IMPRIME [-] CERRAR [x]

Huellas N.05, Mayo 2019

BREVES

Cartas

El Papa y yo, en Rabat
Queridos amigos, desbordo de agradecimiento por la visita del Papa a Rabat. El pasaje de la Escuela de comunidad que más me ha hecho reflexionar en estos días es cuando dice: «La Virgen hubiera podido pensar: "Habrá sido una ilusión, una fantasía mía"». Muchas veces yo adopto exactamente esta actitud, diciéndome: «Me equivoqué. Pensé que Dios lo era todo, pero la vida me lleva a pensar de otra manera. La vida es dura y los cuentos se desvanecen». Lo que dice don Giussani: «La fe es realmente esa fuerza llena de atención con la que el alma se adhiere al signo del que Dios se ha servido y permanece fiel a él, a pesar de todo», se ha mostrado muy cierto para mí. Incluso en esta aventura marroquí, Dios sigue sorprendiéndome enviándome señales y haciéndome ver que la mía no es una ilusión. A pesar de mi miseria, de mi infidelidad y del entorno en su totalidad musulmán (99,9%), Jesús no retira su amistad conmigo y voy entendiendo que fuera de la relación con él no hay verdadera felicidad humana. Uno de mis miedos al empezar mi estancia aquí era el de estar solo. La noche antes de partir, encontré por pura casualidad a un amigo que no veía desde hace años, que me dijo: «Mira que en Rabat vive un chico del CLU. Te doy su móvil». Quedé con este chico y empezamos a hacer la Escuela de comunidad, los dos. Es fantástico, porque nadie puede hacer ese trabajo en tu lugar. Nuestra amistad es un trocito de Iglesia. Ahora se acaba su estancia y me quedo otra vez solo, pero no me "siento" solo. Otra cosa que temía al dejar Italia era dejar la caritativa en la cárcel Gozzini, el Banco de Alimentos, el Meeting Point. Nada más aterrizar en Marruecos me di cuenta de que aquí la caritativa no es opcional. Es un deber. La pobreza extrema, las personas abandonadas, las necesidades son innumerables, así que empecé a "educarme en la caridad" a diario. La última gran sorpresa de Dios ha sido la visita del Papa. Me parecía imposible que Francisco visitara precisamente Rabat mientras yo estaba allí. Su visita, el clima de hermandad (no de buenismo) que se creó entre musulmanes y los pocos cristianos residentes, me devolvió el deseo de diálogo, de relaciones y de vivir con intensidad la preparación a la Pascua. Porque no hay un signo más elocuente que la Pascua de Resurrección.
Lapo, Rabat (Marruecos)

¡Gracias Giuliana!
Querido Julián: Hace poco me enteré de que una gran amiga mía, memor Domini, vuelve a Italia después de 25 años de misión en América Latina. La noticia de su retorno me partió el corazón, por el intenso vínculo afectivo que tengo con ella desde que fue mi profesora en la Universidad Católica Sedes Sapientiae, hace varios años. La noche que salí de su casa muy triste, después de que me lo dijo, tenía en la cabeza un millón de preguntas respecto a la vida, la vocación, la misión, acerca de la tristeza y el dolor, y nunca antes me sentí tan cercana a Leopardi. Tenía exactamente sus mismas preguntas: «¿Nuestro pesar y suspirar qué significa? ¿A dónde tiende este mi vagar breve? ¿Qué significa esta soledad inmensa? ¿Y yo, qué soy?». Todo me parecía superficial respecto a lo que verdaderamente importa y durante una semana no pude pensar más que en ese «misterio eterno de nuestro ser». En esos días, encontré una bella carta publicada en Huellas que mi amiga le escribió a don Giussani poco antes de venir de misión a América en 1994. Ella le decía que partía totalmente serena y confiada para ayudar a Cristo y para a ayudarle a él (a don Gius) a hacer llegar Su mensaje al corazón de cada hombre, porque «en esto reside todo el bien, la consolación y la felicidad de la vida». Leer esto me hizo pensar en que yo no puedo quererla ¡tanto como la quiero! y no querer aún más a Aquel que ella me ha mostrado y me sigue mostrando. Me hizo pensar en mi responsabilidad ante Cristo: «Depende de nosotros, débiles y carnales, el hacer vivir, alimentar y conservar vivas en el tiempo esas palabras pronunciadas vivas en el tiempo». Entendí que a pesar de lo humano y doloroso que es extrañar a una persona que significa mucho para tu vida, lo que más importa es decir que sí al Señor. Porque así como yo y otros más somos el fruto del sí que Giuliana le ha dado a Él, ahora yo puedo ver cómo algunos de mis estudiantes van encontrando a Cristo a través de mí, pese a lo que yo soy, únicamente cuando le digo que sí. «No hay nada más humano que el Fiat, nada más consciente y comprometedor para la libertad», dice don Giussani en uno de sus comentarios al Angelus. Esa noche, al salir de su casa, Giuliana me dijo: «Recemos juntas el Angelus, porque ese es el punto al que hay que volver siempre: "Hágase en mí según tu palabra"».
Andrea, Lima (Perú)

