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Huellas N.2, Febrero 2008

CULTURA

Lectura

a cargo de Elena Alonso Serrano

Cormac McCarthy
La Carretera
Mondadori, Barcelona 2007
pp. 224 – 20,00 E


El argumento, de sobra conocido, no puede ser más sencillo: en una tierra devastada –posiblemente tras una hecatombe nuclear–, un padre y un hijo recorren una carretera persiguiendo ilusoriamente unas condiciones de vida mejores y buscando, posiblemente, otras personas con las que poder convivir. En este mundo deshumanizado –en el que nadie tiene nombre propio y apenas sabemos de la vida de los personajes– y en el que no queda ni una brizna de vida –todo el paisaje, recubierto de ceniza, es gris oscuro–, los escasos supervivientes se han convertido en forajidos caníbales o en sus presas –lo que de lugar a ciertos pasajes no aptos para todas las sensibilidades.
El estilo de la novela no puede ser más acorde con su argumento: descripciones concisas y repetitivas, sin apenas imágenes ni licencias literarias; vocabulario extraordinariamente preciso a la par que rico y escogido; diálogos cortos y un estilo narrativo impersonal y aparentemente frío que, paradójicamente, nos introduce con inusitada fuerza en la lectura del libro.
Si bien argumento y estilo bastarían, por sí solos, para hacer de La Carretera un relato magnífico, lo que la convierte en una obra maestra son la belleza y profundidad con que Cormac McCarthy nos va abriendo a las grandes cuestiones de la existencia humana a través de la singular relación entre los dos protagonistas, padre e hijo.
Desde el inicio, una pregunta asalta al lector: ¿por qué vivir? ¿Qué puede empujar a un hombre y a un niño a aferrarse a la vida cuando las circunstancias parecen inducir únicamente al suicidio? Estas preguntas revelan cuál es la gran amenaza a la que tratan de no sucumbir padre e hijo: el sinsentido de la vida, la nada a la que el ser humano se ve abocado tras haber sido, aparentemente, abandonado de modo definitivo por un Dios ciego y sordo a nuestros gritos, como los que profiere el padre en uno de los pasajes más intensos de la novela, llegando a insultar a Dios.
Pero padre e hijo se tienen el uno al otro, se aman. La relación de afecto entre ambos va introduciendo un punto de luz y esperanza en la novela y va revelando, paulatinamente, dónde radica el significado profundo de la vida. Indudablemente el amor del padre hacia el hijo refleja una experiencia humana que Platón describió de modo magistral en su diálogo El Banquete: el hombre encuentra una de las formas de la inmortalidad, de permanecer en vida, a través de su descendencia: el padre no sucumbe a la muerte salvaguardando al hijo.
Pero el amor entre el padre y el hijo va revelando una vivencia que sólo puede expresarse en su integridad en el seno del cristianismo: el amor conlleva entregar la vida por la persona amada y en esta entrega, en este don sacrificado de uno –hasta la muerte–, la vida adquiere toda su plenitud y sentido. Sólo a partir de esto puede entenderse el recorrido humano que padre e hijo van realizando mientras prosiguen su viaje a ninguna parte, en una carretera llena de amenazas sobrecogedoras.
A medida que el sacrificio del padre se hace más intenso, crece, de modo conmovedor, la humanidad del hijo. El niño, en la recepción del don paterno y en la experiencia cada vez más profunda del amor que éste le tiene, va abriéndose a la realidad, aprende a luchar ante la adversidad y es incluso capaz de experimentar la alegría y el estupor ante las cosas pequeñas y bellas de la vida que va descubriendo.
Y, en un intercambio misterioso, el hijo, que ha adquirido la certeza indestructible de estar sostenido por el afecto del padre, es capaz de cambiar a su propio padre, cuyo recelo y violencia ante a todos los hombres con los que se encuentran y a los que él considera, con razón, un peligro, se truecan, por mediación del niño, en misericordia y perdón.
(Rafael Gerez Kraemer)


Joseph Ratzinger
La Iglesia, Israel y las demás religiones
Ciudad Nueva, Madrid 2007
pp. 128 – 10,00 E


La idea de publicar este libro en español fue sugerida por D. Eugenio Romero Pose, obispo auxiliar de Madrid, que falleció en marzo de 2007. Como observador atento de los fenómenos espirituales de nuestro tiempo, fue sensible a la importancia capital que hoy reviste el diálogo interreligioso. En un mundo cada vez más globalizado, es prioritario el encuentro entre culturas, y al diálogo interreligioso le corresponde un papel de primera importancia en ese proceso. Este pequeño volumen reúne cuatro escritos del cardenal Joseph Ratzinger dedicados al diálogo judío-cristiano con el espíritu de la declaración conciliar Nostra aetate, que supuso un punto de inflexión en la actitud de la Iglesia hacia el pueblo judío. La diversidad de sus perspectivas y acentos se explica fácilmente teniendo en cuenta las ocasiones concretas para las que fueron redactados. Tres de ellos fueron presentados para su discusión en sesiones de naturaleza académica, mientras que el cuarto es una homilía. El hoy papa Benedicto XVI se esfuerza por sacar a la luz los profundos vínculos que unen a la Iglesia con Israel, en una tendencia que ha cobrado fuerza a raíz del Vaticano II. El autor dedica además páginas esclarecedoras al diálogo con las grandes religiones de Oriente, cuya experiencia de fe fundamental es de naturaleza mística.
(Juan Ramírez)


