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Huellas N.05, Mayo 2019

PRIMER PLANO

Un cambio está llegando

Alberto Savorana

La mañana antes de partir, cuando nos despedimos por teléfono, Julián Carrón me dijo: «¡Mantén los ojos abiertos! Y ve en paz». Así fue como las preocupaciones de la víspera (diez encuentros en once días; un avión al día, con cambios de huso horario; el problema del idioma) desaparecieron ya en la primera etapa, Nueva York: a change is gonna come, un cambio está llegando. Como dice una canción del rey del soul, Sam Cooke, que Jonathan Fields y Ken Genuard entonaron al principio de la presentación. Las palabras de Cooke describían algo que estaba sucediendo mientras los ponentes hablaban. «El despertar del deseo de verdad en la persona», decía Margarita Mooney, profesora en el Princeton Theological Seminary; el descubrimiento de que «tu corazón está hecho para el infinito; el estupor y la alegría que de ahí nacen», añadió Anujeet Sareen, director de Brandywine Global. Catorce años después de su muerte, visto desde América, Giussani se muestra como un compañero fiable para gente «que busca un camino para seguir adelante», como decía el título elegido para esta gira. El encuentro con él ha supuesto toparse con algo distinto, como una ventana de aire fresco en una situación donde la fe se vive como un moralismo que solo sabe decir no o se concibe como una defensa de valores para contener una crisis sin precedentes. Antes de leer la biografía, todos los ponentes pudieron conocer algunos frutos del carisma de Giussani, y lo que les ha llamado la atención -así lo han dicho- ha sido un modo fascinante de vivir la vida de todos los días. Un cristianismo en cierto sentido desconocido, que se comunica según una «modalidad providencial para que el hombre posmoderno, que no logra comprender la realidad ni a sí mismo, pueda entender el cristianismo» (J.D. Flynn, director de la Catholic News Agency). Y que se ofrece como compañía en el camino.
Las jocosas palabras de Helen Alvaré, profesora de Derecho en la George Mason University de Arlington (ver pág. 22), encerraban todo el sentido de esta "extraña" compañía. «En los últimos meses he viajado mucho, dando conferencias en varias universidades del país, y tenía que llevar el libro bajo el brazo, ¡porque era demasiado grande para meterlo en el bolso! Pero eso ha provocado muchas conversaciones espléndidas. No podéis imaginar cuánta gente quería saber qué podía atraerme de un libro tan grande como para "cargar” con él en el avión». Al término de una presentación, se acercó una mujer y me dijo: «Desde que los descubrí, los libros de Giussani y Carrón siempre están en mi mesa, son mi compañía cotidiana en el trabajo». Luego se presentó, era una doctora especializada en cuidados paliativos, y todos los días tiene que ver a pacientes que le piden dejar de sufrir. Sus palabras han adquirido un peso totalmente distinto.