Jesús ya ha vencido
Querido Julián, esta mañana, durante una de mis dos rondas semanales para transportar a personas con capacidades diferentes desde su casa al centro socio-educativo, llevé a Marco. «¿Qué tal estás?», le pregunto. «Estoy triste». Le pregunto por qué y solo me contesta con monosílabos: «Francia... El incendio». Le digo que no se preocupe, que Notre Dame será reconstruida. Pero él repite con tristeza: «El incendio. no es justo». Le dijo que la Virgen es más poderosa que el Demonio, que el mal. Pero cada dos o tres minutos, sigue con lo mismo, desconsolado. Mientras, salen las otras cinco personas y nos acercamos al centro. En un momento dado, con un gesto de irritación, dice: «"Tranquilo, Marco. Jesús ya ha vencido. Nosotros solo tenemos que procurar hacer el bien".
Bajando de la furgoneta, me mira con ojos más serenos:«¡No puedo más!». Lo tomo por un brazo y mirándole con ternura le digo: «Tranquilo, Marco. Jesús ya ha vencido. Nosotros solo tenemos que procurar hacer el bien». Bajando de la furgoneta, me mira con ojos más serenos: «¡Tienes razón!». Estos Ejercicios me han dado la certeza de que Cristo se manifiesta en el presente, siempre.
Adalberto, Monza

El coro, Iglesia viviente
Desde el inicio, participé en los ensayos para los oficios de Semana Santa, acompañados por dos amigos que se dedican profesionalmente al canto que nos ayudaron con las vocalizaciones y la dirección. Esto supuso el «sí» de muchos, así como el de estos amigos que han venido -incluso desde Madrid, para venir a Barcelona- a dar su tiempo y dedicación de manera gratuita. ¿Qué es lo que permite esta disponibilidad? Debe ser algo más que un deseo de ocio o diversión, considerando que es muy probable que tengan muchas ocupaciones. Sobre todo en lo que nos compete personalmente, ¿por qué fui a los ensayos? ¿Qué ha deseado mi corazón todo este tiempo? Pude ver cómo íbamos aprendiendo juntos: a seguir al que dirige, a escuchar a las demás voces, a respirar, apoyar y proyectar la voz. También se nos invitó siempre a tomar conciencia de lo que se canta, a escuchar la voz de la propia cuerda y el conjunto. Al final de cada ensayo, pedíamos a la Virgen por las necesidades de cada uno. Para mí fue uno de los gestos más educativos para reconocer que la unidad no nos la damos nosotros. La Semana Santa nos ha ofrecido varias sorpresas. El jueves, los cantos se convirtieron en petición al Señor de permanecer con Él, y esto además se vió en cómo muchos se quedaron todo el día para participar de la Misa y la Hora Santa. El viernes, el Obispo auxiliar de Barcelona, Mn. Antoni Vadell, nos invitó a tomar la postura del evangelista Juan y recostar la cabeza en el pecho del Señor, preguntándole quién es Él, pidiendo conocerle... El sábado santo, al hilo del recorrido del pueblo de Israel, prevaleció la esperanza sobre lo que cada uno pudiese estar arrastrando de límites, fragilidades, mezquindades y pecado. Uno de los miembros del coro nos pidió que cantáramos con conciencia, manteniendo una tensión que es fruto de la libertad del corazón. No se trata pues de limitarnos a cantar bien, sino dejar que Cristo nos determine hoy en cada gesto. El domingo de Resurrección, el Señor se hizo presente en nuestra «Galilea» como el primer amor, el origen de toda esta experiencia. El signo de su Resurrección es esta compañía que constantemente me reclama a reconocerlo y los diversos testimonios de amigos. Y es cierto que «de la plenitud del corazón habla la boca», más aún, canta.
Carta firmada, Barcelona

