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Huellas N.02, Febrero 2019

BREVES

Cartas

A cargo de Carmen Giussani

Queridos amigos:
Os hago partícipes de la partida de mi madre hacia la casa del Padre. Hoy se ha cumplido su deseo tan esperado de alcanzar a Aquel que ha sido el centro de su corazón. Así, en la sencillez de su vida, nos educó a no mirar a ninguna otra parte más que a Cristo. Desde mi niñez acompañó con pasión y discreción mi vocación, para que se realizara Su designio sobre mí. Con la gozosa certeza de que ya reposa en los brazos del Padre, os pido una oración.
Vuestro,
Julián

Él es la novedad
No recuerdo si fue la misma noche en la que murió Marcos Pou o si fue unos pocos días después. Sé que muy pronto, en esos mismos días del accidente, le pedí que me regalara la amistad con sus amigos, como si fuese una especie de herencia. No se trató de una ocurrencia, ni de un capricho del momento, sino de una petición sincera. Porque él hablaba siempre de sus amigos y se veía que era algo importantísimo en su relación con el Señor y en su camino. Yo no me quería perder esa posibilidad en el mío. María es una amiga de Marcos, del tiempo en el que ella hizo su Erasmus en Barcelona. En una conversación por skype le pregunté cómo era su amistad con él. Me respondió que Marcos amaba más su relación con el Señor que ella misma, y que una y otra vez le reclamó a caminar hacia Él. Estos días de Navidad he podido visitarla, en Italia. Han sido días preciosos, en los que se han sucedido un montón de encuentros con grupos distintos de personas. El primero con la familia de María, que yo no conocía, que me han recibido y acogido con un abrazo grande e inesperado. Después, con sus amigos, los de su pueblo, los de Génova, e incluso algunas personas que han venido desde Milán para pasar esos días juntos. Impresiona muchísimo ver cómo son tantos los que, a través de algunos escritos traducidos, y -sobre
todo- a través del testimonio de los que han vuelto a Italia después de su tiempo de Erasmus en Barcelona, han ido sabiendo de Marcos. Dos encuentros me conmovieron especialmente. El primero fue con una chica de unos veinte años. Es extranjera, pero lleva tiempo viviendo en Italia. De familia musulmana, lleva unos pocos años siguiendo y viviendo la experiencia de los amigos del movimiento que conoció, no sé si en el colegio o en la universidad. No hace mucho, su padre falleció en un accidente y sus amigos le tradujeron la homilía del funeral de Marcos y la carta que Nico (hermano de Marcos) publicó en esos días. Ella me aseguraba que le habían ayudado mucho a vivir el dolor por la muerte de su padre.
El segundo encuentro fue con un sacerdote de ochenta y cinco años, divertido y feliz, que se hizo amigo de don Giussani cuando era un joven párroco. Me encantó poder conocerle. Porque me aterra la posibilidad de que la vida no crezca siempre y quede como plana en un siempre lo mismo (la verdad es que no miraba a la vejez con gran esperanza). Después de celebrar la Misa juntos, se lo conté en la cena. D. Pino me miró sonriente y me dijo: «Cristo es la novedad». Verle de nuevo al día siguiente, otra vez en la Misa juntos, confirmando la experiencia del día anterior, me gustó y me esperanzó. No sé cómo es su relación con el Señor, pero le hace amar la vida y gustarla, también a su edad. Dedicamos una mañana a visitar la ciudad de Génova. Acabamos en una iglesia donde una antigua imagen del Crucificado me impresionó especialmente. Es una imagen rara hasta que te la explican. No es una cruz normal. Está hecha con un tronco de árbol, donde los brazos de la cruz tienden hacia arriba, como creciendo, porque está viva, significando la Resurrección. Me la quedé mirando un largo rato y me ayudó. La última noche nos juntamos un grupo grande a comer pizza. Pudimos charlar sobre España, sobre cómo conocí el Movimiento, y hacia el postre empezaron a cantar. Como yo no sabía las canciones -y canto fatal- pude observarles con detenimiento. Gentes de edades distintas, en situaciones personales muy distintas. Tres -dos ellos, una ella- consagrados al Señor. Yo sacerdote. Unos novios, unos recién casados. Alguna soltera. Un joven de unos doce o trece, hijo de los más mayores. Y D. Pino en la memoria. Fue un rato de poder ver la fuerza con la que el carisma de don Gius genera una humanidad preciosa. Y de cómo eso sucede también a los ochenta y tantos. ¡Qué regalo estos amigos!
Yago, Barcelona