Ha sido un viaje plagado de sorpresas que me han hecho sentir la desproporción ante las personas que tenía delante. He visto en ellas el sentido más profundo de ciertas preguntas personales y por tanto sociales: ¿cómo educar a nuestros jóvenes?, ¿cuál es nuestro papel en la vida de la Iglesia?, ¿cuál es la tarea de la Iglesia en el mundo? Nadie tenía la pretensión de poseer las respuestas correctas. Todos buscaban un camino hacia el futuro y tenían curiosidad. Son católicos que no se han resignado al ocaso de la fe ni se contentan con respuestas parciales para vivir tirando. Por eso, casi todos los ponentes mostraban su interés por cómo don Giussani afrontó el 68 sin medias tintas, volviendo a empezar a partir de Cristo. Por sus relatos me da la impresión de que, en cierto modo, ellos lo están viviendo ahora, dentro de la Iglesia americana, y están tomando conciencia de que el cristianismo, como teoría, tradición y moral, ya no es capaz de mover a la gente, sobre todo a los jóvenes.
En Omaha, Michael Waldstein, profesor de Nuevo Testamente en la Universidad de Steubenville, destacó que «si la tarea de la Iglesia católica fuera solo la de predicar valores morales, no tendríamos un terreno sobre el que apoyarnos, la Iglesia sería inconsistente». Aquí se sitúa, para él, la contribución de Giussani: «Cristo es la única respuesta al deseo del corazón del hombre».
En Miami, Rod Dreher, uno de los periodistas más famosos de América, dijo: «En el 68, Giussani se dio cuenta de que estaba en un momento de la historia en que ya no era razonable creer en el cristianismo apelando a la tradición, porque ya no tenía valor para la gente, que ahora solo puede convertirse por eso que Giussani llama un "acontecimiento", es decir, por el encuentro con una "presencia cargada de mensaje", de la que deriva todo lo demás».
Es lo mismo que ha pasado con los ponentes que han conocido las comunidades de CL diseminadas por América: han vislumbrado un camino, una posibilidad de volver a empezar.
Y cuando leen los libros de Giussani o su biografía, empiezan a explicarse esa diferencia que han percibido en ese grupo de amigos que les ha llamado la atención. Descubren una modalidad de vivir la fe que supera el moralismo, el activismo y la lógica de bandos en un país donde la Iglesia ha construido parte de su reputación sobre la influencia ejercida en la sociedad y en la política.
John Allen, conocido vaticanista, admitió en la presentación de Denver que «hace años confesé a Lorenzo Albacete que no entendía los libros de Giussani y él me dijo: "Empieza conociéndonos, y entonces él empezará a significar algo para ti". Tenía toda la razón. Cuando Giussani le dijo a Von Balthasar que admiraba su trabajo, este le replicó: "sí, pero usted ha creado un pueblo", fundado sobre la insistencia de que el cristianismo no es un sistema filosófico sino el encuentro con una persona». He conocido a gente que ha tomado en serio su vida y por eso le ha resultado fácil captar en ciertos aspectos de Giussani una respuesta adecuada al desafío educativo y a la urgencia de una presencia cristiana en el mundo. Sabiendo que la idea de experiencia y el concepto de acontecimiento siguen estando rodeados de una cierta sospecha de subjetivismo, me han sorprendido estas personas que han percibido el alcance cultural de un encuentro como modalidad para recibir el anuncio cristiano y comunicarlo. Como Scott Hastings, vicario judicial de la diócesis de Omaha que, después de mostrar unas diapositivas sobre la dramática situación de la Iglesia, exclamó: «El sacerdocio es la alegría de mi vida», y añadió: «¿pero cómo puede ser posible cuando la Iglesia está en llamas?». Respuesta: «¡Porque Cristo ha venido a buscarme, como hizo con Zaqueo y los apóstoles! Para Giussani, el método de Dios consiste en entrar en las circunstancias más ordinarias. Mi vida es plena porque conozco a Jesús y este es el lugar donde lo encuentro». Al decir estas palabras, en la pantalla apareció una imagen de la comunidad de Omaha.
Las dramáticas circunstancias que está atravesando la Iglesia americana se pueden ver, según el jesuita John Meehan, director del Newman Center en la McGill University, como «un reclamo a una autenticidad más profunda. Creo que Giussani tiene mucho que decirnos sobre esto». Greg Erlandson, portavoz de los obispos americanos, señaló así la urgencia actual: «Despertar a los que duermen, ese era el deseo de Giussani en el Berchet en 1954, despertar la fe. ¿Cómo? No mediante un proyecto o textos de pedagogía, sino por una presencia».

