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Huellas N.2, Febrero 2008

CL - Paraguay

Amó a su Iglesia, amó a su patria

Giovanna Tagliabue

La Universidad Católica de Asunción dedica una ceremonia de graduación a Luis Alberto Meyer, una personalidad del país y gran amigo de la comunidad de Paraguay, en la que se le recuerda contando la historia de una relación verdadera

La ceremonia de graduación de la facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad Católica de Asunción se dedica tradicionalmente a una personalidad significativa. Este año lo ha sido a Luis Alberto Meyer, que en 1984 fundó esta facultad junto a su amigo Carmelo Di Balsi, que se encontraba en Paraguay como voluntario. No ha sido un acto formal, sobre todo para nosotros, los miembros del movimiento. Este reconocimiento, y el Centro cultural que en breve llevará su nombre, son gestos que recuerdan a una persona que se implicó hasta el fondo en la vida del movimiento. Queremos recordarle también aquí, contando su historia. La de una amistad activa y apasionada por el Destino del hombre.
Luís Alberto falleció el 20 de agosto a causa de un accidente de coche, tras algunos días de hospitalización. Nosotros le conocíamos bien: era un amigo y un gran profesional de elevada formación técnica. El hecho de haber sido uno de los primeros especialistas en ingeniería hidráulica del país le había llevado a ocupar distintas cátedras en la Universidad Católica y en la Universidad Estatal. Además, a su formación técnica se unía una excelente formación humanista y teológica.

Su personalidad
Tenía una mirada amable y un temperamento irónico, pero el aspecto fundamental de su personalidad fue el amor por la Iglesia, por la que vivió ya la que siempre defendió.
Por ello, fue llamado a ser consultor del Consejo Episcopal Paraguayo y fue Secretario ejecutivo del Departamento de los Laicos del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam). Trabajó también en Roma, como miembro del Consejo Pontificio para los Laicos. Allí comenzó una relación de amistad con don Francesco Ricci y, a través de él, con don Luigi Giussani. Los designios misteriosos de Dios hicieron que el llamamiento del papa Juan Pablo II a los miembros de CL para que fueran como misioneros por todo el mundo coincidiera con el encuentro de don Ricci con un grupo de intelectuales católicos latinoamericanos, entre los que estaba Meyer. Su sintonía con la propuesta de educación en la fe promovida por don Giussani empujó al “Profesor” (como le llamaba don Giussani) a proponer a los obispos de Paraguay la experiencia de Comunión y Liberación.
Desde 1984 –gracias a un proyecto de AVSI para la formación del Departamento de Ingeniería en Informática y Electrónica de la Universidad Católica– comenzaron a llegar a Paraguay los primeros amigos italianos, que unirían a sus compromisos laborales una clara propuesta de vida cristiana. Aún recordamos los primeros encuentros del movimiento y la presencia paternal de esta figura laica de nuestro país. Nos ayudaba, incansablemente, a juzgar el momento histórico que estaba viviendo nuestro país a la luz de las indicaciones de la Iglesia.

Exposición sobre las Reducciones
Además de sus numerosas actividades empresariales y educativas, Lucho (así le llamábamos cariñosamente) se comprometió también en política, fundando un partido llamado “Encuentro Nacional”. Llegó incluso a ser ministro. Se trataba de una persona totalmente dedicada a servir al hombre en todos los campos.
Nuestro amigo no desperdiciaba su tiempo, y ponía al servicio de la patria todo lo que sabía de historia y de estrategia económica, sus conocimientos tecnológicos y su pasión por el arte, en particular por la música. Su gran conocimiento de la presencia franciscana y jesuítica en Paraguay era ocasión de largos encuentros con todos los amigos del movimiento. Gracias a él, durante el Meeting de 2004, se exhibió la exposición sobre las Reducciones jesuíticas en Paraguay.
Por su altura intelectual, participaba en las reuniones del Celam y su interés por la política ocupaba gran parte de su tiempo. Sin embargo, esto no le impedía encontrar tiempo para estar con nosotros en los momentos alegres de fiesta y en la tradicional peregrinación al santuario de la Virgen de Caacupé.

Esta breve semblanza puede explicar el motivo de que en el telegrama de condolencia que enviamos a su familia escribiéramos lo siguiente: «Luis amó a su Iglesia, sirvió a su patria».