Paolo Grossi
Europa y el Derecho
Crítica, Barcelona 2007
pp. 232 – 24,00 E


He aquí un libro cuya lectura no decepcionará a ningún amante del Derecho, ni tampoco a aquellos que sienten cierta aversión al mismo. A aquél le aportará datos, una visión esclarecedora de nuestra tradición jurídica occidental, con sus luces y sus sombras, y razones de peso para estimar ese frágil pero valioso instrumento que ha constituido el arte jurídico como factor de auténtica civilización a lo largo de nuestra historia. A éstos les permitirá comprender las raíces históricas de su fobia al Derecho y les proporcionará la ocasión de una reconciliación con la “fisiología” de lo jurídico, con esa actividad ordenadora de la sociedad que «hominum causa constitutum est» y contribuye a una convivencia pacífica. Es un libro no escrito para juristas ni especialistas en historia, sino para todo aquel que sienta curiosidad por el papel que juega el Derecho en la vida de los hombres y, sobre todo, un deseo de entender nuestro mundo cada vez más globalizado y cambiante, lleno de desafíos. De hecho, forma parte de la colección “La construcción de Europa” dirigida por el insigne medievalista Jacques Le Goff, que pretende difundir la conciencia del legado europeo, con sus luces y sus sombras, para así evitar una Europa huérfana y desarraigada. En él se encuentra una síntesis magistral de más de 15 siglos de nuestra historia jurídica europea, que sólo un exquisito conocedor de ella como Paolo Grossi puede llevar a cabo sin simplismos baratos, ni exageraciones y, a la vez, haciendo claro y comprensible lo enormemente complejo. Síntesis ponderada y plenamente consciente de esa íntima conexión entre pasado, presente y futuro, de esa interrelación entre verdad y libertad –la actitud que Remi Brague denomina “secundariedad”– que ha permitido progresar a Europa. Con un estilo ágil y sencillo, nos acerca a una historia marcada por la dialéctica universalidad/particularidad y que, en lo que al Derecho y a sus relaciones con el poder político se refiere, abarca tres experiencias jurídicas bien distintas: la medieval, la moderna y la postmoderna.
(Ana Llano)


Hannah Arendt
Karl Marx y la tradición del pensamiento político occidental.
Reflexiones sobre la evolución húngara
Encuentro, Madrid 2007
pp. 124 – 18,00 E


Karl Marx y la tradición del pensamiento político occidental fue escrito en un momento crucial de la biografía intelectual de Arendt, y en él se perfila por primera vez la tesis fundamental de la autora de que la obra de Marx suponía la conclusión y cierre de la tradición de filosofía política cuyo origen se remontaba a la obra de Platón. Con este escrito, inédito hasta fechas muy recientes, se proponía completar su obra Los orígenes del totalitarismo examinando en profundidad el marxismo como el único elemento ideológico que, a su parecer, conectaba la terrible novedad totalitaria con el cauce de la tradición de pensamiento político de Occidente. Por ello, nuestra edición incluye asimismo Reflexiones sobre la revolución húngara, escrito en la misma época. Este estudio sobre los acontecimientos revolucionarios en Hungría en 1956 se convirtió en el capítulo decimocuarto y último de la segunda edición norteamericana de Los orígenes del totalitarismo, pero este capítulo nunca fue incluido en las traducciones españolas de la obra. La Arendt más libre y lúcida, más ecuánime y menos comprometida ideológicamente, se expresa con singular intensidad en estas páginas. Todo el que quiera comprender la evolución política del siglo XX y del presente no puede obviar la lectura de este libro.


Hannah Arendt
Responsabilidad y juicio
Paidós, Barcelona 2007
pp. 280 – 20,00 E


Responsabilidad y juicio es una obra esencial para entender la concepción que Arendt tiene de la moral; es también una investigación indispensable sobre algunas de las cuestiones más preocupantes de nuestro tiempo. El núcleo de este libro es una profunda investigación ética: «Algunas cuestiones de filosofía moral»; en él Arendt aborda el problema de las normas morales para juzgar lo que somos capaces de hacer, y examina desde una nueva óptica nuestra capacidad para distinguir el bien y el mal. Cada uno de los libros que Hannah Arendt publicó en vida fue una pieza única que sigue propiciando nuevas reflexiones e interpretaciones. Responsabilidad y juicio reúne una serie de escritos inéditos correspondientes a la última década de la vida de Arendt, cuando se esforzaba por explicar el sentido de una de sus obras más importantes: Eichmann en Jerusalén, el relato del juicio de Adolf Eichmann, donde empleó por primera vez el término «banalidad del mal». Responsabilidad y juicio nos ofrece una idea muy precisa de las ideas clave arendtianas sobre el mundo común propio de toda sociedad civilizada. En él se expresa con vehemencia su temor a que el “sentido común” de la ciudadanía no represente más que un conjunto de prejuicios peligrosos en una sociedad cada vez más adocenada, capaz de instaurar el fanatismo como “sentido común”, y su afán porque el juicio autónomo del ciudadano responsable preceda a su intervención en la esfera pública, y busque librarse de la propaganda y la tergiversación.