El incendio de Notre Dame y las elecciones
Te paras delante de la tele mirando las imágenes de Notre Dame en llamas y te das cuenta que experimentar dolor o tristeza no es obvio. Será por mi mezquindad, pero mi mente corre enseguida al pensamiento de que mi casa está a salvo y que los míos no corren peligro. Una sensación fugaz, por otra parte, en un mundo en que hay muchos imprevistos, novedades, riesgos, peligros, tragedias a los que nadie escapa. Sin embargo, delante de esas llamas, sientes que algo se rompe dentro de ti. Como si la casa que está ardiendo fuera la tuya. Esa mañana, delante de mis alumnos, me pregunté: «¿Por qué hay tanto euroescepticismo hoy? ¿Por qué los gobiernos son tan soberanistas y autónomos? ¿Por qué crece el populismo? Seguimos con el Brexit y cada estado levanta sus muros para salvar su identidad y, sin embargo, ¿por qué sentimos el incendio de Notre Dame como un golpe al corazón personal, nacional? Como si se hubiera derrumbado la cúpula de San Pedro. Como si el techo de mi casa hubiese empezado a ceder, sin dejarme tranquilo. ¿Es que sigue existiendo una Europa verdadera en nuestro corazón, ¿sabéis qué vais a hacer? ¿Lo sabemos de verdad? ¿Tiene algo que ver con eso lo que ha pasado esta noche, esas llamas, ese dolor que hemos sentido por la pérdida de una casa común? ¿Qué se juega en las próximas elecciones? ¿Quizás un voto reactivo, siguiendo modas, influencias de la red, de los que gritan más? ¿O lo que ha pasado puede ayudarnos a abrir los ojos, a comprender quiénes somos realmente, a percatarnos de la grandeza que llevamos dentro, aunque escondida, de la solidaridad, la hermandad, la profundidad que el incendio de Notre Dame puede volver a sacar a la luz? Podemos caer en la cuenta de quiénes somos realmente, de esa Europa que nace, antes que de las instituciones, de una magnanimidad en el sentir, el pensar y el querer, en el rezar que llevamos dentro cada uno de nosotros. Hay un relato de Raimond, uno de ellos ciego, están delante de la tele. Emiten un documental sobre catedrales medievales. El ciego le pregunta al amigo que le describa cómo está hecha una catedral, y el amigo no sabe por dónde empezar. El ciego le invita a guiar su mano sobre un folio, diseñando. Lo intentan y mientras dibujan empiezan a sentir una gran felicidad, perciben una grandeza que los une más aún en amistad, que rebosa en sus corazones. Lo que describe Carver es el reto que nos espera a todos».
Nicola, Ancona

Esperar «a orillas del Gran Silencio»
Jazmín tiene catorce años, le gusta bailar y estar con las amigas. Tiene una gran familia, aún herida por la muerte de la hermana pequeña de dos años. Sus padres son fieles colaboradores de la capilla de un pueblo a las afueras de Asunción. Allí, los domingos, algunas familias rezan el rosario. Hace poco, la madre de Jazmín le preguntó a su hija: «Hija, tu cumpleaños es en diciembre, tenemos que celebrar la "quinceañera". Dime quiénes serán los invitados». Ella le respondió: «Mamá, cómo me pides la lista de invitados, vendrán todos los que quieran venir». Días más tarde, Jazmín fue a una "quinceañera" y empezó a sentirse mal. Los padres fueron a recogerla y la llevaron inmediatamente al médico. Volvieron a casa pero ella seguía mal. Pasaron los días yendo de un médico a otro, pero empeoró y tuvieron que llevarla de urgencias a un hospital. Allí descubrieron que tenía una grave enfermedad de corazón. Fui a visitarla al hospital. Entré en la sala de terapia intensiva y pedí por ella, que estaba en coma. Pude administrarle los sacramentos. Volví a visitarla el domingo siguiente. El médico me dijo que su corazón se estaba apagando. De nuevo, le di la unción de enfermos. Después, recé un rosario con la familia y los amigos. Al día siguiente, Jazmín seguía mal pero parecía que mejoraba. El médico empezó a albergar alguna esperanza. Cada vez que la puerta donde estaba la joven se abría, era como una espina en el corazón para todo aquel que la quería. Hasta el momento en que la puerta se abrió por última vez para comunicar a la familia que Jazmín se había apagado de forma definitiva. Inmediatamente, surgía la pregunta del porqué. Ante todo, la ponían los padres, que ya habían atravesado el doloroso camino de la "pérdida", y sus amigos, que me miraban esperando una palabra. Pregunté a los chicos: «¿Cómo ha actuado Dios estos días?». Ellos respondieron:
«Se ha quedado en silencio y nos ha dejado con una esperanza». Entonces -les dije- sigamos así. Una marea de jóvenes acudió al funeral. Los llantos y los gritos me impedían empezar la misa. El padre de Jazmín se levantó y gritó: «¡Basta! Ahora, recemos».
Se hizo un gran silencio durante toda la misa y el funeral. Hace algunos días, fueron psicólogos al colegio de Jazmín para ayudar a los alumnos. Una chica de catorce años me escribía: «Pato, ¡qué grande es nuestra amistad! Qué diferente es estar frente al dolor con el silencio de Dios, a la espera de Su respuesta. Aquí, en cambio, todos quieren responder a aquello que, en el fondo, es un gran misterio». Conmovido, pienso en mi silencio, tan verdadero como impotente. Entiendo que esta joven, con su mensaje, era la primera que recibía la respuesta de Dios. Esperar juntos es la única posibilidad de estar ante la historia. Educar en esto significa educar en la única esperanza que no traiciona.
Patricio, Asunción (Paraguay)