es garantía del hecho de que las cosas vayan a acabar bien, que seremos felices. Es sencillamente una actitud, la convicción del hecho de que las cosas tienen sentido. Era lo que él pensaba, por ejemplo, cuando estaba preso, cuando era disidente. Intentaba actuar siguiendo esta línea de pensamiento incluso durante su vida política. La esperanza no equivale al optimismo, sino que es la convicción de que las cosas que hacemos, nuestras acciones, tienen sentido.

(Texto no revisado por el autor)