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Huellas N.02, Febrero 2019

PRIMER PLANO

Libro del mes
Simplemente Cristianos

Eduardo Vilela

En 1837 el emir Abd al-Qádir, alma de la resistencia argelina a la conquista francesa, le dijo con desprecio al general Thomas Bugeaud, comandante del ejército francés, que los cristianos no rezaban. Herido en su orgullo, el general le escribió al primer obispo de Argel, monseñor Dupuch, pidiendo fundar un monasterio de monjes contemplativos. Seis años más tarde, en 1843, llegaron los primeros trapenses y luego de varias vicisitudes, en 1934, fundaron el monasterio de “Nuestra Señora del Atlas” en Tibhirine, que significa en bereber los "huertos regados". Entre otras actividades, en el monasterio funcionaba también un dispensario a cargo del hermano Luc que brindaba asistencia primaria a los enfermos del lugar.
En 1979, nació el grupo "Vínculo de La Paz", con el objetivo de facilitar el encuentro entre musulmanes y cristianos para profundizar en la vida espiritual y acoger la experiencia religiosa de ambos, a fin de vivir mejor la presencia cristiana en Argelia. La vida de los siete futuros mártires fue una vida "simplemente cristiana", que no dejó a nadie indiferente.
El hermano Paul, era el responsable del agua de la granja, el hermano Christoph era el manitas que ayudaba en los huertos cercanos. El hermano Michel se encargaba de la cocina. El hermano Christoph decía que eran una comunidad sin pretensiones, simple y muy verdadera. Eran unos hombres obstinados en dar testimonio «de forma humilde y apacible de que vale la pena vivir la vida juntos, por Dios, para rezarle, adorarle, acoger las bienaventuranzas... y aprender así a amar, a amar hasta el extremo en la vida cotidiana». Aquellas simples vidas no dejaron indiferente ni siquiera a algunos grupos armados radicalizados. Uno de ellos entró en el monasterio en la nochebuena de 1995. Christian escribe que, tras su partida, lo que les quedó por hacer era vivir, era celebrar dos horas después la Misa de medianoche: «Cantamos la Navidad, y recibimos a este Niño que se presentaba a nosotros indefenso y ya amenazado». Y continúa: «Lo que nos salvó fue tener que continuar con todas nuestras tareas cotidianas: la cocina, el huerto, el oficio, la campana... así día tras día».
Siete miembros de una comunidad sin brillo, simple y muy verdadera aprendieron a amar hasta el extremo, hasta la entrega de su vida el 21 de mayo de 1996. Dos años antes, en su impresionante testamento espiritual, el padre prior Christian de Chergé escribió: «Evidentemente, mi muerte parecerá darles razón a quienes me han tratado sin reflexionar, como ingenuo o idealista: ¡Que digan ahora lo que piensan! Pero estas personas deben saber que, por fin, quedará satisfecha la curiosidad que más me atormenta. Si Dios quiere podré, pues, sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto con Él a sus hijos del islam, así como Él los ve, iluminados todos por la gloria de Cristo, fruto de su Pasión, colmados por el don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias (...) Amén. Inch'Alá. Christian». El testimonio de Christian de Chergé proyecta un haz de luz sobre cualquiera de nosotros, simplemente cristianos.