De esta fuente
El pasado viernes 18 de enero en el Municipio de Tlahuelipan, en el estado mexicano de Hidalgo, ocurrió un accidente en una toma clandestina de combustible, coloquialmente conocido como huachicoleo, en uno de los oleoductos de Petróleos Mexicanos (Pemex).
La explosión hasta el momento se cobró la vida de 117 personas. Las reacciones de mucha gente frente a este hecho me han provocado, en un contexto donde el Gobierno federal declaró la guerra al robo de combustible en el país, lo que ha tomado como bandera para el combate contra la corrupción. En las redes sociales, muchos mexicanos no tardaron en mandar mensajes de burla por el accidente, manifestando su hartazgo por la corrupción y a la vez reduciendo la vida de estas personas a una especie de karma, como si su muerte fuera un castigo por su acto. Sin conocer cómo viven esos hombres, mujeres y niños que perdieron la vida, en las redes sociales se emitió una suerte de condena a muerte sin juicio previo.
Por otro lado, el Gobierno lamentó los hechos, pero con una mirada reducida que ve a las víctimas como el eslabón más bajo de la corrupción, como seres sin libertad, manipulados por una mafia de alto nivel que goza de absoluta impunidad. Por otra parte, vemos estrategias mal implementadas para combatir el robo de combustible, ya que desde hace semanas en varias ciudades del país faltan las gasolinas en las estaciones de servicio y los automovilistas tienen que pasar horas enteras para llenar su tanque. Aunque en la capital del país esta situación ya se regularizó, en otras zonas aún persiste el desabasto. Mientras platicaba con un amigo me preguntaba, ¿qué nos permite tener una mirada que salve la dignidad de las personas que murieron?, ¿en dónde se reconoce su valor?, ¿en dónde se nos educa a tener una mirada así? Lo que me ayuda a juzgar estos hechos es mi pertenencia a la Iglesia que me sigue educando en una mirada más verdadera sobre la realidad. Como veíamos en la Escuela de comunidad, «vivir el misterio de la comunión con Dios en Cristo nos enseña a ver las cosas a través de un valor único, gracias al cual todos los juicios y decisiones tienen su origen en una única medida. De esta fuente de profunda riqueza nace una concepción de vida de gran sencillez: una sola Realidad como criterio, medida y modo, tiñe con su luz todas las cosas. Gracias a esto el yo se siente uno con y en todas las cosas, incluso cuando está frente a la muerte». Después de estas provocaciones retomé con mayor intensidad la lectura del manifiesto de Comunión y Liberación sobre nuestra circunstancia política, y reconocí que el cristianismo vivido como acontecimiento nos permite ser libres frente a las modas, las tendencias y el poder, y nos ofrece una mirada más verdadera sobre las personas, como hace más de dos mil años. Cuando uno es mirado de forma verdadera puede penetrar a fondo los hechos: «el cristianismo es revolucionario, porque, esencialmente, no aspira a ocupar posiciones de poder para cambiar al hombre, sino que apuesta por la persona concreta que somos cada uno».
Sebastián, Mérida (Méjico)


