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Huellas N.1, Enero 2008

SOCIEDAD - Por la familia cristiana

En el corazón de la experiencia humana

José Luis Restán

Más de un millón de personas abarrotaron la madrileña plaza de Colón y sus inmediaciones para vivir una auténtica fiesta de las familias, trenzada por la oración, el canto y el testimonio, y culminada con la conexión en directo con Benedicto XVI y la celebración de la Palabra en el marco de la solemnidad de la Sagrada Familia.
El indudable éxito de esta iniciativa nacida de la base del mundo católico, se vio rubricado por el apoyo de todos los cardenales españoles y la presencia de más de cuarenta obispos. Más de una veintena de asociaciones y movimientos participaron activamente en la promoción y desarrollo de éste encuentro, que mostró una realidad eclesial rica en carismas, con una diversidad de acentos educativos, de análisis y de formas de presencia, que se hizo patente a lo largo de más de tres horas.
En su saludo a las familias, el Presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Ricardo Blázquez, recordó las dificultades exteriores e interiores que viven hoy las familias, que necesitan razones para vivir y perseverar, así como un ambiente propicio para desarrollarse serenamente. Monseñor Blázquez expresó el compromiso de la Iglesia de sostener y acompañar a las familias en sus necesidades, y pidió a éstas que se abrieran a la mutua ayuda y a la confianza en Dios.

Dar testimonio ante el mundo
El momento más significativo del acto fue la conexión con la plaza de San Pedro, para escuchar en directo el mensaje del Papa. Benedicto XVI recordó con las palabras del Concilio Vaticano II, que el bien de la persona y de la sociedad está íntimamente conectado a la buena salud de la familia. El Papa invitó a los congregados en Madrid a dar testimonio ante el mundo de la belleza del amor humano, del matrimonio y de la familia, subrayando que está fundada en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, y constituye el ámbito privilegiado en el que la vida humana es acogida y protegida, desde su inicio hasta su fin natural. Y añadió: «Por eso, los padres tienen el derecho y la obligación fundamental de educar a sus hijos, en la fe y en los valores que dignifican la existencia humana. Vale la pena trabajar por la familia y el matrimonio, porque vale la pena trabajar por el ser humano, el ser más precioso creado por Dios».

Vocación y misión en el contexto actual
El cardenal Rouco en la homilía se dirigió a todos los españoles con un mensaje que tenía dos ejes fundamentales. El primero se refirió a la denuncia de un medio ambiente cultural y político, hostil a la familia basada en el matrimonio entre hombre y mujer, hasta el punto de que la familia se ha convertido en el problema más grave ante el que se encuentran las sociedades europeas. A juicio del cardenal Rouco nuestro ordenamiento jurídico ha dado marcha atrás respecto a lo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos establecía sobre la familia. El segundo eje de la intervención del arzobispo de Madrid se refiere a la vocación y misión de las familias cristianas en dicho contexto. Su testimonio prioritario ante la sociedad contemporánea consiste es que la gracia de Cristo vivida en la comunión de la Iglesia, hace posible vivir el amor en cualquier circunstancia por dura que sea, y es la única fuerza que permite andar la peregrinación de este mundo con esperanza.

La percepción elemental de un bien
La celebración fue un rotundo éxito, y demostró, en palabras de Julián Carrón, que toda la maquinaria mediática desplegada en las últimas décadas contra la familia no ha conseguido destruir la percepción elemental de que es un bien. Por ello, se preguntaba ¿de dónde ha nacido este? Su intervención fue desarrollando como la experiencia de la familia tal como la conocemos nace de la experiencia cristiana. Y añadía: «No tenemos, pues, que sorprendernos. Lo mismo que a tantos de nuestros contemporáneos y muchas veces a nosotros mismos, a los discípulos también les parecía imposible. Sólo la gracia de Jesucristo ha hecho posible vivir la naturaleza original de la relación entre hombre y mujer».
El 30D ha demostrado también que sigue existiendo un pueblo cristiano, que a pesar de todas las adversidades desea vivir la fe al aire libre, ofreciendo su testimonio a través de un diálogo sincero y crítico con sus conciudadanos, sin tentación alguna de imposición. Otra reflexión necesaria es que este pueblo no ha nacido por generación espontánea, sino que es fruto de un tejido comunitario y de una educación en la fe. Por eso, del éxito de esta convocatoria, que nos da alegría y esperanza, nace para la Iglesia en España la responsabilidad de una educación y de una construcción común.

Sostenida por una pertenencia
La familia, que es una dimensión de la experiencia cristiana que abarca la totalidad de los intereses de la vida, necesita ser sostenida en sus razones, curada en sus heridas y acompañada en su tarea misionera.
Es preciso descartar cualquier automatismo y cualquier reducción sociológico-política de este evento. Por otra parte, la furibunda reacción del PSOE y la tibia ambigüedad del PP nos invitan a una cura de realismo sobre sus consecuencias político-sociales inmediatas. Los hijos de las familias que se congregaron en Colón el 30D, experimentan ya el desafío de una cultura que cuestiona hasta la raíz la herencia cristiana recibida en el seno de sus familias. Es necesario, como muy bien señaló Carrón, que la hagan personalmente suya, que la sometan a la prueba de la vida real con todas sus circunstancias, que verifiquen la verdad humana de la propuesta que han recibido. Sólo así podrán dar, a su vez, razón de la esperanza que les mueve, en un mundo en el que las grandes certezas de nuestra civilización se disuelven, pero en el que la necesidad de una luz para el camino se hará cada día más acuciante.