En América, como en todas partes, la cuestión educativa ya es una emergencia nacional; así lo han señalado profesores y periodistas, obispos y madres de familia. Predomina la pregunta: ¿por dónde empezar? En Chicago, Timothy O'Malley, teólogo de la Notre Dame University (ver la entrevista en pág. 18), lanzó esta provocación: «Hay que despertar el sentido religioso. Giussani propone un método, una educación de los jóvenes según la naturaleza integral de la experiencia humana; un camino muy alejado del secularismo y del sectarismo, que acepta el riesgo de la libertad del otro». Margarita Mooney puso el dedo en la llaga. «Giussani usa términos comunes de una forma fuera de lo común. Por ejemplo, es sorprendente cómo habla de "autoridad"; no como una palabra abstracta sino personal. En clase nos comunicamos con todo lo que somos, con nuestra mirada, que reúne cabeza y corazón. Esa es la parte más importante de la educación: despertar en nuestros alumnos el deseo de la verdad».
Jon Balsbaugh, presidente de Trinity Schools Network, describió la contribución que ha aportado Giussani a su actividad. «Es un error que más información baste para ofrecer una educación católica a los estudiantes; hay algo más profundo, para Giussani la educación engloba la totalidad de la existencia, por eso es decisivo aferrar profundamente la condición humana para comprender que el cristianismo es más que una doctrina y un conjunto de cosas que hacer». Jason Blakely, profesor de Ciencias políticas, señaló en Los Ángeles que «un cristianismo formalista y reaccionario, hecho de valores abstractos, fórmulas e ideologías, es completamente distinto de la revolución de carne y hueso que propone Giussani. Frente a una reducción del mensaje de los Evangelios a reglas y códigos morales, los cristianos harían bien en considerar la invitación de Giussani para pasar de un formalismo armado a la autenticidad. ¿Cómo comenzó la fe? "Ven y verás", un acontecimiento». En Montreal, Christine Jones, presidenta del Catholic Pacific College de Langley, señaló que «la genialidad de Giussani, de su manera de comunicar el cristianismo, radica en el hecho de que cada cosa es signo y remite a un significado, a una presencia». Educar entonces es «introducir a cada uno en esta realidad llena de significado». Stephanie Stokman, madre y educadora, se preguntaba cómo educar en la fe a los niños y en Giussani ha encontrado un camino. «No se puede educar a una persona en el cristianismo solo estudiando libros y escuchando discursos: es una vida entera».
¿Cómo se puede seguir siendo cristianos hoy? Alvaré habló de la nueva luz que Giussani ha arrojado a su vida profesional, después de años dedicada a representar a la Iglesia estadounidense en las instituciones. «La comunicación de la fe no puede partir del orgullo o del miedo, sino de una experiencia personal de Cristo, fuente de la libertad, que hace nacer un diálogo permanente, superando el moralismo de los que solo dicen: "No, ¡no puedes!”. Giussani experimentó esa carencia para la que Cristo es respuesta; de eso depende la forma de la presencia en el mundo, el testimonio».
¿Pero cómo ayudar entonces a la gente? «Doctrina y formación son adecuadas, pero hay algo más profundo que hacer: despertar al yo para que pueda reconocer a Cristo cuando lo encuentre», afirmó Balsbaugh. Y también Meehan: «Giussani planteaba preguntas invitando a tomar en serio la propia humanidad para poder reconocer la res-puesta. El cristianismo no es una moral o un conjunto de reglas sino la experiencia de un encuentro». Esta fue una cuestión que destacaron muchos: el método educativo de Giussani se apoya en un despertar del yo que le pone en condiciones de poder interceptar la respuesta.
«Nada es tan increíble como la respuesta a una pregunta que no se plantea», decía el gran teólogo protestante Reinhold Niebuhr. ¡Qué pregunta debían tener ese sacerdote y sus tres alumnos de Florida para embarcarse en un viaje de once horas en coche para una hora de presentación en Miami!
Conor Hill, rector de la Chesterton Academy ofthe Holy Family, identificó en dos elementos la contribución original de Giussani: «vivir intensamente lo real» y «el cristianismo como acontecimiento». En Los Ángeles, Kristi Brown, profesora de conservatorio, apuntó que «lo que hacía grande y fascinante a Giussani era su manera de ser. Sus alumnos decían que les hablaba como nadie les había hablado antes. Entonces, se trata de seguir su método: tomar en serio nuestras necesidades, tomando conciencia de mí mismo a la luz de mi relación con Cristo».

Hay algo evidente, sin lo cual no me explicaría la riqueza de estos coloquios americanos, y es que Cristo sigue presente a través de ciertas presencias concretas. El obispo de Gaylord, Steven Raica, nunca conoció a Giussani, pero en Evansville afirmó: «Paradójicamente, he tenido un encuentro personal con él mediante los que le conocieron, y no me han defraudado». Exactamente lo mismo que le pasó a Sareen: «Lo que sé de él me ha llegado a través de las personas que han sido tocadas por él, y eso me ha cambiado la vida».
Al conocer a las comunidades que han organizado estas presentaciones, se hacía evidente que se trata de "historias particulares", tan efímeras en medio de la vastedad del territorio americano que nadie sabe de su existencia, salvo quien se topa con ellas. Marcie Stokman, fundadora del Well-Read Mom, decía que «al encontrarme con estas personas conocí a Giussani, que me invitaba a tomar en serio mi deseo, a vivir intensamente lo real, a hacerme cargo de mi corazón». Agradecidos por esta historia particular, la última noche, durante la cena en casa de John Zucchi (a él y a Philip Cercone, de la Mc- Gill-Queen’s University Press de Montreal, debemos la publicación de The life of Luigi Giussani), Meehan y Jones improvisaron un concierto para voz y piano.
Alojado en las casas de estas familias, me he sentido en casa, por una continuidad absoluta con la experiencia que vivo en Milán. Para muchos, las condiciones no son las más fáciles para vivir -no por una cuestión de pobreza sino de presión en el ambiente circundante- y hay que volver a conquistar cada cosa al precio de sacrificios. Pero no he oído ninguna queja, por la conciencia de tener a disposición los instrumentos necesarios para hacer un camino humano en una metrópolis, en una pradera o en Miami, donde Miriam Cruz Bustillo, abogada, confesaba: «Por mi trabajo, muchas veces me toca estar en un clima de tensión. La Escuela de comunidad me ayuda a dar un paso atrás y preguntarme quién es el que tengo delante y si le estoy tratando como lo haría Cristo. De modo que se ha convertido en un lugar de conversión para mí y para mi marido». Esta es la experiencia con la que se han topado estos ponen¬tes, tan diferente y atractiva que hace decir a algunos de ellos: «Ahora que me habéis encontrado, ¡no me podéis abandonar!».