El milagro como un signo que reclama a Dios
Teníamos un niño en acogida desde hacía un año. Finalmente, nos llamaron para decirnos que tenía que volver con su familia biológica. Colgué la llamada y me puse a llorar. «Mi niño se va, ¡qué dolor!», nunca se está preparado para esto. Desde el primer día lo tratamos como nuestro hijo sin diferencias; digo "nuestro" con la conciencia de que Dios nos lo ha dado para cuidarlo, criarlo, educarlo. Mucha gente me ha hecho el comentario de «qué gratuidad tenéis». Yo no lo veo así, sino como un regalo para nuestra familia, un milagro. Estamos tranquilos y ciertos de que Dios le va a cuidar mucho más que cualquiera y que solo tenemos que reconocerlo. Ha sido un año muy duro, fuera de nuestra área de confort, pero con una gran alegría; y no puedo mirar atrás y decir «qué desastre». Quiero un montón a este niño, tan activo y necesitado... como somos también nosotros. Qué bien estamos hechos... que aun en el cansancio y en las dificultades somos felices. No puedo más que estar contenta. Y doy las gracias a nuestros amigos de la Fraternidad y a todos los demás que nos han apoyado y acompañado. S. se va y estamos agradecidos del regalo de haber vivido con él un año entero.
Chiara, Madrid

¿Me basta Jesús para vivir?
Max es un amigo que ha vuelto hace poco de Haití, después de un largo galimatías -el que tantos tienen que vivir para una adopción internacional-, trayendo a casa a Rafael, su segundo hijo adoptivo. Tal vez esta fuera la explicación más sencilla y evidente del drama de la vida humana y su significado, al que una amistad verdaderamente cristiana debe llevarnos siempre.
Max contó que mientras iba hacia el aeropuerto con su mujer, Elena, y su otra hija, Lovely, de regreso a Italia, atravesando la capital de Haití, impresionado por la extrema pobreza que tenía delante, le dijo a la niña que ellos deberían ser felices: tenían electricidad, agua corriente y potable, aire acondicionado y, naturalmente, a Jesús. Pero al decir esto -como si fuese lo más obvio aunque nunca se puede dar por descontado- sintió como un escalofrío. «¿A qué estoy realmente agradecido? ¿En qué consiste mi ser realmente, en los beneficios de nuestra civilización?
¿Y la gente de Haití sufre tanto porque para ellos la alegría es imposible? ¿Jesús basta paravivir en este mísero lugar? Además de un hijo, volví de allí con todas estas preguntas en el corazón». Max terminó diciendo: «Deseo que Jesús pueda ser una presencia tan amada y real como esa niña, hasta el punto de determinar mi miradaypermitirme vivir alegre en todas partes. Hasta en Haití...».
Andrea, Conegliano Veneto (Italia)

«Quiero comer con vosotros»
No me imaginaba que lo que me encontré hace más de veintiocho años pudiera seguir tan vivo e impactante en mi vida. Conocí Comunión y Liberación en el pueblo de Muggió, donde vivía entonces, pero no pensaba que ese encuentro duraría hasta hoy. Y mucho menos que la persona que guía este movimiento vendría hasta mi ciudad, aquí en Alejandría de Egipto, para presentar un libro que habla del corazón de la fe y del descubrimiento de la belleza y de la presencia de Dios en la vida (ver aquí el artículo en p. 12). Pensé: «Las distancias, las culturas, las lenguas ya no son un obstáculo para comunicar la belleza del amor de Jesucristo». Vivo observando que la palabra de Jesús acontece delante de mis ojos, demostrándome que él está vivo y habita entre nosotros. Jesús invitó a sus discípulos a ir por todo el mundo para llevar su amor a todos los hombres. Ese día en la Biblioteca de Alejandría durante la presentación del libro me pareció que Él estaba presente para que todos los que asistíamos pudiéramos ver su belleza. Pude comprobar que el amor supera cualquier obstáculo, conecta directamente con la curiosidad humana por descubrir la razón de la existencia y por tomar plena conciencia de la realidad. En esa ocasión, la Biblioteca de Alejandría era una iglesia viviente. Carrón nos dijo al final: «Quiero comer con vosotros», como si nos dijera que es nuestro hermano, que no quiere dejarnos solos y desea compartir el camino con nosotros. Un camino de amor por el otro, movido por el deseo de compartir la vida y la belleza que hemos recibido gratuitamente.
Said, Alejandría de Egipto